PROTECTORES. La crisis climática está acelerando el deshielo del glaciar Quelccaya, en Cusco.

El pacto milenario de los guardianes del hielo en el Cusco

El pacto milenario de los guardianes del hielo en el Cusco

Una comunidad cusqueña de los Andes peruanos suma esfuerzos para proteger uno de los glaciares tropicales más importantes del mundo.

PROTECTORES. La crisis climática está acelerando el deshielo del glaciar Quelccaya, en Cusco.

Fotos: Ángela Ponce

A casi 5000 metros de altitud, una comunidad cusqueña de los Andes peruanos suma esfuerzos para proteger uno de los glaciares tropicales más importantes del mundo: el Quelccaya. La crisis climática acelera el deshielo de esta gigante capa de hielo; sin embargo, las comunidades quechuas de la zona se han unido para mitigar el impacto de su retroceso. A salvo de la contaminación directa de las ciudades, pero a merced de las sequías y el aumento de la temperatura global, las montañas y nevados son reservas imprescindibles de agua dulce, biodiversidad y tradiciones ancestrales.

16 Julio, 2023

Mucho antes de llegar al nevado Quelccaya, en las alturas del Cusco, ya se puede escuchar el rumor de los riachuelos que ahora alimentan a una enorme laguna: es el hielo derritiéndose a más de 5.300 metros de altitud. La guardaparque Yolanda Quispe camina entre las rocas de este territorio ubicado en las faldas del glaciar, en el Área de Conservación Regional Ausangate. Desconcertada, asegura que el deshielo ha aumentado desde su última visita, semanas atrás. 

Cuando Yolanda Quispe nació en 1982, el Quelccaya era el glaciar tropical más grande del mundo. Cuarenta años después la superficie de hielo se ha reducido aproximadamente en un 46%. Hoy el Quelccaya es el segundo más extenso del mundo, quedando en segundo puesto frente al Coropuna, también ubicado en los Andes peruanos. Detrás de la pérdida del título, las 200 familias de Phinaya viven en un territorio con riesgo de desertificación. A los pies de un glaciar y sin agua.

La Laguna Blanca –también llamada Qorikalis– recibe las aguas de un deshielo que no da tregua. “Me da mucha tristeza. El Quelccaya es como si fuera mi padre, mi madre. Protegerlo para mí es un honor”, dice con emoción la guardaparque. 

En 2019, la Comunidad Campesina de Phinaya y la Asociación de Vivienda Salma Sallani, ubicadas a cinco horas de la ciudad del Cusco, en las provincias de Quispincanchis y Canchis, al sur del Perú, decidieron ser parte del Área Regional de Conservación Ausangate, y juntas sumaron alrededor de 66.500 hectáreas

El área de conservación busca proteger los frágiles ecosistemas del nevado Quelccaya y del Ausangate, ambos ubicados en la cordillera del Vilcanota que, junto a los otros nevados, ocupan más de 35.000 hectáreas. Estas cumbres y pastizales andinos son el hábitat de un centenar de especies de aves y mamíferos, y de más de 300 especies vegetales. Zorros, cóndores, tarucas y vicuñas viven junto a las alpacas criadas por las comunidades.

Glaciares en Cusco - Ángela Ponce OjoPúblico

RECURSO ESTRATÉGICO. Las montañas son la principal fuente de agua dulce del mundo.

 

Cuando le preguntan a Yolanda Quispe por la eventual desaparición del glaciar, su preocupación supera cualquier geografía y calendario. “Es importante para todos. Para quienes viven en Cusco, para todos los que estamos aquí en Phinaya. Porque sin el glaciar, sin agua, no vivimos. Afectaría, sobre todo, a nuestros hijos y nietos. Son ellos a quienes más les va a afectar el cambio climático”.

