Germán Alarco: “Las exoneraciones al IGV y al ISC son subsidios indiscriminados”

El economista, investigador de la Universidad del Pacífico y miembro del directorio del Banco Central de Reserva del Perú analiza las exoneraciones de impuestos anunciadas en los últimos días por el Gobierno y el Congreso, el panorama de inflación internacional y la situación del país en este contexto. Además, a propósito de la reciente publicación de “Covid-19: desempleo, precarización y desigualdad en el Perú 2020-2030” —libro que adelanta un escenario de mayor desempleo, subempleo y población inactiva para la próxima década— profundiza en los problemas de la estructura productiva local y el impacto que tendrán los avances tecnológicos en la creciente desigualdad.

DECISIVA. Según Alarco, la década 2020-2030 será decisiva para remontar la caída económica que se vivió por la pandemia en Perú.

DECISIVA. Según Alarco, la década 2020-2030 será decisiva para remontar la caída económica que se vivió por la pandemia en Perú.

Foto: Andina.

De 2019 a 2020 la población desempleada en Perú aumentó en casi medio millón. Además, la población inactiva creció en 2’105.600. Es decir, más del 10% de los peruanos en edad de trabajar sufrieron algún tipo de afectación laboral durante el primer año de emergencia sanitaria. 

Aunque lo peor de la pandemia parece haber quedado atrás, las protestas de transportistas y agricultores de las últimas semanas han evidenciado un creciente malestar social, que tiene parte de su origen en la precariedad económica de los hogares por el alza de precios de los combustibles y productos de la canasta básica. 

En general, los pronósticos en la economía nacional no son alentadores, de acuerdo con Covid-19: desempleo, precarización y desigualdad en el Perú 2020-2030, el reciente libro del economista e investigador de la Universidad del Pacífico, Germán Alarco, realizado en coautoría con César Castillo y con el apoyo de Oxfam. 

En la publicación se pronostican dos escenarios posibles en el mercado laboral nacional, y ninguno es alentador. El primero indica que en la década 2020-2030 no se volvería a alcanzar los niveles de ocupación que había en 2019. Mientras que el segundo, un poco más optimista, apunta a que esos niveles recién se alcanzarían alrededor del 2030. Este último panorama, significaría 3,1 millones de personas inactivas y desempleadas más respecto de 2019, y 624.000 personas a comparación de 2020.

El Gobierno ha exonerado a algunos combustibles del impuesto selectivo al consumo (ISC) y el Congreso aprobó un proyecto de ley que exonera del impuesto general a las ventas (IGV) a ciertos productos de la canasta básica, luego de incluir observaciones del Ejecutivo. Teniendo en cuenta que distintos países de América Latina y Europa están tomando medidas similares o recurren a la entrega de bonos y ayuda social frente a la inflación, ¿considera que estas decisiones son las más adecuadas para contrarrestar el impacto del alza de precios en Perú?

Este tema lo he evaluado y estoy cambiando de posición. Coincido más con la visión del exministro [de Economía] Pedro Francke, quien sostiene que la mejor opción es entregar bonos a la población. ¿Por qué? Porque está medida ya se ha probado y se ha afinado. El problema con la reducción del impuesto selectivo al consumo a los combustibles es que en la cadena de distribución tenemos a las gasolineras, y no existe ningún mecanismo legal para obligarlas a que trasladen ese menor precio mayorista hacia los consumidores finales. Ahí hay un problema práctico. 

Este mismo problema existe en el caso del IGV. Si restas el porcentaje de IGV a los productos, en teoría, los productores deberían bajar sus precios. Pero también estás a expensas de lo que ellos digan y hagan y, en la práctica, nada los obliga a hacerlo porque no existe control de precios en el Perú. 

Inicialmente, tampoco me gustaba la idea de bajar el ISC y el IGV, pero por la magnitud de las presiones inflacionarias algo se tiene que hacer. Dada estas circunstancias hay que paliar los efectos de la alta inflación sobre la población de menores ingresos. Ahora, yo creo en la opción de los subsidios directos a través de bonos, ya que los mecanismos se han perfeccionado mucho. Considero que son la mejor opción porque, con las otras, nadie garantiza que esto [las reducciones] se trasladen a los consumidores. 

