CORTE DE CERQUILLO. La madre del fotógrafo Díaz Gonzales (extremo superior izquierdo) y sus tías recrean la ceremonia del corte de cerquillo del pueblo shipibo-konibo.

Retratos de mi sangre: la resistencia del pueblo shipibo-konibo en la ciudad

Retratos de mi sangre: la resistencia del pueblo shipibo-konibo en la ciudad

CORTE DE CERQUILLO. La madre del fotógrafo Díaz Gonzales (extremo superior izquierdo) y sus tías recrean la ceremonia del corte de cerquillo del pueblo shipibo-konibo.

Foto: David Díaz Gonzales

Hace décadas los shipibo-konibo, asentados en las riberas del río Ucayali, iniciaron una gran migración hacia las ciudades de la región del mismo nombre. Fue así como parte de uno de los pueblos amazónicos más numerosos del Perú llegó al distrito urbano de Yarinacocha, donde hasta hoy permanecen, intentando mantener viva su cultura. A lo largo de cuatro años, el fotógrafo shipibo-konibo David Díaz Gonzales ha retratado a sus familiares y vecinos de Yarinacocha, como un gesto de memoria y resistencia. OjoPúblico comparte su proyecto fotográfico “Retratos de mi sangre”.

8 Mayo, 2022

El pueblo shipibo-konibo, uno de los más grandes de la Amazonía del Perú, es un pueblo migrante, y sus miembros viven agrupados en distintos rincones del país. Año tras año se han mudado desde su zona de origen —en las orillas del río Ucayali, en la región del mismo nombre—, hacia ciudades en donde siguen practicando su forma de vivir y concebir el mundo. El Ministerio de Cultura calcula que existen 32.964 shipibo-konibo. 

En su recorrido, llegaron a Madre de Dios, Loreto, Huánuco y también Lima. En Ucayali, se asentaron sobre todo en Yarinacocha, un distrito cerca a la ciudad de Pucallpa, en donde viven en grandes grupos, en asentamientos humanos como Nueva Era, Teodoro Binder o la Comunidad Nativa Victoria Gracia. 

El profesor shipibo-konibo Eli Sánchez Rodríguez, experto en la historia y costumbres de su pueblo, cuenta que su migración a Yarinacocha comenzó en la década del 60, cuando las misiones adventistas europeas comenzaron a trasladar integrantes del pueblo shipibo-konibo desde Paoyhan ―centro poblado en las orillas del Ucayali― hacia la ciudad, para formar sus iglesias.  

“Siempre recordamos que la primera familia shipibo-konibo en llegar a Yarinacocha fueron los Rojas ―cuenta Sánchez Rodríguez―. En los años siguientes seguimos migrando por la creación del Hospital Amazónico, adonde nos traían para tratarnos y, luego, ya veníamos para recibir educación”.  

David Díaz Gonzales 1

KOTON Y CHITONTI. Las prendas tradicionales de las mujeres shipibo-konibo son el koton (blusa) y el chitonti (falda).  

 

David Díaz Gonzales, fotógrafo shipibo-konibo que creció y vive en el asentamiento humano Nueva Era, emprendió hace cuatro años un viaje de memoria, homenaje y observación. Comenzó a fotografiar a sus familiares y vecinos de Yarinacocha, para dar cuenta de cómo su pueblo intenta conservar su cultura en estos días, pero también cómo esta se ha ido transformando. 

Ese conjunto de imágenes se encuentra actualmente en la exposición "Shipibo-Konibo: Retratos de mi sangre", que se inauguró hace poco más de un mes, en la casa de arte Xapiri Ground, en la región de Cusco. 

“Nosotros, los que estamos viviendo en los barrios, no en comunidades, seguimos practicando nuestras costumbres, pese a estar alejados de nuestros ancestros. En el bicentenario aún se siguen manteniendo esas costumbres que han sobrevivido a épocas atroces”, dice Díaz Gonzales, cuyo nombre en shipibo-konibo es Isa Rono. “Significa ‘pajarito’ y ‘serpiente’, mi abuelo paterno me dio ese nombre”, cuenta. 

En su lengua original, el nombre shipibo-konibo estaría relacionado con las palabras ‘mono’ y ‘pez’. Según su cosmovisión, las personas transitan por distintos mundos, como el mundo que habitamos, Non Nete, y el mundo del agua, Jene Nete.

El Ministerio de Cultura calcula que existen 32.964 shipibo-konibo. Este pueblo indígena es uno de los más grandes del Perú". 

Algunas tradiciones de los shipibo-konibo siguen intactas, otras han ido cambiando y adaptándose. En el mundo shipibo-konibo una mujer con cerquillo no solo lleva en la cabeza un corte de pelo o un look, este puede formar parte de una ceremonia o festividad. Por ejemplo, en el Besteti Xeati o festividad del corte de pelo ―que forma parte de Ani Xeati o fiesta de la gran libación― se le cortaba el cerquillo a las adolescentes para presentarlas a la sociedad. Antiguamente, en ese mismo ritual, también se les extraía el clítoris para “purificarlas”.

