Parece una imitación exagerada. Pero es una ceremonia religiosa, oficiada a mediados de marzo, en la Ciudad de Buenos Aires:
“El pastor me va a ungir con alcohol en gel con nardo puro, que voy a poner en tu mano, y vas a estar listo para vencer la crisis, vencer al Coronavirus, y vamos a vencer a la misma muerte”, dice el hombre.
En el video -difundido por un programa de espectáculos, el 17 de marzo- se lo ve con las manos abiertas y extendidas, mirando al cielo. Como si estuviera rezando. Detrás de él, un grupo de niñas con vestidos rojos replica su postura. Y algunas de sus palabras -alcohol en gel, nardo puro- son acentuadas por una voz femenina aterciopelada que, hacia el final de la oración, repite “sí Señor, sí Señor”.
El hombre es Héctor Aníbal Giménez, fundador de la iglesia Cumbre Mundial de los Milagros y uno de los pastores evangélicos más conocidos de la Argentina. Saltó a la fama en los años 80, como el guía espiritual de algunos famosos y políticos locales, y fue uno de los primeros religiosos en contar con un espacio televisivo de señal abierta, en el antiguo Canal 2 de La Plata, cuando su iglesia todavía era conocida como el templo Ondas de Amor y Paz.
Muchos no habían tenido noticias de él por años. Después de un divorcio millonario, la denuncia de una antigua fiel por estafa y el repudio de las principales organizaciones evangélicas, había continuado con su iglesia de manera independiente y con un reinventado perfil bajo.
Pero este video -registrado en los días previos al inicio de la cuarentena, el pasado 20 de marzo-, lo llevó de nuevo a las pantallas de la televisión. Y, a la par, propició una investigación del Ministerio Público Fiscal de la Ciudad de Buenos Aires por ofrecer un falso tratamiento para la enfermedad.
Para determinar el alcance de esta y otras acciones, OjoPúblico realizó una investigación donde identificó preliminarmente a más de 60 personas vinculadas a alrededor de 30 organizaciones evangélicas y católicas conservadoras -o afines a ellas- que impulsaron discursos y actos contra derechos adquiridos, entre el 12 de marzo y el 30 de mayo de este año, en Argentina. Este reportaje forma parte de Poderes no santos, una investigación periodística en Perú, Argentina, Brasil y México, que busca entender las presiones de grupos ultraconservadores durante la pandemia.
Poder divino
El discurso del pastor Héctor Aníbal Giménez, fundador de la iglesia Cumbre Mundial de los Milagros, puso en escena a un puñado de otras pequeñas iglesias que violaron el aislamiento social, preventivo y obligatorio en Argentina. Y, también, a la sede local de La Iglesia Universal del Reino de Dios -una organización vinculada a la megaiglesia brasileña que, en ese país, se encuentra bajo investigación por lavado de dinero y fraude por más de S$ 765 millones recaudados con el diezmo de sus fieles- al difundir un video donde un obispo vinculaba a la pandemia con el fin del mundo.
Esos templos son los más mediáticos, pero congregan a un pequeño segmento de los fieles evangélicos. Hoy se estima que el 15.3% de los argentinos se identifica con esta religión. Las iglesias que los congregan son muchas y extremadamente diversas. Sin embargo, las ramas provenientes de Europa, otras originadas en Estados Unidos y pequeñas y medianas iglesias -creadas a partir de la fragmentación de los movimientos pioneros- son las que tienen más relevancia.
CRECEN. Hoy el 15.3% de los argentinos se definen como evangélicos. Aunque se trata de una minoría religiosa ya se han convertido en la segunda religión con más fieles en Argentina.
Fuente foto: Twitter @aciera_arg
Durante la cuarentena, dos de estas organizaciones han registrado irregularidades similares, sin atraer la atención de los medios de comunicación. La primera, fue la iglesia Misión Cristiana Mensaje de Salvación, liderada por Carlos Annacondia. Este pastor, referente del mundo evangélico argentino, tuvo un discurso similar al de la iglesia brasileña a la hora de hablar del Covid-19. Y si bien trasladó sus sermones a las redes sociales -en sintonía con la mayoría de las congregaciones del país- en sus reflexiones planteó que la enfermedad tiene una raíz divina.