Con la exoneración de impuestos nadie asegura que el beneficio llegue a los consumidores finales”.

¿Serían bonos como los que se entregaron durante los dos primeros años de pandemia? 

Sí. Hubo problemas con el primero y con el segundo bono, pero ya en el más reciente se han afinado muchísimo los mecanismos [de reparto y entrega], se han creado cuentas asociadas al DNI en el Banco de la Nación. Entonces, pueden ser mecanismos directos y transparentes, que benefician directamente a los sectores más pobres de la sociedad. Las otras opciones, y esa es otra crítica, son subsidios indiscriminados que favorecen a todos los que consumimos combustible o pollo. La salida de los subsidios directos puede ser la más recomendada.

El Banco Central de Reserva del Perú —organismo con un directorio del que usted forma parte— ha indicado que tenemos una de las inflaciones más bajas de la región. ¿Estamos realmente en ventaja?  

Si uno compara las inflaciones de todos los países de América Latina hay que distinguir que hay dos componentes: la inflación en general, que incluye todo, y la inflación restando alimentos y energía o lo que se llama, en el lenguaje del Banco Central, la inflación subyacente. El Perú es de los países que tienen la inflación más focalizada en alimentos y energía y, menos, en el resto de productos, lo cual nos genera una ligera ventaja. 

Esto es útil para las decisiones del Banco Central. En ese sentido yo sugiero ―y, efectivamente, soy parte del directorio de la institución― que se proceda con mucha cautela en relación a la subida de la tasa de referencia de política monetaria, porque lo que hace es pegarle a todas las tasas de interés activas, y los intereses de la mayoría de las operaciones se comienzan a mover hacia arriba. 

Entonces, que la inflación subyacente del Perú sea menor que la de los vecinos, nos debería dar un pequeño espacio para ser más prudentes en cuanto a las modificaciones de la tasa de interés de referencia de política monetaria. 

Inflación en los alimentos. Andina.

INFLACIÓN. El alza de precios en Perú está focalizado, especialmente, en alimentos y combustibles.
Foto: Andina

 

¿Considera que el malestar general de la población peruana se vincula, sobre todo, con la situación económica? 

No niego que dentro de esta manifestaciones hay este malestar general [...]. Hay un problema particular por esta inflación, pero hay un tema político que no hay que negar ni olvidar. Hay que reconocer que los problemas internacionales que nos pegan en la región, pegan al Perú. Son muy serios y, a estos, se añaden los problemas de mediano y largo plazo. Pero en el Perú hay una coyuntura política particular que nos azuza y no hay que ser inocentes pensando que solo es un tema de la inflación. 

A propósito de los problemas de mediano y largo plazo, en Covid-19: desempleo, precarización y desigualdad en el Perú 2020-2030 remarcan que más de 2,6 millones de peruanos fueron afectados laboralmente durante el 2020. La hipótesis principal del libro es que la pandemia va a acentuar aún más este problema, ocasionará mayor población inactiva, subempleo y desempleo a corto y mediano plazo. ¿Cómo llegan a esa conclusión?

Efectivamente, no se rechaza la posibilidad de que, al 2030, la situación en términos del panorama laboral y la desigualdad se acreciente. ¿Cómo medimos esto? Utilizamos un modelo insumo-producto, que mide los requerimientos de mano de obra por unidad de producto [cuánta mano de obra se necesita para producir algo]. Luego, a partir de información histórica, calculamos la tendencia de contratación de mano de obra por sector productivo. Lo que hacemos es proyectar la demanda de los diferentes sectores al 2030 de acuerdo a escenarios tendenciales, como lo que ocurrió en la fase neoliberal: desde el crecimiento, entre 1990 y en 2019; y lo que ocurrió en su edad de oro, entre 1950 y 1989.

Por otro lado, tenemos proyecciones demográficas oficiales sobre qué pasará con la población, que cada vez crece menos, pero sigue creciendo, y cuál es la población en edad de trabajar. Entonces, lo que determinamos son las brechas entre la población en edad de trabajar respecto de la población que vamos a ocupar. Esa brecha implica tanto población económicamente inactiva, como desempleados. 

