BIEN COMÚN. Según la economía social y solidaria, el ser humano prevalece sobre el lucro y sus beneficios también contemplan al ambiente.

Solidaridad en la economía: bienestar y salud del ambiente por encima del lucro

Solidaridad en la economía: bienestar y salud del ambiente por encima del lucro

BIEN COMÚN. Según la economía social y solidaria, el ser humano prevalece sobre el lucro y sus beneficios también contemplan al ambiente.

Ilustración: OjoPúblico / Claudia Calderón

Ante las desigualdades que se hicieron más patentes durante la pandemia de la covid-19, los impactos de la crisis climática o las aún persistentes brechas de género, distintas entidades internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas y la Organización Internacional del Trabajo, están impulsando el desarrollo de la llamada economía social y solidaria, un modelo alternativo a la economía tradicional en el que el bienestar de las personas y el planeta se anteponen al lucro o las ganancias. Sin embargo, algunos especialistas señalan sus límites en los sectores más competitivos.

23 Julio, 2023

Las personas son egoístas por naturaleza, de acuerdo al pilar de la economía moderna. La idea, que con frecuencia argumentan políticos y empresarios, fue impulsada hace tres siglos por Adam Smith. 

Este filósofo escocés, considerado el padre de la ciencia económica, proponía que la sociedad estaba organizada en base al interés propio. Ese conjunto de intereses propios ―el de un comerciante que quiere vender, el de un comprador que desea adquirir― funcionan, según su teoría, como una "mano invisible" que autorregula el mercado y conduce al beneficio de la sociedad.

Mucho más recientemente, en la década del 70, Milton Friedman, uno de los principales exponentes de la economía de mercado, sostuvo en su ensayo The social responsibility of business is to increase its profits que la responsabilidad social ―generar empleo, evitar la contaminación, luchar contra la discriminación― no podía ser un fin de las compañías del libre mercado, sino de cada individuo. 

En la economía se habla comúnmente en términos de ganancias, utilidades, intereses. O, de lo contrario, de responsabilidad social, conciencia social. ¿Es posible referirse a la solidaridad en la economía? A fines de los años 90, Luis Razeto, filósofo, sociólogo, educador chileno y uno de los estudiosos de la solidaridad en la economía, respondía que era muy difícil encontrar dicho término en este ámbito. 

“Podemos leer numerosos textos de teoría y análisis económico de las más variadas corrientes y escuelas sin encontrarnos nunca con la solidaridad”, señalaba en su artículo La economía de la solidaridad: concepto, realidad y proyecto, publicado en 1999. De acuerdo a Razeto “cooperación” era la palabra que sí podía aparecer, pero de un modo técnico, no precisamente para referirse a gente que se junta y comparte una voluntad en común. 

Por primera vez, un grupo importante de países acuerda una postura sobre la economía social y solidaria".

En la actualidad, se puede hablar de la solidaridad en distintos ámbitos de la economía, explica Felipe Correa, consultor y economista chileno de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal). Por ejemplo, “en el sistema [público] de pensiones, el sistema tributario, el sector salud, la seguridad social, la economía del cuidado, el sindicalismo”, detalla el especialista, desde Chile.

Dentro de ese amplio espectro de la solidaridad en la economía aparece un concepto que ha tomado mayor relevancia en los últimos años: la economía social y solidaria. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se trata de un modelo económico alternativo que comprende a empresas u organizaciones asociativas o cooperativas, y cuyos principios anteponen al ser humano y el planeta antes que las ganancias y utilidades.

El debate sobre la economía social y solidaria se ha instalado en diversos espacios internacionales. Si bien la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la ha mencionado en distintos foros desde hace años, recién en abril de 2023, la Asamblea General de las Naciones Unidas publicó una resolución sobre la economía social y solidaria. Esta es la primera vez en la que un grupo importante de países acuerdan una postura al respecto. 

Casi un año antes, en junio de 2022, la OIT también había emitido una resolución sobre economía social y solidaria, en la que establecía la definición antes mencionada. “Eso me parece clave: es la primera vez que, en un foro global, la OIT hace esta definición de qué estamos entendiendo por economía social solidaria”, dice Felipe Correa.

