
“¿El mar también se seca?”, se pregunta Teófilo Pereira Cerrón mientras conduce su lancha turística “Milagritos” por el menguado cauce del río Nanay. El lanchero de 56 años navega por este afluente del río Amazonas —en la ciudad de Iquitos, en la región peruana de Loreto— desde hace más o menos una década, pero dice que nunca lo había visto descender hasta estos niveles tan bajos.
“La naturaleza es así, no tiene una explicación”, dice Pereira Cerrón, “no se puede saber las cosas que pasarán”.
El descenso de los ríos en Loreto y otras regiones responde a las acentuadas sequías que desde hace años se presentan en la Amazonía. Según el Panel Científico por la Amazonía, si antes hubo cuatro grandes sequías en 100 años, en el último cuarto de siglo se ha registrado el mismo número. Pero estás no solo han aumentado en frecuencia, sino también en intensidad.
AISLADOS. Janderson, vendedor de plátanos en Manacapurú, en Manaos, Brasil. Su barco y su casa quedaron encallados, ahora debe transportar sus productos a pie, por alrededor de un kilómetro y medio.
Foto: Musuk Nolte / Bertha Foundation
En setiembre de 2024, el río Amazonas en Perú superó sus niveles mínimos en los últimos 40 años, según el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi). Para el viernes 4 de octubre, de acuerdo a reportes de la entidad, los ríos Amazonas, Marañón y Ucayali presentaban niveles entre 0,75 y 4,86 metros por debajo de lo normal.
“El Amazonas sigue bajando. Estamos 31 centímetros por debajo del mínimo de los últimos 40 años, ese nivel mínimo lo llegó a cubrir el 12 de setiembre. De ahí, comenzó a descender y sigue descendiendo”, dijo a OjoPúblico Marco Paredes Rivero, director regional del Senamhi en Loreto. “Cada día la sequía sigue siendo más extrema”.
En medio del Nanay, Rosalinda Arirama Arimuya, esposa de Teófilo Pereira Cerrón, ha escuchado hablar a su marido sobre la posibilidad de que el mar también se seque y las consecuencias del descenso de los ríos. La mujer de 51 años dice que los lancheros que hacen viajes turísticos desde el Nanay no han sido muy perjudicados y, además, el agua de los ríos en los últimos días ya está subiendo.
Esta es una afirmación que repetirán muchos de los habitantes de Iquitos.
EN LA OSCURIDAD. El lago de Puraquequara, en Manaos, que forma parte del sistema fluvial del río Negro, también enfrenta una fuerte escasez de agua.
Foto: Musuk Nolte / Bertha Foundation
Los factores que provocan estas fuertes sequías, sin embargo, son varios y no de muy sencilla explicación, señala Jhan Carlo Esinoza, investigador en climatología del Instituto Francés de Investigación para el Desarrollo (IRD). Entre ellos se encuentran el fenómeno de El Niño y el calentamiento del Atlántico Tropical.
El 13 de setiembre el gobierno declaró en emergencia la región de Loreto por déficit hídrico. Las consecuencias por esta carencia han sido variadas: de acuerdo al Centro de Operaciones de emergencia Regional (COER) de Loreto, hasta el 4 de octubre, el déficit hídrico ha dejado a unas 105.560 personas afectadas en toda la región.
Mientras recorre el Nanay a bordo de “Milagritos”, a Rosalinda Arirama Arimuya solo le queda una gran duda: “El agua que no está aquí”, dice, “¿se va al mar?”.
LA FAENA CONTINÚA. Comerciante de pescados en el puerto de Bellavista, a orillas del río Nanay, en la ciudad de Iquitos, región de Loreto, Perú.
Foto: Musuk Nolte / Bertha Foundation
La peor sequía en más de un siglo
En la ciudad brasileña de Manaos, capital del estado de Amazonas, el río Solimoes (como se llama al río Amazonas en Brasil) y el río Negro por muchas partes ya no se ven. El retiro de sus aguas ha dejado al descubierto grandes sábanas de tierra —algunas lisas, otras replegadas— que hacen lucir estos sitios como grandes desiertos tostados por el sol.