Lo que ocurre, en la práctica, es que la gente no puede quedarse desempleada. Aparte, la definición de desempleado es la búsqueda de trabajo durante un período corto de 40 o 60 días. Entonces, se genera mucha población inactiva que, en su mayor parte, no puede quedarse en sus casas. Lo que debe hacer [ese sector de la población] es buscar actividades en los sectores informales, la mayor parte de muy baja productividad y de muy bajos ingresos. 

Vamos a tener una sociedad con menos empleo y muy polarizada entre los trabajadores".

En el estudio también se aborda el impacto que traerán los avances tecnológicos al mercado laboral. Se menciona, por ejemplo, que más del 30% de las ocupaciones en América Latina serían potencialmente automatizables.

El problema es que el cambio tecnológico que tenemos a la vista —es decir, la tecnología de la información, las comunicaciones, la inteligencia artificial, la robótica, la biotecnología—, que fue reimpulsado por la pandemia, reduce el contenido de mano de obra por unidad de producto a nivel internacional. 

Entonces, lo que vamos a tener es una sociedad con menos empleo y muy polarizada entre los trabajadores y, también, entre los trabajadores respecto de los dueños de capital. Esta sociedad polarizada implica que los que somos afortunados y podemos trabajar a distancia, los que no podemos ser sus sustituidos por un proceso de inteligencia artificial, vamos a seguir empleados y vamos a mantener nuestros ingresos y, quizás, hasta los incrementemos ligeramente. Pero la gran masa de trabajadores directos no podrán hacerlo.

Ese es el tema: más población económica inactiva, más precarización. Entre los trabajadores que entren al sector informal pueden haber algunos emprendedores exitosos, pero esos van a ser… los cuento con los dedos de la mano.

¿La automatización del trabajo también afectaría a Perú del mismo modo que a países desarrollados? 

Sí. Por ejemplo, en Quellaveco [Moquegua, en el sur del país] están incorporando una mina con tecnología de punta. Están sacando la primera flota de camiones de 300 toneladas, no sé si 24 vehículos, conducidos por inteligencia artificial. Hay estudios muy negativos, muy pesimistas a nivel internacional, que señalan que, al 2030, se va a desplazar al 10% de la mano de obra [por los avances tecnológicos]. Ya hay, también, un estudio de la Cepal [La Comisión Económica para América Latina y el Caribe] para el Perú, que dice que la probabilidad de pérdida de empleos al 2030 es del 20%. Por un lado, se crean nuevas ocupaciones, nuevas actividades con las tecnologías, pero el balance neto, hasta ahora, es negativo en la mayoría de los estudios cuantitativos a nivel internacional. 

Entonces, sí, maravilloso, nos gusta el Uber para los sectores medios. Pero estos han destruido el poco transporte de taxi que teníamos formal. Nos gusta Airbnb, pero lo que ha hecho es reducir impuestos, desplazar a las poblaciones de los barrios céntricos de las ciudades. Todo es informalidad, nada de tributación, nada de normas establecidas. Entonces, aunque nos gustan, hay que pensar que todas estas tecnologías tienen su lado negativo y se requiere mayor regulación. 

En ese sentido se está avanzando a nivel internacional con la OIT [Organización Internacional del Trabajo], pero en el Perú no queremos ver. Queremos más trabajadores precarizados, los cuales son trabajadores con menor capacidad adquisitiva, con cero prestaciones sociales y, cuando sean adultos, ni siquiera digo adultos mayores, van a tener que seguir esperando que sus hijos, si es que tienen buen empleo, los mantengan. Y, como van las cosas, ni ellos lo conseguirán. El panorama, aún en las proyecciones menos pesimistas, no es positivo. Y hay que enfrentarlo. 

Empleo. Andina.

PANDEMIA. Más del 10% de los peruanos en edad de trabajar sufrieron algún tipo de afectación laboral durante el primer año de emergencia sanitaria.
Foto: Andina

 

En el 2020 hubo una caída patente del PBI en Perú, de alrededor del 11%. El año pasado, en cambio, se registró un efecto rebote, pero varios organismos internacionales pronostican que este indicador se estancará este año. ¿A qué se debe esa proyección? 

