
Mientras las Islas del Pacífico se están inundando, amplias zonas de la Amazonía se siguen incendiando cada año y el planeta continúa calentándose, los líderes políticos y expertos del clima de casi 200 países se reunieron durante dos semanas en la Conferencia de las Partes (COP26) de Glasgow, para decidir cómo afrontar estos y otros efectos de la crisis climática. Los principales resultados de estas negociaciones no fueron alentadores.
Temas cruciales, como poner una fecha límite al uso de combustibles fósiles o determinar cómo los países afectados por la crisis climática serán retribuidos por las pérdidas y daños de los que han sido víctimas, y establecer de qué manera los países desarrollados cumplirán con el financiamiento climático necesario para que aquellos que menos contaminan y sufren los mayores impactos —la mayoría de países en vías de desarrollo— puedan adaptarse, no se han definido en el Pacto Climático de Glasgow.
Los conflictos en torno a estos aspectos caracterizaron a los últimos días de negociaciones en la COP26. Por un lado, países como Arabia Saudita y Australia se posicionaron como dos de los principales opositores a la permanencia del inciso sobre combustibles fósiles en el documento final de la conferencia. Este documento, finalmente, sí incluyó un débil llamado a que las Partes impulsen, de manera gradual, la eliminación de los carburantes fósiles.
Por otro lado, las discusiones sobre cómo informar los avances en el cumplimiento de los objetivos climáticos generaron desacuerdos entre los países participantes. La delegación de Bangladesh, que representó a los países del Foro de Países Vulnerables, concluyó que la falta de confianza entre las naciones desarrolladas y las que se encuentran en vías de desarrollo perjudicó las reuniones que se dieron en la cumbre del clima. En efecto, en la última plenaria informal de la COP26, los representantes de las naciones en vías de desarrollo se mostraron inconformes con la sección de “pérdidas y daños”, en la que los países desarrollados no asumen ningún compromiso.
Pese a todas estas dificultades, el Pacto Climático de Glasgow se aprobó y, aunque no garantiza el objetivo de limitar el incremento de la temperatura en 1,5 °C, sí propone que los países participantes revisen sus avances y presenten nuevos compromisos a finales de 2022 —tres años antes de lo acordado de manera previa—. El texto final indica que estos reportes se harán “teniendo en cuenta las diferentes circunstancias nacionales”.
“Han habido discusiones sobre la flexibilidad [para presentar los reportes de avance]. Muchas veces los países en desarrollo no tienen las capacidades ni los recursos para tener un sistema nacional de inventarios [de emisiones] robusto, que permita tener el desglose y la cantidad de información necesaria. Entonces, ahí es donde entra el tema de la flexibilidad”, explicó Cristian Salas, director ejecutivo del Centro de Cambio Global UC de Chile.
Esta cumbre del clima era decisiva para que los países empezaran a tomar acción ante el rápido incremento de la temperatura, registrado en las últimas décadas. “No es suficiente lo que [los países] están proponiendo porque, bajo esos criterios, no se alcanzaría a mantener la temperatura por debajo de 1,5 °C [con respecto a los niveles preindustriales] para el 2030”, dijo Carlos Aguilar, responsable regional de Justicia Climática para América Latina de Oxfam, a OjoPúblico.
El especialista resaltó que el documento presentado en la COP26 debió centrarse en un mayor financiamiento para la adaptación a las consecuencias de la crisis climática y a lo que se conoce como “daños y pérdidas”. “Ha habido avances sí, pero insuficientes para el grado de crisis y emergencia climática que vivimos a nivel global”, opinó.
El Pacto Climático de Glasgow acepta que el financiamiento climático comprometido hasta ahora es insuficiente".
Los expertos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) afirmaron que en un escenario de 2 °C, como el propuesto en el Acuerdo de París, aún habrían consecuencias climáticas extremas —como sequías, olas de calor e inundaciones— y que el escenario más óptimo es limitar el aumento a 1,5 °C. “El calentamiento global de 1,5 ºC e incluso de 2 ºC se sobrepasará durante el siglo XXI, si no se producen unas reducciones profundas en las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero”, alertó la organización en su último reporte.