“La extirpación del clítoris se dejó de practicar entre la década del 50 y el 60. Se hacía en una ceremonia en la que las adolescentes demostraban, no solo su hermosura y su calidad de persona, sino también que ya estaban preparadas para ser esposas. Se podría comparar con el quinceañero de los mestizos”, dice el profesor Eli Sánchez Rodríguez.

Un corte de cabello también era una despedida y un arma de protección. Cuando un hombre moría, la viuda se cortaba todo el pelo en señal del luto. También para proteger a la familia de otra muerte o tragedia. “No era solo un corte de cabello, sino también una ceremonia donde participaban la familia de la viuda y del muerto”, precisa Santos Rodríguez. Cuando era niño, el fotógrafo Díaz Gonzáles, observaba cómo las mujeres de su familia se recortaban la cabellera para despedir de este mundo a quienes más amaban. 

David Díaz Gonzales 2

KUSHMA. Según el profesor shipo-konibo, Eli Sánchez Rodríguez, existían cuatro tipos de kushmas: la del día a día, la del Ani Xeate, una exclusiva de los chamanes y una para los hombres que cortejaban mujeres. 

David Díaz Gonzales 3

MUJERES. Dos jóvenes universitarias y una adulta artesana de Yarinacocha tiñen telas con el kené.

 

La vestimenta también es muy característica en el pueblo shipibo-konibo. Las mujeres llevan blusas coloridas y faldas con diseños geométricos; los hombres, una especie de túnica larga, adornada con diseños de figuras geométricas. En la actualidad, cuenta el profesor Eli Sánchez Rodríguez, no todos los hombres y las mujeres shipibo-konibo visten sus trajes tradicionales en el día a día ―esto lo hacen mayormente los hombres y las mujeres más grandes―. Algunos sí los tienen, pero para las ocasiones especiales. 

La elaboración de las prendas es una tarea trabajosa y muy dedicada. Sobre todo cuando se trata de las kushmas de los hombres, unas túnicas largas y vistosas. Estas se tejen desde el inicio, es decir, a partir de la fabricación de la tela. Las mujeres preparan el algodón, luego lo convierten en hilo y, después, en la vestimenta. 

Las mujeres visten con el koton, la blusa, y el chitonti, la falda. Tanto el chitonti como la kushma van bordadas o pintadas con el kené ―‘diseño’, ‘diseñado’, ‘bordado’, en español―. Este sistema de diseño, que en 2008 fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación, es realizado por las mujeres y con él decoran no solo la ropa u otros tejidos, sino también cerámica, adornos, armas, coronas de chamanes e incluso su cuerpo.

David Díaz Gonzales 4

KENÉ. En la actualidad el kené se puede ver en distintos soportes como adornos, telas y ropas que los artesanos shipibo-konibo ponen a la venta.

David Díaz Gonzales 5

VISIÓN. Las visiones del kené se pueden colocar en distintos soporte, incluso la piel, para ocasiones especiales como celebraciones.

 

Pero el kené no es solo un ornamento en forma de figuras geométricas, expresa la cosmovisión, el conocimiento, la estética y la medicina tradicional del pueblo shipibo-konibo, tal como lo ha explicado la antropóloga Luisa Elvira Belaunde. Durante sesiones de las plantas ayahuasca o piripiri, los hombres y las mujeres tienen las visiones del kené, aunque solo estas últimas son las que lo ejecutan. El kené también se puede cantar. 

Algo que tampoco se sigue haciendo es la deformación craneana. Díaz Gonzales encontró fotos de aquella práctica en un libro de la década del 60. Pero quiso recrear aquellos tiempos con un grupo de vecinas artesanas del distrito ucayalino. “Hice esa foto porque me gustaría que quede en memoria, muestra y referencia de que pudo hacer algo así la deformación craneana”, cuenta el fotógrafo shipibo-konibo acerca de esa imagen que tomó en el año 2020.

“Cuando yo intento hacer una foto del pasado mis vecinos no me dicen ‘eso no se hace’, al contrario. Siento que las mujeres se han sentido identificadas y les han gustado. Cuando la tomé, las mujeres trataban de recordar cómo era que se hacía algo que no se practica desde el 60 o el 50 ―comenta―. Después de fotografiarlas veía a las señoras correteando, riendo, conversando. Conocer esta información nos ayuda a reforzar nuestra identidad de pueblo, es como una herramienta de memoria y autorrepresentación”. 

David Díaz Gonzales 6

CAMBIOS. Atrás han quedado algunas prácticas del pueblo shipibo-konibo, como la deformación craneana (simulada en la imagen) o la extirpación del clítoris en las mujeres.  