Efectivamente, el PBI cayó como 11% en 2020, y creció 13,3% en 2021, pero no creció al mismo ritmo que la población ocupada. Entonces, ahí hay una diferencia que hay que cubrir y no se está cubriendo. Esa diferencia, a propósito de la pandemia, donde todos las empresas quieren garantizar sus procesos productivos a través de trabajo a distancia, va a implicar que la contratación de mano de obra directa sea menor, algo que ya vemos en la actualidad. Si tenemos amigos que tienen micro o pequeñas empresas, vemos que su nivel de contratación no es similar al anterior. 

Un punto importante es que gran parte del rebote del 2021 se debe, todavía, a los programas de emergencias, a la entrega y la devolución de CTS, a los de las AFP. También, en parte, al efecto de impulso del sector minero. Pero no creo que sea mucho su aporte porque el sector minero tiene muy pocos encadenamientos productivos. Esas fuerzas, que son recursos liberados de AFP, de CTS, que representan el 7% del producto bruto interno, ya finalizó. 

Por otro lado, lo que tenemos es un panorama internacional de estancamiento e inflación. Los marcadores de inflación están a niveles sólo vistos a inicios de la década de los 80, finales de los 70. Eso frena la demanda y las fuerzas motoras de la expansión interna. En Perú, todos quieren echarle la culpa al Gobierno y, efectivamente, puede contribuir. Pero la demanda mundial se está desacelerando y los recursos que sirvieron para dinamizar la economía, ya se agotaron y no se pueden utilizar más. Las finanzas públicas tampoco están bien en este momento. En el libro [Covid-19: desempleo, precarización y desigualdad en el Perú 2020-2030] se presentan escenarios de los precios internacionales de nuestras materias primas y observamos, así como todas las proyecciones del Banco Mundial, que a partir del 2023 todo esto se viene para abajo. 

No se puede esquivar lo que está ocurriendo en el exterior.

Tenemos un panorama internacional de estancamiento e inflación. [...] Este supuesto bienestar a partir de la minería es temporal y, por eso, debemos retomar la idea de la recuperación transformadora, que no es de Germán Alarco, ni de César Castillo, ni de los cinco asistentes del estudio, sino que es lo que se viene discutiendo a nivel internacional.

Hay que pensar en avanzar en la transición ecológica y hay que enfrentar una palabrita que en el Perú se ignora, se olvida, no se quiere escuchar, que es la elevada desigualdad, que la trabajamos con Oxfam en el libro anterior [Riqueza y Desigualdad en el Perú: visión panorámica]. Lo tercero, es que hay que trabajar en serio en la diversificación productiva. Y, para eso, necesitas un nuevo consenso económico, social y político. Pero tampoco queremos hacer eso. 

El supuesto bienestar a partir de la minería es temporal, debemos retomar la recuperación transformadora".

¿Podríamos ahondar brevemente en estos tres elementos necesarios para la recuperación transformadora? Es decir, la mayor equidad, el avance en la transición ecológica y el impulso de la diversificación productiva.

Lo que hacemos en el libro es presentar los elementos generales para una recuperación transformadora. Aquí el tema clave es, de acuerdo al Foro Económico, un gran reinicio. No es “olvidarse”, “ya pasó la pandemia”, “hay que seguir en lo mismo”, “hay que orientarnos a la actividad extractiva”, sino que hay que trabajar un nuevo consenso, hay que anotar, hay que diseñar esa estrategia nacional. 

Entonces, lo que planteamos es [la necesidad de] construir nuestra estrategia atendiendo a los problemas del mundo que nos perjudican. Y también los problemas estructurales que tenemos, relativos a una base productiva orientada, desde hace cinco siglos, al exterior, y que debemos comparar con las estructuras productivas y exportadoras de, por ejemplo, China, que cambió su estructura de producción y exportación en 15 años.

Tenemos que dejar de mirarnos al ombligo, dejar de mirar el corto plazo y actuar frente a las urgencias. Para eso, requerimos un tema que no le gusta a la gente, pero hay que tomarlo: aumentar la presión tributaria. Nuestra presión tributaria es aproximadamente del 16%, mientras que el promedio de América Latina, de acuerdo a la información oficial de la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos], es de 23%. Nos faltan entre 6 y 7% del producto bruto interno, que son 12.000 millones de dólares de recaudación. Ahí, de todas maneras, tienen que aportar los sectores extractivos. 

