
Las hermanas Suwa e Ipak se convirtieron en los árboles de huito y achiote mientras escapaban de sus captores, que las querían matar, Nayap y Kunam. Una mujer, que en realidad era un árbol parecido a la palmera, prefirió retornar a su forma original para siempre, pues su marido la maltrataba. El nieto del Avireri prefirió volverse un árbol para ya no seguir deambulando tras el rastro de su abuelo, que había muerto. El río Amazonas, el más caudaloso del mundo, nació de la lupuna o la ceiba, uno de los más grandes árboles del bosque amazónico.
Este es un breve recuento de algunos de los relatos de los pueblos indígenas awajún, shipibo-conibo, asháninka y kukama kukamiria sobre los árboles con los que conviven desde que tienen memoria. En la mayoría de estas historias, los protagonistas son seres muy poderosos, divinidades o deidades quienes, tras una circunstancia extraordinaria, retornan a ser un árbol o se convierten en uno para proteger, pero también enseñar al ser humano en su vida cotidiana.
De estos árboles / seres humanos / grandes personajes, extraen la materia prima para construir sus casas, medicinas para curar sus males, alimentos para sus animales y sus familias, brebajes para alcanzar visiones reveladoras sobre el mundo.
En Perú existen unas 4.665 especies de árboles, según el recuento de Botanic Gardens Conservation International (BGCI). Sin embargo, debido al creciente ritmo de la deforestación, muchas de ellas están fuertemente amenazadas.
“Quiero que vean mi obra y digan, wow, acá hay un resultado, la deforestación es mi responsabilidad.
En la Amazonia, en especial, la situación es crítica. En 2023, Perú perdió más de 132.000 hectáreas de bosque. Además, como lo reveló OjoPúblico a través del Proyecto Dypterix, el 55% de la madera comercializada por los concesionarios forestales en la Amazonía peruana (los que tienen la administración de parcelas con bosques), entre 2020 y 2022, tienen indicadores de alto y muy alto riesgo de ser ilegal.
Un grupo de periodistas de la Red Regional Investigativa de OjoPúblico habló con ocho líderes y sabios de los pueblos indígenas asháninka, awajún, kukama-kukamiria y shipibo-conibo sobre el conocimiento de sus pueblos acerca de los árboles, cada día más amenazados, cada vez más escasos. La mayoría expresó una preocupación común: temen que sus historias y sus saberes se pierdan en la vorágine de la actualidad.
LAS CUATRO ETAPAS. Enrique Casanto pintó las etapas del mundo: agua, monte, medio cielo y cielo. En el monte aparecen árboles talados que observan los seres protectores del bosque.
Fuente: OjoPúblico / Enrique Casanto
“Yo les digo a las personas que deben enseñar con conciencia, se debe demostrar con acciones porque las nuevas generaciones ven las acciones y no el discurso”, reclamó Roberto Atamain Shunta, de 70 años, muun (sabio o persona mayor que ha alcanzado una visión) awajún de la comunidad de Río Soritor, en la región de San Martín. “Como los que educan se han vuelto corruptos, los jefes de las comunidades también son corruptos, ya no sienten nada. ¿Qué van a enseñar?”.
Además de reportar sobre algunas de las historias y los saberes relacionados con los árboles, este medio convocó a un grupo de artistas indígenas amazónicos, quienes plasmaron sus visiones al respecto para este reportaje. Ellos son los pintores Lady Akintui (awajún), Enrique Casanto (asháninka), Casilda Pinche (kukama-kukamiria), Harry Pinedo (shipibo-conibo) y Alexander Shimpukat (shipibo-conibo).
Al representar algunos de estos relatos y conocimientos en sus pinturas, los artistas desean generar conciencia acerca de lo que está en peligro: una forma y un medio de vida. Por ello, consideran fundamental que la obra artística sea un llamado al público, una especie de pedido de atención y acción.
“Como artista y como parte de la cultura awajún, quiero decir que asumamos la responsabilidad. Quiero que mi obra ayude a eso. Que lo vean y digan, wow, acá hay un resultado, la deforestación es mi responsabilidad”, dice Lady Akintui, artista y docente del centro poblado de Chiriaco, en Amazonas. Y repite: “Es mi responsabilidad”.
