RETROCESO. En algunas partes del Titicaca el nivel del agua ha retrocedido tanto que ha dejado botes varados en medio del fondo seco y agrietado del lago.

La sed del Altiplano: sequías y descenso del Titicaca asfixian la economía de agricultores y ganaderos

La sed del Altiplano: sequías y descenso del Titicaca asfixian la economía de agricultores y ganaderos

RETROCESO. En algunas partes del Titicaca el nivel del agua ha retrocedido tanto que ha dejado botes varados en medio del fondo seco y agrietado del lago.

Foto: OjoPúblico

Desde hace más o menos una década, la cantidad de precipitaciones en la región altiplánica de Puno ha ido en retroceso. En los últimos días se han presentado algunas, pero el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú prevé un 43% de probabilidades de lluvias por debajo de lo normal en la sierra sur oriental, hasta febrero de 2024. El emblemático lago Titicaca, por su parte, ha descendido 74 centímetros entre abril y noviembre de este año. En una región que tiene como algunas de sus principales actividades económicas la agricultura o la ganadería, vivir sin agua puede ser un desastre. En los últimos dos meses, un equipo de OjoPúblico recorrió las provincias puneñas de Puno, Azángaro y Lampa y comprobó que los pobladores sobreviven con muy poca agua para sus cultivos y sus animales.

3 Diciembre, 2023

Cada vez que alguno de sus tres hijos la visita desde la ciudad de Puno, Petronila Chacón ―agricultora de 53 años, trenzas negras, piel tensa― recibe abarrotes, carnes y frutas necesarios para sobrevivir, por lo menos, durante la siguiente semana. Los jóvenes le dan arroz, fideos, panes, pollo, pescado, plátanos y mandarinas que la madre no logra conseguir en su comunidad.

Pero lo más esperado de las encomiendas son los “poronguitos”.

Así llama Petronila a las galoneras que los chicos llevan repletas con lo más ansiado y escaso en Saytococha: agua. Unos recipientes de plástico verde y 10 litros de capacidad que la mujer almacena con recelo en sus cobertizos. Porque en esa comunidad del distrito de Santiago de Pupuja, provincia de Azángaro, en la región altiplánica de Puno, no solo se ha detenido el comercio y ha desertado la juventud para ir a buscar estudios o trabajo a las ciudades. 

Allí, sobre todo, no hay agua suficiente para vivir bien. 

Mariluz Belisario Almozanche Puno

EL BIEN MÁS PRECIADO. "Yo utilizo el agua como si fuera medicina", dice Mariluz Belisario, de la comunidad de Lluco, en el distrito de Coata, sobre cómo cuida el agua que le traen las cisternas.
Foto: OjoPúblico

 

El problema de la comunidad, además de la falta de un sistema de agua y desagüe, es la ausencia de ríos y, especialmente desde hace unos años, la escasez de lluvias. Las gotas que caen del cielo son la principal fuente de agua en Saytococha.

“¿Ya no habrá lluvia? Cuando intenta llover, el viento lo hace pasar”, dice en quechua Petronila Chacón, quien se queja del mal tiempo para las cosechas. “El año pasado hice papa y recogí un saco de papa. La quinua la helada se lo llevó. No hay avena, ni cañihua”.

Su situación y la del resto de Saytococha se replica a lo largo y ancho de Puno. La disminución progresiva de las precipitaciones, que empezó hace aproximadamente una década, según el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi), se vive en casi todas las 13 provincias. Son la excepción Sandia y Carabaya, en el límite con la Amazonía.

Y azota, con especial fuerza, a quienes como Petronila Chacón viven de sus cultivos y la crianza de ganados.

Sixto Flores: "Tenemos un 50% menos del promedio histórico en la temporada de lluvias. Ha llovido poco”.

Desde hace un par de años el escenario viene empeorando. “En esta temporada última El Niño costero ha originado que tengamos muy poca lluvia”, dice por teléfono Sixto Flores Sancho, director del Senamhi en Puno. “Tenemos un 50% menos del promedio histórico en la temporada de lluvias. Ha llovido poco”. 

