La Casa de la Literatura y nuevas ideas para la educación peruana

Un centro cultural es uno de los mejores dispositivos para activar nuevos intereses en los jóvenes, para ofrecer modelos de identidad alternativos, para combatir prejuicios y estereotipos, para comenzar a relacionarnos con la realidad de otra manera. Esta propuesta debería replicarse en todo el país.

Gracias a la formación de un gran equipo de personas y de un trabajo estable y sostenido, La Casa de la Literatura Peruana se ha convertido hoy en uno de los centros culturales más importantes de la capital.  El trabajo que ese grupo viene realizando es notable y se constituye como un contundente ejemplo sobre cómo las políticas culturales son fundamentales para mejorar el sistema educativo en el país. Si uno se pregunta qué instituciones públicas funcionan bien en el Perú de hoy, la respuesta no será, ciertamente, aquella que afirma que el Congreso de la República funciona bien, que la Contraloría funciona bien, que Indecopi funciona bien y que el Ministerio de Economía  funciona bien. No. Todas esas instituciones funcionan muy mal (y hasta indignan). Hoy, sin embargo, podemos decir que la Casa de la Literatura funciona muy bien.

Este equipo, liderado por Milagros Saldarriaga, supo plantearse objetivos sensatos y los ha ido consiguiendo poco a poco. Lo primero que hicieron fue articular a la Casa con los colegios de la ciudad y para ello renovaron la muestra permanente tanto en su concepción como en su museografía. Dos fueron las ideas que comandaron el nuevo guión: la representación intercultural de la literatura peruana y el privilegio de los propios textos literarios sobre los aburridísimos datos sobre autores y corrientes literarias. Visitar la muestra de hoy implica ingresar a un verdadero espacio de diversidad cultural y de interpelación estética, emocional e ideológica gracias a la propia literatura. Todo esto es posible, además, por una gran museografía que consiguió producir un montaje lleno de recursos visuales que incluye un bellísimo mural de Josué Sánchez, el notable artista del valle del Mantaro.

Más allá de ello, la Casa realiza permanentemente muestras temporales de escritores peruanos. Las últimas han sido sumamente logradas por la investigación realizada, por la muestra de documentos inéditos y, nuevamente, por impactantes diseños museográficos que atrapan al visitante y no solo lo confrontan ante textos de alta calidad literaria, sino que lo sumergen en ambiente muy hermoso y agradable. Las muestras sobre Martín Adán y sobre Blanca Varela fueron verdaderos hitos, como lo son hoy la de Luis Hernández y el extraordinario montaje sobre Magda Portal. Recomiendo mucho visitarlas: la de Luis Hernández porque nos enfrenta a una poesía extremadamente sencilla, pero de altísima densidad humana y la de Magda Portal porque su vida y su obra son un ejemplo admirable de alguien que nunca dio su brazo a torcer y fue consecuente hasta las últimas consecuencias.

Sin embargo, la vida de la Casa de la literatura está mucho más allá de sus muestras. Hoy la Casa se ha convertido en un verdadero centro cultural donde todos los días la actividad es intensa y donde se realizan talleres, conversatorios, presentaciones de libros, recitales poéticos, obras de teatro, conciertos de música y actividades diversas. Más aún: otro gran mérito de la Casa es que ha puesto mucho énfasis en promover la literatura infantil y, desde ahí, realiza un sinnúmero de actividades para despertar el deseo de leer en los niños y, con ello, la necesidad de informarse, de pensar nuevas cosas y de desarrollar nuevos sentidos estéticos.

Visitar la muestra de hoy implica ingresar a un verdadero espacio de diversidad cultural y de interpelación estética, emocional e ideológica gracias a la literatura.

Eso no es todo: se trata de un lugar extremadamente amable donde las personas de seguridad siempre están invitando a los transeúntes a ingresar y donde uno se siente bienvenido desde la calle misma. A diferencia de muchos otros centros culturales que no han capacitado bien a quienes brindan este servicio y que, muchas veces, espantan a toda visita, en la Casa de la Literatura, la seguridad es invisible y quienes trabajan en ese rubro parecen animadores culturales. Esto es también un ejemplo para todos. Y también es un ejemplo que la directora y el equipo estén siempre recibiendo propuestas diversas, articulándose con las iniciativas que surgen de los propios visitantes que son escritores, intelectuales, profesores de escuela, estudiantes en general o ciudadanos como todos los somos.

