Criptofinanzas: los activos digitales se convirtieron en los nuevos activos basura

Criptofinanzas: los activos digitales se convirtieron en los nuevos activos basura
Paul Krugman

Premio Nobel de Economía

En esta columna, el economista y premio Nobel Paul Krugman analiza las criptomonedas y establece paralelos con la crisis de los activos basura de la década de 2000. Explica que el grueso de inversiones en este tipo de monedas todavía está muy por debajo de otras industrias, pero destaca que su aparición ha permitido el ingreso un nuevo grupo de inversores de riesgo. Una columna publicada originalmente en The New York Times.

CAIDA. El bitcóin inició esta semana el desplome de las criptomonedas llegando a valer menos de la mitad de su valor histórico.

CAIDA. El bitcóin inició esta semana el desplome de las criptomonedas llegando a valer menos de la mitad de su valor histórico.

Ilustración: Shutterstock

Si el mercado accionario no es la economía (y no lo es), mucho menos lo son criptomonedas como el bitcóin. Aun así, las criptomonedas se han convertido en una clase de activos de importancia considerable (les han dado enormes rendimientos de capital a muchos compradores); el otoño pasado, el valor de mercado combinado de las criptomonedas casi alcanzó los 3 billones de dólares.

Por desgracia, ahora los precios se han derrumbado, llevándose consigo 1,3 billones de dólares en capitalización de mercado. El 27 de enero por la mañana, el precio del bitcóin había perdido casi la mitad del valor más alto registrado en noviembre. Debemos preguntarnos quiénes se ven afectados por este derrumbe y qué efectos puede tener en la economía.

Pues bien, en lo personal, distingo paralelos nada prometedores con la crisis de los activos basura de la década de 2000. Es cierto que las criptomonedas no representan una amenaza para el sistema financiero en su conjunto; las cifras no son de talla suficiente para hacerlo. Pero sí hay cada vez más evidencia de que entre aquellos que optan por inversiones riesgosas en criptomonedas hay un número desproporcionado de personas que no saben en qué se meten y no se encuentran en una buena posición para lidiar con los posibles inconvenientes.

¿De qué se trata en realidad este asunto de las criptofinanzas? Hay muchas formas de efectuar pagos digitales, desde Apple Pay y Google Pay hasta Venmo. No obstante, los esquemas de pagos dominantes trabajan con un tercero, que en general es un banco, para verificar que en realidad seas propietario de los activos que quieres transferir. Las criptomonedas utilizan códigos complejos supuestamente para eliminar la necesidad de estos terceros.

Los escépticos se preguntan por qué es necesario y argumentan que, en esencia, los activos digitales solo son una manera extraña y costosa de hacer algo que podrías haber hecho sin tantas dificultades de otra manera, lo que explica las escasas aplicaciones legales de las criptomonedas con todo y que ya pasaron 13 años desde la creación de Bitcoin. La respuesta a esta pregunta, en mi experiencia, tiende a ser una maraña incomprensible de palabras.

Algunos sucesos recientes en El Salvador, país que adoptó el bitcóin como su moneda de curso legal hace unos meses, parecen respaldar la postura de los escépticos: los residentes que quieren utilizar la moneda deben pagar tarifas descomunales por transacción. A pesar de esto, la labor publicitaria alrededor de las criptomonedas ha sido muy efectiva: no solo tienen una imagen futurista, sino que resultan atractivas para quienes viven con temores anticuados de que el gobierno se comerá sus ahorros con la inflación, y los enormes rendimientos del pasado resultan atractivos para inversionistas que no quieren desaprovechar una buena oportunidad de enriquecerse. Así que, aunque nadie pueda explicar con claridad cuál es su propósito legítimo, las criptomonedas se han convertido en una enorme clase de activos.

El problema es que las criptomonedas van en descenso. Es posible que se recuperen y se disparen a niveles todavía más elevados, como ha ocurrido en el pasado. Sin embargo, por ahora, los precios están muy bajos. ¿Quién ha perdido?

Como ya señalé, hay ecos perturbadores de la crisis de activos basura de hace 15 años.

No es probable que las criptomonedas causen una crisis económica generalizada. Vivimos en un vasto mundo en que esos 1,3 billones de dólares en pérdidas representan tan solo cerca del seis por ciento del producto interno bruto de Estados Unidos, un golpe de menores proporciones que el sufrido a causa del desplome de los precios de la vivienda cuando explotó la burbuja hipotecaria. Además, si bien actividades como la minería del bitcóin son negativas para el medioambiente, su importancia económica es trivial en comparación con la de la industria constructora, cuya caída tuvo una enorme influencia en el advenimiento de la Gran Recesión.

De cualquier manera, sí afecta a algunas personas. ¿A quiénes?

Los inversionistas que optan por las criptomonedas parecen pertenecer a un grupo distinto del de aquellos que invierten en otros activos que involucran riesgos, como las acciones, integrado desproporcionadamente por personas blancas adineradas y con estudios universitarios. Según una encuesta del centro de investigación NORC, el 44 por ciento de los inversionistas en criptomonedas no son de raza blanca, y el 55 por ciento no tiene estudios universitarios. Estas estadísticas coinciden con ciertas pruebas anecdóticas de que la inversión en criptomonedas ha ganado una enorme popularidad entre grupos minoritarios y la clase trabajadora.

NORC opina que esto es muy positivo, que las “criptomonedas están creando oportunidades de inversión para inversionistas más diversos”. Por desgracia, recuerdo una época en que los préstamos hipotecarios basura fueron objeto de elogios similares y se les consideraba una vía para ofrecerles acceso a los beneficios de ser propietarios de una casa a grupos que en el pasado no habían podido tenerlo.

Por desgracia, en la práctica, muchos acreditados no sabían en qué se estaban metiendo. Ned Gramlich, funcionario de la Reserva Federal conocido por haber advertido en vano acerca de los crecientes peligros financieros, preguntó: “¿Por qué les venden los productos de préstamo más riesgosos a los acreditados menos sofisticados?”. Entonces, declaró: “La pregunta se responde sola”. Hubo una marcada disminución en el número de propietarios de casas después de que explotó la burbuja.

Y las criptomonedas, con sus tremendas fluctuaciones de precio que al parecer no tienen relación alguna con las fuerzas fundamentales, son una clase de activos de lo más riesgosos.

Claro que es posible que a quienes todavía no comprendemos para qué se pueden utilizar las criptomonedas (además del lavado de dinero y la evasión de impuestos) sencillamente no nos ha caído el veinte. Quizá la valuación (aunque no el uso) creciente del bitcóin y sus rivales represente algo más que una burbuja, en que las personas adquieren un activo solo porque otros obtuvieron ganancias por invertir en ese activo en el pasado. Por cierto, que los inversionistas apuesten en contra de los escépticos es perfectamente aceptable.

Lo que digo es que esos inversionistas deberían ser personas con las herramientas necesarias para tomar ese tipo de decisiones y con un nivel de seguridad financiera que les permita soportar las pérdidas, si resulta que los escépticos tenían la razón.

Por desgracia, eso no es lo que está pasando. Peor aún, en mi opinión, los reguladores han cometido el mismo error que cometieron con los activos basura, cuando no protegieron al público de productos financieros que nadie entendía… y muchas familias vulnerables podrían terminar pagando el precio de ese error.

 

@2022 The New York Times Company

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