IMPACTO. Más de 10 mil niños, niñas y adolescentes están en situación de orfandad a causa de la Covid-19.

Abrazos perdidos: los niños huérfanos por la pandemia en Perú

Abrazos perdidos: los niños huérfanos por la pandemia en Perú

IMPACTO. Más de 10 mil niños, niñas y adolescentes están en situación de orfandad a causa de la Covid-19.

Ilustración: OjoPúblico/ Claudia Calderón

Las cifras oficiales señalan que en el Perú hay aproximadamente 10.800 niñas, niños y adolescentes huérfanos a causa de la muerte de su madre, padre, o ambos por la Covid-19. Desde abril de este año, el Estado les otorga una pensión de 200 soles mensuales hasta que cumplan 18 años. La pérdida de los padres afecta a la familia y su salud mental, golpea la economía del hogar y vuelve aún más vulnerables a los menores. Hasta el momento, el gobierno ha recibido 2.492 solicitudes de pensión provenientes de todo el Perú, y ha registrado a 300 beneficiarios.

4 Mayo, 2021

¿Señora Lucy? La estoy llamando para avisarle que el paciente Cáceres ha fallecido”. Después de eso, Lucy (38) lanzó el celular al piso y se echó a llorar. No respondió más. Al lado, sus tres pequeños hijos, al verla, también comenzaron a sollozar. Apenas unas horas antes, en la mañana, el mismo médico le había contado a Lucy que su esposo -el señor Cáceres, padre de sus hijos gemelos de 12 años y una niña de 8- había mejorado luego de varios días de hospitalización y que ahora pasaría al área de recuperación Covid-19 del hospital Dos de mayo, en el centro de Lima. Lucy recuerda que un hálito de esperanza había llegado unas horas antes cuando el médico le pidió que llevara agua, almohadas y útiles de aseo para su esposo. 

“Cuando me dijeron eso yo estaba contenta. Le compré todo lo que me pidieron y se lo envié  a un sobrino. Les dije a mis hijos ‘voy a ver a papá, ya lo van a pasar a la sala de recuperación’. Ellos  estaban muy  contentos”, cuenta ahora, desde su casa ubicada en el asentamiento humano Terrazas de Santa Clara, en Ate Vitarte, ubicado al este del centro de Lima. Pero ese mismo día, unas horas más tarde, cuando Lucy estaba lista para ir hacia el hospital, el teléfono sonó. Cáceres no había soportado la infección por Covid-19.

Entre marzo del 2020 y mayo del 2021 más de 62 mil personas han muerto víctimas de esta enfermedad, según las cifras oficiales del Minsa, aunque los datos del Sistema Nacional de Defunciones (Sinadef) señalan que son miles más. El 94.9% corresponde a adultos mayores de 40 años, muchos de ellos padres y madres. Es en este contexto que el 28 de julio del año pasado el gobierno anunció una pensión para ayudar a las familias de los niños que habían quedado en la orfandad por la pandemia. La medida establece una pensión de 200 soles mensuales, administrada por el Programa Integral Nacional para el Bienestar Familiar (Inabif). 

 

Una pensión contra la orfandad

 

En febrero de este año, Lucy acudió a las oficinas del Inabif, ubicadas en Pueblo Libre, para registrarse y consultar sobre esta pensión. “Viajé tres horas de ida y tres de vuelta. No había atención. Regresé llorando en el carro”, cuenta. Solo unos días después, su familia la ayudó a hacer el trámite vía Internet. Sus tres hijos figuran ahora en el primer padrón de beneficiarios, junto a otros 297 niños y adolescentes de Perú, con historias de pérdida de sus padres y madres. 

El programa entrega una pensión mensual de S/ 200 para cada niño o niña hasta que cumplan 18 años. El monto es depositado cada dos meses a la madre o al padre, o en caso de que ambos hayan fallecido, al familiar más cercano. La viceministra del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), Cynthia Vila Ormeño, explicó a OjoPúblico que se deposita cada dos meses para facilitar el trámite administrativo y el cobro. 

