Armas en América: el otro arsenal de un continente violento

Armas en América: el otro arsenal de un continente violento

De los usuarios legítimos a los sicarios del crimen organizado

ILUSTRACIÓN: Jeremy Kilimajer.

7 Junio, 2020

En estos días de emergencia, hemos visto numerosas noticias internacionales que involucran manejo de armas: desde episodios de histeria colectiva en que ciudadanos estadounidenses se amontonaban para comprar pistolas y fusiles a inicios de la pandemia, hasta casos de delincuencia común o crimen organizado que han seguido operando en México, El Salvador, Colombia o Perú, incluso en plena etapa de restricción general. Visto con detenimiento, el tema marca una radiografía descarnada de estos tiempos inciertos.

En México nadie sabe a ciencia cierta cuántas armas existen. Los cálculos van de 15 a 20 millones, pero podrían ser muchas más. Lo que sí se sabe es que, desde el año 2006, cuando empezó la llamada “guerra contra el narco” han muerto de forma violenta más de 200.000 personas. Se sabe también que en los primeros meses de este 2020, murieron asesinadas unas 83 personas al día. Y se saben que la mayoría de esos asesinatos se cometieron con alguna de las 213.000 armas ilegales que, año a año, ingresan al país, provenientes principalmente de Estados Unidos. Esas armas se encuentran en el mercado negro, disponibles para quien quiera y pueda pagarlas, donde es posible conseguir hasta un fusil Barrett M82, como los que usan los fracontiradores de US Marines Corps.

En Estados Unidos las armas son un asunto identitario, político y emocional, su tenencia está tan enraizada en la cultura del país que el derecho a su uso se encuentra santificado en la Constitución y una feria de exposición y venta de armamento como el gun show “Crossroads of the West” se considera un evento diseñado para el esparcimiento de toda la familia. Un lugar donde los padres compran a sus hijos su primera pistola y cualquiera puede hacerse con un rifle semiautomático AR-15, el mismo utilizado en algunas de los tiroteos masivos más sangrientos de los últimos años, como la matanzas de Sandy Hook o Las Vegas, pero en edición especial Trump MAGA como muestra de apoyo al presidente y patriotismo. Las armas, hoy en día, son tan americanas que en el año 2018 había unas 393 millones para 327 millones de habitantes.

En Colombia las herramientas de la muerte han tomado muchos nombres a lo largo de su historia. Canarios, lechuzas, jurungos, changones o armas hechizas son algunos de los términos para referirse a las piezas de armamento reconstruidas, adaptadas o caseras que han marcado la historia del país, un lugar donde “toda persona con un torno en el garaje de su casa es potencialmente un armero”. Pese a que el número de armas en Colombia es incierto y los cálculos indican que no es tan excesivo como el de, por ejemplo, Estados Unidos, su presencia en la vida pública está tan normalizada que, en distintas instancias, la prensa ha defendido su uso con proclamas como esta: “Sólo hay dos maneras de vencer a los violentos. Con la bandera nacional en el pecho o con las armas en la mano. Los colombianos estamos dispuestos a utilizar los dos métodos”.

En El Salvador, el país más violento de Latinoamérica, en 2019 murieron asesinadas 2.389 personas. La cifra es abultada para un país de poco más de seis millones de habitantes, pero es la más reducida desde 2015, cuando se registró un pico de 6656 homicidios. El 80% de esas muertes ocurre con un arma de fuego de por medio. Y, según los estudios, existe una muy alta probabilidad de que ese arma haya sido adquirida de forma ilegal y con la ayuda de un oficial del ejército. En los últimos años, el país ha presenciado diversos escándalos que han llevado a generales, coroneles y otros altos rangos militares a enfrentar a la justicia por vender ilegalmente armas como fusiles M-16, Kalashnikovs, rifles AR-15 e incluso granadas M-67 pertenecientes a los cuerpos de seguridad del estado.

En el Perú, durante la pandemia, la Policía Nacional ha reportado casi a diario la captura de asaltantes, extorsionadores, sicarios y bandas a las que se les ha requisado armas ilegales. Es solo una muestra del flujo de armamento ilícito: entre 2014 y 2019 se incautaron 18 mil armas ilegales en todo el país, más de 251 mil municiones y más de medio millón de explosivos. Este recuento  daría para que la Policía Nacional anuncie la incautación de un arma ilegal cada día durante los próximos 52 años. OjoPúblico ha identificado grietas en el sistema que debe garantizar la seguridad ciudadana.

Estos cinco reportajes muestran un mapa continental marcado por posiciones que parecen irreconciliables a favor o en contra del uso de armas, mientras la vida cotidiana de millones de ciudadanos transcurre entre sobresaltos, y mientras el crimen deja una impronta a balazos, tan profunda y alargada como la ruta Panamericana que nos conecta.


 

 

reportajes


Dirección: David Hidalgo. Edición general: Diego Fonseca. Investigación: David Hidalgo, Gianella Tapullima, Carla Díaz en Perú; Diego Fonseca, en Estados Unidos; Carlos Acuña y Heriberto Paredes, en México; Mario Jursich Durán, en Colombia; Suchit Chávez, en El Salvador. Análisis de datos: David Hidalgo y Gianella Tapullima. Visualización de datos: Gianella Tapullima. Fotografías: Camilo Rozo (Colombia), Giancarlo Shibayama, Policía Nacional del Perú. Ilustraciones: Jeremy Kilimajer. Edición de videos y redes: Alonso Balbuena y Carlos Bracamonte.

Este especial fue producido por la Red Investigativa Transfronteriza, un proyecto de OjoPúblico con el apoyo de Open Society Foundations. Los temas y procesos editoriales son decisión autónoma y exclusiva de OjoPúblico.

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