 

En su proceso Díaz Gonzáles investigó mucho. También se animó a fabricar los collares y aretes de aluminio que lucieron algunos de sus modelos. Los collares suelen ser de cuentas de plástico o de círculos de aluminio, y evocan al material con el que se hacían en el pasado: las monedas. “Cuando nos pagaban con monedas, nosotros no sabíamos qué hacer con ellas porque nunca las habíamos usado, entonces las empleábamos para hacer joyas”, cuenta Díaz Gonzáles. El profesor Eli Sánchez Rodríguez comenta que esta práctica se propagó alrededor de la década del 60, cuando los comerciantes de la ciudad llegaban en sus canoas a las comunidades y hacían trueques con los shipibo-konibo. Estos recibían monedas, que nunca habían empleado, por sus productos.   

Anteriormente, los shipibo-konibo se perforaban la nariz y el mentón para colgar allí aretes en forma de círculo, de hojas o inclusive con cruces, por el cristianismo. “Recuerdo que mi abuela tenía un orificio en el mentón, pero el de la nariz ya se le había cerrado ―cuenta el fotógrafo―. También recuerdo la historia de una tía, que tenía un arete de mentón en forma de cruz, pero el cura de su pueblo no le dejaba usarlo y lo tiró al río porque decía que eso estaba mal”. 

David Díaz Gonzales 10

INFANCIA. La sobrina del fotógrafo posa para su lente. Según el profesor Sánchez Rodríguez, cada vez resulta más difícil que las nuevas generaciones conserven sus tradiciones por la falta de la Educación Intercultural Bilingüe en zonas urbanas.
David Díaz Gonzales 7
SABIDURÍA. Son los shipibos-konibos más grandes aquellos que conservan mayor memoria de sus costumbres y las practican.

 

David Díaz Gonzáles también acudió a los más sabios de su pueblo. Por ejemplo, el propio profesor shipibo-konibo Eli Sánchez Rodríguez ―o Pakan Meni en su lengua―, quien ha ayudado a sistematizar y difundir el conocimiento y cosmovisión de este pueblo indígena. El experto ha conseguido elaborar material escolar para la enseñanza de la Educación Intercultural Bilingüe (EIB), escribir libros para el conocimiento de la cultura de su pueblo e inclusive ha traducido obras literarias extranjeras al shipibo-konibo, como El Principito

El fotógrafo también conoció a chamanes, como el renombrado Ruperto Fasabi, maestro del tabaco, que es muy respetado por los shipibo-konibo y que, además, es el padre del rapero Wihtner Fasabi Gonzales o “Wihtner FaGo”. El chamán es el sabio máximo, como una especie de mediador entre los mundos, que conoce de las tradiciones, pero también de todos los entes que pueblan el universo. 

También fotografió a miembros del “Comando Matico”, quienes, en las épocas más recias de la covid-19, supieron encontrar en la planta un alivio para los enfermos y una herramienta para resguardar a su pueblo. Richard Soria, miembro de este grupo, cuenta que descubrieron las propiedades del matico mientras intentaban aliviar los terribles síntomas de sus enfermos con las plantas que tenían en sus huertos. 

David Díaz Gonzales 9

ENSEÑANZA. El profesor Eli Sánchez Rodríguez, de 65 años, experto en la cultura e historia de los shipibo-konibo. 

David Díaz Gonzales 7

MEDIADOR. El chamán Ruperto Fasabi usa el tabaco para purificar a las personas de los malos espíritus.

 

El Comando Matico, además, sirvió para defenderse del colapso de los hospitales y la desatención del Estado, la cual, dice, conocen muy bien. Esta ha tenido que ver con la pérdida de algunos de los conocimentos de los shipibo-konibo, según Soria. 

“El currículo nacional nunca ha estado diseñado para conservar nuestra identidad cultural. Solo ha prevalecido una mirada, en los colegios nunca ha habido las ganas de darle importancia a nuestra cultura ―reclama el también maestro―. Por eso, nosotros hemos formado organizaciones indígenas que han luchado mucho para hacer que sigan existiendo los pueblos, su cultura y su lengua. Así estamos, como una resistencia”.

David Díaz Gonzales 8

CREATIVIDAD. Alexander Shimpukat, uno de los fundadores del Comando Matico. 

 

A veces, el fotógrafo shipibo-konibo tiene momentos de introspección y ansiedad. En ellos piensa que alguien como él, un artista indígena en un mundo en donde no se valora el saber originario, no puede irse sin haber hecho algo. “Lo que yo haga también quedará como ejemplo e incentivo para mi pueblo, es mi responsabilidad”, dice. Entonces coge la cámara y planea sus siguientes aventuras. 

David Díaz Gonzales 8

RESISTENCIA. Un vecino shipibo-konibo de la comunidad nativa de Santa Rosa de Aguaytía atraviesa el río en su canoa. 

 

Reloj Se ha añadido un artículo a su lista de lecturas