Ellos son como nosotros
Los árboles son más que plantas; son seres complejos con características humanas, animales y divinas, que han ido transformándose con el tiempo. Esta visión se repite en las distintas culturas de los cinco pueblos indígenas amazónicos que forman parte de este reportaje.
Las cualidades humanas en los árboles están muy presentes en estas comunidades y, por ello, despiertan una afinidad especial hacia los árboles. “Para el pueblo shipibo-conibo, el árbol representa a nuestro pariente, no es solo un árbol que está ahí en el bosque o en el monte”, dijo Richard Soria Gonzáles, maestro bilingüe de primaria de 51 años, natural de Ucayali. “Es como un ser humano más que tiene vida”.
Para el pueblo shipibo-conibo, el árbol representa a nuestro pariente.
El muun Rafael Akintui Shimpukat, maestro de primaria de 63 años, de la localidad de Chiriaco, en Amazonas, creció escuchando que los árboles eran personas. “Nuestros muun cuentan que los árboles antes eran gente”, relató. Esta especie de parentesco, sin embargo, no solo implicaba cercanía, sino ante todo un gran respeto: “Por eso cuando vas a sacar la resina del ojé se debe pedir permiso: ‘abuelito, estoy llevando esto para curarme’”.
Varias historias relatan que los árboles y los animales eran humanos; que podían transformarse en personas de manera inesperada o incluso fusionarse en ocasiones especiales. Orlando Murayari Arirama, maestro bilingüe kukama-kukamiria de 72 años, escuchó de sus familiares una historia al respecto, relacionada a la lupuna.
“La lupuna antes era un árbol pequeñito, como la guayaba, y la sachavaca era como los seres humanos, como nosotros. Un abuelo estaba haciendo su canoa y su nieto estaba que fregaba y que fregaba y subía en el árbol. Su abuelo le dice: ‘no subas en ese árbol, porque todavía los frutos están verdes, cuando estén maduros, van a caer y vas a comer’. El niño, como era desobediente, se ha ido a pisar esa cepa del árbol y al toque se hizo grande, quedándose en lupuna hasta el día de hoy”.
Una historia similar refiere Héctor Pachacamac Chumpe, sabio asháninka de 43 años, desde la comunidad de Parijaro, en Junín. Según su relato, una persona buena se convirtió en árbol y “el ser humano es culpable de esa planta [de esa transformación]. Por eso se convirtió. Puede destruir un país, un distrito, si tú lo pides”.
Nuestros muun cuentan que los árboles antes eran gente.
Para Roberto Zariquiey Biondi, lingüista especializado en lenguas andinas y amazónicas, la capacidad de comunicarse con el entorno natural es un conocimiento común en la Amazonía. “Es bien importante tener en cuenta que, desde una perspectiva amazónica, la naturaleza tiene lenguaje, tiene la capacidad de comunicarse, enviar mensajes”. Por eso, la capacidad de interactuar con los árboles.
Asimismo, de acuerdo a los testimonios recogidos, además de las características humanas, los árboles poseen habilidades “sobrenaturales” o inclusive “divinas” que pueden obrar a favor o en contra de los seres humanos. Según el maestro shipibo-conibo Richard Soria Gonzáles, “el árbol para nosotros no es solo un árbol que está ahí parado en el bosque, es sagrado”.
Arlen Gaspar Paulino, economista asháninka de 50 años, asesor del consejo directivo de la Asociación de Comunidades Nativas Asháninkas del Valle del Pichis (ANAP), en Pasco, indicó que, según los relatos orales que le contaba su abuela, el árbol de la canela era “una anciana muy fuerte” que luchaba contra los malos espíritus.
“Le dices a la canela: ‘sabes qué, en este camino me están siguiendo, por favor, encárgate de ellos’ o ‘algo me chocó en el camino y libérame de esos espíritus’. Eso te libera, te protege”.
EL SHIHUAHUACO. Harry Pinedo pintó un árbol de shihuahuaco, una de las especies más amenazadas. En 2019, asistió a su padre, Roldán Pinedo, en el desarrollo de 40 pinturas de árboles.
Fuente: OjoPúblico / Harry Pinedo
El pescador José Murayari Saquiray, sabio kukama-kukamiria de 78 años, de la provincia de Nauta, en Loreto, también habló con la Red Investigativa Regional sobre los árboles con fuertes espíritus y de la capacidad de los antiguos pobladores para comunicarse con estos.