En distintas comunidades de esta ciudad, pescadores y comerciantes cuyas casas, antes flotantes, han quedado encalladas en las vastas arenas donde antes cruzaba el cauce de los ríos; tendrán que invertir miles de reales en reparar sus viviendas y sus embarcaciones, que se han dañado.
El viernes 4 de octubre, el río Negro alcanzó su nivel más bajo en 122 años, de acuerdo al Servicio Geológico de Brasil (SGB). Las proyecciones de la entidad indicaban que este nivel podría reducirse aun más el los días siguientes.
PUERTO SECO. En el puerto de Manaos, el puerto flotante más grande del mundo, el nivel del río Negro ha alcanzado su nivel más bajo en 122 años.
Foto: Musuk Nolte / Bertha Foundation
Esta situación tan marcada de sequías de la Amazonía ha sido advertida hace ya unos años, explica Jhan Carlo Espinoza, investigador en climatología del IRD. A finales del año 2022, señala, en el sur de la Amazonía —principalmente la de Bolivia, el sur de la Amazonia de Brasil y el sur de la peruana— se reportaron muy pocas lluvias durante el periodo en el que debía haberlas. “Desde entonces, la situación ha sido muy seca en la Amazonia”.
En 2023 también se registraron temperaturas muy altas en esta regiones. En Perú, los golpes de calor provocaron algunas muertes en Madre de Dios.
Además, en 2023 también ocurrió el fenómeno de El Niño, lo cual genera un déficit de lluvias en la Amazonia. Ken Takahashi, investigador científico del Instituto Geofísico del Perú (IGP), explica que “cuando hay un calentamiento en el Océano Pacífico por el fenómeno de El Niño, afecta el ingreso de aire húmedo del Atlántico hacia la Amazonía”.
EL DESCENSO. En el puerto de Bellavista, en el río Nanay, en Loreto, los pequeños muelles dejan ver la bajada del cauce de las aguas.
Foto: Musuk Nolte / Bertha Foundation
Pero no solo el calentamiento del Océano Pacífico tiene un rol en el aumento de las sequías amazónicas, sino también el calentamiento del Océano Atlántico Tropical, que a partir de setiembre de 2023 empezó a alcanzar temperaturas altas en sus aguas.
“Estas condiciones cálidas en esta región oceánica generan más precipitación sobre el propio océano”, indica Jhan Carlo Espinoza. “Y por ende esa precipitación ya no cae en la Amazonía”.
El fenómeno de El Niño es un evento todavía pronosticable, dice Ken Takahashi del IGP, pero aún no se tiene una gran y única respuesta para la elevación de la temperatura en las aguas del Atlántico.
DESDE EL INTERIOR. Raíces de los árboles, que suelen estar sumergidas bajo el agua, ahora aparecen expuestas sobre la tierra cuarteada, en el lago de Puraquequara.
Foto: Musuk Nolte / Bertha Foundation
Por su parte, el científico y meteorólogo brasileño Carlos Nobre, uno de los más grandes especialistas en la Amazonia, dijo a OjoPúblico que la deforestación es otro de los factores que enfatizan la sequía, pues “induce también a la reducción de humedad de la atmósfera”. En las áreas deforestadas, precisó, hay menos capacidad de reciclar la agua.
Por otra parte, en los últimos 120 años, se han registrado 18 inundaciones graves y 12 sequías hidrológicas extremas en el puerto de Manaos, según el Panel Científico por la Amazonia.
Además, según una encuesta del Centro Nacional de Monitoreo y Alerta de Desastres (Cemaden) Naturales de Brasil, 216 municipios en el país sufrieron sequía extrema en setiembre. Y se espera que esta cantidad crezca a 293 en octubre. Eso es un aumento del 35,64%.
EN COMPAÑÍA. Familia de pescadores Aguiar Martins, sobre su pequeña embarcación encallada, que también es su casa, en Manacapuru, en el estado de Amazonas, Brasil.
