
Desde las zonas altas de Villa María del Triunfo, el territorio de Lima ofrece una cartografía de la precariedad. Hay sectores de casas que se esparcen en desorden sobre los cerros, entre precipicios y trochas, con hileras de peldaños que son la mejor vía de comunicación en kilómetros a la redonda. Este es uno de los distritos capitalinos con mayor cantidad de asentamientos humanos -más de trescientos cincuenta-, una frase que significa muchas personas con poco acceso al agua, lo que significa mucha gente con poca seguridad sanitaria, lo que a su vez significa una zona de riesgo latente en medio de la pandemia que ha paralizado el planeta.
Los afectados por esta situación ya eran afectados de otras carencias y problemas. La familia Asipali, por ejemplo, vino a Lima desde la lejana Nauta, en Loreto. Ahora son seis hermanos que habitan una casa de un solo ambiente en el asentamiento "Praderas de Amancaes", también en VMT. El hermano mayor, de 36 años, es ciego; el hermano menor, de 11, tiene parálisis cerebral. En un sector donde el costo de un bien escaso como el agua genera disputas, el sustento principal es lo que les puede dar su abuela.
Según el cálculo común, cada subida de un camión cisterna alcanza para abastecer tres líneas, esos senderos que comunican grupos de casas. Los camiones no llegan a las partes más altas, desde donde el horizonte se ve como un cascada de calaminas. No llegan donde la nonagenaria Adela Nina vive sola, casi aislada de no ser por la ayuda de sus vecinos. Tampoco suelen llegar donde los hermanos Asipali. Tampoco donde la familia Pita, que tiene siete hijos y hasta el inicio de la cuarentena debía hacer durar el agua por varios días antes de que otra cisterna pasara con una nueva carga.
El propio alcalde de Villa María del Triunfo declaró hace poco que hay al menos setenta asentamientos que necesitan agua. Si el combate a la pandemia es una guerra, como dice el lenguaje oficial, aquí Lima tiene la guardia muy baja.

REPARTO. Un camión cisterna distribuye agua en el asentamiento humano "Hijos de Nueva Esperanza", en Villa María del Triunfo.

AYUDA. Jéssica Salazar (de blusa blanca) es teniente gobernadora de VMT-Cercado. Se juntó con amigos para atender casos críticos y donar víveres, medicinas e insumos de primera necesidad.

MIGRANTES. La familia Asipali vino de Nauta, Loreto. Hitler (36), el hermano mayor, dice que, a pesar de las duras condiciones de vida, en Lima vive mejor que en su pueblo.

PENDIENTE. La compleja geografía dificulta la instalación de servicios básicos y el acceso de los camiones de comerciantes de agua.

SOPORTE. Justina Asipali (66) vive junto a sus seis nietos en la última casa del asentamiento humano "Praderas de Amancaes".

ESPACIO. Muchas casas tienen un solo ambiente, de unos diez metros cuadrados en promedio, donde llegan a vivir hasta diez personas.

JUEGO. Dos niños corretean en las alturas del asentamiento humano "Praderas de Amancaes", durante el estado de emergencia decretado por el Gobierno.

DEMANDA. Los camiones no se dan abasto para satisfacer la necesidad de agua en plena cuarentena. No suben a las zonas más alejadas.

ACCESO. A raíz de la emergencia por el Covid-19, el Gobierno está enviando camiones cisterna para el reparto de agua. Pero la capacidad de distribución es insuficiente.

RESERVA. Algunas familias tienen tanques de agua cerrados, pero la mayoría debe almacenarla en baldes pequeños. Eso genera otro riesgo: el dengue.
INGENIO. Un hombre hace una conexión con varios tubos para llenar su tanque. Los vecinos deben arreglárselas para asegurarse su cuota de agua.

ABASTECIMIENTO. Un vecino regresa a casa luego de hacer las compras del día durante el estado de emergencia decretado por la pandemia de Covid-19.

FUENTE. Llenado de un reservorio familiar en el asentamiento humano "Hijos de Nueva Esperanza".