“Los árboles tienen un don, tienen un espíritu. Los antiguos moradores tenían cierta relación con el espíritu de los árboles y le llamaban al espíritu del árbol y el árbol se manifestaba como si fuera una persona”, contó Murayari Saquiray. “Y tenía mucho que ver en los tratamientos de curandería [guiados] de los espíritus que manejaban los kukamas antiguos”.
Asimismo, para el pescador kukama-kukamiria, los árboles son seres misteriosos que se comunican a través de sueños y visiones. “Las lupunas coloradas son árboles que tienen misterios. Como curan, también hacen mal, son casi mágicos, tienen espíritu fuerte” dijo. “La ayahuma es un árbol que te hace soñar, te cura, te orienta, te dice qué tienes que hacer y cómo puedes llegar hacia él”.
Por otro lado, los árboles según las historias de distintos pueblos indígenas amazónicos, han dado origen a lugares y poblaciones. Precisamente, la artista kukama-kumaria Casilda Pinche pintó un cuadro sobre la historia que narra que el río Amazonas nació de una lupuna.
Los árboles tienen un don, un espíritu. Los antiguos moradores tenían relación con el espíritu de los árboles.
Su cuadro representa el relato de la lupuna que “derramó toda el agua y se transformó en ríos y quebradas”, dijo la pintora de 50 años, desde Ucayali. “De las ramas se formaban algunos animales; de los horcones se transformaron los lagartos y otros seres; y de las hojas se formaban peces, diferentes peces. Y de esa manera vivíamos antes”.
De acuerdo al antropólogo Alberto Chirif, especialista en la Amazonía, varias sociedades indígenas amazónicas “señalan que el mundo se crea a partir de la caída de un árbol mítico”. “En el caso de los yaguas, por ejemplo, a partir de la caída de ese árbol se crea el mundo”, explicó a este medio.
Entonces, dice Chirif, “el tronco principal viene a ser el río principal, en este caso el Amazonas, y las ramas y otras ramificaciones más pequeñas son los afluentes y las quebradas. Hay un simbolismo muy fuerte”.
Nos ayudan a vivir
Si bien los líderes y los sabios de los pueblos indígenas amazónicos entrevistados reconocen los rasgos especiales y sagrados de los árboles, también los valoran porque son útiles para su vida cotidiana y su sobrevivencia.
“El aprecio y el cuidado de los árboles reside en los beneficios que nos brindan. Por ejemplo, nos dan los frutos que nos alimentan”, dijo el muun awajún Roberto Atamain Shunta. “Y no solo a nosotros sino también a los animales del bosque, animales que podíamos cazar para el alimento de nuestras familias”.
Además, señaló Atamain Shunta, existen árboles que sirven como barrera contra vientos fuertes, para protegerse del sol, para construir las casas, para fabricar canoas o peque peques, así como para elaborar instrumentos musicales como el tuntui o manguaré para teñir ropas, lavarse el cabello, y más.
Hay otros beneficios que dan los árboles, quizá más sutiles, pero que también son valiosos. “El sonido que emiten las hojas de los árboles cuando el viento peina sus hojas es increíblemente hermoso”, dijo Atamain Shunta. “Cuando el viento sopla se oye un sonido ‘uuuh’, como un canto asombroso y agradable al oído”.
El sonido de las hojas de los árboles cuando el viento las peina es increíblemente hermoso.
Los entrevistados también expresaron su especial aprecio por los árboles maderables, es decir, aquellos que sirven para fabricar y construir. “Lo más importante para nosotros son los árboles maderables, como la caoba y el cedro, porque de ahí se sacaba antes maderas finas”, indicó el sabio kukama-kukamiria Orlando Murayari Arirama. “Solamente con hacha y salían buenas tablas para nuestras casas”.
Para el pueblo kukama, según Murayari Arirama, también son importantes los árboles medicinales. “Son útiles como los árboles maderables, y otras plantas como medicinas, hasta algunos bejucos o sogas, como les decimos nosotros”.
IINA KUITABAU. En su obra, que significa en awajún “lo que protegemos”, la artista Lady Akintui, de 34 años, evoca al líder Santiago Manuín rodeado de frutos de árboles.
