SIN EXTREMOS. Como miembro de la comunidad evangélica, Guillermo Flores considera que sí es posible la creencia religiosa progresista, orientada a defender la justicia social.

Guillermo Flores: “ha habido una sobreutilización del discurso cristiano en la política desde el ‘90”

Guillermo Flores: “ha habido una sobreutilización del discurso cristiano en la política desde el ‘90”

SIN EXTREMOS. Como miembro de la comunidad evangélica, Guillermo Flores considera que sí es posible la creencia religiosa progresista, orientada a defender la justicia social.

Foto: OjoPúblico / Florence Goupil

El abogado y profesor de la facultad de Derecho de la Universidad del Pacífico conversó con OjoPúblico sobre la relación entre la política y la religión, y sus efectos a nivel nacional y en América Latina. Además, el especialista compartió los hallazgos de un reciente estudio sobre religión y valoración de las personas creyentes y no creyentes: 59% de peruanos encuestados asume que es necesario creer en Dios para tener valores.

25 Abril, 2021

Como ha ocurrido en otros países de Latinoamérica durante los últimos años, Perú ha tenido una campaña electoral con una marcada representación de grupos religiosos ultraconservadores. El candidato Rafael López Aliaga, miembro del OpusDei, impulsor de discursos de odio y una agenda antiderechos, obtuvo el tercer lugar en la primera vuelta, con más del 11% de los votos; y el próximo Congreso tendrá una importante participación de fieles conservadores de la iglesia evangélica. Además, aunque no pertenecen a algún grupo religioso extremo, los contendores de la segunda vuelta, Pedro Castillo y Keiko Fujimori, también han expresado posturas conservadoras acerca del enfoque de género en la educación, el aborto en casos de violación o el matrimonio igualitario

En medio de este panorama, y en un país en el que más del 90% se autoidentifica como cristiano (católico o evangélico) según el Instituto Nacional de Estadística e Informática, cabe preguntarse cuál es la relevancia de la religión cuando los peruanos y las peruanas toman decisiones políticas. Al respecto, Guillermo Flores Borda, profesor de la Universidad del Pacífico y especialista en religión y política sostiene que en un país como Perú “donde la mayoría se autoidentifica como católico o evangélico, la religión es un factor identitario que no se puede obviar”. De hecho, en un reciente estudio sobre la influencia de la religión en Perú, la mayoría de los encuestados, hombres y mujeres mayores de edad, considera que creer en Dios está asociado a tener valores. Otros temas de la conversación fueron conservadurismo, progresismo, religión en campañas electorales: “Si los únicos creyentes en la política tienen discursos conservadores, entonces las demás personas creyentes pensarán que ese es el único camino posible”, dice Flores Borda. 

Ha sido y es ampliamente estudiada la relevancia que tiene la religión, tanto en los discursos políticos como al momento de implementar políticas públicas. En Perú, ¿qué impacto ha tenido la presencia de la religión en la democracia? 

No es extraño que haya factores o discursos religiosos en la política nacional. En nuestro caso, para hablar de religión y política, tendríamos que remontarnos a cuando llegaron los primeros españoles y le presentaron la Biblia a un indígena. El discurso, o parte del discurso de Conquista, viene acompañado de discursos religiosos. Son una forma de controlar algo que podría ser un conflicto moral interno.

La religión ha acompañado a la política peruana a lo largo de toda nuestra historia".

Hay un concepto, el de la religión civil, que plantea que un eje de la identidad nacional suele ser la religión. En otras palabras, la religión civil es una suerte de colección de creencias, símbolos, rituales que se consideran sagrados y le permiten a un colectivo generar una identidad o cohesión nacional basada en lo religioso. Esto siempre ha existido en Perú y en gran parte de las naciones. El papel de la religión en la política peruana no es algo de ahora, acompaña toda nuestra historia nacional. 

¿Y si nos concentramos en las últimas décadas de nuestra historia política? 