“¿Cuál es la causa de tanto dolor, de tanta enfermedad, de tanta angustia…? Podríamos decir que una de las principales causas es el pecado”, aseguró en un video publicado en sus redes sociales, el 12 de abril.
La segunda entidad que pasó desapercibida es Dios Es Amor (I.D.E.A), una iglesia más pequeña de la Ciudad de Buenos Aires. Su pastor, Alberto Savazzini, fue incluso más temerario: “Es muy probable que con esa vacuna (la que prevendría el Coronavirus) nos quieran meter dentro del cuerpo un nanochip con geolocalización”, dijo cuatro días después, en un video que define como una “charla de café”. Además de hacer afirmaciones contra la salud pública, el líder religioso vinculó a la pandemia con un plan que “buscaría establecer un nuevo orden mundial, con el respaldo de organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud”.
OjoPúblico identificó preliminarmente a más de 60 personas vinculadas a alrededor de 30 organizaciones que impulsaron discursos y actos contra derechos adquiridos.
Sus declaraciones resultan una excepción dentro de las esferas evangélicas. Pero el discurso de los grupos conservadores sí ha registrado coincidencias en otro ámbito: sus lobbys contra la educación sexual integral, derechos de género y la inclusión de la interrupción legal del embarazo dentro de los servicios de salud esenciales de la crisis sanitaria en Argentina.
Esa alineación en sus afirmaciones abre interrogantes sobre el papel político que podrían jugar estos grupos conservadores durante los próximos meses en Argentina; con una crisis económica y social más pronunciada por la pandemia.
La multiplicación de los templos
La asociación de los evangélicos con la Iglesia Universal del Reino de Dios se ha repetido en el imaginario popular argentino como un cliché. Sin embargo, el mundo evangélico no se resume en esta iglesia de origen brasileño o en las megaiglesias de las principales avenidas de la Ciudad de Buenos Aires o el conurbano. La mayoría de los fieles -aclara el sociólogo y antropólogo especializado en culturas populares y religión, Pablo Semán- tampoco está en estas organizaciones religiosas.
Las raíces evangélicas se pueden rastrear desde los años posteriores a la independencia; pero su alcance ha ido creciendo, de manera paulatina, durante los últimos setenta años. Esa expansión pasó desapercibida durante décadas, por la falta de datos oficiales sobre religión. Y ha propiciado, también, un análisis sesgado -y muchas veces peyorativo- sobre esta comunidad.
No existe un registro preciso sobre la cantidad de iglesias que actualmente se encuentran en actividad en Argentina. Su número de feligreses, sin embargo, ha crecido 6.3 puntos porcentuales durante la última década, según la “Segunda Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas” del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
Pese a ese crecimiento, los evangélicos son una minoría frente a la población católica -62.9% de los argentinos-. Pero no hay que subestimar su alcance, pues ya se han consolidado como la segunda religión con más creyentes en el país.
Dentro de estos fieles hay diversas corrientes: protestantes, bautistas, metodistas, menonitas y pentecostales; estos últimos representan a alrededor del 13% de la población. Dichas ramas religiosas incluyen a grandes templos y a miles de medianas y pequeñas iglesias a lo largo del país, que en ocasiones tienen sus propios sellos editoriales, emprendimientos musicales y medios de comunicación.
PASTOR Y MARADONA: El pastor Héctor Aníbal Giménez saltó a la fama en los años 80. En la imagen se lo ve con Diego Armando Maradona. Actualmente el religioso está
siendo investigado por ofrecer un falso tratamiento para el Coronavirus.
