La historia en el armario de un periodista
asesinado

A treinta años de la muerte de Hugo Bustíos, la Sala Penal está a punto de dar un fallo sobre la presunta responsabilidad de Daniel Urresti en el crimen. El candidato de Podemos Perú a la alcaldía de Lima afronta una posible condena a 25 años de prisión.

Esta es la camisa que el periodista Hugo Bustíos, corresponsal de la revista Caretas en Huanta, Ayacucho, llevaba puesta el día que fue asesinado, el 24 de noviembre de 1988.

La prenda, de color blanco y talla M, fue recuperada por la familia junto con el pantalón que llevaba puesto. El cuerpo fue acribillado y atacado con explosivos.

La voz que describe estas imágenes es de Sharmelí Bustíos, hija mayor del periodista. Ella tenía 14 años al momento del asesinato. Bustíos tenía 38.

La mañana del crimen, Hugo Bustíos salió de su casa, tomó su moto y se puso en camino para investigar el asesinato de dos personas cometido horas antes por el grupo terrorista Sendero Luminoso.

Los homicidios habían ocurrido en Erapata, un caserío a cinco kilómetros de la ciudad. Bustíos iba acompañado por su colega Eduardo Rojas Arce.

Ayacucho era entonces el epicentro de una espiral de violencia política que dejaría 69 mil muertos en todo el Perú.

En 1987, un año antes de su muerte, Hugo Bustíos obtuvo el premio a la mejor foto del año de la revista Caretas por una imagen del atentado senderista contra dos efectivos de la Guardia Republicana.

El día en que lo mataron, llevaba consigo dos cámaras. Esta es la única que se conserva.

Esta era la segunda cámara, ahora perdida. Tenía impactos de bala por el ataque. La máquina fue recuperada por periodistas de Caretas que fueron a investigar el crimen. Ninguna tenía el rollo de película que llevaban.

Foto: Caretas

Bustíos, quien tenía formación de abogado, había empezado como corresponsal de prensa en un periodo en que se produjeron más de 26 mil muertes o desapariciones forzadas en Ayacucho.

Alrededor de 11 mil 600 de esos casos ocurrieron en Huanta.

Máquina de escribir Olivetti, que el periodista utilizaba para sus informes. La viuda de Bustíos, Margarita Patiño, la conservó en su casa del barrio Cinco Esquinas.

La máquina no tiene cinta. Tras la muerte de Bustíos, nunca más fue utilizada.

Antes de ser periodista, Bustíos tuvo una empresa de compra y venta de productos agrícolas, cuyos proveedores eran campesinos de condición modesta, expuestos a los frecuentes asesinatos y desapariciones forzadas de esos días. Él mismo, impactado por sus historias, ayudó a redactar escritos legales de habeas corpus para ayudar en varios casos.

Su buena disposición le ganó
el apelativo popular de “el docto”.

También lo volvió un personaje incómodo.

Esta carta fue encontrada en la oficina de Bustíos poco después de su muerte. Tiene siete páginas. Es el único texto mecanografiado que su familia guarda de él.

La carta tiene un tono premonitorio. “Se sienten impotentes frente a mis armas, que son la cámara, el papel, el lápiz y mis palabras. No me asustan sus seguimientos, tampoco sus intentos de secuestro, mucho menos sus tentativas de desaparecerme”, dice el texto mecanografiado. Para entonces, la vida de Bustíos ya había pasado por situaciones límite. La principal fue que estuvo a punto de ser ejecutado en un cuartel militar.

En la época de violencia política diecisiete periodistas fueron asesinados en el país por Sendero Luminoso o por miembros de las Fuerzas Armadas, según la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR).

Esta libreta electoral -antecesora del DNI- es uno de los dos únicos documentos de identidad que se conservan de Bustíos.

El otro es la partida de defunción.

El primer roce de la muerte ocurrió una noche de marzo de 1984: un grupo de hombres de porte militar irrumpió en casa de Bustíos y se lo llevó a la fuerza. Estuvo desaparecido 11 días. Su esposa tuvo que viajar a Lima para buscar ayuda de políticos y empresarios influyentes. Cuando todo parecía perdido, circularon versiones de que el periodista estaba retenido en el Estadio Municipal de Huanta, en ese entonces convertido en centro de detenciones y torturas de la Marina.

Bustíos recordaría que estuvo a punto de ser ejecutado de un disparo en la sien, cuando llegó la orden de liberarlo. Tenía hematomas y quemaduras en diversas partes del cuerpo.