Si bien los discursos religiosos siempre han tenido una influencia en la política peruana, ha habido una sobreutilización de discursos de corte cristiano desde el ‘90. Cuando Fujimori asumió la presidencia, su vicepresidente, Carlos García y García era evangélico, pero no tenía una agenda propia. El real detonador del discurso religioso peruano como lo conocemos ahora se da en 1992, con el autogolpe. Carlos García y García se exilia en la Embajada de Argentina y eso abre paso a que entre a la política nacional una nueva facción, más política, de la comunidad evangélica. García y García no era una persona que tuviera discursos religiosos ultraconservadores en la esfera pública. Es más, pasó un poco desapercibido. Pero quienes vinieron después, sí los tuvieron.

Tenemos en esa época a personas como el congresista Gilberto Siura, un evangélico que empleaba discursos religiosos para defender el golpe de Estado o la ley de amnistía a oficiales del Ejército por haber violado derechos humanos. Otro congresista de esa época con una visión similar era Barreto. Él incluso llegó a decir, lo voy a parafrasear, que “Dios puso a Alberto Fujimori en el gobierno de nuestro país”. Desde esa época, líderes que uno reconocería como parte de la comunidad evangélica empiezan a usar discursos de corte cristiano para revestir sus propuestas políticas y poder hacerlas más aceptables o pasables para una gran cantidad de ciudadanos.

¿Por qué las propuestas políticas serían más aceptables revestidas con la religión cristiana? 

Es que este tipo de discursos apelan a un tema identitario. Es decir, probablemente muchas personas del sector social medio, medio alto o alto construimos nuestra identidad cultural a través de factores profesionales o académicos: “Yo estudié en tal lugar, trabajo en tal lugar”. Otros sectores, que no tienen acceso a instituciones profesionales o académicas que den ese tipo de reputación, por motivos ajenos a ellas mismas, como la falta de oportunidades, construyen su identidad cultural a través de otros medios como la cercanía a instituciones deportivas (un equipo de fútbol), políticas (siendo miembro de un partido) y también religiosas (siendo miembro de una iglesia).

Esa identidad cultural no solo sirve en la esfera pública, sino también para dar un propósito más allá de lo terrenal, en lo divino. Si en política un pastor o líder evangélico, que muchas veces solo lo son de nombre, les propone una lucha cultural en términos absolutos de bien y mal, eso se vuelve también parte de la identidad de los creyentes.

 

Guillermo Flores - OjoPúblico

PRIMER PASO. El estudio sobre religión y valores en Perú es el inicio de una investigación más profunda que Flores Borda pretende realizar sobre la percepción de los peruanos de candidatos presidenciales creyentes y no creyentes.  
Foto: OjoPúblico / Florence Goupil

 

En los últimos años hemos visto una presencia cada vez mayor de grupos ultraconservadores en la política de distintos países de América Latina, ¿a qué lo atribuye? ¿Cómo nació este auge? 

Todo lo que estamos viendo hoy es una exacerbación de los discursos religiosos en política. No solo aquí, sino en diversos países de Latinoamérica y tiene que ver con Estados Unidos (que también tiene el mito de la nación cristiana desde su fundación) y con el triunfo electoral de Donald Trump [en 2016]. Él usó argumentos de nacionalismo cristiano, la idea de que una nación tiene una identidad intrínsecamente cristiana, para discutir leyes y políticas públicas. Pero en realidad utilizó discursos religiosos relacionados al cristianismo para defender políticas y valores conservadores. 

Con su victoria [la del 2016], se terminaron transfiriendo estas tendencias culturales estadounidenses a las campañas políticas latinoamericanas. Dado que Estados Unidos tiene una gran influencia cultural alrededor del globo, y sobre todo en este continente, lo que ha ocurrido es simplemente una importación de este discurso. Otros políticos y candidatos latinoamericanos no han creado discursos religiosos propios, sino que los han copiado al ver el éxito que tuvo la campaña de Trump. Probablemente el caso más visible sea el de Bolsonaro, en Brasil, pero también tienes las victorias presidenciales de Mario Abdo, en Paraguay; Iván Duque, en Colombia; Sebastián Piñera, en Chile; y también los votos significativos que ganaron Fabricio Alvarado, en Costa Rica; y Luis Fernando Camacho y Chi Hyun Chung, en Bolivia.

¿Qué características comunes ha podido detectar en las campañas electorales de estos países? 