Fuente: OjoPúblico / Lady Akintui
Marcos Urquia, agrónomo shipibo-conibo de 60 años, del distrito de Yarinacocha, en Pucallpa, resume el sentir de los líderes y sabios: los árboles tienen múltiples razones que los hacen valiosos. “Un árbol es una cultura”, dijo. “Porque en un árbol grande viven cientos de cosas: nidos, abejas, arañas”.
“Cuando se tumba un árbol, estamos dando un genocidio grande. Tumbar unos árboles es igual que si nosotros matamos, cortamos, talamos cientos de árboles medicinales: estamos matando a los doctores de los hospitales”, añadió. “Algo así, más o menos, yo entiendo”.
Para este especial, el artista shipibo-conibo Harry Pinedo, vecino de la comunidad indígena de Cantagallo, en Lima, pintó una de las especies de árboles más cotizadas. En su cuadro retrata al shihuahuaco —nombre popular de una de las especies del género Dipteryx—, que posee una de las maderas más resistentes y codiciadas de la Amazonía peruana.
Desde 2022, el shihuahuaco aparece en el listado global de especies en situación vulnerable de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites).
El día en que ya no tengamos árboles… Ese día sí podremos decir que somos un pueblo subdesarrollado.
Además, como ha revelado este medio a través del Proyecto Dypterix, el 84% de la madera comercializada de este árbol tiene riesgo de ser ilegal. Otras especies con altos índices de riesgo igualmente preocupantes son la capirona (77%) y el tornillo (76,1%).
Según Richard Soria Gonzáles, sabio shipibo-conibo, la real pobreza de los pueblos indígenas amazónicos llegará cuando pierdan los árboles y los demás elementos de la naturaleza que los han acompañado por generaciones.
“Para nosotros es único, sin el árbol no podemos vivir”, señaló. “El día en que ya no tengamos árboles, que en nuestras cochas ya no haya peces, que en nuestro montes ya no hayan diferentes variedades de plantas medicinales, lianas, de arbóreas, de arbustos, de insectos y todo un ecosistema… Ese día sí podremos decir que somos un pueblo subdesarrollado”.
Los compañeros también traicionan
En Perú, en la última década, se han registrado más de 33 asesinatos de líderes ambientales y del territorio, según la Asociación Interétnica de la Amazonía Peruana (Aidesep). Los sabios y líderes entrevistados saben que la defensa del bosque es una tradición ancestral y una práctica profundamente arraigada para los pueblos indígenas. Sin embargo, también admiten que este vínculo se ha ido diluyendo con el tiempo, poniendo en riesgo la vida de las comunidades indígenas en la actualidad.
“El ikam [bosque] es pujut, es vida”, dijo Roberto Atamain Shunta, del pueblo awajún. “Los y las muun cuidaban mucho el bosque, eran celosos. En su defensa han peleado, comenzando con los militares. Las personas andaban bien en el bosque”.
Si bien los pueblos indígenas reconocen la amenaza externa también consideran necesario hacer un mea culpa para poder avanzar. Por ejemplo, los entrevistados mencionan la venta de madera a madereros ilegales por parte de las propias comunidades, sin respetar los acuerdos colectivos de las asambleas.
Los árboles hemos acabado. Nos vamos comiendo a nosotros mismos, no sé qué pasará.
“Cuando se les dice [a los habitantes de las comunidades] para trabajar con cuidado, te dicen: ‘lo vendo porque necesito, yo no trabajo como tú [refiriéndose al sueldo que percibe como profesor]”, dijo Atamain Shunta. “Aunque en la comunidad se hagan acuerdos en asamblea para no vender la madera, ellos acuerdan por debajo con el comprador y lo venden”.
Para Marcos Urquia, del pueblo indígena shipibo-conibo, varias comunidades están siendo castigadas por vender sus territorios a madereros y mineros ilegales. “Eso es penalizado, pero muchas veces no entendemos, y si da una dádiva el empresario, ya vende todo su terreno”, indicó. “Entonces eso tenemos que cambiar”.