Sin embargo, la temperatura global ya se incrementó en 1,1 °C y un informe del Climate Action Tracker —una coalición internacional encargada de analizar el estado del clima— reveló que, aunque se cumplan los compromisos de corto plazo anunciados por los países, la temperatura aumentará 2,4 °C para finales del siglo. El reporte, presentado durante la segunda semana de la COP26, también estimó que, de cumplirse los objetivos a corto y largo plazo, el incremento de temperatura será de 1,8 °C. Es decir, en ambos casos se superará ampliamente el umbral crítico de 1,5 ºC.
“Suponiendo que todo [lo prometido] se cumpla de la manera más eficiente y optimista posible, seguimos en resultado negativo. Claramente necesitamos ambición y que se implemente lo que ya está comprometido”, dijo Cristian Salas, director ejecutivo del Centro de Cambio Global UC de Chile, sobre los resultados del informe a OjoPúblico.
En los más de 10 días de la COP26, se han asumido compromisos que parecían ambiciosos y se han hecho promesas a largo plazo, pero lo anunciado no es suficiente para alcanzar el objetivo de limitar la temperatura por debajo de 1,5 °C. En paralelo, los especialistas consultados por OjoPúblico coinciden en que para que los países cumplan los acuerdos asumidos se necesitará voluntad política y presión a los líderes por parte de la sociedad civil, debido a que estos pactos no son legalmente vinculantes, es decir, las Partes no están obligadas a cumplirlos.
“Es importante que se hayan dado estos anuncios, pero esto no es suficiente y, para que todo esto se cumpla, se requiere de una veeduría constante y de una presión social”, dijo Andrés Tapia, representante de la Confederación de nacionalidades indígenas del Amazonía Ecuatoriana (Confeniae), a este medio.
CRISIS CLIMÁTICA. A pesar de los anuncios hechos en la COP26, los efectos del cambio climático impactan desde ahora y en unas regiones más que en otras, como en las islas del Pacífico.
Foto: Andina
Los combustibles fósiles
La piedra angular para iniciar una rápida reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) es la eliminación del uso de combustibles fósiles en sectores clave como energía y transporte. La quema de los mismos representa la principal causa de emisión de dióxido de carbono (CO2), uno de los GEI más contaminantes, a la atmósfera. De hecho, un estudio estimó que se necesita dejar de extraer y quemar casi el 60% de las reservas de petróleo y de gas y el 90% de las reservas mundiales de carbón para tener el 50% de probabilidades de lograr el objetivo de mantenernos en el umbral de 1,5 °C.
Aunque esta información es ampliamente conocida, el tema genera un gran conflicto entre las Partes, quienes a lo largo de más de 20 conferencias de este tipo no han logrado ponerse de acuerdo en la necesidad de implementar medidas inmediatas para poner fin al uso de combustibles fósiles y, hasta ahora, no habían incluido un llamado a cesar el uso de estos carburantes en ninguno de sus textos. El Pacto Climático de Glasgow, presentado el 13 de noviembre, hace mención —por primera vez— al término. Esta referencia se encuentra dentro de un llamado a que las Partes impulsen medidas para la transición a sistemas de energía de baja emisión de GEI.
“Exhorta a las Partes a que aceleren el desarrollo, el despliegue y la difusión de tecnologías, y la adopción de políticas, para hacer la transición hacia sistemas de energía de bajas emisiones, incluso aumentando rápidamente el despliegue de generación de energía limpia y medidas de eficiencia energética, incluida la aceleración de los esfuerzos hacia la eliminación gradual de la energía del carbón y los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles, reconociendo la necesidad de apoyo hacia una transición justa”, se lee en el pacto.
Si bien su inclusión en el documento final de la COP26 es destacable, la manera en la que se ha redactado no es útil para reducir las emisiones de GEI, de acuerdo con los especialistas. ¿El motivo? Este enunciado no establece fechas límites para poner fin al uso de estos combustibles ni especifica a qué se refiere con “subsidios ineficientes”. Por lo que, el cumplimiento de este acuerdo dependerá de lo que cada país entienda, a su conveniencia.
