LAZOS SOCIALES. Las redes cercanas a las personas privilegiadas son cruciales para alcanzar altos puestos laborales, según diversas investigaciones.

Privilegio y meritocracia: la ficción del esfuerzo en la igualdad de oportunidades

Privilegio y meritocracia: la ficción del esfuerzo en la igualdad de oportunidades

LAZOS SOCIALES. Las redes cercanas a las personas privilegiadas son cruciales para alcanzar altos puestos laborales, según diversas investigaciones.

Ilustración: OjoPúblico / Claudia Calderón

Los sectores económicos con más poder adquisitivo tienen un mayor acceso a puestos laborales de mando. Una diversidad de estudios han demostrado que no es estrictamente cierto que este grupo de personas acceda a estas posiciones de dirección únicamente por una mejor educación, sino que su entorno y relaciones sociales les abren las puertas profesionales que permanecen cerradas para gran parte de la población. ¿Cómo funciona el privilegio y la meritocracia? OjoPúblico conversó al respecto con investigadores que han analizado desde la evidencia el impacto de los privilegios y las relaciones sociales.

26 Junio, 2022

Era llamado el “gabinete de lujo”. En 2016, cuando el economista Pedro Pablo Kuczynski asumió la presidencia del Perú, convocó como ministros a un grupo de hombres y mujeres que, comentaban varios analistas, eran de lo mejor que se podía esperar para dirigir el Perú. Además de sus reconocidas experiencias profesionales, guardaban entre ellos otras coincidencias.

Por ejemplo, 15 de los 19 había estudiado en colegios privados y/o en universidades privadas locales y extranjeras como la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), la Universidad del Pacífico (UP), la Universidad de Lima o la Universidad de Princeton. Sin embargo, pese al futuro que auguraban, no mucho después de la juramentación hubo diversos cambios en las carteras por renuncias, censuras, interpelaciones, recomposiciones. El gobierno de Kuczynski duró apenas 20 meses.   

El ejemplo anterior abre las puertas a preguntas que algunos estudios académicos buscan reponder. ¿Cuánto hay de mérito y cuánto de privilegio en los logros profesionales de las personas? ¿Qué es un profesional “de lujo”? ¿La trayectoria en ciertas instituciones y los estudios en determinados colegios y universidades de élite son más legítimos que otros?

Un grupo de investigadores del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) revisó la trayectoria educativa de 94 altos ejecutivos de las 60 empresas con mayor volumen de ventas de Perú. Encontraron que más del 90% provenían de colegios de sectores económicamente privilegiados. Solo ocho de los ejecutivos eran de escuelas de otros tipos. Además, identificaron que en 72 de los casos, la educación superior también se había dado en tres universidades privadas como la PUCP, la UP o la Universidad de Lima (UL), y también otras extranjeras. 

Más del 90% de altos ejecutivos que trabajan en las empresas con mayor volumen de ventas provienen de colegios de sectores económicamente privilegiados". 

Los hallazgos forman parte del libro ¿De qué colegio eres? La reproducción de la clase alta en el Perú, editado recientemente por el IEP. Los investigadores realizaron entrevistas a profundidad a 27 egresados de cuatro colegios privados de Lima, con pensiones que alcanzan hasta los S/ 4.000.

Concluyeron que los egresados de dichas escuelas no consiguieron encumbrar sus carreras profesionales solo en base al mérito académico de su formación educativa, sino porque sus colegios les ayudaron a reproducir el privilegio social del que gozaban.

La investigación señala también que estos colegios no solo son espacios de estudio, sino lugares donde funciona una fuerte y muy cerrada socialización entre las clases altas. “Alcanzar posiciones de élite para quienes provienen de estos colegios o tienen un origen de clases sociales elevadas es un camino casi esperable, no tienen que pasar por una serie de eventos afortunados para lograrlo”, explica a OjoPúblico Álvaro Grompone, investigador del IEP y uno de los autores del libro.