OjoPúblico conversó con economistas de Perú, Chile y Ecuador acerca de la solidaridad en la economía y la economía social y solidaria para entender sus posibilidades, aplicación y límites en el contexto actual.

Asamblea General Naciones Unidas

INTERNACIONAL. Este año, la Asamblea General de las Naciones Unidas emitió una resolución sobre la economía social y solidaria. 
Foto: Naciones Unidas

 

Los responsables de la solidaridad

A raíz de la pandemia de covid-19, la palabra solidaridad resurgió, incluso, como una obligación para superar la crisis. Sin embargo, es un tema bastante complejo que tiene algunas décadas de debate en las ciencias económicas.

Para el economista peruano Javier Olivera la solidaridad en la economía es un tema muy amplio que tiene que ver con el ámbito de la “economía política”. El especialista en sistemas de pensiones pone como ejemplo el funcionamiento de la recaudación solidaria en ciertos países.

“En algunos lugares hay mucha recaudación, pero también hay muchos servicios públicos, como las pensiones, la educación. En países, como los de Europa, contribuyes mucho y te dan también bastantes servicios públicos. Pero esos servicios públicos son, sobre todo, usados por la gente de menos recursos. Eso lo podremos entender, de alguna manera, como un modelo de aseguramiento con solidaridad”, dice. 

Para el economista Elmer Cuba la solidaridad es una competencia de los Estados. “El Estado es solidario en el capitalismo moderno y avanzado. Los Estados igualan oportunidades a través de gastos que financian con los impuestos”. 

Las empresas, en cambio, no se encargan de la solidaridad, señala el especialista peruano. Entre las compañías y el Estado, entonces, existe un equilibrio. “Se han dividido las funciones: el mercado genera valor y el Estado redistribuye. Así funciona las sociedades modernas y avanzadas”, afirma.  

Economía solidaria_OjoPúblico_Claudia Calderón_2023

 

El estudio reciente de la solidaridad

El estudio relativamente reciente de la solidaridad en la economía se ha dado, sobre todo, en campos como los de la economía social y la economía solidaria, cuya historia se puede rastrear a lo largo de los tres últimos siglos. Karin Berlien, doctora en Ciencias Económicas y coordinadora de la Red Intercontinental de Promoción de la Economía Social y Solidaria (Ripess), ubica los inicios de la economía social en Europa, desde el siglo XIX en adelante. 

“Yo siempre pienso que la economía social se genera al mismo tiempo que las grandes industrias del desarrollo industrial, del capitalismo. Eso va, también, de la mano con otras formas de organización de las y los trabajadores”, dice la experta desde Chile. Berlien se refiere a las organizaciones de obreros que surgieron en esas épocas en el continente europeo.

La historia de la economía social y la economía solidaria se puede rastrear a lo largo de los tres últimos siglos". 

Por otro lado, la economía solidaria, con esa nomenclatura, surge y ha sido estudiada sobre todo en América Latina, de acuerdo a la economista Karin Berlien de Ripess. Uno de sus teóricos es el filósofo, sociólogo y educador chileno Luis Razeto, precisa. 

“Luis Razeto habla de esta economía de la solidaridad, de la solidaridad de la economía. Luego, esa economía de la solidaridad la va a referir como economía solidaria, y ese concepto se masifica”, explica la especialista. 

Otro investigador que ha reflexionado sobre la economía solidaria, el uruguayo Pablo Guerra, confirma la afirmación de Berlien. En su artículo La economía solidaria en Latinoamérica indica que, mientras que en Europa se inclinaron por la nomenclatura “economía social” y dieron énfasis en sus tipos de organizaciones (cooperativas, mutuales, asociaciones), en América Latina se optó por “economía solidaria” y sus manifestaciones individuales.

Ciertas prácticas solidarias de la economía, sin embargo, se pueden identificar incluso en las civilizaciones antiguas de la región, precisa Roberto Ochoa, de la Comisión de Pueblos Originarios de Ripess. Muchas de estas, remarca, se mantienen hasta la actualidad. 

“La reciprocidad es un mito fundante de los pueblos originarios. El trueque, el cambio, el dar y el recibir, el ayni, la minka, son prácticas ancestrales. En ese entendimiento está lo solidario, como un acto político de construir comunidad”, indica el experto desde Ecuador.