Como es habitual, al momento de abordar el tema de la eliminación de los combustibles fósiles, surgieron conflictos entre las naciones que participaron del encuentro. La información, proporcionada por activistas climáticos, medios y observadores que estuvieron en Glasgow, señala a Arabia Saudita y Australia como los principales opositores durante las negociaciones para que el inciso sobre combustibles fósiles permaneciera en el texto final.
Para que todo esto se cumpla, se requiere de veeduría constante y de presión social”, dijo Andrés Tapia.
Los dos países cuentan con grandes intereses petroleros y carboníferos. Arabia Saudita es uno de los principales productores de petróleo y Australia, uno de los mayores exportadores de carbón. En esa línea, Abdulaziz bin Salman, ministro saudí de Energía, resaltó, ante los delegados de la COP26, la importancia de reducir emisiones “sin sesgos hacia o contra cualquier fuente de energía en particular”.
De hecho, la mención de los combustibles dentro de un gran inciso que impulsa la transición hacia energías verdes parece responder a este pedido de Arabia Saudita de no condenar ningún tipo de energía. Ello debido a que, en el primer borrador, este pedido se hizo de manera independiente y no incluyó la críptica palabra “subsidios insuficientes”. “Se pide a las Partes que aceleren la eliminación progresiva del carbón y las subvenciones a los combustibles fósiles”, se leía en ese primer texto.
A esa propuesta inicial, se agregó un cambio de último minuto propuesto por India, en la plenaria de cierre de la COP26. El país, que se ubica entre los 10 más contaminantes, solicitó que se modifique el pedido de una “eliminación progresiva del carbón” por “una eliminación gradual”.
Al respecto, María Angélica “Manquis” Villasante, ingeniera ambiental e investigadora del Consorcio para el Desarrollo Sostenible de la Ecorregión Andina (Condesan), explicó el impacto que causó la inclusión del tema de los combustibles fósiles en este documento. “Por primera vez hablan de una reducción progresiva de los combustibles fósiles y también de sus subsidios, y algo tan directo hizo que ciertos países no lo quieran y tengan reuniones puntuales y una mirada muy cerrada y sesgada a querer quitar ese párrafo”, contó a OjoPúblico.
Villasante explicó que esta oposición se debe, por un lado, a que hay países cuyas economías dependen de la explotación de combustibles fósiles y, por otro lado, a que existen fuertes intereses económicos. “No se está transparentando quiénes están detrás de ese financiamiento del petróleo y de la corrupción que existe dentro de los mismos países. Los compromisos no se están dando, justamente, porque es todo un enmallado, una red de corrupción que no permite lograr [el cese de la extracción y explotación de los combustibles fósiles y la transición a energías renovables]”, dijo la activista climática a este medio.
Además de la inclusión superficial del tema de los combustibles fósiles en el documento final, a lo largo de la COP26 se anunciaron compromisos que buscan contribuir a la reducción de las emisiones ocasionadas por el uso de estos carburantes. Uno de ellos es la declaración para poner fin a la venta vehículos nuevos a base de combustibles fósiles para 2035 en los mercados desarrollados y, para el 2040, en el resto del mundo.
TRANSPORTE. Un acuerdo establecido en la COP26 propone poner fin a la venta de autos y camionetas nuevas a base combustibles fósiles para 2040.
Foto: Andina
Este compromiso fue firmado por países, ciudades y empresas privadas. Entre los suscritos en Latinoamérica destacan México, Argentina, Chile y Paraguay. En el caso de Perú, la Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU) se comprometió a cumplir el pacto. El mismo no contó con la participación de Estados Unidos, China y Alemania —algunos de los países con los mayores mercados de automóviles—. Asimismo, las marcas firmantes fueron Ford, Mercedes-Benz, Volvo y General Motors; mientras que los grandes ausentes fueron Toyota, Volkswagen y la Alianza Renault-Nissan-Mitsubishi.