 

Educación y privilegios

La discusión en torno al mérito real, la educación y los privilegios de los sectores más beneficiados no es reciente. En la década del 60, el sociólogo estadounidense William F. Whyte realizó un estudio con escolares de colegios de élite en Lima en el que demostró que estos no tenían una mejor preparación ni capacidad frente a sus pares de escuelas públicas.

El antropólogo César Nureña, autor de La argolla peruana recuerda los estudios posteriores del sociólogo Javier Díaz-Albertini, que concluyó que las redes cercanas de las personas pertenecientes a los sectores socioeconómicos A y A/B eran cruciales para alcanzar altos puestos laborales.

En su libro Redes Cercanas: el capital social en Lima (2010) Díaz Albertini explica: “el repliegue hacia las redes de cercanía e intimidad nos ayuda a entender por qué los recursos tienden a estar concentrados en pocas manos. Las redes sociales de todos los sectores se caracterizan por ser densas por la cercanía, exacerbando las diferencias sociales porque no existen suficientes vínculos ‘puentes’ que acerquen a los limeños y las limeñas de diferentes condiciones socioeconómicas”.

Un ejemplo adicional que aporta César Nureña es el del profesor y economista de la Universidad de Yale, Seth D. Zimmerman, quien demostró con sus investigaciones el peso de la reproducción del privilegio en Chile. En 2019, Zimmerman culminó un estudio que comprobó que los hombres provenientes de ocho colegios y un grupo de universidades privadas tenían mayores probabilidades de alcanzar altos mandos y pertenecer al 0,1% más rico del país. 

En Chile un estudio halló que los hombres provenientes de ocho colegios y un grupo de universidades privadas tenían mayores probabilidades de alcanzar altos mandos.

En marzo de 2022, Zimmerman publicó otro estudio ya no sobre el rol de los colegios privados, sino de las universidades de este tipo. Este trabajo, en el que analizó cinco décadas, muestra que los niños de los padres de universidades de élite tienen 25% más probabilidades de ir a una escuela secundaria de clase alta y un 7% más probabilidades de asistir a una universidad del mismo nivel. No es que las personas de clases distintas no puedan lograrlo también, pero las personas de las clases altas siguen teniendo una ventaja.

La investigación ¿De qué colegio eres? profundiza en la percepción sobre estos privilegios. Cuando –como parte de este estudio– se les preguntó a un grupo de personas con altos cargos cómo creían que habían conseguido sus logros, la gran mayoría de egresados y egresadas de los cuatro colegios exclusivos que participaron del estudio respondieron que fue en base a su esfuerzo y dedicación. 

Álvaro Grompone considera que la meritocracia o esa idea según la cual alguien alcanza su posición económica, profesional o social en base al mérito “es un mito más que una realidad”. La meritocracia, se lee en la publicación, "se ha convertido en un valor que enarbolan instituciones públicas o privadas". Sin embargo, “el origen social y el privilegio aparece a cada momento de la historia de estas personas [los 27 entrevistados] para facilitar y hacer casi estándar el éxito”, añade el investigador del IEP. 

¿Por qué suele triunfar la élite?

 

La ficción del esfuerzo y la meritocracia

Entonces, si no es solo el esfuerzo o el mérito, ¿qué otros factores pesan para obtener triunfos profesionales o económicos? Para César Nureña, hace falta realizar algunas interrogantes en torno a este concepto. Por ejemplo, cómo se define al que tiene más mérito. En Perú, considera, que no se ha estudiado mucho las complejidades de este concepto y que existe una ficción de la meritocracia. 

“En el mundo de la argolla se producen muchas ficciones acerca de los méritos de las personas. Este concepto del mérito termina siendo una elaboración, una construcción artificial”, dice. Señala algunos aspectos que según él ocurren, a veces, en la academia: "algunos personajes más reputados elogian a nóbeles investigadores por estudios supuestamente logrados. Esta suerte de ‘apadrinamiento’ funciona como un aval y un discurso de un mérito que no existe".

