
PRECARIO. Muchos jóvenes tienen dificultades para obtener empleos estables y con adecuadas condiciones laborales.
José y Lucía son dos jóvenes nacidos en 2001 en hogares pobres de un mismo distrito del norte de Perú. A los 22 años, sus vidas han seguido trayectorias muy distintas: mientras José estudia Derecho, trabaja a tiempo parcial y vive con sus padres, Lucía tiene un hijo recién nacido, apoya a su madre en un negocio familiar y enfrenta sola las responsabilidades del hogar sin una figura paterna presente.
Las diferencias entre ambos jóvenes no son producto del azar ni de decisiones individuales aisladas, sino, más bien, el resultado de un sistema que reproduce brechas sociales que intervienen en las trayectorias de la vida y limitan las oportunidades educativas y laborales.
Las diferencias entre ambos jóvenes son el resultado de un sistema que reproduce brechas sociales".
José y Lucía, cuyos nombres han sido modificados para preservar su identidad, forman parte de Niños del Milenio, un estudio longitudinal único que se desarrolla en cuatro países: Etiopía, India, Vietnam y Perú. El objetivo del mismo es mejorar la comprensión de las causas y consecuencias de la pobreza infantil, así como evaluar de qué manera las políticas públicas afectan el bienestar de niñas, niños y jóvenes.
En Perú, este estudio es realizado por el Grupo de Análisis para el Desarrollo (Grade) y el Instituto de Investigación Nutricional (IIN), bajo la dirección de la Universidad de Oxford. Sigue a más de 2.700 niños y niñas desde 2002, cuando los participantes de su cohorte menor tenían entre seis y 18 meses de nacidos, mientras que los participantes de su cohorte mayor tenían alrededor de ocho años.
En 2023, más de dos décadas después de iniciado el estudio, se realizó la séptima recolección de datos, cuando los participantes de la cohorte menor y cohorte mayor tenían entre 22 y 29 años, respectivamente, para responder preguntas sobre salud física y mental, educación, trabajo y formación familiar. Los resultados fueron presentados el pasado 11 de marzo por Grade y pueden ser descargados aquí.
Hallazgos en empleo
A pesar del continuo deterioro del empleo juvenil en el Perú, esta problemática aún no recibe la atención suficiente en términos de políticas. Niños del Milenio muestra que muchos jóvenes tienen dificultades para obtener empleos estables y con adecuadas condiciones laborales, lo que impacta directamente en su bienestar y desarrollo profesional.
Aunque cuentan con mayores niveles de educación en comparación con generaciones anteriores, los jóvenes peruanos siguen enfrentando obstáculos significativos, incluidos trabajos informales y condiciones precarias.
Los resultados del estudio muestran que uno de cada 10 jóvenes no estaba trabajando, estudiando ni en capacitación, por lo que también son conocidos como nini.
En el caso de aquellos jóvenes que trabajan, observamos que sus empleos son de baja calidad: aproximadamente cuatro de cada cinco participantes de la cohorte menor que estaban trabajando no tenían contrato escrito y casi un tercio de los participantes jóvenes trabajaban más de 48 horas a la semana.
Los resultados muestran que uno de cada 10 jóvenes no estaba trabajando, estudiando ni en capacitación".
La desaceleración del crecimiento económico en la última década, los efectos económicos y sociales de la pandemia y, sobre todo, los problemas estructurales de informalidad en la economía peruana no han permitido avanzar tanto en la reducción de la población nini como en la mejora de la calidad del empleo.
Más aún, las desigualdades sociales iniciales agravan ambas problemáticas y, de este modo, perpetúan la pobreza a lo largo de la vida. Tanto la presencia de ninis como la baja calidad del empleo son más prevalentes en jóvenes que provienen de hogares más desfavorecidos, ya sean rurales, más pobres o cuyos padres muestran niveles más bajos de educación.
Ante esto, son necesarias políticas que fortalezcan la productividad de la economía, pero también que promuevan la formalización laboral a través de una mayor fiscalización e incentivos, especialmente en las micro y pequeñas empresas que absorben la fuerza laboral menos calificada.
Además, urgen políticas intersectoriales que fomenten la orientación laboral, capacitación y promoción de la inserción laboral temprana, especialmente en jóvenes más desfavorecidos.
Otro hallazgo interesante es que existe una clara división del trabajo basada en el género, la cual ha aumentado con el tiempo. Las mujeres jóvenes tienen persistentemente menos probabilidades de estar empleadas que los hombres jóvenes, con una brecha de género en el empleo que era de 10 puntos porcentuales a los 15 años, y que ha aumentado a 22 puntos porcentuales a los 22 años.
Las mujeres jóvenes tienen menos probabilidades de estar empleadas que los hombres jóvenes".
Esta brecha —que aumentó durante la pandemia y, desde entonces, se ha mantenido— puede ser parcialmente explicada por el desbalance del tiempo dedicado a labores de cuidado no remunerado dentro del hogar entre hombres y mujeres.
