El gobierno de Donald Trump ha iniciado la deportación masiva de cientos de latinoamericanos, entre ellos 34 peruanos que retornaron al país en la madrugada del sábado 1 de febrero. Solo en estos primeros días de mandato —en los que ha firmado órdenes ejecutivas que impactan lo político, económico, energético y otros sectores— se ha intervenido, al menos, a 500 peruanos por su estatus migratorio.
“Ciertas políticas indican hostilidad contra el migrante, desconocimiento de sus derechos, criminalización de la migración (...) Los asocian con actividades repudiables, y eso genera toda una narrativa y un comportamiento que termina siendo violatorio contra sus derechos”, dice el internacionalista Óscar Vidarte Arévalo, quien critica que se desconozca el aporte de los migrantes irregulares a la economía de Estados Unidos.
La migración, principalmente, es un tema humanitario y la falta de documentos representa una infracción administrativa, mas no penal, subraya el doctor en Ciencias Políticas. En paralelo, explica el impacto de estos hechos en la relación bilateral entre Perú y Estados Unidos, así como el papel de China como uno de los principales socios comerciales de la región.
Vidarte Arévalo, también docente principal de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), analiza el avance de la narrativa de la derecha radical y populista en la región, la posible presencia de un candidato que se alinee con ella en Perú, el debilitamiento de la democracia y la postura del país frente al caso Venezuela.
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Desde el lado de Estados Unidos, Perú no es el país que genera mayor preocupación en materia de migración".
¿Cuál es la primera consecuencia e impacto de la deportación masiva?
Primero, hay que dejar en claro que la deportación es una práctica recurrente en Estados Unidos. Es decir, no es que [Donald] Trump está haciendo algo nuevo a diferencia de otros gobiernos (...) Las cifras señalan que Barack Obama ha sido uno de los presidentes que más ha deportado en los últimos 20 o 30 años en EE.UU.
Así que esta no es una práctica ni de Trump ni del Partido Republicano. La diferencia, en la actualidad, es la hostilidad detrás del migrante y la narrativa en su contra.
¿Cuál es la narrativa? En el gobierno de Trump, los migrantes son [presentados como] delincuentes, son criminales, los asocian con actividades completamente repudiables como la violación o el asesinato. Eso genera toda una narrativa y un comportamiento que terminan siendo violatorios de sus derechos.
Lo que hemos visto, por ejemplo, en la deportación en Brasil, es que las personas no son delincuentes. Son amas de casa, jóvenes que han venido esposados de pies y manos en un avión durante seis, siete horas, sin aire acondicionado, sin comida ni agua. Eran aviones militares. Eso no parece un trato digno para un ser humano.
Ese tipo de prácticas y, además, ciertas políticas que Trump está tratando de implementar indican hostilidad contra el migrante, desconocimiento de sus derechos y criminalización de la migración. Esto se manifiesta en redadas masivas, que generan preocupación y consecuencias psicológicas evidentes en la población migrante. Esa es la diferencia.
MEDIDAS. Una vez en la presidencia, Donald Trump firmó órdenes ejecutivas en materia política, económica, energética y otras que afectan a los migrantes.
Foto: Facebook The White House
Cuando fue consultada sobre la cantidad de migrantes con antecedentes penales, Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca, afirmó que todos eran criminales y que habían cometido un delito. La migración forma parte de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y quienes ingresan sin documentos infringen una norma administrativa. ¿Por qué, entonces, se usa el discurso del migrante como un “ilegal”?
El término correcto, antes de hablar de ilegal —que nos puede llevar a delito— es migración irregular. Lo correcto es referirse a un migrante irregular, porque no se encuentra en condiciones regulares. Es cierto que la migración no debe ser considerada un delito. Sin embargo, en EE.UU., desde mucho antes de Trump, ha existido un debate en algunos sectores de la población, especialmente en ciertos estados, sobre la criminalización de la migración.
Lo que se busca es desincentivar la migración. Criminalizar es considerarla un delito penal y, por lo tanto, un migrante irregular podría terminar en la cárcel. Eso no sucede en EE.UU.
En su lugar, hay un incumplimiento de una norma, una infracción administrativa, que implica que, si se identifica a una persona en esta situación, es trasladada a un centro de detención para migrantes, mientras se desarrolla un proceso bajo ciertas normas. De ese proceso se concluye si debe o no ser deportado a su país.
Ahora, claro, al infringir alguna norma —porque infringe quien cruza la frontera o incumple el plazo de 90 días de estadía— algunos los llaman delincuentes. Y hacen esta comparación, que a mí no me gusta, (...) sobre qué pasaría si alguien entrara a tu casa.
Esa comparación no es posible porque en un mundo globalizado se tiende a promover el libre flujo de bienes, servicios, capital, personas (...) Los migrantes, o la gran mayoría de ellos, no van a otro país para robar o violentar. La migración es, principalmente, un tema humanitario (...).
