Omar Coronel: "La Policía tiene una mirada muy autoritaria y dura contra la ciudadanía"

Las persistentes manifestaciones contra el Gobierno y el Congreso por parte de la denominada Generación Z marcan un nuevo ciclo de protestas en el país. En esta entrevista con OjoPúblico, el politólogo y docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú Omar Coronel ofrece algunas pistas para entender por qué los jóvenes han decidido salir las calles a evidenciar su malestar. Además, advierte que la represión que se ve no es propia de una democracia.

ADVERTENCIA. Omar Coronel señala que la violencia descontrolada deslegitima la protesta. Algunos hechos, incluso aislados, podrían ser usados por el régimen, añade.

Video: OjoPúblico / Gabriel García Barandiarán

El nuevo ciclo de protestas en el país está marcado por la convocatoria de la llamada Generación Z en contra el Gobierno de Dina Boluarte y el Congreso. En entrevista con OjoPúblico, Omar Coronel, politólogo y docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú, esboza algunas razones que ayudan a explicar la salida masiva de jóvenes a las calles en los fines de semana.

Coronel duda de que estas manifestaciones alcancen, por ejemplo, la masividad que tuvieron aquellas que desembocaron en el final del breve régimen de Manuel Merino de Lama. Sin embargo, sí hace notar que quienes están alzando la voz ahora demuestran persistencia, a pesar de una represión que no es propia de una democracia. 

Puede revisar la entrevista completa en nuestro canal de Youtube y en este enlace.   

Hay un contexto internacional, con el impacto visual y simbólico, de lo que pasa en Indonesia, primero, y, luego, en Nepal". 

Una pregunta recurrente en el debate político era por qué la gente no salía a protestar, a pesar de todo lo que se ha visto en estos años. Una respuesta era que, luego de lo ocurrido en 2022-2023, había miedo. De pronto, la calle se reactivó y vemos movilizaciones los fines de semana contra el Gobierno y el Congreso. ¿Qué cambió? 

Diría que hay tres cosas. Las protestas de 2022 y 2023 involucraban un rechazo al Gobierno de Boluarte, al Congreso, a la injusticia por las masacres en Ayacucho, Juliaca, pero la oposición estaba dividida. Había un sector más cercano a Castillo, otro sector que se le oponía muy duramente, y esa división dificultaba la acción colectiva. 

Creo que eso ha cambiado, porque los jóvenes que se autoconvocan el 13 de setiembre [cuando empieza el nuevo ciclo de marchas], lo hacen, ya no por justicia para los fallecidos o en contra del autoritarismo, sino por la amenaza de la reforma de las AFP. Esta movilización del 13 la tenía en el radar, pero no creía que fuera a escalar.   

Y escaló. 

Me parece que genera un temor en la clase política porque no eran los jóvenes de siempre, eran mucho más resilientes, más confrontacionales. Y el lunes todos estaban desentendiéndose de la reforma. Entonces, ese primer despegue de la juventud como protagonista de una protesta tiene que ver con la percepción de que les están tocando el bolsillo. Es algo muy directo. 

Luego, hay un contexto internacional, con el impacto visual y simbólico de lo que pasa en Indonesia, primero, y, luego, en Nepal, con una sociedad civil desafiando al Parlamento, a una clase política muy distante. En Nepal, se logra empujar al Gobierno y hay una breve transición. 

¿Hay un efecto de contagio?

Sí. Y las redes están inundadas. Los jóvenes ven eso. Y un tercer punto que ayuda a explicar la permanencia de las protestas es el contexto institucional actual, en el sentido de que estamos entrando en un ciclo electoral. En el 2022-2023, cuando el Gobierno en alianza con el Congreso reprimen, e incluyo al Congreso porque podría haber fiscalizado….

De hecho, defendió la represión. 

La defendió. Es una represión que se incrementa, que no tiene límites y tenemos como saldo 50 fallecidos, más de 1.000 heridos. Mi impresión es que eso, que era posible el 2022-2023, ahora es más difícil. Los miembros de la coalición tienen temor de replicar ese tipo de represión a puertas de la elección. 

En 2022 y 2023 necesitaban la represión para mantenerse en el poder, ahora necesitan votos. 

Claro, ese es un esquema que nos dice que estamos en un sistema híbrido, pero en el que, todavía, no ha desaparecido, por completo, la democracia. El tema electoral modula, en parte, las decisiones de los actores políticos. Igual, la represión es muy fuerte, no es la represión típica de una democracia, sino de un sistema más bien híbrido. 

Como no están dispuestos a reprimir de la manera tan autoritaria como en el año 2023, esa señal hace que los jóvenes mantengan la presión en las calles. No recuerdo, en los últimos años, que se den protestas los domingos hasta las 11 de la noche. 

La represión es muy fuerte, no es la represión típica de una democracia, sino de un sistema más bien híbrido".

Me parece que con Manuel Merino de Lama también hubo protestas los fines de semana. 

Exactamente. 

Tendríamos que retroceder hasta el 2020.

Tendríamos que retroceder hasta el 2020. Vamos a ver qué pasa en el 2025, si se llega a ese nivel de masividad. Yo tengo mis dudas, pero lo que sí rescato es la resiliencia de esta juventud. 

No hay ese nivel de masividad ahora, pero sí hay perseverancia.

Sí, perseverancia. Y hay una cantidad importante [de manifestantes] también, no es que sean pocos. Lo que pasó en 2020 es algo muy singular en la historia del Perú.

¿Qué necesita una protesta como la que estamos viendo en estos días para que pueda sostenerse en el tiempo? 

