DESIGUALDAD. El modelo de educación a distancia ha funcionado para ciertos alumnos peruanos, pero para aquellos que viven en zonas rurales o pueblos indígenas la situación es muy distinta.

Aulas vacías: el desolador impacto de la pandemia en el aprendizaje en Perú

Aulas vacías: el desolador impacto de la pandemia en el aprendizaje en Perú

DESIGUALDAD. El modelo de educación a distancia ha funcionado para ciertos alumnos peruanos, pero para aquellos que viven en zonas rurales o pueblos indígenas la situación es muy distinta.

Ilustración: Claudia Calderón / OjoPúblico

Hoy, 19 de abril, se reinician las clases presenciales o semipresenciales en zonas rurales del Perú. El Ministerio de Educación registra más de 13 mil servicios educativos habilitados para ese retorno. Sin embargo, no todos recibirán alumnos, pues la reapertura no es obligatoria. Hace unos días, la Asamblea General de Gobiernos Regionales anunció su decisión de no volver a las aulas. Alrededor de la tercera parte de los alumnos de secundaria de colegios públicos no logró obtener la nota mínima satisfactoria en este año de clases virtuales. En este escenario de incertidumbre, ¿qué dicen los estudiantes de Lima y regiones y especialistas sobre las dificultades y desafíos que enfrentan los escolares del país que llevan ya un año sin clases presenciales? OjoPúblico conversó con algunos de ellos.

19 Abril, 2021

A sus ocho años, Esteban Quispe -ojos rasgados, bajito y pelo lacio- canta el abecedario como un trabalenguas bien aprendido. “A-be-ce-de-efe-ge-hache-i-jota-ka”, dice sin soltar la respiración y continúa con las demás letras hasta concluir con “te-u-vechica-vedoble-equis-igriega-zeta”. “Es facilito”, se ufana porque ha acabado en menos de diez segundos. 

El problema -acepta el mayor de dos hermanos, estudiante de tercer grado de primaria- es juntar esas vocales y consonantes en palabras. Escribirlas y, peor aun, leerlas. Esteban, como millones de niños en Perú y el mundo, ha pasado todo el último año, desde que comenzó la pandemia, llevando clases virtuales. 

"Recién estoy aprendiendo a acomodar las letras, es muy difícil", reniega en medio de la sala de su casa, en el barrio La Peruanidad, Pamplona Alta, una zona ubicada en los cerros más empinados del distrito limeño de San Juan de Miraflores. "No sé qué me pasa, pero no puedo". 

Un estudiante de su edad ya debería escribir, leer y comprender sin problemas. Esta etapa del aprendizaje es sumamente importante. Santiago Cueto, investigador principal de Grade y PhD en Psicología Educacional, lo explica con una metáfora. “Es como construir un edificio, los primeros años de la primaria son los cimientos -dice a OjoPúblico-. Si estos no son buenos, después será difícil construir algo sólido encima de ellos”. 

Por eso, una profesora del colegio IE 6038 Ollantay le ha advertido a la mamá de Esteban, Lorenza Acra -36 años, apurimeña, ayudante de un comedor popular-, que si el niño no aprende lectoescritura este año, no pasará a cuarto grado. 

-Lo que sí sé es sumar, pero no los números muy grandes como nueve más diez -dice el niño-. Eso sí no sé. 

Esteban siempre ha tenido algunos problemas en los estudios. Es despierto y ocurrente, pero un tanto distraído para las lecciones. Él prefiere “jugar a los dinosaurios”, explica. 

"No sé por que será así mi hijito -dice Lorenza, acongojada- no le gusta escribir, no le gusta leer, no toma atención, no pone empeño. Quizá le faltará tomar su vitamina".

 

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PRECARIEDAD. Los niños de Vista Hermosa y La Peruanidad, en Pamplona Alta, estudian a distancia solo con teléfonos celulares antiguos y sin una buena cobertura de Internet. 
Ilustración: Claudia Calderón

 

En el último año, durante la pandemia, su rendimiento ha empeorado por las clases a distancia debido a la pandemia por Covid-19. En casa -una sencilla vivienda de madera sin agua, ni desagüe, y con una conexión clandestina de luz- no hay computadoras, ni laptops, ni tablets. Solo un viejo televisor, donde a veces se puede ver el programa educativo “Aprendo en casa” (que este año empieza justamente hoy), y un smartphone antiguo, el de Lorenza, que no soporta aplicaciones como Zoom o Meet, en las que Esteban debería recibir sus dos horas diarias de clases escolares. 