Desconocer lo que está detrás de un migrante —que ha tenido que romper con su familia, con sus amigos, con su sociedad; que se traslada, muchas veces, en condiciones infrahumanas, sufriendo vejaciones, violaciones (...) para escapar de la violencia o buscar un futuro mejor— y tratarlo como criminal en EE.UU. me parece bastante injusto.
Lo que vamos a ver [en EE.UU.] son escenarios de violación de derechos humanos [contra migrantes]”.
¿En este escenario, se agudizan las amenazas a la violación de derechos humanos?
Totalmente. Lo que vamos a ver son escenarios de violación de derechos humanos. Con una narrativa que legitima el trato duro contra un migrante considerado criminal, evidentemente, la violación a los derechos humanos está a merced. Y vamos a ver la aplicación de una serie de políticas que pueden ser cuestionables.
Por ejemplo, Trump ya comenzó derogando una serie de políticas que desarrolló [Joe] Biden respecto a la reunificación familiar de inmigrantes indocumentados. Ahora, por ejemplo, no quiere brindarle la nacionalidad a los hijos de inmigrantes irregulares, que también es un derecho humano: la nacionalidad de alguien (...)
[Está] su propuesta de crear casi un campo de concentración en Guantánamo. La verdad es que creo que estamos iniciando un camino que puede estar plagado de violaciones contra los migrantes irregulares.
TRASLADO. Migrantes latinoamericanos fueron deportados a sus países de origen, muchos de ellos, víctimas de maltratos, según denunciaron.
Foto: Cuenta de X de Karoline Leavitt
Las cifras oficiales de peruanos señalan que hay, al menos, 500 intervenidos y 300.000 en situación migratoria irregular, según la Cancillería. ¿Cómo analiza el escenario y cuál puede ser el impacto en la relación bilateral con Estados Unidos?
Así sea un peruano, dos o 100.000 es importante [saber] que existen connacionales cuya seguridad e integridad [están] en riesgo. Esto genera preocupación, sobre todo porque se desconoce el aporte que ellos hacen a la economía estadounidense. Algunas veces, el migrante irregular ocupa actividades que la población estadounidense no desarrolla, lo que permite que muchos precios se tiren para abajo. Son fundamentales en la construcción y en el sector de agricultura.
Entonces, eso permite, de alguna manera, contratar gente sin los derechos que tendría un estadounidense, pagarles menos y que esos precios sean menores para el público estadounidense. Incluso, hasta en esos términos ayudan. Desconocer el papel que tienen es terrible.
En el caso de la población peruana, hay aproximadamente 300.000 personas en condición irregular [para los que] que el Perú tiene que —y creo que la Canciller la está comenzando a hacer— implementar una política para hacer frente a estas situaciones de redadas masivas, de posible violación a sus derechos, esto es importante. Ahora, ¿qué tanto esto puede afectar la relación bilateral? Yo creo que no mucho.
¿Y por qué? Desde la perspectiva de Estados Unidos, el Perú no es el país que genera mayor preocupación en migración (...). En Sudamérica, por encima de Perú, están Colombia, Venezuela, Ecuador. En otras palabras, el Perú no ocupa un lugar importante en la lista de inmigrantes irregulares en EE.UU. En el primer gobierno de Trump y ahora en el segundo, creo que no es un tema que para Estados Unidos genera mucha tensión en su relación con Perú.
Si bien el Perú tiene mucho interés de que estos migrantes no se vean afectados en sus derechos, tampoco puede poner en riesgo la relación con EE.UU. (...) Incluso si sucede alguna situación particular que no sea digna con los derechos de los peruanos, el Perú lo va a manejar con mucha cautela, porque la relación con EE.UU. resulta fundamental en todos los términos para nuestros intereses.
[En Perú] hay condiciones para tener un candidato fuerte (...), que se alinee con la derecha radical".
También se agudizan las relaciones entre EE.UU. y América Latina, en países como Colombia, con los aranceles. Algunos consideran que esta es una herramienta de “castigo” y “negociación”. ¿Es posible que esto sea un adelanto de la política exterior que tendrá EE.UU. frente a América Latina?
Donald Trump ha demostrado en su primer gobierno —y no lo dudo ahora— dos cosas respecto a América Latina. En primer lugar, que no le interesamos. Partamos de ahí. No le interesamos a Estados Unidos. Creo que le podríamos interesar si China entrase a Latinoamérica, pero no le interesamos mucho, salvo por una serie de cosas muy puntuales. Durante su primer gobierno, nunca vino a Latinoamérica, salvo una vez a Buenos Aires para una cumbre del G-20 (...).