Otro de los anuncios fue la firma de un acuerdo de cooperación entre Estados Unidos y China —los dos países con la mayor acumulación de gases de efecto invernadero desde 1850— para limitar el aumento de la temperatura global. Esto incluye tomar medidas sobre la energía limpia, carbón limpio y la reducción de metano. “Este anuncio podría ser una señal política muy necesaria de que los dos mayores contaminantes, responsables de más del 40% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, están uniendo fuerzas para prevenir una catástrofe climática”, dijo Manuel Pulgar-Vidal, líder Global de Clima y Energía de WWF, en la COP26.
La alianza “Más allá del petróleo y el gas” (BOGA, por sus siglas en inglés) constituye otro de los acuerdos que se lograron en esta segunda semana de la COP26. El compromiso reunió a 11 países con el objetivo de ponerle fin a la exploración y explotación de petróleo y gas. Costa Rica es el único país de América Latina y el Caribe que participa. Sin embargo, el pacto no precisa una fecha límite para cumplir este objetivo y tampoco cuenta con la participación de Reino Unido, Noruega, Estados Unidos y Canadá, los principales productores de combustibles fósiles.
El Pacto Climático de Glasgow incorporó una meta de reducción de CO2 para 2030".
“Cada dólar que invertimos en un nuevo proyecto de exploración y explotación petrolera es un dólar menos que invertimos en energías renovables, en transporte limpio y en protección de la naturaleza”, dijo Andrea Mesa, ministra del Ambiente de Costa Rica, el impulsor de esta alianza, junto con Dinamarca.
Asimismo, el Pacto Climático de Glasgow tuvo un acierto al incorporar una meta de reducción de CO2 para 2030. “Reconoce también que limitar el calentamiento global a 1,5 °C requiere reducciones rápidas, profundas y sostenidas de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, incluida la reducción de las emisiones mundiales de dióxido de carbono en un 45% para 2030 en relación con el nivel de 2010 y a cero neto a mediados de siglo, así como profundas reducciones de otros gases de efecto invernadero”, menciona.
Cristian Salas explicó a OjoPúblico que la inclusión de este objetivo es relevante, pues mientras más pronto se inicie la reducción de emisiones, la cantidad de CO2 que vaya a la atmósfera será menor. “Una cosa es llegar a cero emisiones neta en 2050, pero si tú empiezas antes la disminución, es mejor”, dijo. Sin embargo, es necesario que los países tengan la voluntad política de cumplir con este objetivo, puesto que no es legalmente vinculante. “[Este llamado] está en línea con lo que debemos hacer para mantenernos por debajo de 1,5 °C y lleva a la ciencia firmemente a este acuerdo. Pero hay que implementarlo”, señaló al respecto Jennifer Morgan, directora ejecutiva de Greenpeace Internacional, en redes sociales.
Financiamiento y desigualdades climáticas
Una de las principales críticas a la COP26 consiste en que no ha logrado que los países que tienen gran parte de la responsabilidad de esta crisis climática asuman demandas más ambiciosas. Estados Unidos, China, Rusia, Brasil e Indonesia son los países que históricamente hicieron crecer sus economías a base de actividades que emiten grandes cantidades de GEI, según el último reporte del Carbon Brief. Este informe que analiza la acumulación de emisiones de CO2 a lo largo del tiempo toma en cuenta la deforestación, como una de las actividades contaminantes. Eso explica la aparición de Brasil e Indonesia en el ranking.
Las responsabilidades diferenciadas también quedaron en evidencia en un informe de Oxfam que analiza la desigualdad en las emisiones de carbono para 2030. Este documento prevé que el 1% más rico de la población mundial será responsable del 16% del total de las emisiones globales para finales de la década y que sus emisiones serán 30 veces superiores al nivel necesario para no superar 1,5 °C. Un estudio anterior demostró, además, que el 1% más rico (conformado por 63 millones de personas) fue el responsable del 15% de emisiones que se produjeron entre 1990 y 2015, mientras que las personas más pobres a nivel mundial (3.100 millones en total) emitieron 7%. “Las disparidades son absolutamente evidentes”, indicó Aguilar.
El representante de Oxfam resaltó que estos informes evidencian que basta con el porcentaje que produce solo el sector más rico para alejarnos del umbral de 1,5 °C. Por eso, resaltó la importancia de tener en cuenta estas disparidades. “Si no se consideran estas desigualdades, es imposible que se logre atender el impacto de la crisis climática”, dijo a OjoPúblico.