Foto: Musuk Nolte / Bertha Foundation
Una ciudad que –casi– nunca se detiene
El sonido de la capital amazónica peruana de Iquitos podría ser el de un motor siempre encendido. Los motores de las lanchas, de los botes y de las demás embarcaciones que salen de los puertos de Masusa o de Bellavista; y también los motores de los miles de mototaxis, motos lineales y buses coloridos y sin ventanas que recorren las avenidas y las calles de la ciudad. Iquitos es una ciudad que ruge.
Pero a fines de agosto del presente año, ese estertor se detuvo, en parte. Decenas de conductores de mototaxis hicieron fila afuera de los grifos debido a la falta de gasolina de 84 y de 90 octanos.
Petroperú, empresa que suministra combustible a la ciudad, explicó que, como consecuencia de la baja de cauce de los ríos, las embarcaciones que transportaban el producto debían “navegar con el 50% de carga y requieren mayores tiempos de navegación”.
LA DIVERSIÓN. Niños juegan en la playa Pampachica, a las orillas del río Nanay, donde decenas de personas se congregan en la temporada de vaciante.
Foto: Musuk Nolte / Bertha Foundation
El desabastecimiento se resolvió en breve. Pero el problema más grande, el de la conexión de la ciudad, aún es un riesgo en escenarios climáticos extremos.
“Iquitos es una de las ciudades más grandes de toda la Amazonía continental, pero a nivel mundial creo que es la única ciudad grande que no está conectada por tierra a ningún eje carretero principal. Entonces dependemos en su totalidad de el transporte fluvial”, explicó a este medio David Urquiza Muñoz, investigador y docente de la Universidad Nacional de la Amazonia Peruana (UNAP) y doctorante en el Max Planck Institute for Biogeochemistry, en Alemania.
Para Urquiza Muñoz, es urgente un estudio de hidrovías para así “aprender de la dinámica de los ríos y, en base a eso, establecer las mejores rutas”.
RESISTIENDO. Raimundo Silva DoCarmo, comerciante de cervezas de 69 años, ha quedado varado en la balsa en la que vive en Puraquequara.
Foto: Musuk Nolte / Bertha Foundation
Varias semanas después de la escasez del combustible, muchos iquiteños parecen haber olvidado el mal rato. O por lo menos afrontan la adversidad con una suerte de estoicismo.
En el puerto de Masusa, algunos de los estibadores comentan que el río Itaya descendió como nunca antes. “La carga no llega hasta acá, se queda lejos, en la playa”, dice un estibador de 30 años que se identificó como Jorge. “Afecta a los comerciantes, sus plátanos a veces se malogran”, añade Junior, de 28 años. Jackson, otro estibador de 42 años que se está bañando con un balde en las orillas, cuenta que el descenso del cauce “en todo nos afecta”.
Un mototaxista, Elmer Arévalo Ruiz, dice que ahora entran menos embarcaciones con menor carga de productos, y los precios en los mercados han subido un poco: “Pero no nos afecta mucho”.
Eso sí, todos estos hombres coinciden en algo: el agua poco a poco está subiendo, y lo peor parece ya haber pasado.
DESCANSO. El extremo calor de casi 40 grados centígrados, lleva a los hijos de la familia Aguiar Martins, en Manacapuru, a pasar largos ratos jugando en las aguas.
Foto: Musuk Nolte / Bertha Foudation
En el puerto de Bellavista, no muy lejos de Masusa, el ánimo es parecido, como si casi nada hubiera cambiado. Los comerciantes de pescados como chambiras y sardinas dicen que los precios no han subido a pesar de la baja del río. “Así no más se vende, sino no me pagan”, señala una vendedora que está cargando en un mototaxi bateas con cientos de pescados.
Allí mismo, Pascual Vásquez Marín, un estibador de 56 años, dice que a él no le ha perjudicado la bajada de las aguas. “Estoy todo el día aquí, desde tempranito”, dice. “En un buen día gano 100 soles, sino siempre hago 30 soles”.
El viernes 4 de de octubre se organizó una reunión de la Asociación de Armadores Navieros y Afines de Loreto. Carmen Nuñez Rengifo, gerente general de la asociación, dijo por mensaje de texto que estaban “programando un paro fluvial y de los puertos”.