Esta misma perspectiva de análisis complejo, insiste el antropólogo, se debe considerar en el caso del privilegio. “Por ejemplo, en el mundo de la argolla, existe esta idea de un privilegio inmerecidamente otorgado a alguien. Pero hay privilegios que pueden ser justos: una persona que realiza un trabajo bien hecho recibe un premio y es una persona privilegiada”, dice. Desde su perspectiva, cuando se habla de privilegio no se debe perder de vista si es algo inmerecido o no y quién lo determina.

Se producen muchas ficciones acerca de los méritos de las personas. El concepto termina siendo una construcción artificial", dice César Nureña.

El autor de No soy tu cholo y consultor en diversidad y antirracismo, Marco Avilés, también sostiene que en muchos círculos de la clase más privilegiada, más que una mejor preparación académica, preponderan las relaciones sociales. “No es que la gente se está preparando para ser mejor, básicamente están en esas escuelas para ser parte de un club que reproduce privilegios, donde no importa mucho cuánto sabes o cuántas habilidades tienes, sino a qué gente conoces. Este discurso de buena educación finalmente encubre una ideología”, dice.

 

La cultura legítima y la cultura ilegítima

Otro aspecto relacionado a la meritocracia es la legitimidad. Los integrantes de la clase alta no solo obtienen legitimidad debido a la educación que recibieron, sino también por los lugares que frecuentan, los productos que consumen o sus preferencias.

En su libro La distinción silenciosa (2022), Patricia Zárate y Mauricio Rentería analizan las respuestas a una encuesta sobre gustos y consumos de 1.020 jefes de hogar, de entre 25 y 80 años, de las clases altas, intermedia y trabajadora de Lima. 

Encontraron que los sectores económicos con más recursos tienden a consumir y preferir aquello que se considera como legítimo o cuenta con una valoración positiva por la sociedad. Así pues, por ejemplo, tienen joyas, autos de marcas prestigiosas, gustan de leer, escuchar música clásica o rock y conocen a ciertos directores de cine. 

Por otro lado, la clase trabajadora gusta de prácticas y productos que no son legítimos o tienen una valoración negativa por la sociedad: ven televisión, no suelen leer libros, prefieren diarios populares, escuchan chicha o cumbia. Mientras, la clase intermedia está entre unos y otros gustos, y tiene consumos legítimos y no legítimos. 

Hay una 'alta cultura' y otra cultura no legítima, que es menospreciada o vista con condescendencia [por parte de la élite]", sostiene Patricia Zárate. 

“Lo que sostenemos en el libro es que hay una 'alta cultura', una cultura legítima. Y de todos modos se va a menospreciar la cultura no legítima: quienes conocen más, quienes tienen capital cultural acumulado por sus padres, sus abuelos… van a menospreciar, de todos modos, estos gustos [no legítimos] o en algunos casos, como el de la clase dominante como élite cultural, los van a ver con condescendencia”, explica a OjoPúblico Patricia Zárate, una de las autoras del libro. 

Por su parte, Mauricio Rentería sostiene que, la llamada 'alta cultura', que es la cultura más legitimada, sigue siendo consumida sobre todo por las clases dominantes, a pesar de que algunas investigaciones señalan una supuesta democratización de esta clase de conocimiento, así como una apertura de las clases dominantes hacia la cultura popular. 

La investigación también expone los roles del dinero que tienen las personas y el lugar social que ocupan a la hora de acceder a ciertos conocimientos o consumir determinados productos. “Este estudio nos ha demostrado que, además de las limitaciones que ejerce la necesidad económica sobre el consumo, existen elecciones y afinidades que perfilan asimetrías, las cuales giran en torno a distinciones culturales”, señala la investigación. Las elecciones y preferencias de consumo, precisan, funcionan como signos sobre nuestra ubicación en la sociedad.

Cultura legítima y cultura ilegítima. Claudia Calderón, 2022.

CONSUMOS. La clase dominante tiende a preferir aquello que cuenta con una valoración positiva de la sociedad, mientras la clase trabajadora prefiere prácticas y productos con una valoración negativa.
Ilustración: OjoPúblico / Claudia Calderón.