Los alumnos y su profesora se comunican sobre todo por el chat de WhatsApp. Por allí, él recibe las tareas y luego las envía, más o menos resueltas. Esteban tiene que compartir el teléfono con Carolina, su hermana de cinco años, que estudia su educación inicial. El uso frecuente del aparato obliga a Lorenza a realizar recargas de saldo constantes, con cinco o diez soles que duran apenas unos días. Pero, por lo general, no hay dinero para tanto: Lorenza solo gana algunos soles como ayudante del comedor popular y su marido es un mototaxista ocasional. 

Tal y como le ocurre a Esteban y a su hermana miles de escolares peruanos no consiguieron, ni consiguen aprovechar la educación a distancia. La Contraloría General de la República, entre agosto de 2020 y enero de 2021, realizó una supervisión a la estrategia “Aprendo en Casa” del Ministerio de Educación (Minedu) y encontró que más de la tercera parte de los alumnos de secundaria de colegios públicos de 17 regiones no habían logrado obtener la nota mínima satisfactoria. 

La institución concluyó que el 43% de los alumnos de secundaria fueron aprobados y el 32% no logró obtener la nota mínima satisfactoria. Estos últimos necesitan recibir una “promoción guiada”, lo que comúnmente se conoce como “recuperación” o “nivelación”, para alcanzar el nivel educativo necesario. 

La Defensoría del Pueblo maneja otros datos más recientes. “Cuando el Minedu anunció que el primer mes de clases sería a distancia la Defensoría empezó una supervisión a 116 Unidades de Gestión Educativa Local (UGEL) en todo Perú -cuenta a OjoPúblico Renzo Deza, comisionado de la Adjuntía de Administración Estatal de la entidad-. Advertimos, por ejemplo, que los materiales educativos se estaban repartiendo con retraso en algunos lugares y en otros el personal docente todavía no había sido asignado por completo”. 

-Yo quiero que mi Esteban aprenda a leer y escribir. Mucho se ha atrasado. En Pamplona Alta deberían abrir los colegios, por aquí no tenemos muchos contagios -dice Lorenza Acra-. ¿No ve que nadie quiere subir a este cerro? Aquí nadie nos visita.

Pamplona Alta es una de esas zonas de la capital a las que llegan pocas líneas de transporte público y la mayoría de los taxistas se rehúsan a visitar. Un lugar fundado por familias humildes, migrantes, que encontraron allí la oportunidad del hogar propio. Poco a poco se expandieron hasta conquistar las partes más altas de los cerros. Para frenar su crecimiento, autoridades municipales construyeron una delimitación, conocida como el “muro de la vergüenza”, que separa, entre otros lugares, Vista Hermosa y La Peruanidad de Las Casuarinas, una de las zonas residenciales más exclusivas de Lima. 

La Contraloría General detectó que la tercera parte de los alumnos de secundaria de colegios de 17 regiones no obtuvieron la nota mínima satisfactoria". 

El pedido de Lorenza, que permitan realizar clases presenciales en Pamplona Alta, es compartido por varios vecinos que se encuentran en una situación parecida. Entre ellos está Anali Yupanqui, dirigenta de la olla común del barrio, que debe compartir su celular con sus tres hijos escolares. También Mónica Lucero, quien no sabe leer ni escribir y tiene un niño en primer grado de primaria. O Luis Morán, padre desempleado que vive en la parte más alta y peligrosa de La Peruanidad y cuyo niño no aprende mucho en sus clases de educación inicial. Las hermanas Betsabé y Noemí Angulo, que batallan por captar la señal de Internet fuera de sus casas. O Jessica Hurtado, una joven de poco más de 30 años cuyos hijos perdieron el año escolar 2020. Son más de 50 niños los que quieren estudiar bien. 