Volvamos a generar las preguntas de siempre: ¿Cómo mejoramos la educación peruana? ¿Mediante inútiles consultorías que muchas veces no las leen ni los jefes que las solicitan? ¿Mediante miles de procedimientos tecnocráticos que obligan a los profesores a llenar papeles en lugar de preparar clases? ¿Mediante cuestionables capacitaciones a los docentes?  He sido testigo de horribles experiencias de estos puntos, pero ahora seamos más optimistas: ¿Podría replicarse esta experiencia en otros lugares del país? ¿Todos los departamentos (y provincias) podrían tener centros culturales de ese nivel? De hecho, construir centros culturales es uno de los mejores proyectos que cualquier gobierno serio (nacional, regional o municipal) debería tener en agenda. No solo porque se trata de un lugar realmente efectivo para trabajar por la educación peruana, sino porque ellos se vuelven verdaderos espacios de socialización alternativa en los barrios en los que funcionan. Un centro cultural es uno de los mejores dispositivos para activar nuevos intereses en los jóvenes, para ofrecer modelos de identidad alternativos, para combatir prejuicios y estereotipos, para comenzar a relacionarnos con la realidad de otra manera.

La importante campaña “Más cultura, más Perú” viene intentado sensibilizar a la clase política, al periodismo sensato y la población en general sobre la importancia de invertir en cultura.

De hecho, el dinero neoliberal de las últimas décadas no ha servido para tener una mejor sociedad ni para vivir mejor. Son caraduras (y los hay muchos) quienes afirman lo contrario. Más bien, alguien podría decir que, en los últimos años, la pérdida del sentido de comunidad se ha ahondado y por eso la corrupción sigue multiplicándose. La CONFIEP y la Sociedad Nacional de Industrias siguen sin demostrar un mínimo de autocrítica sobre aquello injustificable que justifican. Seamos francos: el dinero neoliberal no ha servido para tener una sociedad más justa ni para combatir los graves problemas que deterioran nuestra vida colectiva: el autoritarismo estructural, el individualismo frívolo, el racismo permanente, la homofobia vergonzosa y el machismo de siempre. Los centros culturales deben ser entendidos entonces como lugares decisivos para el combate de todas esas trabas que nos deterioran como comunidad todos los días.

Hoy la Casa de la Literatura es un ejemplo a seguir. Uno se pregunta, sin embargo, ¿por qué es tan difícil darse cuenta de ello? ¿Por qué los políticos y muchos periodistas no pueden prestarle atención a experiencias de este tipo? ¿Por qué? Alguien podría decir que las desconocen y quizá haya algo de verdad en ello. ¿PPK, que es vecino de la casa, vecino directo, ha ido alguna vez? ¿La ministra de Educación la ha visitado? ¿Algún congresista de la República se ha dado una vuelta por ahí? Otras respuestas sobre el marcado desinterés en la cultura son también posibles, pero dejémoslo ahí y mejor animemos e invitemos a los políticos a visitarla.

¿Quiénes decidirán el nuevo Presupuesto General de la República? Si ellos conocieran este trabajo, quizá puedan animarse a incrementar los presupuestos en infraestructura y gestión cultural. La importante campaña “Más cultura, más Perú” viene intentado sensibilizar a la clase política, al periodismo sensato y la población en general sobre la importancia de invertir en cultura. El gobierno sigue sin acertar y, luego de los huaycos, se ha vuelto a privilegiar –nuevamente– solo el cemento y la tecnocracia. Es urgente cambiar el paradigma: crecimiento económico no es desarrollo. Desarrollo es mejor educación y mejores ciudadanos; honestidad y justicia social. Necesitamos políticas públicas que aborden estos temas. Las políticas culturales siguen siendo urgentes. Ojalá el Presidente, el Primer Ministro y los congresistas se den cuenta de la importancia de replicar experiencias así por todo el país. La actual Casa de la Literatura es un brillante ejemplo a seguir en el oscuro Perú naranja de estos días. 

 

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Fotos: Andina / Casa de la Literatura
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