La entidad calcula que existen 10.800 niñas, niños y adolescentes en situación de orfandad debido a la muerte de su madre, padre o de ambos progenitores por Covid-19. Para  atenderlos el Estado ha presupuestado para este año S/ 21 millones. “No existe en el Perú un registro de orfandad por Covid-19. Lo que existe es un mapeo de los fallecimientos y en función de estos se hizo una proyección, tomando en cuenta la edad y la cantidad aproximada de hijos [en base a la tasa de fecundidad en el Perú, que es de 2.25 hijos por mujer]”, explicó la viceministra. 

El MIMP calcula que existen 10.800 niñas, niños y adolescentes en situación de orfandad por la Covid-19". 

La entidad recibió hasta abril del 2020, 2.492 solicitudes de pensión provenientes de todo el Perú. Sin embargo, hasta el momento solo se han registrado 300 beneficiarios. Al respecto, la viceministra explicó que cuando se elaboró el padrón había menos de 1.000 solicitudes, y se eligieron las que cumplían con todos los requisitos. Contó que, para ampliar la cobertura del programa, vienen preparando videos en quechua y material para personas con alguna discapacidad “que serán difundidos en las siguientes semanas”. 

La pensión se otorga a través del Inabif a cualquier persona que tenga bajo su cuidado a niños y/o adolescentes huérfanos a causa de la Covid-19, siempre y cuando acrediten el vínculo con el menor. Los requisitos para acceder al programa son una solicitud, el certificado de nacimiento del niño (o el de adopción, si es el caso) y una declaración jurada. 

En el caso de los tutores que no son padres del niño o adolescente huérfano deben adjuntar también la resolución judicial de la tutela. Para priorizar y atender a los niños y adolescentes que más lo necesitan, el Inabif verifica la información presentada con el Reniec para identificar a las personas que solicitan la pensión; con el Sinadef, para identificar la causa de la muerte del progenitor; y con el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis), para identificar a los menores en situación de pobreza y pobreza extrema. 

 

Un virus que agudiza las brechas 

 

Antes de morir por Covid-19, el esposo de Lucy estuvo internado 10 días en el Hospital Dos de Mayo, en Lima. Era mayo de 2020 y el sistema de salud estaba colapsado por la primera ola de la pandemia. Ambos permanecieron tres días en el patio del hospital esperando atención. “Eran noches de frío; días de calor y él volando con la fiebre”, dice. “Yo pedía oxígeno, que por favor lo atendieran. Le rogaba a las enfermeras por mis tres hijos. ‘No hay oxígeno señora’, me decían. Estábamos en una carpa y la gente se moría allí”, dice con pesar. 

Mientras ella estaba en el hospital, acompañando a su esposo, sus hijos permanecían solos, en la casa alquilada, en el asentamiento humano Casa Blanca, en San Juan de Lurigancho,  donde vivían en ese momento, antes de que la tragedia y el virus llegara a su hogar. Cuando todos en casa se contagiaron, ella dejó su trabajo y gastó sus ahorros en los traslados y los medicamentos. Tres días antes de que su esposo muriera, recuerda que el médico le había pedido que compren dos inyecciones de tocilizumab. “La buscamos por todos lados pero cuando la encontramos no pudimos comprarla porque cada una costaba mil doscientos soles. Les dije [a los médicos] que le pongan solo lo que tenían allí, porque yo ya no tenía plata”, cuenta. 

El esposo de Lucy trabajaba como taxista y ella cuidaba a una abuelita que vivía al lado de su casa, pero todo cambió cuando él murió. Con los gastos diarios y la deuda que acumularon por la atención médica, no pudieron continuar pagando la casa alquilada, hasta que el dueño de la casa los echó. Dice que tuvo que vender parte de sus cosas y mudarse a otro lugar, al asentamiento humano en Ate Vitarte, donde ahora viven con su madre. 