¿Qué es la economía social y solidaria?

En el amplio y complejo panorama de la solidaridad en la economía destaca la llamada economía social y solidaria. Según la definición de la OIT, esta comprende a las empresas u organizaciones que no anteponen el lucro al bienestar de las personas y del planeta, y están estructuradas de forma asociativa o cooperativa. 

Para Efraín Quicaña, especialista regional en economía rural de la OIT, la economía social y solidaria no solamente se centra en la generación de empleo y de ingresos, como en el modelo tradicional, “sino también, por ejemplo, en la protección y la prestación de servicios sociales”. 

Además, añade Quicaña, hay un tema clave en la economía social y solidaria que es “la primacía de las personas y el fin social sobre el capital en la distribución y el uso de los excedentes”. En palabras del experto, la prioridad de lo humano es el “corazón” de los propósitos de las organizaciones de esta economía. 

Por su lado, el economista Felipe Correa, de la Cepal, precisa que “son empresas y organizaciones con principios y valores distintos a los que caracterizan a empresas tradicionales o convencionales”.

De acuerdo a la resolución de la OIT, la lista de organizaciones que se enmarcan dentro de este modelo pueden ser cooperativas, asociaciones, mutuales, fundaciones, empresas sociales, grupos de autoayuda y otras entidades que operan según sus valores y principios. En otras palabras, son empresas distintas a las que se acoplan al modelo tradicional.

Cooperativas
COOPERATIVAS. Además de las cooperativas, las mutuales, las asociaciones, las fundaciones, entre otras, son las organizaciones del modelo social y solidario. 
Foto: Andina

 

La promoción de esta alternativa económica es algo en lo que vienen insistiendo los organismos internacionales. Como ejemplos están las mencionadas resoluciones de la OIT y la ONU.

En esta última, la ONU alienta a los Estados miembros, a las entidades pertenecientes a las Naciones Unidas y a las distintas entidades financieras multilaterales, internacionales y regionales a apoyar el desarrollo de la economía social y solidaria desde sus respectivas competencias. Para Karin Berlein, de Ripess, esta resolución es un hito crucial en el avance de la validación de esta propuesta económica. 

Según el economista Elmer Cuba, es positivo que se alienten estos modelos económicos, pero estos tienen sus limitaciones. “No veo que puedan tener un un futuro muy, muy poderoso más adelante. No creo que las cooperativas compitan, por ejemplo, con empresas como Microsoft, Shell, Google o Toyoya, porque como estas son con fines de lucro, tienen más incentivos para ser más eficientes y más productivas”, sostiene. 

Una posición similar tiene el economista y exjefe de la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS), Juan José Marthans. Acerca de las cooperativas, mutuales o asociaciones, el experto considera que son modelos respetables, aunque también considera que no son muy competitivas.

“No es un modelo que logre calzar con las necesidades del empresario, ni con las necesidades de fortalecer los niveles de productividad de manera significativa dentro de una economía”, dice. 

Por otra parte, en el documento de la ONU sobre la economía social y solidaria se reconoce que tanto la pandemia de la covid-19 como los efectos adversos de´la crisis climática y las tensiones y conflictos geopolíticos, “han puesto al descubierto muchas fragilidades en las economías y profundizado las desigualdades existentes, y que se necesita urgentemente una respuesta más profunda, ambiciosa, transformadora e integrada”. 

Para Felipe Correa, no solo la covid-19 o la crisis climática han empujado a que la discusión sobre la economía social y solidaria tome un mayor impulso. “Creo que tiene que ver con un cambio de consciencia. Los emprendedores de las nuevas generaciones no solo quieren ganar y tener una nueva empresa para obtener dinero. Además de tener un ingreso y ser rentables, también quieren hacer una contribución positiva al mundo”, dice. 

Al contrario de Correa, Efraín Quicaña, de la OIT, sí considera que el tema de la economía social y solidaria ha tomado mayor preeminencia en el marco de la pandemia. 

“A la Conferencia Internacional del Trabajo no llegan temas por llegar. Se adoptan resoluciones sobre estos porque hay una creciente atención de los gobiernos, los otros mandantes de la OIT y los sindicatos en modelos económicos centrados en las personas. Este es un contexto mundial clave”, indica.