Tener vigencia no es necesariamente lo mismo a tener éxito. Y el éxito depende de los objetivos y, por momentos, los jóvenes han tenido algunos que —no sé si llamarlos así— son maximalistas, como que caigan el Gobierno y el Congreso. 

Bueno, quien pide poco… 

Lo sé. Pero, si esa es la demanda, entonces una condición necesaria es que haya una masividad similar a la de 2020, que es complicado. De otro lado, para que resista la campaña de protestas, lo que normalmente se necesita es que haya organización y algún tipo de coordinación. 

En Puno, la protesta de 2022 y 2023 se sostuvo por tres meses porque hubo una organización que paralizó la región, algo insólito. Los activistas que están en las calles, los que se han decidido a salir, están fragmentados en grupos, tratando de coordinar con la vieja guardia, que tiene un poco más de experiencia y que participó en el 2022-2023, incluso en el 2020.

 No es lo mismo la Policía en Puno o en Cajamarca que en Lima". 

Entonces, cierto nivel de organización sí existe. 

Está comenzando a existir.

¿Cree que al Congreso y al Gobierno le generan genuina preocupación lo que está ocurriendo en las calles? 

Me parece que sí. Desde el 7 de diciembre de 2022, la coalición autoritaria del Congreso con el Gobierno no ha respondido casi nunca a la demanda social, no importa qué grande o chica sea la protesta, o quiénes participen. 

Salvo por el tema de las AFP.

Las AFP y la censura a Juan José Santiváñez, en marzo de este año. Cuando aparece el Grupo Cinco marchando en la Plaza San Martín es cuando, creo, empiezan a preocuparse. Cuando están Leslie Shaw, los raperos, los youtubers, cuando el gremio de artistas sale. Ahí ocurre lo absolutamente inesperado: la censura a Santiváñez, aunque luego vuelve. 

Mi impresión es que existe un temor a la calle, si esta es más grande. Eso mismo es lo que gatilló la reacción con el tema de las AFP. Vieron que lo del sábado 13 no eran solo los jóvenes de los colectivos de izquierda, sino un bloque juvenil muy distinto. Hay preocupación de que pueda crecer. Por eso, ya está activado el dispositivo retórico del terruqueo y que [los jóvenes] son manipulados.  

¿Observa más violencia en los manifestantes que en ocasiones distintas?

Sin duda. La confrontación con la Policía es recurrente. Yo he estado en marchas desde el año 2000 y no es lo mismo la Policía en Puno o en Cajamarca que en Lima.  

Tal cual.

Pero, en Lima, la Policía, desde la transición hacia la democracia, era bastante más medida en su relación con los manifestantes. 

Cuando le sueltas la cadena, la Policía se va con todo". 

En su reacción.

Con la prensa, por ejemplo. 

Había cierto temor de agredir a un periodista. Se perdió completamente eso. 

Y eso se pierde en el 2020. Me acuerdo de las protestas del jueves 12 de noviembre de ese año, en la Plaza San Martín, con un ánimo más de fiesta y, de pronto, la Policía empezó a atacar con todo. A los jóvenes los corretean, los golpean, los siguen hasta el Hospital del Niño, suben al puente, los acorralan con una rabia desmedida y yo dije: "¿qué pasó?". 

Mi conclusión es que la Policía nunca llega a democratizarse o a interiorizar principios sobre cómo vincularse con la sociedad civil. Cuando le sueltas la cadena, la Policía se va con todo, tiene como una mirada muy autoritaria y dura contra la ciudadanía. 

La novedad es que esta es una juventud un poco más contenciosa. El hecho de utilizar pirotécnicos en Perú no era tan usual, sobre todo de una manera más organizada. En general, no suelen generar daños dramáticos, pero son peligrosos. 

Pueden ocasionar quemaduras. 

Son muy peligrosos y una señal indudable de violencia. Si a eso se le suma las molotov, que no son algo masivo, no es que se hayan utilizado constantemente, pero sí ha ocurrido, y una le ha caído directamente a la Policía. Muchos jóvenes, sobre todo del bloque universitario, decían que podían ser infiltrados, pero yo no he visto evidencia. Sí he visto “ternas” incentivando el saqueo, la disrupción para justificar la represión.

Eso es un clásico. 

Y he visto un ánimo más contencioso, un ánimo de no dejarse. El sábado 20 de setiembre estábamos en la Plaza San Martín y había miles de policías alrededor. Empezaron a llegar más jóvenes que intentaban salir. Los gaseaban, se replegaban y volvían a intentar. 

Eso no lo recordaba, esa persistencia en la resistencia. Y eso implicaba agarrar piedras y tirarlas a los policías. ¿Quién inicia esa confrontación? Es la Policía que no deja salir a los jóvenes de la plaza. En esa situación se genera esa tensión. 

 No hay nada que le guste más al régimen autoritario que el video de un manifestante tirando una molotov". 

Con una Policía que dispara gas lacrimógeno. 

Y es una Policía, lamentablemente, muy deslegitimada, de un régimen muy deslegitimado. Pero algo que es importante, además, es que la protesta también tiene que cuidarse. Si se desborda la violencia, se deslegitima la protesta, hay menos gente que va a participar y no hay nada que le guste más al régimen autoritario que tener la foto o el video de un manifestante tirando una molotov. Eso es oro puro para los autoritarios, porque lo repiten una y otra vez.

Aunque sea uno solo.

Aunque sea uno solo sirve para generalizar, para decir que estos son los terroristas y que se necesita carta blanca para poder reprimirlos y llamarles "terrucos". 

 

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