Orfandad

CONSECUENCIAS. Al duelo por la pérdida de los padres se suma el impacto psicológico y en la escuela, advierten los especialistas. 
Ilustración: OjoPúblico/ Claudia Calderón

 

Desde que falleció su esposo ha trabajado en lo que puede: lavando ropa, limpiando casas y en la tienda de una vecina. También fue trabajadora del hogar en una casa de La Molina, donde dice que su empleadora la maltrató. “Me pagaban S/ 800, sin beneficios, sin nada. Salí porque [el trabajo] era cama adentro y no podía ver ni cuidar a mis hijos”, cuenta. 

Un estudio realizado por Unicef Perú y el Banco Mundial calcula que 1.2 millones de niños peruanos se volvieron pobres  y otros 400 mil extremos pobres, a consecuencia de la pandemia durante 2020. Es decir, 4 de cada diez niños y adolescentes peruanos hoy son pobres y 1 de cada 10 son pobres extremos. 

“Puede ser que una  familia, previa a la muerte del padre o de la madre, no haya estado catalogada como pobre o extrema pobre, pero a raíz del fallecimiento del padre, de la madre, o de ambos, esos niños y niñas pasan a una situación de pobreza”, explica la viceministra de Poblaciones Vulnerables, Cynthia Vila Ormeño. 

La representante de Unicef en el Perú, Ana de Mendoza, precisa que el problema no es solo la muerte del padre o madre o del jefe de familia, sino también los altos gastos no previstos en la salud de alguno de los miembros que se contagiaron con la enfermedad.

 

Impacto en la salud mental de los niños

 

En octubre del año pasado, el Ministerio de Salud y Unicef realizaron un estudio sobre el impacto de la pandemia en la salud mental de niñas, niños y adolescentes. “Lo que más resalta [de este estudio] es que 3 de cada 10 niños tienen problemas de salud mental, fruto del confinamiento y la pandemia”, explicó a OjoPúblico la representante de Unicef en el Perú, Ana de Mendoza. 

El estudio detalla, además, que el 63% de los niños que no han logrado motivarse o conectarse con la escuela, han sufrido dificultades académicas y padecen también problemas de salud mental. “Pero cuando el cuidador principal, en general las madres, están pasando por un momento de depresión, esa cifra [de niños con problemas de salud mental] aumenta al 70%”, explicó Ana de Mendoza. 

 

 

 

Después de la muerte de su padre, los hijos de Lucy dejaron la escuela. Durante la mudanza de San Juan de Lurigancho a Ate, la pantalla del televisor se rompió y no tenían cómo seguir las clases del programa educativo del Estado Aprendo en Casa, que se transmite por la televisora estatal. Tampoco podían pagar una tarifa de internet y, en la nueva casa donde viven ahora, no hay buena señal de radio. Recién en septiembre del año pasado, luego de hablar con la directora y el tutor del colegio, los niños retomaron sus estudios. Aprobaron el año comunicándose a través de WhatsApp, haciendo recargas semanales en el teléfono prepago de la familia. 

“Mis hijos estaban destrozados. Me veían llorar todos los días. No estudiaban y yo me preocupaba. No tenía dinero, pero sí mucha pena y preocupación. Veía a mis hijos con tristeza”, explica Lucy. La atención psicológica que ofrece el Ministerio de Salud a través de sus redes virtuales no es suficiente ni alcanza a todas las familias en duelo por Covid-19.   

A veces, cuando Lucy ve a sus hijos, se ve a sí misma. Ella también quedó huérfana a los siete años. Vivía con su familia en Mazamari (Junín). “Somos víctimas del terrorismo. A esa edad comencé a estudiar y a trabajar”, relata. Hasta hoy no sabe si su padre está vivo o muerto. Un día -cuenta- él salió a comprar un terreno fuera del campo donde vivían y nunca más regresó. A los 16 años, con tercero de secundaria, se mudó con su hermana a Lima para buscar un nuevo futuro. “Quise estudiar Ciencias Políticas, pero nunca pude por falta de  dinero. Aún tengo esa ilusión”. 

