VULNERABLES. "En el último reporte de la pobreza del INEI, se ha visto que las zonas con grandes proyectos mineros (...) han empeorado su calidad de vida".
En coautoría con Rocío del Pilar Escalante Ramos*
Durante el gobierno de Alberto Fujimori se impulsó un modelo económico neoliberal en Perú de la mano con la Constitución de 1993. Este modelo sostiene que la economía se autorregula y, así, se limita la intervención del Estado. Las reformas económicas implementadas en Perú desde los años 90, como la liberalización comercial, la privatización de empresas estatales y la desregulación, se inspiran en los principios del liberalismo económico defendidos por Hayek y otros economistas clásicos.
A partir de entonces, en Perú, los grupos de poder económico han tomado el control de la economía y son los principales defensores del sistema económico. Entre otros argumentos, los defensores de este modelo señalan: haber salido de la hiperinflación del primer gobierno de Alan García, librarse del impacto del conflicto armado interno y la prosperidad económica, reduciendo la pobreza y la desigualdad.
En el siglo XXI, la economía peruana se ha convertido en dependiente de la minería, el petróleo y la agroexportación".
Pero, ¿qué tan cierta es la postura de los defensores del modelo económico tradicional en el Perú? En este artículo, se hace una mirada crítica general, sin respuesta definitiva, de la economía peruana con énfasis en la pobreza, la desigualdad, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) y el Índice de Felicidad, además de la riqueza de los billonarios.
En el siglo XXI, la economía peruana se ha convertido en dependiente de las actividades económicas extractivas: la minería, el petróleo y la agroexportación, principalmente. Por eso, su dinamismo es en función de los precios de metales o productos. Es decir, la economía peruana se comporta según la estabilidad económica del resto del mundo o de sus socios comerciales, como China y EE.UU.
En la gráfica 1, se observa que, desde 1990 hasta 2023, la economía peruana tiende al crecimiento. En valores absolutos, el Producto Bruto Interno (PBI) real más alto fue en 2022, con S/566.903 millones; y el menor crecimiento se dio en 1990, con solo S/151.492 millones.
CRÍTICO. En 2020, a nivel de tasa de crecimiento, Perú cayó 10,93% debido a la pandemia.
A nivel de tasa de crecimiento, el año 2020 cayó al fondo, con -10,93%; seguido por 1990, con -4,98%, y el 2023, con -0,55%. El 2020 se explica por el impacto de la pandemia de la covid-19; mientras que el año 1990 con la hiperinflación del primer gobierno de Alan García, y el 2023 por la crisis sociopolítica durante el cuestionado gobierno de Dina Boluarte. Además, se observa el impacto de la crisis global del 2008. Por efecto, se tuvo solo 1,10% de crecimiento en 2009.
En general, hubo efectos negativos por una serie de factores endógenos y exógenos. Por el primer factor, encontramos las medidas económicas del primer gobierno de Alan García; los impactos del conflicto armado interno de los años 90 y las crisis sociopolíticas del gobierno de Dina Boluarte (no salimos de esta).
Por el segundo factor, están la crisis global de 2008 y la covid-19. Hay otros fenómenos, pero solo mencionamos a nivel básico los que consideramos con efectos más significativos.
Nos es prioritario mencionar que las actividades extractivas han consolidado la narrativa de que la economía peruana es minera, la cual es una media verdad.
A nivel histórico, para Bruno Seminario (2016), en sus estudios de 300 años de la historia de la economía peruana, “la minería nunca ha sido la industria predominante en la generación del PIB en la época colonial y menos en los tiempos republicanos”, sino la agropecuaria. Aún así, en los últimos 30 años, la economía se ha convertido en extractiva, siendo controlada por las grandes empresas.
La pobreza —a pesar de su caída estadística—, en la práctica, sigue afectando a la población".
En relación a esto, Germán Alarco y Toribio Sanchium (2022), en su investigación acerca de la nueva teoría de la política comercial concluyen que, en el Perú, la diversificación económica es pobre. No hay interés por dinamizar la economía local con nuevos productos de la periferia, tampoco se invierte para su incorporación en el comercio internacional.
En esa línea, los autores recomiendan el comercio con enfoque inclusivo, que los tratados de libre comercio (TLC) no vayan solos, sino con políticas previas y complementarias, para que los acuerdos comerciales sean exitosos.