Hoy, 19 de abril, empieza el retorno de las clases presenciales o semipresenciales en algunos colegios de las zonas rurales del Perú (el reinicio en las zonas urbana, por su parte, será gradual y aún no tiene una fecha precisa). El Ministerio de Educación ha habilitado, hasta el momento, a más de 13 mil servicios educativos. Pero, como han aclarado las autoridades en comunicados de prensa y conferencias recientes, este regreso a las aulas no es obligatorio. 

Para que un colegio abra sus puertas deben estar de acuerdo los padres de familia, docentes y directores del establecimiento, así como las autoridades educativas (Unidad de Gestión Educativa Local - UGEL o Direcciones Regionales de Educación - DRE) y los gobiernos locales, provinciales y regionales. 

“La decisión de volver a clases presenciales será de acuerdo a una evaluación de las cifras epidemiológicas, no hay ninguna obligatoriedad- ha declarado el ministro de Educación, Ricardo Cuenca-. Mientras tanto, las clases continuarían con el programa Aprendo en Casa. Lo importante es cuidar la salud y tomar conciencia de que la pandemia tiene que ser enfrentada en forma conjunta”.

Hoy comenzó el retorno a clases presenciales en algunos colegios de las zonas rurales, pero el Minedu ha aclarado que no es obligatorio". 

Jaime Saavedra, director global de Educación del Banco Mundial y exministro de Educación de Perú, piensa en los planes de contingencia. “Si no se puede abrir un colegio el 19 de abril la pregunta es ¿en cuántas semanas más? Lo que no podemos decir es ‘alguna vez’”, sostiene. “Tiene que haber un sentido de urgencia para repotenciar la educación a distancia”. 

Hace unos días, el 12 de abril, la Asamblea Nacional de Regiones expresó su rechazo a volver a las clases presenciales. Las condiciones sanitarias y de bioseguridad en los servicios educativos, afirmaban, todavía no son las propicias. Para los gobiernos regionales la segunda ola de la Covid-19 tampoco es una buena señal para apoyar el encuentro en las aulas. 

En La Peruanidad, Lorenza Acra se siente impotente. Nunca ha podido ayudar a Esteban con sus tareas porque ni ella ni su esposo saben leer ni escribir muy bien. Desde que llegó a Lima, a los nueve años, ella se convirtió en trabajadora del hogar y no tuvo tiempo para terminar la primaria. 

-Yo puedo leer algunas palabras, pero no entiendo mucho. La gente se burla de mí a mis espaldas, yo lo sé -reclama con la voz quebrada-. A veces siento vergüenza de ser como soy. 

Cada vez que le alcanza el dinero, contrata a una de sus vecinas, una jovencita de 15 años para que ayude a Esteban a repasar las lecturas y resolver algunas operaciones matemáticas. Por una semana de asesoría, la joven cobra 20 soles, que es mucho dinero para la familia Quispe, pero el esfuerzo vale la pena. 

-Tengo la esperanza ¿no? -dice Lorenza y la mascarilla solo deja ver sus ojos húmedos y refulgentes- de que mis hijos algún día sean mejores que yo-.

 

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INCOMUNICACIÓN. Otro problema que afrontan los padres, las madres y los estudiantes de bajos recursos económicos es el pago del servicio de Internet. 

 

Lecciones en las alturas

Arddely Ccacyahuillca no le tiene miedo a la soledad. Durante el 2020, todos los días, el pequeño de 12 años -ojos rasgados, piel tostada y brillante- caminaba unos 20 minutos desde su casa hasta unas montañas despejadas y elevadas, a más de 3.900 metros sobre el nivel del mar. Solo allí el celular de su papá, el único de la casa, podía captar la señal necesaria para recibir la llamada del maestro de su escuela.

A veces, lo acompañaba alguno de sus padres, pero cuando no era posible, Arddely cogía sus libros, el smartphone -y un paraguas, por si llovía- y salía a solas hasta su aula al aire libre. 

-En ocasiones me fui solo y no, no me da miedo -dice desde Machupuente, distrito de Coporaque, provincia de Espinar, en Cusco-. Allá no me encontraba con nadie, solo era yo. Si llovía, había una casita con calamina, sin puerta ni ventana, ahí me refugiaba. 