Imagen: Video institucional de la Iglesia Cumbre Mundial de los Milagros
Muchos, a la vez, forman parte de asociaciones, como la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE) o la Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA). A pesar de eso, las comunidades evangélicas no tienen una organización tan jerárquica como la de la Iglesia Católica. “No son grupos homogéneos -explica Semán-. Y, contra lo que muchos piensan, la mayoría se congrega en templos que pasan desapercibidos para la opinión pública, como la Unión de Asambleas de Dios, y en pequeñas iglesias que están en las áreas populares”.
Esa fragmentación, no obstante, no ha sido tan marcada durante los últimos meses. “La mayoría de los líderes religiosos entendió que estamos en un momento de riesgo, y hubo mucha obediencia a las disposiciones del gobierno; pero eso no quita que haya minorías internas que, a veces, puedan tener otros intereses o ser más conservadores que la misma jerarquía”, señala el doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet, Marcos Carbonelli.
Por Dios y por los votos
La participación política de los evangélicos no es una novedad en Argentina. No obstante, se puso en evidencia hace dos años, durante el debate por la legalización del aborto. Allí, a la par de marchas multitudinarias a favor del proyecto de ley, aparecieron otras manifestaciones igual de numerosas y opositoras, encabezadas por estos grupos religiosos, junto a facciones conservadoras de la iglesia Católica. Esta situación abrió el debate sobre la influencia de la política ultraconservadora impulsada desde Brasil, por el presidente Jair Bolsonaro y los grupos religiosos que lo apoyaron durante su campaña electoral.
“Lo que ocurre con el electorado en América Latina es que, desde hace treinta años, vive encantos y desilusiones muy fuertes, que tienen que ver con una capacidad decreciente de los Estados para atender las necesidades de amplísimos sectores”, indica el sociólogo Semán.
Esto se traduce en un comportamiento pendular durante las elecciones: a veces, el electorado apuesta por el oficialismo, otras por la oposición. Y los evangélicos no son ajenos a este fenómeno. “Como las mayorías se ven afectadas tienen a buscar liderazgos fuertes y, últimamente, programas más bien punitivos. Por esa vía los electores llegan a la derecha y, entre ellos, los evangélicos”, detalla.
Las experiencias son muy distintas en cada país de la región. Y, en el caso de Argentina, los intentos de participación política de los evangélicos no han sido muy efectivos por la fragmentación de las agrupaciones religiosas, un régimen electoral que obstaculiza el progreso de fuerzas minoritarias, la falta de líderes carismáticos y, por otro factor decisivo: el peso de las identidades políticas.
“Argentina es un país donde los partidos políticos siguen siendo fuertes. Entonces hay entidades, como el Peronismo y ahora también el PRO, que diluyen las pertenencias religiosas”, explica el científico social Carbonelli.
Eso no significa que los evangélicos se hayan mantenido al margen del ámbito político. Semán cuenta que las reuniones entre estos grupos y la dirigencia política son habituales desde hace, al menos, veinte años. “Muchas veces, porque piensan que hablando con algunos líderes sumarán a todos los fieles”, dice. En los últimos años, eso ha sido acompañado por lo que denomina una “inserción capilar” de referentes evangélicos en las filas de las distintas fuerzas políticas, con una ilusión similar: conquistar al electorado religioso.
Lo que ocurre con el electorado en América Latina es que, desde hace treinta años, vive encantos y desilusiones muy fuertes", dice Semán.
Prueba de ello, son casos de diputados nacionales como David Schlereth, Dina Rezinovsky y Gustavo Hein; intendentes de distintas ciudades del país, como Pablo Petracca; legisladores provinciales y funcionarios públicos de menor rango, en las secretarías de culto de los municipios del Gran Buenos Aires.
Los lazos políticos no se terminan allí, ni se limitan a la oposición. “La influencia política de los evangélicos, más bien, van por otros andariveles; como las políticas públicas”, asegura Carbonelli. Allí, la iglesia católica tiene una ventaja histórica, especialmente en el plano educativo y en temas de asistencia social; pero las comunidades evangélicas han ido ganando terreno en las últimas décadas.