A falta de la diversificación y dinamización económica, a nivel local hay problemas básicos serios irresueltos por años. Primero, no hay circulación de dinero, lo que afecta el ingreso de la población, en consecuencia, se incrementa las necesidades básicas.
Segundo, hay pérdida de la productividad como resultado del abandono de la producción local, lo que se puede llamar exclusión de la economía del mercado. En efecto, la pobreza —a pesar de su caída estadística—, en la práctica, sigue afectando a la población.
En la gráfica 2, se observa la tendencia de la caída de la pobreza de 1997 al 2023. Si dividimos en dos periodos: 1997-2007 y 2008-2023, en la primera la pobreza fue la más alta, con un promedio de 49,84%.
TENDENCIA. Entre 1997 y 2023 se aprecia una tendencia de disminución de la pobreza.
En específico, 2004, con 58,7%, fue el año con mayor tasa de pobreza, y 2007 el que tuvo la más baja, con 42,4%. De 2008 al 2023, el promedio de pobreza fue 26,2%, siendo 2008 el que tuvo la tasa más alta, con 37,3%, y 2019 la más baja, con 20,2%.
A simple vista, el crecimiento económico provoca la reducción del nivel de la pobreza. Por eso, los teóricos de la economía tradicional defienden este paradigma e insisten en activar toda actividad que genere mayor ingreso, como las extractivas.
Pero no basta con controlar la pobreza, sino lograr o construir una nación rica con bienestar social en común, como señala Adam Smith. Cabe resaltar que la conversión de la economía netamente dependiente de las materias primas ha dividido a la población, pues solo un sector se beneficia, mientras que la mayoría no ha cambiado su situación de vida.
Por ejemplo, en el último reporte de la pobreza del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), se ha visto que las zonas con grandes proyectos mineros, como Las Bambas y Tía María, a pesar de su alto ingreso, han empeorado su calidad de vida a causa de la contaminación del territorio.
Reducir la pobreza no garantiza dejar de ser vulnerable a los impactos de esta".
Dicho de otra forma, una comunidad awajún de Amazonas o quechua de Cusco padece los mismos problemas en los últimos 30 años: no ha cambiado su vida socioeconómica.
En particular, en el reporte de la pobreza de 2022, se observó que la brecha entre los más pobres y los más ricos se incrementó en plena crisis por la pandemia. Para OXFAM (2024), en Latinoamérica, los más ricos han seguido siendo igual de ricos, mientras la mitad más pobre se ha hecho más pobre en los últimos 25 años.
Además, reducir la pobreza no garantiza dejar de ser vulnerable a los impactos de esta, si no hay solidez en el desarrollo económico, y la economía peruana se caracteriza por ser volátil. Esto es, ante la dependencia en materias primas, el crecimiento económico en un periodo puede reducir los problemas económicos. Pero, ante la caída de la economía, se vuelve al mismo problema o peor. Es un círculo vicioso.
Especialistas como Thomas Piketty señalan que la pobreza puede combatirse mas no la desigualdad; que mayor nivel de desigualdad puede llevar a altas tasas de pobreza.
En la gráfica 3 se muestra que, en los 32 años de la economía neoliberal en el Perú, la desigualdad se reduce a medida que crece la economía. A la par, el IDH ha tendido a incrementarse. La desigualdad más alta se tuvo en 1998 y 1999, con 0.551 y 0.548, respectivamente.
DISPAR. No hay una relación estricta entre el crecimiento económico y el desarrollo humano.
Recordemos que, en estos años, el país sufrió el impacto del fenómeno de El Niño, con pérdidas en el sector agrícola y la infraestructura. A ello se suma la crisis internacional asiática, que tuvo efecto en el comercio.
La desigualdad más baja, en tanto, se aprecia en los años 2021, con 0.401, y 2022, con el índice de Gini de 0.403. Esto, a pesar de los efectos de la pandemia de covid-19, además de las crisis sociopolíticas. En cambio, a nivel de IDH, los años 1990 (0.620), 1992 (0.624) y 1993 (0.624) tuvieron las más bajas; y las más altas se observan en los años 2017 (0.765), 2018 (0.770) y 2019 (0.774).
Estos resultados no coinciden con las altas tasas de crecimiento económico de 1994, con 12,31%; 2008, con 9,13%, y 2010, con 8,33%; con la cual se explica que no hay relación estricta entre el crecimiento económico y el desarrollo humano.