Para el ingeniero meteorólogo Flores Sancho los motivos de este retroceso son diversos: la crisis climática, los fenómenos de El Niño, La Niña y ahora mismo El Niño costero: “Todos esos fenómenos han contribuido a que las lluvias disminuyan en cantidad”. 

Campo seco en Puno

MALA SIEMBRA. En los últimos dos años los agricultores de Puno no han logrado sembrar ni cosechar lo suficiente para comer y para vender en los mercados locales, los campos están secos.
Foto: OjoPúblico

 

Con una década de descenso de las precipitaciones, ya se puede hablar de una época de sequías en la región altiplánica. Así lo afirma Ángela Peña, analista meteorológica del Senamhi de Puno: “Las sequías suceden cuando ya se ve esa disminución de lluvias hace años, es un escenario de hace años”.

Y si bien comenzó a llover en Puno desde hace unas semanas, esto no es suficiente o necesariamente promisorio. El Senamhi prevé que entre diciembre de 2023 y febrero de 2024, en la sierra sur oriental de Perú, es decir la zona donde están Puno, Ayacucho, Apurímac, Cusco y Arequipa, habrá lluvias por debajo de lo normal. La probabilidad de que esto ocurra es del 43%, poco menos de la mitad. 

Tantos años sin agua suficiente han transformado las comunidades puneñas. En Saytococha, Petronila Chacón nota cómo, poco a poco, su hogar se ha ido despoblando. “Había muchas señoritas y jóvenes, pero como ya no hay agua se van a las ciudades a trabajar”, dice la madre de tres hijos que viven en la capital.

Ángela Peña: "Con 10 años de descenso de lluvias, ya se puede hablar de una época de sequías en la región altiplánica".

La tierra ya no rinde como antes, el alimento viene de las ciudades, muy pocos soportan vivir así, solo los más grandes. “Aquí ya no hay papa, ni chuño, de Juliaca nos traen nuestros hijos cuando nos visitan. Peor están los abuelos en el olvido, a ellos no se los llevan ―dice Petronila Chacón―. Aquí hay pocas personas ahora, solo adultos mayores”. 

Cada vez que lo necesitan, los vecinos de la comunidad van hasta la municipalidad de Santiago de Pupuja a comprar agua por un monto de entre 80 y 130 soles. “Ahora hay preocupación en Saytococha. Ahora ya no hay agua, estamos comprando. En cisterna nos traen”, cuenta la mujer. El tiempo que les dura es variable: puede ser dos semanas, tres semanas, un mes. 

Las cisternas depositan el agua no potable en unos huecos profundos que los vecinos hacen en la tierra. Los llaman takapis y cuando están llenos parecen lagunas en miniatura u ojos de agua. Pero los takapis tampoco bastan. “Eso también se seca”, se queja Petronila Chacón. Para la gente de Saytococha, el agua es un privilegio fugaz.

Desperdicios en medio del lago Titicaca seco

AL DESCUBIERTO. La retirada de las aguas del Titicaca en ciertas zonas deja al descubierto la basura que "navegaba" por el lago: botellas y envases de plástico de todos los tamaños y colores.
Foto: OjoPúblico

 

La tierra infértil

Godofredo Chacón se mudó desde Saytococha hacia Puno en la década de los noventa. Deseaba “una vida mejor” para su esposa y sus tres hijos. Como muchos padres preocupados, quería que sus niños tuvieran una “buena educación”. 

En la capital vivieron juntos por más de tres décadas, hasta que comenzó la pandemia. Entonces, el hombre de 68 años ―para entonces viudo―, decidió volver a su comunidad. 

Hoy Godofredo Chacón se arrepiente de esa decisión. Porque ahora, dice, ya no tiene agua. 

