RESISTENCIA. Cuatro comunidades del distrito puneño de Kelluyo se oponen a las concesiones mineras que se están tramitando en sus comunidades.

Ese pueblo existe: comunidades aymaras entre el miedo y la desconfianza por concesiones mineras

Ese pueblo existe: comunidades aymaras entre el miedo y la desconfianza por concesiones mineras

RESISTENCIA. Cuatro comunidades del distrito puneño de Kelluyo se oponen a las concesiones mineras que se están tramitando en sus comunidades.

Fotos: OjoPúblico / Musuk Nolte

Un grupo de comunidades del pueblo indígena aymara, en la región altiplánica de Puno, expresan sus miedos y desconfianza sobre las concesiones mineras que se han autorizado en sus territorios. Esta zona ubicada en la frontera con Bolivia, y que también formó parte de las protestas de 2011 conocidas como el “Aymarazo”, temen que la futura explotación de recursos pueda afectar sus ríos y tierras. Las potenciales áreas de explotación minera atraviesan las partes urbanas de distritos como Kelluyo, incluyendo la propia Plaza de Armas del pueblo.

16 Junio, 2024

Los vecinos y las vecinas de Kelluyo quieren dejar en claro que sus comunidades, en la frontera entre Perú y Bolivia, en realidad sí existen. La presencia de este distrito puneño, uno de los siete de la provincia limítrofe de Chucuito, con sus campos enormes y sus calles limpias y ordenadas, es una verdad inmensa como las aguas del Titicaca. 

Pero su gente, miembros del pueblo indígena aymara, reclama que las autoridades parecen ignorarlo. Por eso, los presidentes comunales, los vicepresidentes, los y las tenientes y los comuneros se han reunido en medio de la plaza principal. 

“La población del lugar vive aquí, se sustenta con lo que es la ganadería, la agricultura. Si es posible, los invitaría a ir, a que verifique, que constate”, dice el último en tomar la palabra, un señor de voz firme y traje azul con negro. Son los colores distintivos de las autoridades aymaras locales.

Kelluyo_Puno_Musuk NolteAUTORIDAD. Teniente Agripina Limache Chura, 56 años, del sector de Limache, comunidad de Alto Aracachi, donde la gente vive del engorde del ganado y otras actividades.

 

En Kelluyo necesitan que las visitas sepan de su existencia, además, porque un par de empresas mineras buscan explotar metales en 12 concesiones ubicadas en sus territorios. Las más afectadas, advierten, serán las comunidades aymaras de Centro Aracachi Chiaraqui, Alto Aracachi, Pérez y Maycu Phujo. 

Estas potenciales áreas de explotación también atraviesan las partes urbanas del distrito. Por ejemplo, la propia Plaza de Armas donde todos permanecen de pie. Continúan y se extienden hasta 140 metros antes de la zona limítrofe con Bolivia.  

“Las concesiones mineras, lamentablemente, rechazamos. Viene platita sí, pero no es para toda la vida. Para toda la vida dejará empobrecimiento de nuestras tierras”, añade el hombre que lleva la vestimenta oscura. 

En las diversas chacras del distrito crecen plantaciones de papa, oca, quinua, cañihua, cebada, con las que se alimentan las familias. De esos suelos también comen sus toros y vacas, vicuñas y llamas, ovejas y chanchos, animales que los dueños luego venden a comerciantes de otras regiones y en ferias locales. Los comuneros no dejan de preguntarse ¿qué pasaría con todo aquello?  

Autoridades de Maycu Phujo_Musuk Nolte

REUNIÓN. Autoridades de la comunidad de Maycu Phujo hablan delante de los comuneros sobre su oposición a las explotaciones mineras en su territorio.

 

Los estudios de la organización Derechos Humanos y Medio Ambiente (Dhuma), con sede en Puno, han identificado que las probables concesiones mineras afectarán directamente a Callacame, una de las cuencas del Titicaca.

Como OjoPúblico ha reportado antes, la mayoría de las cuencas del lago ―como Coata, Ramis o Pucará― están contaminadas con una serie de metales pesados, metaloides y otras sustancias. Los habitantes de Kelluyo no quieren que a sus aguas les ocurra lo mismo.

El reclamo organizado por lo que consideran una injusticia en contra de sus hogares no es ajeno para quienes habitan esta zona. En 2011, Kelluyo y Huacullani, otro de los distritos de Chucuito, se levantaron en una serie de protestas contra el proyecto de explotación minera Santa Ana, que se iba realizar en sus localidades, a cargo de la compañía canadiense Bear Creek Mining Company. A esta serie de manifestaciones se le conocen como el Aymarazo.  