Y si le interesamos, es para temas vinculados con su agenda. No se trata de una agenda común ni de buscar un desarrollo conjunto; es su agenda, sus intereses, y punto. Por eso, en el primer gobierno de Trump, el Perú pasó de alguna manera inadvertido. ¿Por qué? Porque no tiene problemas económicos en EE.UU. Más bien la balanza comercial es favorable a EE.UU. No tenemos un gran problema migratorio, y en el tema del narcotráfico, la mayor parte de las drogas del Perú se va a Europa. Así que no somos [de su interés]... lo cual puede cambiar ahora con el puerto de Chancay, por el tema de China.
Un segundo punto respecto a América Latina, es que Trump utiliza —lo utilizó en su primer gobierno y lo vuelve a hacer ahora con mucho más dureza— la amenaza como una herramienta de política exterior. La amenaza, incluso, violentando el derecho internacional, porque amenazar a México con el 25% de aranceles (...) ess una violación al Tratado de Libre Comercio con México. También ha amenazado a Panamá con recuperar el Canal de Panamá, lo que vulnera la soberanía de este país y los acuerdos internacionales (...).
Entonces, él usa la amenaza como una herramienta en su política exterior, lo cual me demuestra que la amenaza —tratándose de una relación tan asimétrica— puede ser favorable para los intereses de Estados Unidos en el corto plazo, pero, en el mediano y largo plazo, deslegitima a EE.UU.
Estados Unidos pierde liderazgo, genera desconfianza (...). Un país que quiere ser hegemónico no se puede construir solamente sobre la base de la fuerza y la amenaza. Si no existe cierto tipo de legitimidad, es una hegemonía débil, un liderazgo inexistente. Lamentablemente, con Trump, Estados Unidos va en ese camino.
ALINEADOS. Javier Milei, de Argentina, y Nayib Bukele, de El Salvador, son dos mandatarios que siguen la corriente de derecha radical y populista, según Vidarte.
Foto: Embajada de Argentina en El Salvador
El discurso de Trump en temas como el cambio climático encuentra eco en otros mandatarios de la región, como Javier Milei. En el Foro Económico Mundial de Davos, el presidente de Argentina negó que las mujeres y los grupos vulnerables experimenten desigualdades de distintos tipos y cuestionó la existencia del feminismo. ¿Cómo analiza estas posturas en la región y en Perú, a inicios de la campaña electoral?
En abril o mayo del 2023, Marco Rubio, actual secretario de Estado de EE.UU., escribió un artículo en The National Interest, una revista conservadora, en el que planteaba la necesidad de construir una gran alianza con países [afines] en la región, con especial énfasis en enfrentar a China. Mencionaba a los gobiernos de Milei, [Nayib] Bukele, [Daniel] Noboa en Ecuador y también a [Dina] Boluarte en el Perú.
(...) Creo que estamos viendo a un grupo dentro de esta derecha radical, populista… estamos viendo cómo el gobierno de Trump envalentona a estos actores, que han ido, además, evolucionando en el tiempo (...). Entonces, creo que en la región hay liderazgos que están transitando muy fortalecidos, por lo que es el gobierno de Donald Trump, hacia esa postura política.
Están transitando hacia esa postura política, generando mucho mayor nivel de división, de fractura en nuestras sociedades. En el caso peruano (...) y ya lo vemos en algunos actores políticos menores, lo que vamos a ver es al Bukele peruano, al Milei peruano, al Trump peruano. Es decir, se han dado cuenta de que es una posición política que puede tener muchos adeptos. Y, de alguna manera, en Perú no es nuevo. Ya ha pasado. López Aliaga también representa un poco esa línea (...).
No es nuevo, pero con Trump en el poder y con lo que está pasando en la región — más aún en un contexto en el cual la criminalidad y la violencia se convierte en temas centrales— aparece este discurso de la “mano dura”, que normalmente es capitalizado por ese tipo de actores que se mueven en los extremos.
Nadie sabe qué [significa] la “mano dura” (...) como lo ha hecho Bukele o como lo hace Trump contra los migrantes “delincuentes”. Yo creo que sí hay un espacio grande para que algún candidato pueda asumir toda esta narrativa, fortalecido por el contexto regional, y pueda tener chances de llegar a la presidencia.
Ciertas políticas que está tratando de implementar Trump indican hostilidad contra el migrante”.
Es decir, esa derecha radical y populista sí podría tener un lugar en la campaña electoral.
Totalmente, porque el contexto lo permite. La violencia y la criminalidad pueden llevar a que alguien así tenga algún tipo de apoyo, porque el contexto regional con un Milei que parece ser “exitoso” en el tema económico y un Bukele “exitoso” en el tema de seguridad terminan siendo un respaldo para hacer lo mismo.
Y con un Trump como presidente de Estados Unidos, que pelea por sus intereses, creo que hay las condiciones para que alguien que tenga esa narrativa —y ya lo vemos en minicandidatos que están tratando de tener esa narrativa—. Entonces, creo que hay todas las condiciones para tener un candidato fuerte con una narrativa que se alinee con esta derecha radical.