Hay un discurso bien similar. En las campañas más recientes se ha usado este concepto del nacionalismo cristiano. También han presentado los discursos provida y profamilia: yo los califico como argumentos culturales dentro del nacionalismo cristiano. Se plantea que el país debe defender la familia, a la vida, porque son valores cristianos y esos valores cristianos son parte de la identidad nacional. 

El Perfil Electoral Peruano 2016, estudio elaborado por el Jurado Nacional de Elecciones, el Instituto de Estudios Peruanos e Ipsos, señala a la Iglesia como una de las instituciones con cierta influencia en la decisión del voto en Perú. ¿A qué responde ese peso? 

Siempre ha habido confianza en esas instituciones porque son instituciones de base. Pero creo que lo tenemos que discutir desde este punto: muchas de las personas o gran parte de la población proviene de los sectores D y E. Pensemos que las instituciones públicas en esos sectores ni siquiera tienen presencia y, si la tienen, no es necesariamente una influencia positiva. Entonces ¿qué institución sí llega a todos lados y es útil o buena para mí y me ayuda a generar no solo identidad cultural sino también conectividad social? Pues las iglesias, sobre todo las de corte protestante, porque las católicas requieren de permisos específicos para construirse en un lugar. Una iglesia evangélica puede aparecer en cualquier lado y prácticamente la puede abrir cualquiera. Eso permite que llegue a sectores en los que el Estado no está presente o su presencia no es vista como algo positivo. La iglesia, entonces, está ahí para sostenerme y se termina volviendo una familia. 

Quizá la izquierda y el centro no han considerado la importancia que tiene la fe para millones de personas".

A propósito de la familia, ¿por qué estos discursos religiosos ultraconservadores se concentran tanto en el rol de la familia tradicional? 

Esta idea de defender la familia, ese énfasis en la defensa de la familia tradicional, conservadora, heterosexual, es porque finalmente para muchas personas esa es una de las pocas instituciones que les funciona en un mundo en que ninguna institución parece funcionar. Pero también este concepto de familia tradicional es el que más conocen, y tenemos que preguntarnos por qué. 

En la política peruana resaltan los discursos religiosos en la derecha o extrema derecha ¿qué pasa con los discursos religiosos en la izquierda, en el centro, con el progresismo? 

Es algo que debe construirse desde los partidos políticos. Algunos sectores del progresismo tienen una sola forma de entender el estado laico, una en la que no puedes hablar de religión en la esfera pública o si eres político. Pero hay diversas formas de laicidad. Creo que, quizá, la izquierda y el centro no tienen consideración de las connotaciones que tiene la fe para millones de personas. Si tú le dices a alguien de los sectores populares, cuya identidad cultural ha sido construida en gran parte sobre la religión, que no se puede hablar sobre eso, termina internalizando que también quieren desaparecer su voz. Eso hay que tomarlo en cuenta. 

En la política pública solo encontramos discursos religiosos de la derecha y la extrema derecha".

Justamente encargué hacer un estudio a la encuestadora en línea “Encuéstame.pe”, del politólogo José Incio. Quería averiguar qué tanta influencia tiene el que un candidato se presente como cristiano en una elección en Perú. No se mencionaron nombres específicos, adapté para el país una pregunta de un cuestionario de la consultora Gallup. La pregunta era la siguiente: “¿Qué tan de acuerdo o desacuerdo está con la siguiente afirmación: ‘es necesario creer en Dios para ser moral y tener ciertos valores?”. Las personas que estaban totalmente de acuerdo fueron el 40,8%. Quienes estaban muy de acuerdo, 18,7%; y los que estaban completamente en desacuerdo eran solo 17,4%. Si sumas los dos primeros, estamos hablando de 59,5% de los encuestados. ¿Qué quiero decir? En un mundo en el que gran parte de la ciudadanía ha construido su identidad cultural, total o parcialmente, con la fe cristiana que un político se muestre como una persona creyente sí genera una repercusión. Este es un aspecto que normalmente no se incluye en las encuestas de Perú, no se pregunta por los factores culturales, en específico, religiosos del voto. 