A pesar de su abatimiento, el hombre ha decidido no declinar. Llegó a tener 40 ovejas, pero solo le quedan dos. Antes criaba 10 vacas y toros y nada más conserva un trío. Ha perdido casi por completo un invernadero con tomates, pepinillos, acelgas, nabos, betarragas, perejil, culantro. Es decir, casi se ha quedado sin productos para alimentarse. Pero nada de esto parece convencerlo de regresar a Puno, donde sus hijos lo reclaman.

Germán Cutipa: "Para los ganaderos y agricultores puneños la campaña agrícola 2022-2023 ha sido catastrófica".

“Mis hijos quieren llevarme a la ciudad y ofrecerme una buena calidad de vida, pero creo que no podría acostumbrarme tan rápido ―dice en su lengua materna, quechua―. Sin embargo la situación es muy preocupante aquí. Ya no hay ningún ingreso de la agricultura ni la ganadería, prácticamente estoy por amor a los animales y al campo”. 

El señor Chacón es uno de los tantos ganaderos que ha perdido sus vacunos y también está entre los agricultores que no han conseguido sus cosechas habituales. Según el ingeniero Germán Cutipa, director de Estadística a Informática de la Dirección Regional Agraria de Puno, el alto déficit de lluvias en la región, ocasionó que la campaña agrícola 2022-2023 tuviera una caída del 53% en la producción de los cultivos. 

Es decir, la gente de los agricultores puneños cosecharon menos de la mitad de sus típicas papa, quinua, cañihua, cebada, avena forrajera. Estos son alimentos para las canastas básicas, alimento de sus ganados y también para vender en los mercados locales. El ingeniero Cutipa traduce las pérdidas en palabras más contundentes: “ha sido una campaña que podemos decir, o denominar, catastrófica”.

Pozo en Coata

LA INCERTIDUMBRE. "Pareciera que este año no va a haber lluvia. Las personas dicen que siete años no va a haber agua. No sé si será cierto", dice Doris Colquehuanca, del distrito de Huata. 
Foto: OjoPúblico

 

Las precipitaciones son cruciales en el Altiplano, pues allí se practica la agricultura de secano, explica la ingeniera del Senamhi, Ángela Peña. Se trata del método de cultivo que no usa ningún sistema tecnificado para regar los campos, sino solo el agua que cae desde arriba. 

“Son las siembras que se realizan de acuerdo a la temporada de lluvias”, dice la especialista. “Por ejemplo, aquí la gente sabía qué mes iba a llover, entonces comenzaban a sembrar para que la lluvia haga brotar sus plantas”.

Pero desde hace un tiempo setiembre, octubre, noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo y abril no son más los meses de precipitaciones. Sino, más bien, son épocas de cielos despejados que vuelven la tierra infértil. 

Desde hace un tiempo setiembre, octubre, noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo y abril no son más meses de lluvias".

El ingeniero Germán Cutipa, sin embargo, tiene noticias algo alentadoras: las siembras de la campaña agrícola 2023-2024 están avanzando mejor que en la campaña anterior. 

“A octubre, vamos en un 44,2% del objetivo de la siembra para este año”, dice. Esta cifra representa un crecimiento del 16% en comparación al mismo mes del año pasado. Ha cambiado así, explica el experto, por las precipitaciones que comenzaron a caer en octubre.

“Hasta agosto hasta septiembre no ha habido presencia de lluvias”, señala. “Pero en octubre ya hemos visto algunas precipitaciones pluviales en algunas provincias de la región. [...] Lo cual permite que las siembras de alguna manera se realicen”.

Titicaca desde las alturas

DESDE LAS ALTURAS. Las imágenes aéreas permiten apreciar la dimensión y el efecto de la sequía en los campos alrededor del lago Titicaca.
Foto: OjoPublico

 

Pero este avance en el sembrío no necesariamente augura una buena culminación de la campaña agrícola. Germán Cutipa toma el ascenso con cautela: si bien la siembra va por buen camino todavía no se puede saber cómo progresará el crecimiento de las plantas y la producción o cosecha. 