“La clase política ha empezado a reconocer el trabajo de estas agrupaciones religiosas en los comedores populares, el consumo problemático de drogas y en toda la trama de asistencia social, porque han identificado que tienen un expertise en el territorio, que el Estado no tiene. Entonces, prefieren apoyar esa presencia, antes que crear una estructura paralela”, indica.
Los repartos de alimentos, campañas como “Seamos uno” y las reuniones del presidente Alberto Fernández con líderes católicos y evangélicos son un ejemplo de eso. Y tienen antecedentes en otros gobiernos: desde Eduardo Duhalde hasta Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri.
“En ese plano hay acuerdos más grandes entre las pequeñas y las grandes asociaciones evangélicas, y entre ellas y el Estado. Y eso es parte de lo que se juega en esta coyuntura”, anticipa Semán. Las recientes reuniones de estos líderes con el presidente revelan, en opinión del sociólogo, la intención del gobierno nacional de intensificar estas alianzas y, por otro lado, un intento por parte de los evangélicos de superar su histórica división interna.
No se trata de un tema menor. Sobreponerse a esa fragmentación es imprescindible para un trabajo social más articulado. Y podría implicar, también, el primer paso para determinar una posición política más representativa -y unificada- de la comunidad evangélica. Es decir, uno de los principales traspiés que han encontrado en la arena política.
Este es un hogar cristiano
Uno de los principales mitos que se ha construido alrededor del mundo evangélico es el del comportamiento tipo rebaño. Sin embargo, en opinión de Marcos Carbonelli, esto es absolutamente falso. “Si bien es una comunidad religiosa más activa, eso no significa que lo que dice el pastor lo traduzcan tal cual a su vida privada. En este punto, los discursos religiosos compiten con otros de la modernidad”, explica el autor de “Los evangélicos en la política argentina: crecimiento en los barrios y derrotas en las urnas”.
Esta particularidad es la que ha generado más polémica al interior del mundo evangélico en momentos de turbulencias políticas y sociales: ¿Quién tiene la potestad para hablar en representación de la población evangélica?
La fragmentación es indiscutible. No obstante, no ha frenado la participación de algunos sectores en importantes debates públicos o, incluso, en actividades proselitistas.
Los primeros ensayos se dieron en 1993, con movilizaciones en las calles contra un proyecto de ley impulsado por grupos católicos, que buscó establecer una nueva “normalidad religiosa” y restringir los derechos y actividades de otros cultos, como señalan Carbonelli y Semán, en el ensayo “El poder del voto confesional”. Más recientemente, se han repetido en los debates vinculados a derechos sexuales y reproductivos, como la ley de educación sexual, el matrimonio igualitario y la despenalización del aborto.
VISITAS. El presidente de Argentina Alberto Fernández junto a las autoridades de la Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA).
Foto: ACIERA
Desde entonces, el peso de los evangélicos se ha fortalecido porque, en general, tienen una posición más conservadora. Y, sobre todo, porque han comenzado a establecer alianzas con otros actores, que comparten su rechazo a la agenda de derechos de género. Entre ellos, un importante número de católicos.
“De a poco se abrió un campo de batalla, que es transversal a toda la sociedad. Los evangélicos son una minoría muy dinámica, que se ha organizado reactivamente -precisa Semán-. Pero también representan a otros sectores religiosos e, incluso, a personas con percepciones machistas, que tienen sacralizada la concepción, a pesar de no tener creencias religiosas fuertes”.
De esta manera, se han convertido en los dinamizadores del debate que busca frenar el avance de derechos civiles. Y, aunque conforman un sector reducido en los espacios de decisión, han logrado establecer alianzas con diversas esferas del arco político y organizaciones civiles; gracias al lobby y una fuerte presencia en los medios de comunicación.
“La dirigencia política que está a favor de estas transformaciones suele ignorar lo densa y poblada que está la oposición en este aspecto”, advierte Semán. Durante la cuarentena, este entretejido de intereses quedó en evidencia a partir de las reacciones frente a una disposición sanitaria: la inclusión de la interrupción legal del embarazo y el acceso a los métodos anticonceptivos, como un servicio esencial durante la pandemia.