Las diferencias históricas en los niveles de contaminación deben ser asumidas, principalmente, a través de un financiamiento que permita a los países menos contaminantes iniciar la transición a energías limpias y para que, a su vez, se adapten a los cambios que provoca la crisis climática en sus regiones. Manquis Villasante explicó, por ejemplo, que los compromisos climáticos de los países latinoamericanos dependen, en gran medida, de cuánta ayuda reciban en financiamiento. “Cambiar nuestra matriz energética cuesta inversión. No solo de dinero, sino también inversión humana para trazar esas estrategias de transición y descarbonización de la economía”, detalló.
Lo anunciado en la COP26 no es suficiente para alcanzar el objetivo de limitar la temperatura por debajo de 1,5 °C".
El Pacto Climático de Glasgow acepta que el financiamiento climático comprometido hasta ahora es insuficiente para las consecuencias que ocasiona la crisis climática y, por primera vez, anuncia un objetivo para financiar la adaptación. Además, hace una mención a la necesidad de atender las pérdidas y los daños, pero no establece compromisos para que las Partes cumplan con esta ayuda, pues no menciona fechas ni montos.
“Es importante reconocer el escaso avance que se logra en materia de financiación climática. A pesar de que se han redoblado esfuerzos en materia de adaptación, no es suficiente en relación a lo que los países en vías de desarrollo vienen planteando como necesario y quedan vacíos en relación a toda la parte de daños y pérdidas, que era un tema muy importante para los países empobrecidos”, dijo Aguilar a OjoPúblico.
Por eso, en la última plenaria informal, los países de economías emergentes se mostraron inconformes con la poca exigencia establecida en la sección de “daños y pérdidas”, que —tal como está redactado— no responsabiliza a los países más contaminantes de apoyar a los más afectados a causa de la crisis climática, ocasionada por los altos niveles de emisión de gases de GEI. “No estamos satisfechos. Queríamos ver un texto que realmente refleje la responsabilidad de los países desarrollados. No es el documento que nos gustaría tener que estar apoyando”, expresó la delegación de Cuba, en el último plenario informal de la COP26.
Por su parte, la delegación de Maldivas se mostró decepcionada con la poca ambición presentada en este tema y afirmó que este avance no está en línea con el progreso necesario. “Estamos arriesgando nuestros hogares mientras otras [naciones] deciden qué tan rápido quieren actuar. Maldivas le ruega que entregue los recursos que necesitamos para abordar la crisis en las islas pequeñas a tiempo. Es una cuestión de supervivencia”, dijo en la plenaria.
A pesar de estas discrepancias, el documento final de la COP26 fue aprobado. El mismo insta a las Partes de países desarrollados a aumentar su financiamiento climático. Sin embargo, este llamado no es de relevancia, si se tiene en cuenta que las naciones desarrolladas aún no han cumplido con la entrega de los USD 100.000 millones prometidos para 2020, con el objetivo de apoyar a los países en vías de desarrollo a transitar hacia energías limpias y adaptarse a los efectos de la crisis climática.
Hasta ahora, solo se han entregado USD 80.000 millones. El documento final de la COP26 lamenta este incumplimiento, hace un llamado a que se cumpla con urgencia y a que haya transparencia en su aplicación. Pero no detalla cómo se garantizará esa entrega ni cómo se monitoreará su uso. Al respecto, Carlos Aguilar de Oxfam enfatizó que no hay claridad sobre cómo se va a llegar a esa cantidad ni sobre cómo se va a balancear ese aporte entre la mitigación y la adaptación.
En opinión de Villasante, el incumplimiento del financiamiento prometido a los países con economías emergentes y los problemas para definir los mecanismos de aplicación del artículo 6 —que regula la creación de mercados internacionales de carbono— evidencian la falta de compromiso por parte de los países del norte global.