En su libro Constitución y crecimiento económico: Perú 1993-2021, Waldo Mendoza afirma que la Constitución de 1993 nos ha llevado a la prosperidad económica, por lo tanto, es innecesaria su modificación, dándole mayor poder de intervención al Estado.
Al respecto, Germán Alarco (2023) argumenta que esta es una visión netamente economicista, una variable importante pero insuficiente. También es una loa a la tecnocracia. Es decir, seguir al pie de la letra lo técnico o lo pragmático, además del posible sesgo intelectual, limita la respuesta a una realidad compleja.
El alto crecimiento económico del Perú entre 2002-2016 tiene relación con el superciclo de los precios de los minerales".
Germán Alarco refuta, igualmente, que no se puede promover únicamente más TLC, con la tesis de tener economía pequeña, sin introducir políticas previas y complementarias para salir de resultados mediocres.
Por otro lado, Félix Jiménez, José Oscátegui y Marco Arroyo (2023) critican la tesis de Waldo Mendoza, incluyendo la Constitución de 1993, al sostener que, el alto crecimiento económico del Perú entre 2002-2016 tiene una relación con el superciclo de los precios de las materias primas (de los minerales) de 2002-2003, y esto no tiene relación con la Constitución de 93.
Por otro lado, en un reporte elaborado por el Banco Mundial (2023) se destacan cuatro factores para explicar los problemas estructurales limitantes para el crecimiento incluyente en el Perú: la falta de herramientas productivas entre los más pobres y vulnerables para enfrentar situaciones de crisis, limitada capacidad redistributiva del sistema fiscal, baja productividad laboral y los empleos de baja calidad, y riesgo latente a desastres naturales.
Estos son problemas reales que priorizar en las políticas económicas para mejorar el bienestar de la nación. Omitir significa seguir cargando los mismos problemas que nos han llevado a escenarios no solo conflictivos, sino también desalentadores.
Mientras tanto, la relación del crecimiento económico con el IDH en el periodo neoliberal la podemos ver en la gráfica 4. Entre 1997 y 2022, en años con mayor tasa de pobreza —como 2004 (58,7%) y 2005 (55,6%)—, donde la desigualdad ha sido de las más altas —con tasas de crecimiento real de 4,96% y 6,29%—, el IDH ha oscilado entre 0.690 y 0.685, casi la mitad de los extremos.
DESARROLLO HUMANO. En los años con mayor crecimiento económico y menor pobreza y desigualdad, el IDH tiende a aumentar.
Pero, si observamos en los años con bajos niveles de pobreza —como 2018, con 20,5%, y 2019, con 20,2%—, con desigualdad de 0.424 y 0.415, tasas de crecimiento de 3,97% y 2,24%, el IDH ha sido de los más altos, con 0.770 (2018) y 0.774 (2019).
Se cumple la regla economicista, pues donde hay mayor crecimiento económico y bajos niveles de pobreza y desigualdad, el IDH tiende a aumentar.
Y, ¿qué nos dice el índice de la felicidad? En la gráfica 5, observamos que la relación del nivel de felicidad con la tasa del crecimiento económico es inversa.
CONTRASTE. El 2020, un año con altas tasas de pobreza y decrecimiento, tuvo el índice de felicidad más alto.
El Perú tuvo mayor nivel de felicidad en años con altas tasas de pobreza y decrecimiento significativo, como en 2020, con el índice de felicidad más alto. La conclusión es que el nivel de felicidad no tiene relación estricta con el escenario económico o el resultado es volátil.
En el cuadro 1 se observa que, de 2014 a 2023, el Perú tuvo la mejor ubicación a nivel de la felicidad en 2014, con el puesto 58 de los 158 países evaluados a nivel mundial. La peor posición, mientras tanto, la ocupó en 2022.
HITOS. En 2014, Perú ocupó el puesto 58 de niveles de felicidad de los 158 países evaluados. En 2022, se desplomó a la posición 75.
Antes de cerrar esta mirada general del escenario económico durante el periodo neoliberal del Perú, no quisimos hacer la excepción de ver el comportamiento de la riqueza de los billonarios del país. En la gráfica 6 se aprecia que, en general, en 2014-2023, los billonarios peruanos que figuran en la lista de Forbes incrementan su riqueza en lapsos de altos niveles de pobreza o con bajo nivel de crecimiento económico y en tiempos de crisis.