El jovencito cursa el sexto grado de primaria y reconoce que ese método de estudio no le gusta ni tampoco le sirve mucho. Para sus propósitos futuros -quiere ser ingeniero o presidente del país- debe dominar bien sus cursos preferidos: Comunicación y Matemáticas. Pero las enseñanzas se malentienden cuando una voz intermitente te las dicta por teléfono. 

-No es lo mismo estudiar presencial que virtual. No me ha parecido tan bien. En virtual debes tener Internet y acá no llega -dice Arddely-. Además era un poco difícil de entender.

Su padre, César Ccacyahuillca, vendedor de helados, coincide con el mayor de sus dos hijos. Muchas tardes tuvo que ser él quien le explicara las lecciones con gran esfuerzo, pero también frustración: 

-El nivel de la educación ha bajado, yo diría que a la mitad. No es lo mismo estudiar en el celular -dice firme-. Nosotros somos personas que no entendemos mucho de estas cosas.

Antes de despedirse, Arddely Ccacyahuillca pregunta con timidez algo que hasta ahora nadie ha sido capaz de responderle: 

-¿Usted sabe por qué el gobierno no me ha entregado a mí una tablet? ¿Podría preguntar si me van a dar una? 

 

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PROBLEMA. Ante la falta de mantenimiento debido a la cuarentena, muchos colegios en las zonas rurales han quedado seriamente dañados y no están preparados para recibir a sus alumnos.  
Ilustración: Claudia Calderón

 

La pandemia ha afectado a todos los escolares, pero no todos cuentan con recursos para afrontarla de la misma manera. “El derecho a la educación ha sido severamente impactado durante el año 2020 -dice o OjoPúblico Nelly Aedo, adjunta para los Pueblos indígenas de la Defensoría del Pueblo-. No obstante, la educación rural y la educación intercultural bilingüe (EIB) ha tenido mayores dificultades, por la poca cobertura de servicios públicos que hay en esas zonas: electricidad, conectividad, equipos tecnológicos”. 

Algo similar sostiene Santiago Cueto, investigador principal de GRADE: “En Perú hay niveles muy desiguales de aprendizaje, los estudios muestran que niños en situación de pobreza, indígenas, de zonas rurales o con discapacidad aprenden menos que sus pares que no tienen esas condiciones”. 

Así, tras un promedio de 159 días de clases perdidos en 2020, las consecuencias de la Covid-19 en la educación del país alcanzarían un impacto todavía mayor en los pueblos indígenas. De acuerdo con el informe “Los costos y la respuesta ante el Impacto de la pandemia de Covid-19 en el Sector educativo de América Latina y el Caribe”, del Banco Mundial, esta región sería la segunda con mayor crecimiento en la “pobreza de aprendizaje”. 

En porcentajes quiere decir que la proporción de niños que no pueden leer un texto simple al final de la primaria aumentaría de 51% a 62,5% (Perú se encontraba en 56% antes de la pandemia). Esto es: 7,6 millones más de niñas y niños “pobres de aprendizaje”. América Latina y el Caribe también sería una de las regiones con más proporción de chicos del primer ciclo de secundaria debajo del nivel mínimo de rendimiento, según las pruebas internacionales PISA.

El Banco Mundial estima que la pandemia dejaría 7,6 millones más de niñas y niños 'pobres de aprendizaje' en América Latina y el Caribe". 

Este atraso tendría un alto precio durante los próximos años. “Las pérdidas de aprendizaje podrían traducirse en un costo económico total, medido en términos de pérdida de ingresos futuros a percibir, de hasta US$1.700 millones de dólares, tomando en cuenta dólares de paridad de poder adquisitivo (de 2017) y una duración estimada de 10 meses de cierre de escuelas”, dice el estudio del Banco Mundial. 

“La educación sí genera una mayor productividad, una mejor inserción en el mercado de trabajo y eso redunda, a lo largo de la vida, en mejores ingresos -explica Jaime Saavedra-. Un niño o joven que haya interrumpido durante un año su proceso escolar, potencialmente puede ver perjudicado sus ingresos futuros a lo largo de las siguientes décadas”.