Finalmente, no solo en temas de financiamiento, sino en todos los anuncios prometedores falta especificar cómo se cumplirán los acuerdos —los cuales, además, son insuficientes para alcanzar el objetivo climático, como lo demuestra el análisis del Climate Action Tracker—. “Lo que nosotros creemos es que hay anuncios [que son similares a los] que en otras COP se han venido realizando. Pero del anuncio a concretarlo, todavía hay un trecho largo”, dijo Andrés Tapia, dirigente de comunicaciones de Confeniae, a OjoPúblico.
Alerta para la Amazonía
Desde el inicio de la COP26 se habló sobre la importancia de conservar y proteger las áreas boscosas de la deforestación y la depredación, lo que se tradujo en una declaración firmada por más de 130 países, entre ellos Perú. En paralelo, Reino Unido asignó un fondo de USD 400 millones para proteger los bosques tropicales de la Amazonía.
En los últimos eventos paralelos de la COP26, el tema de la preservación de los bosques continuó vigente y cobró relevancia con la presentación del análisis hecho por el Panel Científico por la Amazonía (SPA, por sus siglas en inglés). El viernes 12 de noviembre se presentó el primer informe de evaluación sobre el estado de la cuenca del Amazonas.
Los hallazgos de este primer reporte, elaborado por más de 200 autores entre científicos occidentales, de países amazónicos y de comunidades indígenas, confirmaron que la Amazonía está acercándose a un punto de inflexión en el que la selva tropical se convertirá en un ecosistema seco degradado. Cuando se cruce esa línea de no retorno, la geografía de esta región cambiará, colapsará parte de la biodiversidad y habrá impactos sobre el clima global. “Estamos al borde de este punto de quiebre. Es mandatorio una moratoria sobre la deforestación, la degradación y los incendios en la Amazonía”, dijo Carlos Nobre, co-coordinador del SPA a cargo de la elaboración del informe, en un evento paralelo a la COP26.
ADVERTENCIA. Más de 200 investigadores alertan el riesgo de que la Amazonía cruce un punto de no retorno, a partir del cual la selva tropical se transformará en áreas secas y degradas.
Foto: Ministerio del Ambiente del Perú
Por su parte, Gregorio Díaz, coordinador de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica) dijo, en su participación en el evento, que este informe ayuda a posicionar, de la mano de la ciencia, la idea de que la Amazonía es un ser vivo y que salvarla requiere un trabajo conjunto entre los nueves países que comprende. “La Amazonía es nuestra casa, hemos vivido miles de años ahí y tiene espíritu. Está visión la hemos corroborado con la ciencia”, afirmó.
El informe presentado hace énfasis en que los cambios en ese ecosistema tienen consecuencias globales. Andrea Encalada, co-coordinadora del SPA, dijo a OjoPúblico que las variaciones en la Amazonía no solo impactan a los que viven ahí, sino a todas las personas alrededor del mundo.
Jhan Carlo Espinoza, científico peruano que participó en la elaboración del documento, explicó a este medio que el impacto a nivel global de los cambios en la Amazonía se deben, en primer lugar, a que el bosque amazónico tiene un stock de carbono de 130 millones de toneladas métricas de CO2. Es decir, una cantidad equivalente a aproximadamente 10 años de emisiones globales, que ofrecen un equilibrio al clima global, que se rompería al alcanzar el punto de no retorno.
En segundo lugar, Espinoza resalta la importancia del río Amazonas en el sistema hidrológico. Este contribuye con alrededor del 20% de las aguas dulces que se vierten hacia los océanos y, aproximadamente, el 40% de los sedimentos que llegan a los océanos y que son fundamentales para el secuestro del CO2.
Por último, los ríos voladores, juegan un papel fundamental en el sistema hidrológico de la selva tropical. Estos trasladan la humedad que el bosque expulsa a través de la evapotranspiración, y la lleva hacia otras regiones fuera de la Amazonía. Por ejemplo, a los Andes y la Cuenca de la Plata. “La Amazonia ejerce un rol fundamental en modular el clima y es un refuerzo contra el cambio climático por el bosque, y también desde un punto de vista del sistema hidrológico. Es decir, los sedimentos que viajan y llegan al océano son esenciales para capturar CO2”, destacó Espinoza.