Karin Berlien, coordinadora de Ripess, remarca que el interés por la economía social y solidaria es un llamado a mirar la economía desde otros indicadores. “Toca mirar indicadores que hablen de la sobrevivencia, la disminución del cambio climático, la preservación de la biodiversidad. Esos también son indicadores económicos que importan a largo plazo. No solo el crecimiento del PBI [Producto Bruto Interno]”, afirma.

 

Los límites de la solidaridad

El lucro, de acuerdo a algunos expertos, nunca dejará su sitial privilegiado en el mercado. Para Juan José Marthans este siempre será el motor sobre el cual se desarrolla el sector privado “en cualquier parte del mundo”. 

“A menos que quieras entrar a un escenario fallido a nivel socialialista o comunista, no existe la posibilidad [de que una empresa no tenga al lucro como principal objetivo]”, señala.

El economista Elmer Cuba considera que esto tampoco es algo necesariamente negativo. “El lucro es el mecanismo por el cual la gente produce cosas y cubre la necesidad de otra gente. Es el corazón de la economía del mercado”. Pero el lucro no está por encima o por debajo de las personas, explica. 

Elmer Cuba: "El lucro es el corazón de la economía del mercado”. 

Por otro lado, una de las barreras de la solidaridad en la economía es el pragmatismo que demanda el sector empresarial, indica Marthans. “Pedirle a un empresario que piense como sacerdote es imposible, no es válido, no es pragmático. Decirle que ayude porque tiene que ser caritativo… le entra por una oreja y le sale por otra”, indica. 

Por eso, dice el economista peruano, antes que pensar en la caridad o donación, es mejor optar por el concepto de “valor compartido”, desarrollado por los economistas Michael Porter y Mark Kramer. Según el valor compartido, mientras el empresario mejora sus productos, el entorno de sus trabajadores, también mejora el entorno social. 

“Decirle ‘ayuda porque eso te va a ayudar a ti como empresa y empieza a observar este tema con mayor seriedad que cualquier otra alternativa de carácter puramente de responsabilidad social’”, afirma el economista.



La importancia de la voluntariedad 

La resolución de la 110° Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT menciona, entre otras, una característica para el funcionamiento de la economía social y solidaria: la voluntariedad. Es decir, la propuesta de la OIT, que luego es respaldada por la resolución de la ONU, no alienta una imposición de la solidaridad por parte de los Estados o cualquier otro ente. La solidaridad debe ser voluntaria. 

De hecho, de acuerdo al economista peruano Armando Mendoza, una de las razones por las cuales las cooperativas no prosperaron en Perú, en la década del 70, fue porque su aparición nació de una imposición de las autoridades. Para ser más precisos, de un mandato del entonces presidente de facto, el general Juan Velasco Alvarado. “Fue una experiencia de arriba hacia abajo y, la verdad, que tuvo problemas serios”, señala. 

Para Mendoza, en ese entonces, las cooperativas no surgieron por el impulso o el interés de la propia población. “Fue un proceso que no reflejaba realmente las aspiraciones y los deseos de la población supuestamente beneficiaria”, dice. 

Además, para que exista una economía cooperativa o solidaria, precisa el economista, debe haber un interés genuino de los actores a colaborar y operar en conjunto y por el bien común. “Si no existe ese interés, lo que sucede es un zafarrancho en donde cada uno busca la suya y, en la práctica, termina depredando los activos o la propiedad en común”, dice.

Produce

PRODUCE. El Ministerio de la Producción cuenta con una dirección que trabaja en el sector cooperativo. Especialistas consideran que otras carteras deberían involucrarse. 
Foto: Andina

 

Para el economista de la OIT Efraín Quicaña, en el caso de Perú el concepto del cooperativismo ha ido “descapitalizándose” y ha sido mal entendido. “Fue por los fracasos de la Reforma Agraria”, sostiene.

La promoción de las cooperativas como un modelo realmente viable en la competencia económica de cualquier país, considera Quicaña, tiene que contar con un marco regulatorio adecuado. “Debe tener políticas de incentivos, programas para fortalecer el inicio y el desarrollo de esas unidades y una serie de servicios que han estado ausentes”, dice. 