Hemos hablado sobre la repercusión que tiene la religión en las decisiones de los votantes de sectores como el D y el E, pero ¿qué hay con los sectores más altos, que prefieren un candidato ultraconservador? Lo hemos visto en la primera vuelta de las Elecciones Generales: los distritos más acomodados de Lima eligieron a uno de los contendientes presidenciales más conservadores.

Creo que esos sectores no votan por la religión como un factor identitario, sino más bien porque entienden ese conservadurismo religioso como una herramienta que permite mantener el statu quo cultural en manos de un sector que también quiere seguir manteniendo el control económico. Una persona como Rafael López Aliaga, que tiene un discurso conservador en lo religioso y en lo económico, y que además es una persona de tez clara y de clase social alta es visto como un guerrero cultural aceptable para estas clases altas y medias altas.

 

¿Es viable un discurso político religioso, de gran alcance, que no sea ultraconservador en el Perú?

Sí es posible tener un discurso religioso progresista en la esfera política. El problema es que nadie lo está planteando. No hay competencias de discursos religiosos, solo hay uno: el de la derecha y la extrema derecha. Incluso en Estados Unidos tienes más y, por eso, puedes competir políticamente. Si yo soy un creyente de base y veo eso, quizá puedo pensar que para ser un creyente en la esfera pública la única opción es el conservadurismo. 

Si no fuera posible la religión dentro del progresismo no habría existido Martin Luther King en Estados Unidos. Él propuso un discurso de derechos civiles en base a discursos cristianos. Él hizo lo que muchos deben pensar en Latinoamérica: ‘Como afroamericano estas personas no entenderán mi situación, pero si me ven como un  hermano, puede que sí comprendan lo que estoy diciendo. Él apeló a eso, a la identidad común.

¿En las campañas electorales los candidatos o candidatas que no se dirigen a las personas creyentes tienen menos posibilidades de ganar? 

No creo que un candidato deba tener ese discurso religioso si no es creyente. Pero sí considero que un partido político debería tener voceros capaces de conectar las propuestas partidarias con un discurso religioso. Esto no quiere decir que ciertas personas solo entienden lo técnico a través de la religión, sí lo entienden. El problema es que ese es un discurso basado en una identidad académica y profesional, es como si les restregaron en la cara sus credenciales. Las personas lo interpretan como una contraposición cultural muy fuerte. El partido demócrata de Estados Unidos, por ejemplo, ya ha aprendido esta lección en el 2016. En la  última campaña de las primarias demócratas todos los precandidatos se presentaron como candidatos religiosos. Joe Biden, en las últimas semanas de su campaña, sacó una tanda de tres anuncios que lo presentaban como hombre de fe.  La misma AOC, Alexandria Ocasio-Cortez, es católica y habla de su fe constantemente, ha escrito columnas de opinión al respecto. No sé por qué razón la prensa no lo replica más por aquí.  

Los sectores A y B ven al conservadurismo religioso como una herramienta para mantener el status quo".

Desde hace años usted plantea la posibilidad de que en Perú surja un personaje como Trump, hacia el 2026. ¿Cree que seguimos en ese camino? 

Yo creo que sí. Vengo diciendo esto desde el 2016, cuando nadie creía que podría ocurrir. Pero, quienes nos dedicamos a analizar temas de religión en Perú, veíamos el surgimiento del Bolsonaro peruano, que ha terminado siendo Rafael López Aliaga. También pudimos ver la llegada del Frepap, cuando la gente creía que era una sorpresa. Entonces, yo sigo creyendo que mientras en Estados Unidos continúen habiendo guerras culturales en términos religiosos, desde la derecha y la izquierda, tendremos un impacto real en la política latinoamericana. El problema es que acá no hay una izquierda o un centro religiosos. La guerra cultural solo nos llega desde la derecha y su discurso de nacionalismo cristiano. No tenemos en la política peruana un religioso desde la justicia social. Ese discurso del nacionalismo cristiano va a seguir presente en las demás campañas que vienen, sobre todo porque estamos en una pandemia y la gente, ante una situación de incertidumbre, busca refugiarse en la religión. ¿Qué podemos hacer, nos resignamos? No. La izquierda y el centro tienen que sobreponerse a sus propios sesgos y pensar si en sus partidos tienen o no espacio para personas creyentes, no solo en sus vidas privadas, sino también en la esfera pública.

 

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