Sin embargo, algunos de estos cambios descritos en el informe ya tienen impactos en el ecosistema actual. Por ejemplo, aproximadamente el 60% de los suelos amazónicos, especialmente los de Brasil, están muy degradados y son pobres en nutrientes. De acuerdo con el informe, 366.3000 km2 se degradaron entre 1995 y 2017. “Cada año cientos de miles de hectáreas de bosques, en su mayoría degradados, arden en toda la cuenca cuando los incendios escapan de pastizales cercanos o áreas recientemente deforestadas”, afirmaron.
Asimismo, con el aumento de la deforestación, la Amazonía ha pérdido su capacidad de sumidero de carbono, es decir, para almacenar grandes cantidades de CO2 que se emiten a la atmósfera. Andrea Encalada, co-coordinadora del SPA, afirmó que ahora la región está emitiendo carbono, en lugar de acumularlo.
“Al tener estos árboles cortados y este espacio degradado, estamos emitiendo CO2”, explicó. Además, el alcance al punto de inflexión está cada vez más próximo en determinadas áreas de la cuenca amazónica, como partes de la Amazonía sur, específicamente, en la cuenca del Madeira (que atraviesa Perú, Bolivia y Brasil), y que han sido impactadas fuertemente por los incendios en los últimos años.
La científica ecuatoriana contó que, de llegar a ese punto de no retorno, la selva tropical cambiaría de manera irreversible. En principio, señaló, las especies vegetales que existen y que promueven el clima actual serían desplazadas por otras parecidas a las de la sábana, como en el Cerrado brasileño. En segundo lugar, especies animales que forman parte de la biodiversidad de este ecosistema podrían dejar de existir. “Son cambios muy rápidos, entonces hay muchas especies que no van a poder soportarlo y van a desaparecer”, enfatizó.
Los especialistas coinciden, no obstante, en que estas transformaciones no son uniformes en todo la Amazonía. Jhan Carlo Espinoza explicó que se ha documentado un incremento de lluvias extremas en el norte de la Amazonia, desde Perú y hacia el extremo norte de Brasil. En contraparte, también se registró una disminución de las precipitaciones en la parte sur, principalmente, en la Amazonia boliviana, el sur de la Amazonia brasileña y en el sur de la peruana.
“En los últimos 40 años hay una evolución contrastada entre el norte y el sur de la Amazonia. Es por ello que se han identificado en estas últimas décadas una intensificación de eventos hidrológicos extremos, como inundaciones y sequías”, dijo. La región amazónica tiene casi siete millones de kilómetros cuadrados, por lo que, señaló el especialista, hay diferentes climas y estos también están evolucionando de manera diferente.
Es mandatorio una moratoria sobre la deforestación, la degradación y los incendios en la Amazonía”, dijo Carlos Nobre.
Finalmente, las variaciones en la biodiversidad y en los ecosistemas amazónicos tienen un impacto sobre el estilo de vida de quienes viven allí. En la presentación del informe, Encalada resaltó que muchas de las especies que habitan actualmente en los ríos son importantes para la alimentación de la población local. En efecto, un estudio publicado en la revista “Science” demostró que la pérdida de biodiversidad en los ríos amazónicos afecta la nutrición de sus habitantes.
“La deforestación y la degradación de los sistemas terrestres y acuáticos ponen en riesgo la salud humana, la seguridad alimentaria y del agua, y disminuye la capacidad de los pueblos y la vida silvestre de la Amazonía para adaptarse a cambios antropogénicos presentes y futuros”, concluyó el primer reporte de la SPA.
Los investigadores que participaron en la elaboración del informe coinciden en que las principales amenazas para la Amazonía son la deforestación, la degradación de los bosques y el cambio climático, que también es provocado por actividades humanas. Espinoza explicó que el rápido aumento de emisiones de GEI está generando un aumento de las temperaturas en la cuenca del Amazonas, especialmente durante la temporada seca, que cada vez dura más tiempo; lo que incrementa las posibilidades de que se genere un estrés hídrico en el bosque y los árboles mueran. A ello se suman otros factores antrópicos, como la minería ilegal y la construcción de carreteras. “Tenemos dos grandes fuentes de estrés para el bosque tropical. Por un lado, el cambio climático global y, por otro, la acción humana”, subrayó el investigador peruano.