A salvo de la contaminación de las ciudades, pero a merced de las sequías y el aumento de las temperaturas, las montañas son la principal fuente de agua dulce del mundo, acogen a la mitad de la biodiversidad global y ayudan a regular el clima, entre otros servicios ecosistémicos indispensables. Así, lo que ocurre en territorios montañosos como en Phinaya, tiene consecuencias en Cuzco, en el sur andino y, eventualmente también, en el planeta. Situaciones locales con consecuencias regionales y globales.

Las comunidades de Phinaya y Sibina Sallma forman parte de ese 15% de la población del mundo que, según las Naciones Unidas, vive en las cumbres que hacen posible que en miles de ciudades haya agua, alimentos o electricidad. En el ACR Ausangate se origina, por ejemplo, el agua destinada a la hidroeléctrica de Machupicchu, la cual abastece de energía eléctrica al valle del Cusco. Sin embargo, en estas dos comunidades no cuentan con los servicios de electricidad ni agua potable. 

Agustín Bustinza, jefe de la Oficina Desconcentrada Macrorregión Sur - Cusco del Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montaña (Inageim), señala que no solo nos debe preocupar la pérdida de área glaciar, sino cómo esto implica la pérdida de importantes reservas de agua que impactan en la vida y los sistemas productivos.

Pastoreo de altura

 

Cada mañana, después de preparar el desayuno para su hija de 10 años, Yolanda Quispe se alista para hacer su ronda de protección a los alrededores del territorio del Quelccaya. Con el teléfono móvil en mano toma fotos a las flores diminutas, los líquenes grises o los musgos rojizos que encuentra a su paso. “Antes de salir les hablo a las montañas, les pido permiso. Las plantas y animales son mi familia, son parte de mí”, dice mientras recolecta hojas de humanripa para aliviar la tos nocturna de su hija.

Glaciares en Cusco - Ángela Ponce OjoPúblico

Glaciares en Cusco - Ángela Ponce OjoPúblico

Glaciares en Cusco - Ángela Ponce OjoPúblico

SUSTENTO ECONÓMICO. Las 200 familias de la comunidad quechua de Phinaya se dedican a la crianza de alpacas.

 

Yolanda Quispe sabe los diferentes nombres de los vientos, de las lluvias y el de las plantas que sanan. Reconoce el silvido del viento wayra puku, el soqa wayra que puede enfermar al más sano o la lluvia suya para que fecunda los pastizales.

Desde que empezó a trabajar como guardaparque hace dos años, conoce las guaridas de los zorros, donde anidan los patos y las parihuanas. En la concepción andina el ser humano es parte de la naturaleza, las montañas son sus apus guardianes y la pachamama, su gran madre. 

Las 200 familias de la comunidad quechua de Phinaya se dedican a la crianza de alpacas. A casi 5.000 metros de altitud no es posible cultivar ni el tubérculo más resistente. Cada kilo de papa o de sal es comprado gracias a la venta de fibra de estos camélidos, que constituye su único sustento económico y parte central de su alimentación. Pero esta actividad ahora está amenazada por la crisis climática. 

La falta de lluvias y el acelerado deshielo del Quelccaya está generando que  cientos de hectáreas de pastizales se estén secando.

Sentada dentro de una pequeña casa de piedra en la zona conocida como Ruita Huanacuni, Yolanda Quispe cuenta cómo, años atrás, tenían más de mil alpacas. En veinte años, su familia pasó de poseer un millar a tener 250. “La crianza de alpacas es cada vez más difícil por el clima, por el frío intenso que hace aquí, por la falta de lluvias y la escasez de pastos”, dice la guardaparque. Con la sequía del año 2021 su familia perdió 60 alpacas y una decena de hembras abortaron sus crías. 

De mirada firme y cabello trenzado, Yolanda Quispe sabe que la emergencia climática es irreversible y que el glaciar continuará derritiéndose. “Me gusta ir por las montañas, los cerros. Mirar cómo están los animales silvestres. Cómo están los patos silvestres. Las ajuyas, las huallatas, las parihuanas. El zorro andino, las vicuñas, las tarucas. A todos ellos me gusta mirarlos. Saber que están todavía bien. Para mí es un orgullo que me hayan dado este trabajo”, dice.