En el libro, precisamente, se hace un análisis de qué pasa con la recaudación respecto del valor bruto generado por el sector extractivo. Lo que vemos es una curva, donde el pico se obtuvo en el 2012, y de ahí [la tendencia] es descendente. 

Actividad minera. Andina

BRECHAS. Alarco considera que los sectores extractivos son intensivos en capital, pero no a la hora de generar empleos.
Foto: Andina

 

Esa recaudación del sector extractivo no contribuye lo suficiente.

De que contribuye en términos absolutos, sí. Pero respecto del total de valor generado es cada vez menos. Estamos en una dinámica en la que se ha recuperado un poquito con los mejores precios internacionales, pero que sabemos que, de aquí a [un] año y medio, de vuelta se nos vienen para abajo. Además, esta carrera loca de seguir produciendo más y más y más cobre lo único que genera, hay evidencia empírica, es que el precio internacional se derrumbe. Es decir, esta carrera loca por producir cobre supone una demanda internacional creciente y esto no es dable. Hay que tener una estrategia más diversificada.

¿Entonces la minería y los hidrocarburos no seguirán marcando la pauta para la reactivación o la recuperación económica de Perú?

Lo que planteamos en el libro son algunos ejercicios de simulación tendenciales y algunos de estos determinan este futuro no tan prometedor. Después, estos escenarios los ajustamos mediante una estrategia que intensifique todo en sectores extractivos. ¿Y qué genera intensificar todo nuestro esfuerzo en sectores extractivos? Que las brechas se agudizan. ¿Por qué? Porque los sectores extractivos son intensivos en capital, pero no en generar empleo. 

Digo los números exactos: para generar un empleo directo en la gran minería peruana se tiene que invertir 2,5 millones de dólares por cada trabajador. Si hablo de Conga eran 5.400 millones de dólares de inversión y eran 2.000 trabajadores. Si hablo de Las Bambas, también: 4.000 millones y fracción [de dólares], 2.000 empleos directos. También hay entre el doble y el triple de puestos de trabajo indirectos, pero si ese dinero se invirtiera en otras actividades, por ejemplo, en la manufactura moderna, se necesitaría 500.000 dólares por trabajador. Si la invertimos en una mediana empresa, en una microempresa industrial se requieren 100.000 dólares. El tema con la minería es que genera divisas, utilidades, impuestos ―aunque no en la medida de lo que debiera―, pero genera poco empleo. 

¿La guerra entre Ucrania y Rusia tiene algún impacto a mediano y largo plazo para nosotros? 

En el corto plazo ha evitado esa caída de los precios, estos se mantienen altos en lo que son nuestras materias primas de exportación. Pero, al mismo tiempo, el impacto por el lado de nuestras materias primas de importación es tremendo. Ahora, con lo que es graneles agrícolas ―trigo, soya, maíz, aceites―, que pegan directamente en el valor de la canasta básica, nos están transmitiendo una inflación, más la otra inflación que ya venía de la irrupción de las cadenas logísticas en el 2020. 

A pesar de la prudencia de la Reserva Federal y del Banco Central Europeo, lo que se pinta en el mundo, lamentablemente, es que podemos tener hacia adelante un escenario de inflación alta y estancamiento. En el corto plazo seremos beneficiados por una parte, y tremendamente perjudicados por otra. En el mediano y largo plazo el balance es negativo, en el sentido de que el entorno internacional nos define un estancamiento con inflación. Y, si hay estancamiento con inflación, la demanda de nuestras materias primas tampoco va a ir al ritmo esperado. 

Esta carrera loca de seguir produciendo más cobre genera que el precio internacional se derrumbe".

Si bien tienen pronósticos desalentadores, el propósito del libro es alertar sobre los problemas que podríamos enfrentar en los próximos años y, de alguna manera, estar mejor preparados. 