Pero no solo eso. Saavedra estima que la deuda que el Perú está adquiriendo para contrarrestar los efectos de la Covid-19 deberán pagarla, en unas décadas, los mismos escolares que hoy ven afectado su aprendizaje. “Los chicos que ahora tienen más o menos 15, y que dentro de unos 20 años van a estar en el pico de su vida útil, son quienes en gran medida pagarán ese costo”.

Niños como Arddely Ccacyahuillca, cuyo padre gana solo unos cuantos soles y que cuenta con recursos limitados también empezará la carrera hacia su futuro con varios kilómetros de desventaja.

DISTANCIA. Maycol (9), escolar del distrito de Tipillaca, en Puno, se dibuja a sí mismo estudiando en una montaña de su comunidad.
COLOR. Molly (5), de Naura, Loreto, en la Amazonía peruana, según sus propios trazos.
DIFICULTAD. Juan Antonio (6), escolar de Pamplona, tiene problemas para leer y escribir.
ATENCIÓN. Autorretrato de Fernanda (7), de la comunidad 9 de diciembre, en Loreto,
DESAFÍO. Si no aprende a leer este año, Esteban (8), estudiante de cuatro grado, no aprobará.

A casi cuatrocientos kilómetros de la casa de este estudiante, en la comunidad puneña Chila, vive Maycol Flores, un niño de nueve años, tímido y de pocas palabras. Si le preguntan cómo va en el colegio, responderá “un poco mal”. Si insisten en el porqué, replicará “porque no hay Internet”. 

Maycol Flores quiere volver a su escuela. Su hermano menor, Lionel, de siete años, también. En el distrito donde viven, Tiquillaca, en la región de Puno, a más de 3.800 metros sobre el nivel del mar, no llega la señal de televisión. La señal telefónica y el Internet, lo logran a duras penas. Maycol y su hermano escuchan el programa educativo “Aprendo en Casa” por radio, pero no les resulta suficiente. 

-En la radio pasan el programa muy rápido, no se puede copiar lo que dicen -se queja Benancia Meneses, de 30 años, mamá de Maycol-. Nosotros sí sufrimos la escolaridad virtual, sí nos ha complicado bastante. Peor será otros papás de por aquí, que no han estudiado ni primaria, ellos no pueden enseñarle a sus hijos.

El Semáforo de Educación Remota del Minedu reporta que más del 93% de familias accedió a los contenidos de “Aprendo en Casa”, y alrededor del 73% de estas se sienten satisfechas. Pero estos porcentajes son más bien referenciales: se basan en un sondeo hecho a cierto número de hogares con acceso a Internet. 

“Está muy bien el esfuerzo que el gobierno ha hecho con Aprendo en Casa. Pero tenemos que ser conscientes, no podemos pensar que mirando la televisión durante dos o tres horas al día vas a reemplazar el colegio -añade el exministro de Educación, Saavedra-. El grado de atención de los niños es distinto, la profundidad del aprendizaje es muchísimo menor, no hay interacción con el profesor y hay algunos conceptos que no se pueden aprender”.

Hasta el momento, en la comunidad de Tiquillaca, Maycol y Lionel Flores solo han estado llevando “repasos” de las lecciones pasadas, hablan con sus profesores cada tantos días. El programa de radio de Aprendo en Casa recién se estrena hoy, cada vez extrañan más las aulas, los compañeros, los juegos. Todavía no están seguros si este mes regresarán a las aulas. En las alturas de los andes peruanos, la familia Flores se pregunta cuándo el colegio volverá a ser el de antes. 
 

Estudiando en la oscuridad

Molly Manihuay -una niña de cinco años, risueña y de trenzas bien peinadas- estudia los primeros años de la escuela en la oscuridad. Suena a metáfora, pero es más bien una negligencia. En la ciudad donde vive, Nauta, en Loreto, la región más grande de la Amazonía del Perú, los cortes de luz eléctrica y los cobros excesivos son frecuentes desde hace años. La empresa Electro Oriente -que provee de energía a Loreto y San Martín- tiene problemas técnicos que, hasta ahora, no ha sabido solucionar. Por eso Molly, que le debe su nombre al personaje de Demi Moore en “Ghost: la sombra del amor”, es una estudiante de jardín en penumbras. 