En la plaza, al inicio de la reunión, un señor recordó la historia de las privaciones de su pueblo. “Siempre han tenido problemas… mis abuelos, mis papás”, dijo. También recalcó las batallas que siguen gestando: “Tampoco tenemos agua potable, muchos años ya”. 

Por eso, condujeron a un equipo de OjoPúblico a sus pueblos para hacer memoria y mostrar las bondades de su tierra. Este es un breve recuento del recorrido.

Cañihua Kelluyo MN

CULTIVOS. Cañihua de la comunidad de Alto Aracachi que, junto con la papa, la oca, la quinua y otros productos son los principales productos de Kelluyo.

 

El agua y la preocupación

Un estrecho y largo canal de agua pasa por la entrada de la comunidad Centro Aracachi Chiaraqui, una amplia extensión verde-amarillo-guinda de cultivos de papa y cañihua, dos de los principales alimentos de las familias de Kelluyo. Esta mañana, los campos multicolor están iluminados por los fuertes rayos del sol andino.

“Vivimos del agua del cerro, la irrigación viene de Callacame, se va a hacer concesiones mineras de lo cual vamos a encarecer el agua”, dice Hugo Ancachi Chambilla, de 40 años, presidente de la comunidad.

El Callacame es uno de los ríos de la vertiente del Titicaca, el lago más emblemático de Perú y el más alto del mundo, que, junto con varias de sus cuencas, se encuentra amenazado por la contaminación por metales pesados, metaloides y otros desechos contaminantes, como el desagüe de la ciudad de Juliaca. 

El río Callacame sigue su curso hacia el río Desaguadero que, a su vez, continúa su camino hasta Bolivia. No solo los ríos y el lago están en peligro: las potenciales concesiones mineras, indica la organización Dhuma, también afectarán las lagunas Parinacota y Jacha Collpa.

Autoridades Mayco Phujo MN

ELEGANCIA. Tenientes en Chambilla, en medio de las chacras del sector. Las autoridades suelen ir vestidas de colores oscuros como negro, azul o marrón.

 

Tras caminar unos metros hacia dentro de los campos, donde quedan las casas de la comunidad de Centro Aracachi Chiaraqui, Hugo Ancachi Chambilla abre el caño de un lavadero ubicado en su patio trasero. De repente, sale un chorro cargado y transparente. 

Luego, él y todos sus acompañantes ―tenientes, presidentes y vicepresidentes de comunidades, su madre― señalan un cerro grande, alto y lejano. Se llama Aracachi, cuentan, y ahí queda el ojo de agua que los provee. En épocas de pocas lluvias, cuentan, le llevan pagachos para contentarlo, ofrendas en señal de respeto y pidiendo generosidad.

El año pasado, cuando Puno se enfrentó a una época de fuerte sequía, llegaron en grupos hasta el cerro Aracachi para dejar sus pagachos. Al parecer, dicen, el cerro se apiadó, pues, a pesar de que la cantidad de agua disminuyó notoriamente, ni ellos ni sus animales padecieron como en otras regiones puneñas.    

Aunque con altibajos, aún tienen la posibilidad de proveerse de agua. No quieren perder ese derecho para siempre. 

Cielo Kelluyo_Musuk Nolte

TESORO. Cielo de Kelluyo, durante una mañana de marzo de 2024. Quienes viven ahí no quieren perder el bienestar de sus territorios por la explotación minera.

 

Mientras oye hablar a los demás, doña Mercedes Chambilla Ancachi, una mujer de unos 80 años, madre del presidente de la comunidad reniega en aymara. Su hijo dice que inclusive los más ancianos se oponen a las concesiones mineras. “Igual que nosotros, ellos no quieren minas”.   

Un poco más tarde, en la comunidad contigua de Alto Aracachi, sus habitantes dirán que las aguas de estas tierras tienen un sabor agradable, casi dulce, y que tomarlas directamente del caño no les produce dolor de barriga. Es muy diferente a la dañina agua potable de las ciudades. Los tenientes dejarán caer el chorro en una batea de plástico azul que combina con el color de sus trajes. “Pruebe esa agua”, insistirán, “dulce es”. 

El agua de Limache, en efecto, tiene un sabor dulzón, como de agua con panela, o como de un postre bajo en azúcar que, quizá, gustaría volver a probar.    