No son normas nuevas. En Argentina, el aborto no punible -el que no es considerado un delito- contempla los casos de violación y cuando suponen un peligro para la vida o la salud física o mental de la gestante. Por otro lado, el acceso a métodos anticonceptivos en hospitales, centros de salud, obras sociales y prepagas están garantizados por la ley nacional 25.673 de Salud Sexual y Procreación Responsable.
Sin embargo, su inclusión dentro de los servicios esenciales -anunciada el 13 de abril por Juan Carlos Escobar, coordinador del Programa Nacional de Salud Integral- despertó el rechazo de varios líderes religiosos y, también, de algunos políticos cercanos a ellos.
La crisis económica y social que seguirá a la pandemia podría convertirse en un momento clave para el afianzamiento de este grupo en el terreno político.
Primero, con una carta de repudio a la disposición, presentada por los diputados evangélicos Dina Rezinovsky y David Schlereth, junto a otros legisladores del PRO: Adriana Ruarte, María Piccolomini, Gisela Scaglia, Soher El Sukaria, Victoria Morales Gorleri, Federico Angelini y Julio Sahad; la radical Estela Regidor y la diputada Leonor Martínez Villada, de Coalición Cívica.
Un día después se sumó un pedido de informes al Poder Ejecutivo sobre las compras de misoprostol, un medicamento utilizado en la interrupción legal del embarazo. Dicha solicitud, impulsada en el congreso por Rezinovsky el 15 de abril, adhirió al evangélico Gustavo Hein y nuevos legisladores del PRO: Francisco Sánchez, Pablo Torello y Hernán Berisso; junto al diputado Rubén Manzi, de Coalición Cívica, entre otros.
El pedido, aunque podría ser una rendición de cuentas razonable en el contexto actual, fue acompañado por declaraciones de la diputada, donde habla de atropellos de derechos y la priorización del aborto.
Esas afirmaciones no fueron aisladas: recibieron el respaldo de algunos de sus compañeros de bancada, además del de varios legisladores provinciales. Y, poco después, fueron replicadas por evangélicos como Gabriel Ballerini -pastor bautista y uno de los militantes provida más mediáticos-; y por organizaciones civiles con presencia en Argentina, Perú, Ecuador y Paraguay.
¿Un nuevo escenario político?
El uso político de las normas sanitarias resulta evidente en este contexto. Y, en opinión de Carbonelli, la influencia de los evangélicos podría incrementarse en el ámbito de las políticas públicas, durante los próximos meses. “En épocas de pobreza, Estados imperfectos, como el nuestro, necesitan de mediadores para llegar al territorio. Y ahí avanzan los religiosos”, admite.
Por eso, la crisis económica y social que seguirá a la pandemia podría convertirse en un momento clave para el afianzamiento de este grupo en el terreno político. Esto, no obstante, dependerá de temas paralelos a la agenda de género y las políticas públicas.
“Ahora la oposición al aborto y a otras leyes que cuestionan ideas heteronormadas no se asocian con la crisis económica -señala Semán-. Pero, si eso comienza a ocurrir y se complementa con casos de corrupción o una degradación de las expectativas del electorado oficialista, podría ser terriblemente corrosivo para el gobierno de Alberto Fernández”.
Aun así, el panorama todavía es inestable para predecir las jugadas políticas que se articularán en la postpandemia y, según distintos analistas, no está garantizado que los evangélicos superen sus divisiones internas o su participación se incline hacia propuestas políticas de derecha.
¿La razón? Su relación con el Estado se ha mantenido con gobernantes de lo más diversos y eso no ha determinado hasta ahora una posición política. “Si lo intentan, podrían ganar peso político incluso por otra vía: a través del propio peronismo; donde entrarían a disputar cargos y espacios, como cualquiera”, subraya Semán.
El futuro político del grupo religioso depende, en este escenario, de su capacidad para reunificarse y de la habilidad de Fernández para manejar la emergencia sanitaria y una crisis económica más potente. Los evangélicos, sin embargo, ya han encendido el debate.