En los años 2020 (30,0%), 2021 (25,90%), 2022 (27,5%) y 2023 (29,0%) se reportaron mayores niveles de pobreza, siendo 2020 el año con el crecimiento económico más bajo en los últimos 33 años, con -10,93%. Ese mismo año, la riqueza de los billonarios fue la más alta (USD 11.400 millones) registrada entre 2014 y 2023.
BILLONARIOS. En 2020, el año con mayor decrecimiento en tres décadas, la riqueza de los billonarios fue la más alta registrada entre 2014 y 2023.
Cabe precisar que la riqueza de los billonarios es por herencia: los hijos no la generan, sino solo adquieren la riqueza de sus antecesores. En ese sentido, se podría esperar que los que más tienen paguen mayor impuesto. Pero un reporte de OXFAM evidencia que, en América Latina y el Caribe, el 1% más rico no paga ni el 20% de impuestos, mientras que los pobres pagan casi la mitad de sus ingresos (45%).
En esa línea, en Perú, gran parte de las deudas tributarias las poseen las grandes empresas. A agosto de 2023, las 100 firmas con más deudas al Estado peruano acumulaban S/ 22.159’796.368. Las cinco primeras de la lista eran: Telefónica del Perú S.A.A, Minera Las Bambas S.A., Backus S.A.C., Scotiabank Perú S.A.A. y Latam Airlines Perú S.A.
En conclusión, durante el periodo neoliberal, a nivel macroeconómico, la economía peruana ha tendido al crecimiento económico, principalmente, por el rol efectivo que cumple el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) como autoridad monetaria autónoma del país.
Así, se logró reducir las altas tasas de pobreza y de desigualdad. Sin embargo, no hay garantía de que la mejora económica sea sostenible. Tampoco sobre la posibilidad de salir de la pobreza, porque no se deja de ser vulnerable a esta y la volatilidad de la economía peruana nos puede devolver a los mismos problemas o peor.
Asumir la “prosperidad económica” como resultado del modelo neoliberal impuesto a través de la Constitución de 1993 es netamente economicista, por lo que hay un sesgo intelectual. Se excluyen problemas relevantes, como el desarrollo humano, la estabilidad de las instituciones democráticas, los impactos ambientales, entre otros.
Además, el “milagro económico” del Perú no tiene relación estricta con la Constitución del 1993, sino que es producto del incremento de los precios de las materias primas, y así podría repetirse en varios años.
En conclusión, en el periodo neoliberal, la desigualdad y la pobreza a nivel micro o se mantiene o es peor".
En el periodo neoliberal los problemas estructurales no han sido resueltos, se mantienen. De hecho, la brecha entre los más ricos y los más pobres se ha incrementado, por lo que la desigualdad y pobreza a nivel micro o se mantiene o es peor. Es en este periodo donde los grupos de poder económico han tenido mayor intervención y control económico en el Perú.
Francisco Durand (Los doce apóstoles de la economía peruana, 2017) analiza la captura del Estado a partir de estos grupos, quienes controlan las actividades extractivas, justo del que depende la economía del país. Es urgente diversificar la economía para dinamizar la economía local de la periferia del Perú.
A nivel del índice de felicidad, hay una relación inversa con el crecimiento económico. En periodos de crisis, en tanto, los billonarios del Perú han incrementado su riqueza. Además, en Latinoamérica, los más ricos pagan menos impuestos que los más pobres.
Urge repensar, en conjunto, los problemas de un país con diversidad cultural como el nuestro, lo cual no debería ser un problema, si se pretende construir una sociedad con una economía más inclusiva y lograr una nación rica. Tener en el centro del interés político y económico, en líneas de Adam Smith, a ciudadanos y una nación rica debe ser la mayor aspiración.
A 203 años de la República peruana no podemos seguir enfrentados respecto a que tal modelo es mejor o peor. Se tiene que lograr un consenso para plantear un modelo económico que responda los problemas reales de nuestro país con miras a retos del futuro, porque un sistema económico también tiene caducidad y no tendrá los mismos resultados en contextos diferentes.
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*Bíkut Toribio Sanchium Yampiag es economista y gestor ambiental de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM). Investigador académico.
*Rocío del Pilar Escalante Ramos es economista y gestora ambiental de la UARM. Estudiante de maestría en Economía de Recursos Naturales y del Ambiente en la Universidad Nacional Agraria La Molina.
Editado por Paul Nakamurakare