Ante estas amenazas, Marielos Peña, científica boliviana del SPA, dijo en la COP26 que no existe una única solución ni las existentes son simples y describió tres recomendaciones claves obtenidas en el reporte. La primera de ellas está relacionada a la protección del bosque: conservar, gestionar de manera sostenible y remediar los ecosistemas. Esta medida incluye la sugerencia de que los países amazónicos impulsen moratorias de deforestación sobre las áreas que se encuentran más próximas a cruzar el punto de no retorno. Además, resalta la importancia del compromiso asumido en esta COP de reducir las tasas de deforestación para la próxima década.
La segunda recomendación está centrada en el cambio del modelo de crecimiento que actualmente es principalmente extractivista, por uno denominado “bioeconomía”. El mismo consiste en crear vías de desarrollo sostenibles, que sean ecológicamente saludables, culturalmente inclusivas y que apoyen la prosperidad económica. El reporte incluye cuatro medidas para lograrlo: aumentar la inversión en educación, ciencia e investigación; crear incentivos para la innovación sostenible; promover el empleo verde, e invertir en infraestructura tanto en áreas urbanas como rurales.
Finalmente, el reporte destaca la importancia de la gobernanza del territorio indígena y el empoderamiento sobre sus tierras. “Involucrar a los pueblos indígenas y a las comunidades locales en los procesos de planificación y formulación de políticas y promover su representación política en todos los niveles de gobernanza”, destacó el informe. Andres Tapia resaltó que la evidencia científica demuestra el papel clave que tienen las comunidades indígenas en el cumplimiento de los objetivos climáticos. “Yo creo que, en esta COP, se ha podido avanzar en el reconocimiento de ese papel de los pueblos indígenas. Ese es el resultado de la presión colectiva de sus organizaciones representativas”, dijo a OjoPúblico.
Después de la COP26
Luego de las negociaciones y la publicación del documento final —con acuerdos que convienen a pocos—, queda la interrogante sobre cómo se garantizará el cumplimiento de los anuncios. Los especialistas consultados por OjoPúblico coincidieron en que ahora es fundamental que los activistas y la sociedad civil se mantengan vigilantes y hagan presión para que los países y las empresas cumplan con sus compromisos.
Manquis Villasante resaltó que uno de los principales logros de esta COP ha sido la participación activa y unida de las organizaciones ambientales y los movimientos ciudadanos. “La presión ciudadana y el activismo joven no lo he visto tan fuerte en ninguna de las COP, que sigo desde hace siete años”, aseguró. La ingeniera ambiental y activista climática enfatizó en que el mensaje de este año no solo estuvo centrado en reducir las emisiones, sino en compensar a los que más han sufrido históricamente.
ACCIÓN CLIMÁTICA. La COP26 ha culminado y los especialistas coinciden es que son necesarias voluntad política y presión de la sociedad civil para cumplir con los acuerdos.
Foto: COP26
En esa misma línea, Andrés Tapia destacó que los principales logros en la conferencia sobre los bosques y las comunidades indígenas se lograron gracias al papel que desempeñaron las organizaciones, como Coica y Confeniae. “La presión social, que se ha manifestado no solo en los eventos oficiales de la COP sino también en las calles con movilizaciones masivas, es un gran avance”, dijo a este medio.
Por eso, subrayó la importancia de que, tras finalizar este evento mundial, los líderes ambientales continúen vigilantes y la sociedad civil se comprometa a exigir a sus Gobiernos el cumplimiento de los objetivos climáticos. “En general, [el mensaje es] sigan movilizándose y pendientes de que todo se cumpla. El llamado es a seguir vigilantes”, concluyó.
A su vez, Villasante resaltó la importancia de exigir que el cumplimiento de los compromisos vaya de la mano de justicia climática, es decir, de un manejo adecuado de los recursos, un trabajo en conjunto con las comunidades indígenas, y una reducción progresiva de las vulnerabilidades de los países más afectados. “La misión climática también debe incluir está ambición social de justicia de derechos”, aseguró.