-En lo oscuro he estado, no podía estudiar -dice Molly con esa forma de hablar un poco graciosa que tienen los niños muy pequeños. 

-Ni mi celular podía usar -cuenta Gregoria Torres, mamá de Molly, acerca de las más de tres semanas en las que su familia estuvo sin energía eléctrica-. Como mi prima trabaja en un grifo que tiene generador, le pedía a ella que me lo cargue, pero de nada le servía a mi Molly y mis otros hijos porque sin energía eléctrica no tenemos Internet.

Molly, su hermana y sus dos hermanos estudiaban lecciones pasadas alumbrados por una lámpara. Así estuvieron hasta que la población salió a las calles a protestar. “Nos cayeron los gases lacrimógenos -recuerda Gregoria-. A mi hijo de 16 años le han dado con perdigón, dos huecos le han dejado en su canilla”. 

 

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MALTRATO. Los pueblos indígenas no solo deben afrontar los problemas propios de la pandemia, sino las dificultades de siempre, por ejemplo, la falta de acceso a servicios básicos como la luz, el agua o el desagüe.  
Ilustración: Claudia Calderón

 

Estudiantes como Molly, sus hermanos, y otros niños de la Amazonía deben enfrentar varios obstáculos, al mismo tiempo. La realidad, sobre todo en las comunidades indígenas, es más dura, y el bienestar parece un lujo distante. 

Los grupos más afectados por la pobreza, dice el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), son los pueblos indígenas y los afrodescendientes. La población que tiene como lengua materna una lengua nativa presenta tasas de pobreza que casi duplican las de la población que tiene como lengua materna el castellano (30,5% y 17,6% respectivamente). 

“El Minedu contempló dentro de 'Aprendo en Casa' una estrategia que también ha comprendido a la Educación Intercultural Bilingüe -dice Nelly Aedo, de la Adjuntía para Pueblos Indígenas de la Defensoría del Pueblo. Pero en cuanto a las cifras que muestran es necesario que se sinceren para saber quiénes han accedido y quiénes no”.

El año pasado, entre noviembre y diciembre, la Defensoría realizó una supervisión a 164 Unidades de Gestión de Educación Local (UGEL). Así encontró, por ejemplo, que más de 373 mil estudiantes de instituciones educativas públicas no accedieron a la estrategia educativa “Aprendo en casa” (programa de televisión, de radio y plataforma virtual). Loreto, donde viven Molly y su familia, fue la región en donde hallaron un mayor número de estudiantes sin acceso (79.786). 

La Defensoría del Pueblo detectó que más de 373 mil estudiantes de instituciones educativas públicas no accedieron a la estrategia educativa 'Aprendo en casa'”. 

Siguieron Ucayali (53.292), San Martín (31.092), Cajamarca (21.185) y La Libertad (17.401). La Defensoría también identificó que 92.750 estudiantes de escuelas públicas accedieron tarde a “Aprendo en casa”: a partir de agosto de 2020. El Ministerio de Educación dice que estos estudiantes deben recibir recuperación de clases. Pero el 18% (21) de las 114 UGEL que reportaron estudiantes en esa situación, no había elaborado planes de nivelación.

Molly Manihuay quisiera conocer algún día a sus compañeras y compañeros de “Gotitas de amor”. Le gustaría cantar con ellos su canción favorita “esa la del pajarito”. El año pasado, en pleno inicio de la emergencia sanitaria, empezó su vida escolar. Hasta ahora nunca ha ido al colegio de educación inicial en persona. Pero su madre no tiene un pronóstico muy optimista.

-Con nosotros hacen lo que quieren -dice Gregoria Torres- Ya sabemos, siempre hemos sabido, que saldremos adelante solos y con lo poco que tenemos.

 

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EMPEÑO. Pese a las difíciles condiciones en las que viven, muchos escolares de la Amazonía también desean seguir aprendiendo. Pero necesitan más apoyo de las autoridades. 
Ilustración: Claudia Calderón
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