René Mamani, productor agropecuario de 64 años, es indiferente a las buenas nuevas. En el centro poblado Laro donde vive, en el distrito de Nicasio, en la provincia altiplánica de Lampa, las siembras de este año han ido tan mal como en la campaña anterior.

“Nosotros hacemos papa, cañihua, quinua, pero este año no hay agua”, cuenta en quechua, sentado delante de la laguna Laro Q’ocha, que se ha secado casi por completo. “En temporada seca tampoco se puede remover ni preparar la tierra. No tenemos plata ni para comprar semillas”. 

Quien también fue exalcalde de Laro dice que nunca pensó encontrarse en medio de una sequía: “Esta laguna Laro Q’ocha siempre estaba llena”. A veces hay algunas garúas que ayudan a hacer crecer la alfalfa. Con eso, se consuela, están sobreviviendo a duras penas sus ganados.

 

El descenso del lago Titicaca

Desde que las aguas del Titicaca han comenzado a descender, las casas de Walter Mamani y los demás habitantes de las islas flotantes de los Uros, se deterioran más rápido. 

La totora, planta nativa y emblema del lago, aquella con la que las civilizaciones prehispánicas fabricaban desde embarcaciones hasta puentes colgantes, actualmente el material con el que la gente de las más de 130 islas flotantes construye sus viviendas, crece cada vez más pequeña y más débil. Ahora son cañas amarillentas con vetas marrones, que se marchitan antes de las dos semanas.

Walter y sus vecinos no solo levantan sus casas con las totoras. También les sirve para crear las artesanías que venden a los turistas, como forraje para sus animales e incluso como alimento para ensaladas.

“Ahorita estamos cien por ciento escaseados de totora”, dice Walter Mamani, orgulloso habitante de los Uros de 36 años, padre de dos hijos, presidente de la isla Huaynamarca en la que viven cinco familias. “No hay totora por el tema de que ha bajado el agua”.

Uros Puno

ENTRAMPADOS. En ciertas zonas del lago Titicaca, camino a las islas flotantes de los Uros, el motor de las lanchas casi puede tocar el suelo de fango.
Foto: OjoPúblico

 

El gran espejo que refleja a gran escala el dañino efecto de las sequías de Puno es el lago Titicaca. Esta superficie de agua de alrededor de 8.400 km2 ―unas tres veces la superficie de Lima Metropolitana― ha descendido 74 centímetros entre abril y noviembre de este año. Así lo indica el Senamhi, que también señala que el lago se encuentra a más de un metro por debajo de su nivel normal para estas temporadas.

Sixto Flores Sancho, director del Senamhi en Puno, explica que el Titicaca es un “sistema endorreico” que se alimenta principalmente de las lluvias y de los ríos que en él desembocan. A menos precipitaciones, menos agua en las cuencas del lago y, por lo tanto, menos agua en el Titicaca.

Por si fuera poco el aumento de la temperatura de los últimos años, debido a la crisis climática, también está provocando una mayor evaporación de las aguas del lago. El Senamhi prevé que, hasta febrero de 2024, hay 52% de probabilidades de que las temperaturas máximas de la zona donde está Puno se presenten por encima de lo normal.

“Solo en comparación con el año pasado, en la zona del Altiplano tenemos un aumento de 0,7 grados de temperatura”, explica la analista meteorológica Ángela Peña. “Es casi un grado. Un grado es bastante”. De hecho, los científicos tienen un límite de aumento de la temperatura de 1,5 °C. A partir de ahí, ocurren eventos catastróficos. 

Ahora deben adentrarse unos 10 kilómetros en el lago para encontrar algunos cuantos peces venidos a menos".

La previsión de que en los próximos meses las temperaturas máximas superarán sus límites habituales aplica para absolutamente todas las regiones de Perú. 

Pero ¿qué implica que ese cuerpo de agua, alrededor del cual viven más o menos tres millones de personas, pierda centímetros de nivel? La baja de las aguas produce afectaciones en la flora y la fauna, indica el ingeniero meteorólogo Flores Sancho, y enumera unas cuantas: “reducción de los hábitats de las aves nativas, de las especies piscícolas nativas también, del hábitat en general”. 