A veces, cuando Lucy ve a sus hijos, se ve a sí misma. Ella también quedó huérfana a los siete años".

Las prioridades de Lucy se centran en sus hijos. “Quisiera ayuda psicológica para mis niños y  una computadora para que estudien. Nosotros podríamos pagar Internet, trabajando”, dice. Uno de sus hijos le ha dicho que, cuando sea profesional, le comprará una casa. 

Hace un mes y medio sus hijos viajaron a Chiclayo y ahora viven allá, bajo el cuidado de su  hermana mayor. Lucy se quedó en Lima limpiando casas y lavando ropa. Envió a sus niños allá por temor a que se hicieran daño en el lugar donde ella vive ahora: “La menor se cayó un día, vivimos en una casita al borde del precipicio. Y ella es una niña, corre, juega”, explica.  

A Lucy le duelen los pulmones hasta hoy, cree que son las secuelas del Covid-19. “Me duele la espalda y, cuando estoy triste, no puedo respirar”. Pero se sobrepone al pensar en sus hijos. El 19 de abril, Lucy cobró la primera pensión de sus hijos en el Banco de la Nación. Con ese dinero viajará a Chiclayo para traerlos de vuelta, con ella.  “Mi hijita menor me dice mami, mi papito está en el cielo. Lo extrañamos mucho. Justo en mayo cumple un año de fallecimiento”. 

 

El subregistro de muertes 

 

La viceministra de Poblaciones Vulnerables, Cynthia Vila, indicó a OjoPúblico que de las 2.492 solicitudes de pensión que han recibido, la mayoría de casos es por la pérdida de uno de los padres. “Existe un bajo porcentaje de pérdida de ambos padres”, dijo, aunque reconoció que la cifra varía debido al aumento de muertes de estas últimas semanas. 

Según las estadísticas del MIMP, más de la mitad de las solicitudes fueron presentadas en Lima, seguida de Callao y Piura. Madre de Dios, Moquegua y Tumbes figuran entre las regiones que menos solicitudes presentaron para acceder a la pensión por orfandad. 

 

Mientras, en varios lados algunos profesionales se han organizado para llevar ayuda psicológica voluntaria a algunas familias. La trabajadora social Antonieta Pacheco Jara junto a otros de sus colegas acompaña voluntariamente a los deudos por Covid-19 en el distrito de Carmen de la Legua, en el Callao. Pacheco dice que han identificado casos de varias mujeres cuyos esposos fallecieron con cuadros clínicos de Covid-19, pero que no pueden acceder a la pensión porque en el certificado de defunción no mencionan esta causa de muerte.

Uno de los requisitos para acceder a la pensión por orfandad es que, precisamente, la muerte del progenitor cuente con ese certificado o esté registrada en el Sinadef por Covid-19. Según los estimados que ha hecho el colectivo OpenCovid en el Perú existen más de 166 mil personas en el subregistro de fallecidos por coronavirus.

Consultada por OjoPúblico sobre cómo atenderá el Estado este tipo de casos, la viceministra de poblaciones vulnerables dijo que se guían por los registros oficiales. “La norma establece que sí tiene que haber la inscripción en el registro. El uso de los recursos públicos tiene que tener algún tipo de certeza sobre las personas a las que nosotros estamos llegando. De hecho ya se ha anunciado una revisión de los subregistros a un nivel de gobierno y con esa revisión eso se va a mejorar”, aclaró. 

La viceministra también explicó que han tenido casos de solicitudes con documentos que no están registrados en Sinadef y que están coordinando para que las personas que fallecieron por Covid-19 puedan ser inscritas. “Nosotros presumimos la veracidad de la información que nos envían. Si una persona dice que su familiar falleció por Covid-19, tendremos que, en función de la presunción de veracidad, utilizar todas nuestras herramientas para corroborar esa información”, agregó. 

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