Glaciares en Cusco - Ángela Ponce OjoPúblico

 

 

CRISIS CLIMÁTICA. La superficie del glaciar Quelccaya se ha reducido aproximadamente en un 46% desde la década de los 80.

 

El Quelccaya “es una masa glaciar extraordinaria, muy atípica. No son cumbres montañosas, sino una meseta, donde gracias a las investigaciones hemos identificado zonas con 180 metros de profundidad”, explica el ingeniero agrícola experto en glaciares Agustín Bustinza.

Desde hace 22 años, el científico sigue de cerca uno de los glaciares más estudiados del Perú. A esta altitud, dice que es posible recuperar la cobertura vegetal del suelo. En este caso, los pastizales, el pajonal de puna húmeda y los bofedales: ecosistemas que incluyen diferentes pastos y que retienen la humedad como esponjas durante meses. “Esta cobertura vegetal bien conducida puede ayudar a la infiltración del agua, a la recarga de los acuíferos y al mantenimiento y conservación de los bofedales”, explica. 

La recuperación de ecosistemas es posible. Así como siglos atrás, las poblaciones andinas supieron vivir en equilibrio con un entorno imponente y agreste, la actual crisis impulsa a la comunidad de Phinaya a adaptarse y recuperar los conocimientos ancestrales que heredaron de sus abuelos y abuelas, beneficiando no solo a las familias locales y a sus alpacas, así como a la fauna y flora silvestre, sino también al más de millón de personas que vive en la cuenca donde se ubica la ciudad de Cusco.

En movimiento constante

 

Desde hace generaciones, la comunidad de Phinaya está siempre en movimiento. A las afueras del centro poblado, cada familia posee al menos un par de “cabañas” o propiedades distintas para la crianza de camélidos. Cada alpaca necesita, idealmente, de una hectárea de pastizales. Así, el pastoreo supone el recorrido diario de largas distancias en busca de pastos tiernos. Y cada cuatro o seis meses, acostumbran a trasladarse de cabaña.

Glaciares en Cusco - Ángela Ponce OjoPúblico

GUARDIANES. Las comunidades de Phinaya y Sibina Sallma forman parte de ese 15% de la población del mundo que vive en las cumbres. Ellos protegen el Quelccaya.

 

Hasta la década de los años 80,como cuenta Yolanda Quispe, los pastores viajaban durante semanas con recuas de llamas –animales de carga que se llevan juntos en el transporte de mercancías– hasta llegar a la Amazonía para intercambiar fibra y carne de alpaca por papas, fruta y hoja de coca. Con el paso del tiempo, las llamas fueron reemplazadas por camionetas y buses. Los caballos por motos. 

En la actualidad solo las personas mayores continúan picchando hoja de coca, la mastican para calmar la sed y darse fuerza mientras acompañan a las alpacas a pastear. Una vez por semana, grupos de comerciantes llegan a la pequeña plaza de la comunidad de Phinaya, desde Puno, trayendo papas, naranjas, manzanas, frazadas de colores o peines plásticos.

De mirada despierta y movimientos ágiles, don Salomé Huilca de 61 años ha sido testigo del cambio en la frecuencia e intensidad de las lluvias, nevadas y vientos. De joven acompañó alguna vez a su padre a esas extintas travesías por montañas, montes y bosques. Desde su casa, en lo alto de una colina, se ve la extensa meseta de pastizales y, a lo lejos, el Quelccaya. 

Don Salomé es bilingüe, pero prefiere ser entrevistado en quechua. Cuenta que hace seis meses que está con su esposa en su cabaña K'auchi Rumiyuq. “Antiguamente teníamos agua, los nevados estaban bien, la lluvia también era diferente, no había granizada, así era en mis tiempos”, explica con nostalgia.