De ahí que las casas de totora en las islas flotantes de los Uros se estén volviendo, poco a poco, efímeras. Para conseguir la mejor calidad posible de esta planta, Walter Mamani y sus amigos se desplazan por las menguantes aguas del “Puma de piedra” entre cuatro y cinco horas hacia la frontera con Bolivia. 

Y si antes conseguían carachis, truchas, mauris, pejerreyes con solo lanzar sus cañas de pescar donde estuvieran, ahora deben adentrarse unos 10 kilómetros para encontrar algunos cuantos peces venidos a menos. 

“Aquí en la ribera del lago tampoco hay ranas gigantes. Antes había bastante rana”, dice Walter Mamani. Se refiere al anfibio de ojos saltones, panza redonda y piel suave que está desde hace años en peligro crítico

Sabino Suaña Uros

EL PEDIDO DE UN LÍDER. Sabino Suaña, presidente de la comunidad de Uros, también reclama por la caída de una de las actividades económicas que sostiene a las familias: el turismo.
Foto: OjoPúblico

 

El menor nivel del Titicaca, además, pone a prueba el abastecimiento de agua para la capital de la región. Ángela Peña explica que la Empresa Municipal de Saneamiento Municipal Básico de Puno (EMSA Puno), no puede captar la misma cantidad y calidad de agua para la población. 

Las maquinarias de la compañía, prosigue la analista meteorológica del Senamhi, succionan menos líquido que, además, contiene mayor concentración de minerales como arsénico. Entonces, no solo se enfrenta un déficit hídrico, sino también ante un estrés hídrico.

De hecho, desde hace meses EMSA Puno ha alertado de su situación a las autoridades. OjoPúblico intentó comunicarse con Luis Aguilar, gerente general de la empresa, pero hasta el cierre del artículo no tuvo respuesta.

Los niños Uros llegan tarde a sus clases, porque el nivel del lago ha descendido tanto que deben de remar".

Con la bajada del nivel del lago, según Sabino Suaña, presidente de la comunidad de Uros, a algunos niños les cuesta llegar puntuales a la escuela. En ciertas zonas, donde el agua ha descendido tanto que deja una superficie de fango casi al descubierto, los motores de las lanchas corren el riesgo de raspar el suelo. Entonces, los conductores apagan la máquina para no dañarla y atraviesan esos tramos a punta de remos. 

Demorarse en llegar algunos minutos más no trae tantos líos si se trata de una embarcación que transporta turistas, pero cuando es la movilidad que por las mañanas lleva a escolares a sus colegios, el tiempo es crucial. 

“Los niños llegan a estudiar tarde ―dice Sabino Suaña― mucho se demoran”.

Pozo Almozanche Coata

LOS POZOS VACÍOS. Braulio Pacompia, presidente de la comunidad de Lluco, muestra cómo los pozos de su localidad, ubicada en el distrito Coata, ya no abastecen de agua a los vecinos.
Foto: OjoPúblico

 

Sin agua y en medio de la contaminación

Julio Ito Mamani sube tambaleando del río Coata, con un balde de agua turbia. El agricultor de 57 años ―delgado, pero firme como un árbol― dice que de ahí le da de beber a su ganado: unas cuantas vacas huesudas de pelos marrones y despeinados.

El río queda a menos de cien metros de su casa, pero Ito Mamani consigue agua para él y su esposa de la municipalidad del distrito de Coata. Los esposos viven en una zona apartada de la comunidad de Jochi San Francisco, en el distrito de Coata, adonde no llegan los camiones cisterna. Julio Ito Mamani debe transportar bidones de plástico rebalsados en su mototaxi.

Pero hay días, como hoy, en los que ni el municipio tiene agua. Entonces el señor Ito Mamani hace una confesión. 