El especialista lo compara con lo que ha pasado con las mype (micro y pequeña empresa). “Estos modelos no han fracasado por su naturaleza, sino porque el Estado no ha llegado con servicios integrados a desarrollar este modelo. Una mype requiere servicios financieros, asistencia técnica, extensionismo, articulación al mercado, certificaciones, etcétera. Lo mismo necesitan las unidades de la economía social y solidaria”, precisa. 

En esa línea, las cooperativas no solo deberían depender del Ministerio de la Producción (Produce), como lo hacen actualmente a través de la Dirección de Cooperativas e Institucionalidad de la Dirección General de Desarrollo Empresarial del Viceministerio de MYPE e Industria. También debería intervenir el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, indica Efraín Quicaña.

OjoPúblico envió a Produce un cuestionario sobre el cooperativismo y la economía social y solidaria en Perú. Pero, hasta el cierre de este informe, no se obtuvo respuesta. 

“Perú está muy atrasado en el tema de la economía social y solidaria en el contexto latinoamericano. No tiene ninguna red de investigadores universitarios sobre este tema o una red de organizaciones de economía social y solidaría, como sí hay en otros países. Tampoco tiene una ley de economía social y solidaria”, analiza el consultor y economista de la Cepal, Felipe Correa.

 

La solidaridad es transversal

¿Es la economía social y solidaria un modelo de izquierda? ¿Se trata de una práctica socialista? Según Felipe Correa, de la Cepal, no es así. 

“No, la economía social y solidaria no es socialista. De hecho en Cuba, para poner casos paradigmáticos, lo que prima son las empresas del Estado. Las cooperativas y organizaciones de la economía social y solidaria no han sido nunca apoyadas. Ni siquiera son reconocidas por el Estado cubano”, señala. 

El socialismo, añade, aspira a estatizar las empresas y la producción. “Mientras que la economía social y solidaria apunta a mantener la propiedad privada, las empresas privadas, pero con un cambio de valores”, precisa Correa. 

Para Karin Berlien, de Ripess, la economía social y solidaria va más allá de una vinculación con un determinado sector político. “Esto no está adherido a un partido político o a un sector de la izquierda, no. Esto es harto más transversal”.

La doctora en Economía señala que, si bien ciertos sectores de la izquierda pueden estar alineados con las demandas de la economía social y solidaria, no se puede considerar como un concepto o una práctica propia de ese sector político. 

“Incluso tú podrías encontrar en sectores de derecha, conservadores, que tienen prácticas vinculadas a la economía social y solidaria”. Más que una postura a nivel discursivo, es una práctica, aclara Berlien. 

Felipe Correa: "La economía social y solidaria no es una propuesta socialista". 

En ese sentido, su aplicación tampoco está orientada solo a los sectores socioeconómicos bajos o medios bajos. “Hay cooperativas de ahorro y crédito que atienden a empresas grandes. Cooperativas muy grandes en todos los países. Existen cooperativas que dan mucho empleo, soportan, producen”, dice Felipe Correa. 

El consultor de la Cepal da cuenta de la Corporación Mondragón, en el País Vasco, que nació en la década del 50 y, a la fecha, está integrada por 95 cooperativas y más de 80.000 trabajadores. “Esta empresa produce una factura avanzada de alta tecnología, exportan. Y es una cooperativa”, dice.

Por su parte, Luis Miguel Castilla, exministro de Economía de Perú, considera que hay un prejuicio y desconocimiento contra las empresas no tradicionales. “Hay muchas cooperativas que funcionan en muchas partes. Las principales cooperativas están en Suiza y no se puede catalogar como un país socialista ni mucho menos. Está abierto al capital, pero tienen una sociedad mucho más cohesionada socialmente hablando”, señala.

Efraín Quicaña, en cambio, precisa que, aunque la economía social y solidaria no es un modelo exclusivo de los sectores socioeconómicos bajos, sí hay un foco principal sobre estos. 

“La OIT tiene la recomendación 204 que aborda la transición de la economía informal a la economía formal. En su resolución y conclusiones hay un mandato expreso sobre promover organizaciones de la economía social y solidaria para su transición a la economía formal”, finaliza.

 

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