Su familia es una de las pocas de Phinaya que no perdió ninguna alpaca durante la sequía del pasado año. Don Salomé Huillca aprendió a cosechar agua: hace más de tres décadas que la almacena en hoyos que hacen las veces de lagunas o qochas, en quechua. Gracias a esta reserva sus alpacas sobrevivieron a la falta de lluvias del 2021 y a las sequías anteriores. “En mis lagunas hay agüita, por eso me siento feliz, si no de dónde tomarían mis animales porque no hay, ahora siempre está seco. Si no hay agua los animales están tristes”, afirma. 

Quelccaya Angela Ponce OjoPúblico

Glaciares en Cusco - Ángela Ponce OjoPúblico

MIGRACIÓN CLIMÁTICA. pesar de los esfuerzos de adaptación, en los últimos diez años se ha intensificado un proceso de migración de los más jóvenes de las comunidades.

 

Para la investigadora brasileña, Rafaela Matos, la cosecha de agua no solo es una forma de adaptación a la crisis climática, sino también una muestra del importante legado cultural que posee el pueblo quechua. “El hecho de que vivan a esta altitud, el cuidado de sus animales y la percepción de que el medio ambiente no es algo separado de las personas, son valiosos conocimientos ancestrales”, explica la especialista en geografía humana de la Universidad Federal de Río Grande del Sur, Brasil. 

 

Clima de cambios 

Don Salomé Huillca tiene siete hijos. Solo uno de ellos vive con él y su esposa en Phinaya. “A veces yo me preocupo porque no están aquí mi hijos. Los padres nomás estamos aquí pasando frío y lluvia. Yo quisiera que regresen, pero ya no quieren volver... si habría trabajo ya no se irían, continuarían aquí”, afirma. 

La migración de los Andes a las ciudades es un fenómeno que ocurre desde hace décadas en el Perú. Sin embargo, en el caso de Phinaya la variable ambiental es actualmente una de las causas principales en el desplazamiento de la población, como mostró la investigación realizada por Rafaela Matos en la comunidad de Phinaya: Migraciones en la comunidad campesina de Phinaya, Cordillera Vilcanota, Perú: contexto de cambio climático y socioambiental.

Glaciares en Cusco - Ángela Ponce OjoPúblico

PROTECTORA. Cuando Yolanda Quispe nació en 1982, el Quelccaya era el glaciar tropical más grande del mundo.

 

El estudio cualitativo que realizó muestra que, pese a los esfuerzos de adaptación, en los últimos diez años se ha intensificado un proceso de migración de jóvenes a las ciudades de Sicuani, Cusco, Arequipa y Puno. “Entre otros factores, el cambio climático influye en la crianza de alpacas y esta actividad ya no es rentable. Los cambios del clima afectan los pastos, el agua, las alpacas. Por lo tanto, la principal actividad no es atractiva para que los jóvenes permanezcan”, afirma la investigadora brasileña. 

La migración es considerada una medida de adaptación extrema. Perder a las nuevas generaciones es uno de los principales problemas que viven los comuneros y comuneras de Phinaya, añade Rafaela Matos. Un desafío casi tan importante como el clima al que cada año se enfrentan en la actualidad. De continuar así, esta podría ser la última generación de pastores de Phinaya. “La despoblación genera preocupación, principalmente porque puede significar el ingreso de mineras y el aumento de conflictos, violencia, empobrecimiento y degradación ambiental”, señala el estudio

“Mis hijos, mis sobrinos no quieren estar aquí. Yo les digo: esta es nuestra vida y tenemos que seguir. El día que nosotros fallezcamos los pastos estarán solos y nuestras casas abandonadas. Por eso desde el ACR estamos intentando impulsar el turismo, para que los jóvenes regresen. Pertenecer a un área de conservación nos protege de la minería. Por eso hemos elegido ser parte”, dice la guardaparque Yolanda Quispe sobre el tema 