En palabras de Núñez Rengifo, el descenso del cauce de los ríos ha afectado a los armadores, quienes son los que, con su propia inversión, dan en la región los servicios públicos de carga y transporte de pasajeros durante todo el año. “Conocemos toda la problemática de creciente y vaciante”.
NN. Playa sin nombre que recién ha surgido este año frente al puerto de Bellavista, debido a la sequía extrema. La gente acudió ahí por decenas el último domingo de setiembre.
Foto: Musuk Nolte / Bertha Foundation
Asimismo, según el COER de Loreto, al 3 de octubre, el déficit hídrico había dejado a 48.031 personas afectadas en sus medios de vida. Asimismo, 2.801,39 hectáreas de producción agrícola también habían sido afectadas y 1.207,98 hectáreas quedaron perdidas. Además, al 21 de setiembre, la vida y la salud de unas 883.510 estaban expuestas. Y 277 infraestructuras de educación se encontraban en peligro.
Pero, durante el último domingo del mes pasado, las personas se congregaron, como cualquier otro fin de semana, en las playas de Iquitos, que aparecen en la época de vaciante o bajada de los ríos. Una de ellas es Pampachica, a las orillas del Nanay.
Allí, los comerciantes de aguajes y naranjas con sal, pop corn o bebidas de frutas como sandía dijeron que en las playas no se siente el impacto de la sequía. “A la gente no le afecta, no”, dijo Dorca Ocampo Canayo, vendedora de refresco de aguaje. “En otros lugares sí ha afectado, aquí no”.
A unos minutos de Pampachica, frente a Bellavista, una nueva playa surgió este año por el importante descenso de las aguas. Por ser tan reciente aún no tiene nombre, pero la gente acudió allí para despedir setiembre. Con ollas de comida, gaseosas, cervezas y otros alcoholes, se mezclaron con los vendedores de ropas de baño, pelotas y salvavidas, y hasta con una discoteca al aire libre.
Las grandes embarcaciones provenientes de Pucallpa, con nombres como Don Segundo, Henry o Santa María, acompañaban la fiesta encalladas, inmóviles, como un colorido e inmenso telón de fondo.
LAS MARCAS. Debajo del puente de Nanay, desde donde se puede ver claramente la marca del descenso del cauce, las personas se reúnen para comer platos regionales y pasear.
Foto: Musuk Nolte / Bertha Foundation
Un punto sin retorno
Desde hace un tiempo los científicos se preguntan si la Amazonia ya llegó, o está por llegar, al temido punto de no retorno o tipping point, en inglés. Es decir, aquel momento en el que los ecosistemas de los bosques ya no podrían cumplir su actual funcionamiento, sino que se transformarían o, incluso, se irían extinguiendo.
Para el científico y meteorólogo brasileño Carlos Nobre, “el bosque se mueve hacia una degradación acelerada”. “Antes teníamos una sequía fuerte cada 20 años, ahora son dos sequías fuertes por década”, dice el experto. “Esto nos está llevando a lo que se conoce como un punto de no retorno. Cerca de 50% del bosque está caminando hacia allí”.
DESOLADAS. Casa flotante que ahora se encuentra varada sobre el fondo del río Itaya, frente al malecón de Iquitos, en Loreto, Perú.
Foto: Musuk Nolte / Bertha Foundation
Por su parte, Jhan Carlo Espinoza, especialista del IRD, sostiene que “este clima que viene mudando hacia condiciones cada vez más secas y más cálidas puede hacer que el bosque ya no se esté adaptado y, por lo tanto, empiece a sufrir este reemplazo por otro tipo de ecosistema, como el de sabana”.
Lo que está disminuyendo a pasos agigantados, explica Espinoza, es la evapotranspiración. En palabras sencillas, se trata de aquel proceso por el cual los árboles captan agua de las lluvias desde las raíces y, luego, las trasladan hacia las hojas para liberarla como humedad.
Con el paso de los años, afirman los especialistas, los seres humanos han descuidado más los bosques y, por ello, estos ya no se pueden cuidar a sí mismos tan bien como antes.