Se observa que las mujeres jóvenes dedican tres horas más que los hombres a dichas tareas y que esto se va intensificando a lo largo de la vida. Mientras las jóvenes, a los 15 años, dedicaban a este tipo de trabajo 12 minutos más al día que sus pares hombres, a los 22 años, las mujeres dedican casi tres horas más al día que los hombres al trabajo de cuidados no remunerado.
La penalización de la maternidad
Otra parte de la explicación de las brechas de género en la participación laboral puede ser atribuida a lo que se le denomina la “penalización de la maternidad”. Un estudio reciente muestra que cuatro de cada 10 mujeres dejan de trabajar luego de tener a su primer hijo, y que este porcentaje se mantiene igual, incluso después de 10 años, lo que perpetúa las brechas de género.
Según Niños del Milenio, las tasas de matrimonio y maternidad temprana para mujeres siguen siendo altas, aunque han disminuido con el tiempo.
En 2023, a los 22 años, cuatro de cada 10 mujeres de la cohorte menor estaban casadas, cohabitaban o tenían hijos, en comparación con las cinco de cada 10 mujeres en la cohorte mayor a la misma edad, en 2016. La proporción de hombres que estaban casados, cohabitando o tenían hijos era sustancialmente inferior, con solo dos de cada 10 en la cohorte menor.
Las tasas de matrimonio y maternidad temprana para mujeres siguen siendo altas".
Los datos longitudinales del estudio nos permiten encontrar que las desigualdades en los primeros años de vida se reflejan en los resultados de empleo, matrimonio y fertilidad a los 22 años.
Los participantes que nacieron en hogares más pobres y aquellos cuyas madres tenían un menor nivel de educación formal mostraron menos probabilidades de estar empleados, y más probabilidades de estar casados y/o tener un hijo.
Existe aún mucho espacio para las políticas públicas para reducir las desigualdades de género. Un avance importante en esa línea fue la Política Nacional de Igualdad de Género —aprobada por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables—, que busca abordar la discriminación estructural contra las mujeres, de manera holística, a través de seis objetivos prioritarios.
Sin embargo, a más de cinco años de su lanzamiento, no se ha implementado adecuadamente y parece ser insuficiente para cumplir sus objetivos.
Asimismo, en cuanto a la maternidad temprana, un estudio reciente del Ministerio de Economía y Finanzas, elaborado por Grade, confirma que las intervenciones públicas que contribuyen con la prevención del embarazo adolescente tienen aún mucho por avanzar, desde su diseño y articulación intersectorial.
La salud mental luego de la pandemia
Otro aspecto relevante del estudio en la última recolección de datos es que la salud mental de los participantes no ha mostrado mejoría tras la pandemia. Durante el primer año de la crisis sanitaria, Perú experimentó una de las tasas de mortalidad más altas del mundo, pese a las estrictas políticas de confinamiento (Banco Mundial, 2023).
Utilizando datos de la encuesta telefónica de Niños del Milenio pudimos conocer que la depresión y la ansiedad fueron muy prevalentes, aunque mostraron cierta mejora en 2021 (Ford y Freund, 2022). Dos años más tarde, la prevalencia de la depresión y la ansiedad se mantuvo sin cambios.
En la cohorte menor, tres de cada 10 participantes presentan síntomas compatibles con ansiedad y depresión. Estos resultados podrían estar asociados a las consecuencias persistentes de la pandemia, así como a la inestabilidad política, que se refleja en mayores niveles de pobreza e inestabilidad económica.
Más aún, las mujeres presentan una mayor prevalencia de síntomas indicativos de estrés, depresión y ansiedad en comparación con sus pares hombres.
Los resultados podrían estar asociados a las consecuencias persistentes de la pandemia, así como a la inestabilidad política".
En la última década, Perú ha reformado sus servicios de salud mental a través de la Ley de Salud Mental 29889, que incluye un nuevo modelo de servicio de salud mental comunitaria integrado al sistema de seguro de salud para hogares pobres.
Desde 2015, los centros comunitarios de salud mental, atendidos por equipos interdisciplinarios de profesionales clínicos y sociales, se han expandido a todas las regiones. Estos esfuerzos resultan insuficientes para mejorar los problemas de salud mental, así como la trayectoria de vida y bienestar de la población.
Los resultados de Niños del Milenio de esta última ronda permitirán seguir estudiando los determinantes de la pobreza y trayectorias de vida, y el rol de las desigualdades para entender casos como los de José y Lucía. A su vez, los resultados de las investigaciones futuras alimentarán el diseño de políticas públicas.
Un claro ejemplo de cómo la investigación académica puede tener incidencia en las políticas públicas se dio en la reciente aprobación del Congreso de la República de la iniciativa legislativa que prohíbe que menores de 18 años puedan contraer matrimonio. Los estudios realizados con datos de Niños del Milenio respaldaron con evidencia científica la propuesta de Ley durante las mesas de diálogo.
Editado por Norka Peralta