De naturaleza inquieta, don Salomé Huillca tampoco se da por vencido. Con la esperanza de promover el turismo, ha construido dos habitaciones para recibir turistas. Pintadas de color verde agua, en los muros cuelgan mantas, gorros y bolsos de fibra de alpaca. Su hija Yovana Huillca las tejió desde la ciudad de Arequipa, donde estudia enfermería. En una de las esquinas de los nuevos cuartos descansa un cartel que anuncia: “Hospedaje Mirador de Sibinacocha”. El cartel irá en la casa que tiene a las orillas de Sibinacocha, donde también planea hacer habitaciones para futuros visitantes

Agua para el mañana

Domitila Cono tiene 30 años y es la segunda guardaparque del ACR Ausangate. En el centro poblado suele caminar acompañada de las tres ovejas que adoptó hace unos meses. Es la segunda hija de seis hermanos. Le hubiera gustado ser zootecnista, pero solo pudo terminar la educación secundaria. “Nuestros padres no siempre tienen el sustento para que estudiemos. Y las hijas mayores tenemos que ayudar y trabajar para los hermanos pequeños”, explica. Además de su trabajo como guardaparque, Domitila se dedica a la crianza mejorada de alpacas.

“Cuando haces mejoramiento genético, tus alpacas suben de categoría. Entonces tienen otro precio. Tienes un poco más de ingresos y no necesitas tener tantas”, afirma. En época de lluvia, cuando hace menos frío, ella misma se encarga de controlar la reproducción de los camélidos en corrales divididos por mallas. Mientras más uniforme sea el color, textura y largo de la fibra, mejor precio conseguirá al trasquilar sus alpacas cada dos años.

 Glaciares en Cusco - Ángela Ponce OjoPúblico

Glaciares en Cusco - Ángela Ponce OjoPúblico

COMUNIDAD DE PHINAYA. Don Salomé Huillca aprendió a cosechar agua: hace más de tres décadas que la almacena en hoyos.

 

Como respuesta a la incertidumbre del clima, Domitila Cono y otras familias de la comunidad están siguiendo los pasos de don Salomé Huillca. “La mayoría estamos haciendo o pensando hacer cosecha de agua. Porque si no lo hacemos, ¿cómo vamos a hacer? Tenemos que adaptarnos al cambio climático”, dice. 

Es la primera vez que hace una qocha. Espera que la laguna funcione porque en el 2021 no pudo trasladar sus alpacas. Las lluvias, que deberían empezar en agosto o septiembre, llegaron a mediados de diciembre y los pastos se secaron. De los 10 manantiales que tenían, solamente queda un par. “En el pueblo tenemos un reservorio que mantiene a nuestra población. Este año disminuyó tanto que hemos tenido que restringir por horas. Hay días que no hemos tenido agua”, cuenta.

Domitila Cono dice que para enfrentar la emergencia climática no solo se debería impulsar la cosecha de agua y la rotación de pastos que ya practican, sino también recordar la forma como sus antepasados se relacionaban con la tierra. 

La guardaparque no olvida cómo su abuela, su “mamá grande”, hacía ofrendas de agradecimiento a los manantiales y a las montañas. “Tenían mucha creencia en la tierra, mucho cariño a la Pachamama. ‘Esito’ mantenía a los manantiales, a los nevados, al agua. La última generación ya no estamos practicando eso. Sería bueno recuperar ese respeto entre los jóvenes”, comenta.

El frío arrecia. Las alpacas ya se encuentran en los corrales. Las baterías solares iluminan el interior de las casas de adobe gris y techos metálicos. Al filo del horizonte, el sol enciende de naranjas y rojos al Quelccaya, el extraordinario glaciar que custodia  la comunidad de Phinaya contra la crisis climática, el viento y la sequía.

Reportaje realizado con el apoyo de The Pulitzer Center
Fotos: Ángela Ponce
Texto: Illa Liendo Tagle 
 Videos: Victor Zea
Producción: Yovana Chuquichampi 

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