Teniente Limache MN

PLANTAS MEDICINALES. Mónica Limache Limache, teniente del sector Limache, en la comunidad de Alto Aracachi, en medio de las plantas que usan para aliviar sus males. 

 

Los suelos, la comida y los animales

A la entrada de Limache, uno de los sectores de la comunidad de Aracachi, esperan los toros y las vacas atados en sus corrales. Son unos animales enormes y rozagantes, de más de media tonelada de peso. Sus cabezas parecen campanas y sus torsos, camiones cisterna cubiertos por un pelaje gris o marrón. 

En Aracachi las personas viven del engorde de ganado, cuenta Humberto Choque Huallpa, teniente del sector. Primero, compran un par de vacunos jóvenes y flaquitos. Los llevan a sus casas, dice, les dan de comer cebada, alfalfa, harina de habas. Después de un año, se convierten en unos colosos imponentes capaces de asustar a los extraños. 

Al pasar delante de los animales, estos observan con sus ojos como dos pelotas negrísimas y brillantes.

“Con estas lecheras que estás viendo, que dan diario 18 litros de leche, ahora sustentamos nuestros hijos. Así, con estos ganadito”, dice Choque Huallpa. 

Tenientes, presidente Kelluyo MN

ACUERDOS. Tenientes y presidente de la comunidad de Alto Aracachi. Las autoridades comunican las decisiones que se han tomado entre todos los comuneros.

 

Los compradores llegan desde Arequipa o Tacna, continúa el presidente de Alto Aracachi, Daniel Limache Illacutipa. Pero los toros y las vacas más grandes se los llevan los comerciantes de la capital. 

“Viene de Lima. Empresa será, no sé. Llena un camión completo, un camión con 15, 20 llevan”, dice don Limache Illacutipa. 

Los vecinos y las vecinas saben que en otras localidades puneñas hasta los animales se enferman por tomar el agua contaminada de los ríos. Esto es algo, advierten, que tampoco dejarán pasar. 

No solo los ríos y el lago están en peligro. Las potenciales concesiones mineras también afectarán a las lagunas Parinacota y Jacha Collpa".

“Todo está por ser concesionado. Eso no sé entiende bien”, dijo a este medio Vito Calderón Villanueva, integrante de la organización Dhuma, que actualmente se encuentra documentando la situación de Kelluyo. “¿Las autoridades van a trasladar a la gente? La verdad no sé”. 

Mientras Limache muestra sus toros y sus vacas, sus llamas y sus alpacas de distintas edades, tamaños y colores; Chambilla, otro sector de la comunidad de Alto Aracachi, se precia de sus papas nativas orgánicas, de sus plantas medicinales. 

“Acá nosotros vivimos como agricultor. Sembramos papa, quinua, cebada, cañihua, todo lo que produce la tierra. Habas también”, dice fuerte Silveria Paye López, tesorera de la directiva del sector. “Todo eso sembramos aquí y, con eso, vivimos y más vivimos con agua”.

Tenientes_MusukNolte

TENIENTES. Cada sector tiene dos tenientes hombres quienes, junto con sus esposas, conforman un cuarteto de tenientes en cada lugar.

 

Al andar por sus sembríos verdes y amarillos, por tramos salpicados por pampones de tierra, hablan de sus diversas medicinas naturales: el misico, la salvia, la chachacoma, la mostaza, la muña, la vira vira, la blanca flor, la ortiga. Ayudan a aliviar, señalan, diversos dolores externos e internos: males del riñón, la próstata; incluso el postparto.  

“Todo tenemos. Con eso, nosotros nos curamos”, dice Dionisio Mamani Mamani, de 70 años, comunero del sector Chambilla.    

Todos se refieren a sus territorios con dulzura y orgullo, pero también con mucha firmeza. Los aymaras, uno de los pueblos indígenas más grandes de Perú, son conocidos por la gran convicción que tienen sobre el valor de su cultura, dice Yovana Mamani Choqueza, ingeniera química aymara de CooperAcción. También los distingue su sólida organización colectiva y el respeto por los acuerdos conjuntos.

No hay ningún sitio vacío, ningún sitio que no sirva. Nada, nada”, dice uno de los señores Pérez. 

“A nivel de las comunidades aymaras, las decisiones son colectivas y todavía siguen siendo muy fuertes”, señala Mamani Choqueza. “Son decisiones que, al final, sí o sí se cumplen”, agrega. Es decir, si las localidades han acordado que se opondrán a las explotaciones mineras, honrarán esa promesa con fervor. 