El sabio awajún Rafael Akintui Shimpukat lo percibe como un acto de autodestrucción y masoquismo que se puede explicar con los relatos ancestrales:
“Si lo miramos desde nuestra cultura, el muun cuenta que el tsegatik se comió a sí mismo. Tal vez profetizó lo que pasaría en el futuro. Nosotros estamos exterminando todo, estamos destruyendo nuestro propio territorio. Hemos acabado toda la comida, como los animales, los palmitos, también los árboles hemos acabado”, señaló. “Nos vamos comiendo a nosotros mismos, no sé qué pasará”.
A dónde irán nuestras historias
Para este reportaje se entrevistó a ocho sabios o líderes indígenas amazónicos quienes tienen entre los 43 y los 78 años. Una preocupación que evidenciaron fue la de ir perdiendo el conocimiento ancestral sobre los árboles y el bosque, debido a las demandas actuales de conocimientos.
“A lo mejor casi no alcanzamos transmitir [el conocimiento sobre los árboles] porque no tenemos oportunidades de hacerlo”, dijo José Murayari Saquiray, kukama-kukamiria de 78 años. “Pero si hubiera oportunidad de hacerlo, es importante transmitirlos a las nuevas generaciones para que sepan para qué sirve tal árbol y qué beneficios trae y cuáles son sus dones”.
El muun awajún Rafael Akintui teme ser parte de la última generación que retenga esta información. “Seguro que cuando los muun que tienen la palabra mueran, los niños pequeños, que se llaman ‘universitarios’, se irán a los apash [mestizos], vivirán en solares y dejarán vendiendo a las comunidades. Eso me preocupa mucho”.
Es importante transmitirlos a las nuevas generaciones para que sepan para qué sirve tal árbol y qué beneficios trae y cuáles son sus dones.
Esto es algo que también ha podido observar el lingüista Roberto Zariquiey. El corte en la transmisión intergeneracional de los conocimientos y las lenguas indígenas, señaló, “no es un acto de voluntad, es una especie de respuesta a muchas presiones económicas y sociales y políticas”.
Aunque los líderes y sabios entrevistados aprecian que los más jóvenes adquieran nuevos conocimientos, valorados en la sociedad actual, también esperan que los saberes ancestrales perduren.
“Ahora ya nos olvidamos de ser humanos y hemos preferido ser profesionales: ‘yo soy ingeniero’, ‘yo soy profesor’, pero antes los abuelos no eran así. Los nietos pedían ‘enséñame a cantar, no sé’, ‘te voy a enseñar siquiera unito, aunque sea malito’, decía el abuelo”, recordó el maestro shipibo-conibo Richard Soria Gonzáles. “La humildad era primero, ahora perdimos hasta la humildad; ahora el ego nos está dividiendo cada vez más en nuestra sociedad”.
EL ORIGEN. La pintura de Casilda Pinche representa el origen del Amazonas y sus afluentes. Nacieron de un árbol de lupuna o ceiba, que un grupo de animales del bosque ayudaron a derribar.
Fuente: OjoPúblico / Casilda Pinche
El pintor asháninka Enrique Casanto, de 68 años, ha plasmado en la obra que produjo para este especial la visión ancestral que su pueblo indígena tiene sobre el mundo como un intento de comunicarla y resguardarla. “Para nosotros, en la cosmovisión asháninka, [el mundo] tiene cuatro etapas, está la etapa del agua, del monte, del medio cielo y el cielo”, dijo.
En el monte, donde crecen los árboles, Casanto señaló que existen seres invisibles que los protegen: “En el monte, en la naturaleza, hay seres invisibles que consideramos ser dueños de los árboles, dueños de las cuevas, dueños del río. Todos tienen su propio dueño”.
Sobre la importancia de mantener la memoria indígena viva y el pensamiento crítico atento, también reflexionó Alexander Shimpukat, artista shipibo-conibo de 37 años, que realizó una pintura sobre una ceiba sangrante en medio del bosque depredado.
“Detrás de los bosques, detrás de las plantas, detrás de los animales, detrás de los árboles inmensos que nos comparten oxígeno y limpian el aire contaminado, hay varias personas que están luchando, que fueron asesinadas o que han muerto por defender sus territorios”, expresó. “Este es nuestro rol en este trabajo que queremos compartir”, concluye Alexander Shimpukat de este esfuerzo por preservar, a través del periodismo y el arte, el conocimiento ancestral de los pueblos indígenas amazónicos sobre los árboles.