 

El factor racial o étnico

Para el periodista y escritor Marco Avilés, la raza es un componente muy importante al analizar los logros o triunfos que consiguen las personas. “Sabemos que la raza, en un país como el Perú, es una cuestión crucial para analizar cualquier aspecto sociológico, sin embargo creo que también es una cosa muy difícil. Ya es incómodo hablar sobre la clase social, lo es más con la raza”, comenta.

La discriminación en Perú ha sido analizada en diversos estudios. Una de los enfoques que expone su impacto laboral proviene de una investigación del 2011. Los investigadores de la UP Francisco Galarza, Liuba Kogan y Gustavo Yamada publicaron ¿Existe discriminación en el mercado laboral de Lima Metropolitana? Allí respondieron a esta pregunta en base a dos factores: el apellido y el sexo.

Para eso, hicieron un experimento: enviaron 4.820 currículos ficticios para avisos de trabajo publicados en el diario El Comercio. Los currículos consignaban logros académicos y laborales similares. Pero marcaron las diferencias en los apellidos y el aspecto de las personas. Algunos tenían, como los denomina el estudio, 'apellidos blancos' (Bresciani, Camogliano o De la Puente) y otros 'apellidos andinos' (como Ccolque, Chanca, Orcco). Además, los rostros de las personas andinas tenían la nariz y los labios más gruesos, los pómulos más marcados y el color de la piel más oscuro, a comparación de los otros postulantes ficticios. 

Los grupos privilegiados ya no se pueden relacionar solo con raza, etnia, riqueza o exclusivamente con una variable. Esto se ha complejizado", afirma Liuba Kogan.

Así encontraron que las personas con 'apellidos blancos' eran más solicitadas y, por sexo, los hombres fueron más requeridos que las mujeres. “Parte de esta mayor preferencia por los 'blancos' está dada por su mayor nivel de belleza respecto a los postulantes andinos”, indica la publicación

Dos años después, en 2013, Liuba Kogan, Joanna Kámiche y Patricia Lay, de la UP, publicaron ¿El origen socioeconómico y la raza pagan? Un estudio interdisciplinario sobre la discriminación racial y socioeconómica en el ámbito empresarial limeño. Allí, analizaron una muestra de 381 profesionales que egresaron de la Universidad Pacífico entre 1990 y 1995, y realizaron entrevistas a profundidad a 22 de ellos. 

Los resultados de la investigación demostraron que ser hombre, de raza blanca, haber pagado la pensión más alta en la universidad ―es decir, tener un nivel socioeconómico alto― y trabajar en una microempresa aumentaban la probabilidad de tener un alto cargo gerencial en una empresa.

Nueve años después de estos hallazgos, Liuba Kogan explica a OjoPúblico que, aunque es cierto que la discriminación en la obtención de logros profesionales no se ha solucionado, sí se ha sofisticado. “Los grupos privilegiados ya no se pueden relacionar solo con raza o etnia o riqueza o exclusivamente con una variable. Esto se ha complejizado y es un conjunto de variables que se relacionan entre sí”, sostiene la investigadora.  

Además, según Kogan, las brechas en el ámbito laboral se han ido cerrando. “No digo que no sigue habiendo una importante desigualdad, pero se ha ido cerrando la brecha respecto a anteriores generaciones. El grupo más desfavorecido, es el LGTB”, indica. 

Por su parte, César Nureña explica que, en el mundo de la argolla ―que tiene diversos significados y prácticas en Perú, pero que en uno de sus sentidos se puede resumir como estas redes que se crean para obtener ciertos beneficios o favores entre sus miembros― también hay un aspecto bastante complejo en cuanto a la raza o la etnia. Antes que estos factores importa mucho más la pertenencia. 

“En el mundo de las argollas lo que interesa es estar dentro o fuera. En las argollas jerarquizadas se articulan distintas clases sociales y étnicas: clases altas, clases medias y clases populares, blancos y cholos  ―dice―. Y, si se discrimina al cholo, es al que está afuera de la argolla”. 

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