Antes de partir, un grupo de mujeres ofrece un atado de aguja aguja, una planta con  una especie de espinas sobresaliendo de sus ramas. Dicen que les ayuda a curar los dolores de espalda, de los riñones y, también, el mal del postparto. 

Luego, se pasan la voz entre todas y anuncian que cantarán una arenga. Por unos segundos, entonan “agro sí, mina no”, hasta que sus voces se van apagando, una después de la otra.

Ganado_MusukNolte

GANADO. Octavia Limache Quicaño, comunera del sector Limache, quien también trabaja en el comedor popular, junto con su alpaca Lupita.

 

Los nombres y las batallas

Cuentan los hombres del sitio que la historia comenzó hace décadas con Mariano y Pascual Pérez. “Los abuelos”, les llaman. Uno tuvo hijos, el otro también. Entonces, poco a poco, los Pérez fueron poblando el último confín del distrito de Kelluyo, apenas a unos cuantos metros de la frontera con Bolivia. Por eso, esta comunidad, conformada por extensas pampas de cultivo y casas bien espaciadas, lleva como nombre el apellido de varios de sus pobladores: Pérez.

Y Pérez se llama la escuela inicial, la escuela primaria. 

(Aunque, luego, llegaran los Choque, los Salamanca, los Mamani). 

Algo similar ha pasado con el sector Limache y con el sector Chambilla. La gente no solo vive allí, sino que le han dado nombre a sus lugares. Ellos son los lugares mismos.   

Insisten: ¿cómo pueden creer que no existen? 

“No nos habían considerado, este es un territorio enteramente agroproductivo, enteramente. No hay ningún sitio vacío, ningún sitio que no sirva. Nada, nada”, dice uno de los señores Pérez. “Nosotros existimos como pueblo aymara, existimos con nuestra producción autónoma, autosostenible, que nos han dejado nuestros abuelos, nuestros tatarabuelos”. 

Papas nativas Maycu Phujo MN

NATURALES. Papas nativas orgánicas del sector Chambilla, en la comunidad Alto Aracachi. Quienes las cultivan están orgullosos de no emplear aditivos para sus alimentos.

 

Los comuneros de Pérez desean que se les reconozca como personas capaces de satisfacer, aunque con esfuerzo, sus necesidades básicas. Y como un territorio rico en recursos y capacidades. 

“Nosotros no somos extrema pobreza. Claro, pobreza somos, pero parece que nos ha declarado extrema pobreza, como si no supiéramos leer o escribir”, reclama otro de los señores Pérez. “Nosotros sabemos leer, escribir, todo. Tenemos nuestra chacra ganado, nuestro vaquita tenemos”. 

Maycu Phujo_Musuk Nolte

FIRMEZA. Comunera de la comunidad de Maycu Phujo, tras pronunciarse en aymara contra las explotaciones mineras en su comunidad.

 

Lo mismo opinan en la última comunidad de Kelluyo que recorrió OjoPúblico: Maycu Phujo. Sus territorios y sus voluntades se tienen que escuchar. 

“Nosotros mucho pensamos que, si algún día hubiera una mina acá, este lugar va a quedar todo desierto. Por eso, no queremos esa mina, hermanos”, dice una de las autoridades comunitarias. “Hace meses atrás, ya hemos presentado los papeles, los documentos, los títulos de la comunidad, eso ya está”.  

Centro Aracachi Chiaraqui, Alto Aracachi, Pérez y Maycu Phujo están reconocidas por el Ministerio de Cultura como localidades de pueblos indígenas de la región de Puno. 

Tenientas Limache MN

PROMESA. Teniente y comunera en Limache, detrás las sigue la alpaca Lupita. No solo ellas, sino el resto de sus compañeros y compañeras prometen resistir. 

 

Poco a poco, van apareciendo más vecinos y vecinas en el pequeño monte donde se ha convocado a la reunión. La mayoría habla aymara, sobre todo las mujeres. Son notorios su malestar y su decisión para decir lo que sienten. 

Uno de los tenientes, al fin, se pronuncia. “Estamos informados que hay concesiones mineras, de ninguna manera vamos a aceptar”, dice fuerte, delante de la media luna que han formado las autoridades y los comuneros. “Los mineros van a tener que pasar sobre nuestros cadáveres”. 

Cada persona que llega, le invita a sus compañeros hojas de coca de sus bolsas. “¿Coquita?”, “¿Coquita?”.   

“Si es posible”, sigue el teniente, “con nuestra vida vamos a tener que enfrentar”.

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