La idea de este documento es llamar la atención. Los problemas de corto plazo son importantes, pero los problemas de mediano y largo plazo son aún más serios. Entonces, intentamos llevarnos a pensar en estos temas y, a partir de eso, concertar y actuar. No sé si estoy insistiendo, pero necesitamos identificar los problemas y actuar. Pero, para actuar, hay que pensar y hay que concertar. Por eso, el libro no se mete mucho al detalle en qué hay que hacer. Simplemente se plantean brochazos por temas: el tributario, el de precios internacionales, el de la diversificación productiva, la transición ecológica, para retomar el concepto de recuperación transformadora. 

La crisis ha afectado y afectará más a ciertas poblaciones, entre ellas, las personas menos instruidas y capacitadas, las personas que trabajan en micro y pequeñas empresas, las mujeres, los pueblos indígenas. Sin embargo, en estos últimos grupos no se han ahondado mucho porque reconocen que no hay información estadística. 

La única desigualdad o brecha que no se amplió fue la del sector agrario respecto de los otros sectores. El desempeño del sector agrícola fue muy diferenciado. Si tú producías papa te fue muy mal, pero si producías alcachofas no te fue mal. Si tú producías cítricos para exportación en una cooperativa, no te fue mal. El tema más grave es para las mujeres urbanas, más que para las mujeres campesinas. Las mujeres campesinas están sometidas a una serie de condiciones estructurales, pero no les fue tan mal. Es la mujer urbana la que se vio más afectada y sigue siendo más afectada. 

Pensaba en la necesidad de que haya información estadística específica sobre mujeres, y también sobre pueblos originarios, que tienen impactos específicos de la pandemia, por ejemplo, las bajas tasas de vacunación.

Totalmente de acuerdo. Por ejemplo, el tema de las poblaciones originarias de la selva. Efectivamente, los niveles de vacunación siguen siendo muy pequeños. Pero, en términos de sus actividades económicas, muchos de ellos tienen una suerte de proporción de su economía autocentrada, que se logró mantener. Obviamente lo que son los contactos con las comunidades urbanas se vieron y se están viendo perjudicados. Hay que tener una estrategia integral y, obviamente, hay que tener estrategias específicas para segmentos particulares de la población, pero eso rebasa el ámbito del trabajo del libro. La primera política pública, lo decía Henry Pease, es el planeamiento estratégico. 

Los problemas de corto plazo son importantes, pero los problemas de mediano y largo plazo son más serios".

Justamente, en una entrevista que dio hace unos años, usted proponía descentralizar el poder que tiene el Ministerio de Economía con la creación de un Ministerio de Planeamiento Estratégico, ¿continúa pensando lo mismo?

Lo que pienso es que hay que partir el Ministerio de Economía y Finanzas en dos, como en muchos lugares. Por un lado, un Ministerio de Hacienda, encargado de la caja, pero que siga las directivas del Ministerio de Planeamiento Estratégico y, por otro lado, Descentralización y Economía. ¿Por qué? Yo he sido presidente de Ceplan [Centro Nacional de Planeamiento Estratégico] y, lamentablemente, nunca le van a dar importancia o, si lo convierten en un ministerio, dirán que es más burocracia. 

La primera política pública es el planeamiento estratégico y hay que sumar el análisis prospectivo. No pensar en 200 políticas, como plantean la mayoría de mis colegas. En el centro, lo primero es el planeamiento estratégico. Eso implica construir visiones desde las regiones, y se vale de la diversidad, se vale de si a Cajamarca quieres darle un sesgo que no sea tan extractivo, o se vale de inclinaciones hacia determinadas áreas. Hay que construir, a partir de esas visiones regionales, una visión colectiva, nacional, que no tenemos, para que nos guíe. La tenemos en el papel, pero nadie la conoce. A nadie lo motiva porque quedó en el escritorio y punto. 

Entonces, creo que hay un esfuerzo pendiente, que es rehabilitar el rol del planeamiento estratégico, no creando un ministerio, sino partiendo el Ministerio de Economía en dos, de forma tal que el presupuesto público se defina a partir de la actividad de planeamiento estratégico y análisis prospectivo y, de ahí, parte todo el proceso [...]. El que define las prioridades es esa área es planeamiento estratégico. No son todas las políticas por igual, sino hay que priorizar, hay que jerarquizar, y estas priorizaciones y jerarquías no permanecen infinitamente en el tiempo, sino que hay que ir modificándolas, de acuerdo a las brechas, a las necesidades.

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