“A veces tomamos agua del río ¿Qué vamos a hacer?”, dice. “A veces no vienen los hijos ¿quién nos va a traer agua pues? Caballero nomás, tenemos que asumir”.

Julio Ito Jochi San Francisco

EN PELIGRO. Julio Ito Mamani y su esposa toman el agua del río Coata, contaminada con plomo, arsénico, zinc, talio, fósforo y demás sustancias tóxicas y peligrosas.
Foto: OjoPúblico

 

No solo son las sequías las que han afectado a la población de Jochi San Francisco. El río Coata, como lo ha reportado antes OjoPúblico, está contaminado con plomo, arsénico, zinc, talio, fósforo, escherichia coli y coliformes termotolerantes. Los dos últimos están en el tracto intestinal y las heces de animales y humanos.

A menos de 10 minutos de Jochi San Francisco, Braulio Pacompia, presidente de la comunidad de Lluco, se queja por el envenenamiento del río ―que recuerda cristalino y cargado de peces durante su niñez― y del déficit hídrico de su región. 

“En esta zona ya no cae lluvia, los pozos que tuvimos anteriormente ya no tienen agua suficiente”, cuenta. “Los pozos ya se han convertido en aguas con metales pesados o con contaminaciones y ya no son buenos para el consumo humano ni animales”. 

Braulio Pacompia, de la comunidad de Lluco, recuerda de su niñez cuando el río Coata era cristalino y cargado de peces".

El presidente Pacompia pide que la Autoridad Nacional del Agua (ANA) realice de una vez las instalaciones de pozos: “Con eso nos pudiera salvar la vida a nuestro distrito de Coata”.

La ANA planea implementar 437 pozos de excavación manual en Puno, con una tecnología especial que usa la energía renovable de paneles solares. Hasta finales de setiembre de este año, ya había implementado 118 de estas perforaciones en distintos puntos de Puno. 

Este medio intentó comunicarse con la ANA, pero hasta el cierre del artículo no pudo obtener una respuesta. 

Juana Mamani Llapura

HAY ESPERANZA. Juana Mamani, secretaria de la Red de Mujeres Lideresas Unidas en Defensa del Lago Titicaca, aún tiene esperanza de que el agua retorne a su comunidad Miraflores.
Foto: OjoPúblico

 

Por la implementación de pozos de agua también esperan los vecinos de los centros poblados de Llachón y Llapura, en el distrito puneño de Capachica. 

Juana Mamani, secretaria de la Red de Mujeres Lideresas Unidas en Defensa del Lago Titicaca, vecina del sector de Miraflores en la comunidad de Llapura, también quiere que instalen el pozo de agua que les prometieron. 

Pero, ante todo, Juana sueña con recuperar la grandeza de su pueblo. Extraña aquellos tiempos en los que su pueblo tenía una playa de arena blanquecina adonde llegaban los turistas o cuando las familias celebraban con fiestas de días a la pachamama, por las buenas cosechas.

Juanita Laquise: “Teníamos río que bajaba, riachuelos desde arriba donde había agua manantial”.

La mujer está parada sobre el lodo cenizo donde hasta hace unos meses solía haber agua. El lago Titicaca se ha retirado varios cientos de metros de su ribera en Miraflores. Donde antes se podía navegar con botes, ahora se puede ir a pie. 

La acompaña Juanita Laquise, otra de las vecinas de Miraflores, quien recuerda que cuando era pequeña solía llegar hasta esos sitios en bote, a pescar truchas y pejerreyes que luego servían en timpus para el almuerzo o la cena. “Teníamos río que bajaba, riachuelos desde arriba donde había agua manantial”.

Juana y Juanita dicen entender qué es la crisis climática, saben que los pronósticos científicos indican que el clima se irá poniendo peor. Al mismo tiempo, conservan una especie de entereza y entusiasmo frente a la adversidad. 

“¿Volverá algún día o no?”, duda Juana Mamani, mientras camina por el pasto seco que cruje. Pero luego piensa unos segundos y se responde: “Sí, tiene que volver... Eso pensamos”.

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