Fue durante su recuperación en Lima que aceptó tomar el puesto de Abilio Arroyo, otro periodista que debió abandonar Huanta tras recibir amenazas tanto de Sendero Luminoso como de los militares.

Bustíos era un hombre de estatura mediana y pesaba poco más de 70 kilos.

Esta sábana sirvió para el levantamiento del cadáver.

El crimen ocurrió la mañana del sábado 24 de noviembre. Al llegar a Erapata, Bustíos y su compañero Eduardo Rojas quisieron tomar fotos de los cuerpos de las víctimas, asesinadas el día anterior, pero una patrulla militar se los impidió y les exigió pedir una orden por escrito en el cuartel de Castropampa.

Tras un segundo intento fallido, los reporteros se dirigieron al cuartel. La viuda de Bustíos, que se les había unido para esta diligencia, recordaría un gesto extraño de parte del jefe de la base, Víctor La Vera Hernández: el oficial se llevó a un lado a Bustíos para comentarle que un terrorista recién capturado lo había sindicado como miembro de Sendero Luminoso. En ese momento, un camión portatropas salió del cuartel con un grupo de cuatro militares vestidos con polos blancos. Solo entonces, La Vera les dio un permiso verbal para regresar.

[La Fiscalía ha establecido que en ese camión militar iba Daniel Urresti, entonces jefe de la unidad de inteligencia de la base. Un testigo militar confirmó esa versión en el juicio]

Cuando los reporteros llegaron a Erapata por tercera vez, fueron recibidos a balazos. Bustíos cayó, pero alcanzó a pedirle a su compañero que escapara. Al menos dos testigos vieron la escena. Otros tres escucharon a la distancia el estallido del explosivo que uno de los atacantes arrojó sobre el periodista.

Un equipo de la revista Caretas viajó de inmediato para investigar el crimen.

El reportaje apareció en una edición especial
el 28 de noviembre de 1988.

El testigo Alejandro Ortíz, un campesino que iba a cortar alfalfa para su ganado, vio la ejecución de Bustíos y reconoció al hombre que le arrojó el explosivo: el capitán Amador Vidal Sanbento, quien usaba el apelativo de “Ojos de Gato”. En ese preciso momento, la agricultora Hilda Aguilar observó la misma escena desde su chacra y también reconoció a “Ojos de Gato” y a otro suboficial de la base conocido como “Centurión”.

Foto: Caretas

No eran los únicos testigos, aunque algunos fueron hostilizados y optaron por callar. Alejandro Ortiz sería asesinado de un tiro en la cabeza tres meses después. Su testimonio había sido recogido por el periodista Abilio Arroyo, amigo de Bustíos y quien lo había precedido como corresponsal de Caretas en Huanta.

Foto: Caretas

Los enviados de la revista recogieron evidencia que iba a ser clave en distintos momentos del proceso. Una de las principales fue redescubierta hace poco en su archivo: la foto de un casquillo con las iniciales de la Fábrica de Armas y Municiones del Ejército (FAME).

Foto: Caretas

Foto: Caretas

Foto: Caretas

En el 2007, el capitán Vidal Sanbento y el comandante La Vera Hernández fueron condenados a 15 y 17 años de prisión, repectivamente, como autor material y autor intelectual del asesinato de Hugo Bustíos.

Apenas empezó a cumplir su sentencia, Vidal Sanbento dió una entrevista periodística en la que ofreció contarlo todo. Allí reveló por primera vez que el asesinato de Bustíos había sido organizado por La Vera junto con un oficial que se hacía llamar capitán “Arturo”.

Su nombre real era Daniel Urresti.

En el 2015, la Fiscalía formalizó una denuncia contra Urresti por el asesinato de Hugo Bustíos.

El expediente judicial del caso acumula 24 tomos como estos.

La piedra angular del caso es el testimonio de una persona que asegura haber visto a Urresti entre los atacantes de Bustíos.

La testigo se llama Ysabel Rodríguez y era una joven vecina de la zona. En el juicio, Rodríguez dijo que el día del ataque el capitán “Arturo” y el sargento “Centurión” (Jhony Zapata Acuña) irrumpieron en la cocina sin techar de su casa y desde allí dispararon contra los periodistas. También que escuchó la explosión y vio a los atacantes escapar por una vía que conducía a la base de Castropampa.

Una foto tomada ocho días después del crimen sitúa a Ysabel Rodríguez en la zona con su hijo a cuestas. Ella acusó a Urresti de haberla violado sexualmente en dos ocasiones. En la segunda, según dijo, él la amenazó de muerte para que no contara lo que sabía del caso.

Foto: Caretas

Para desacreditar a la testigo, Urresti la acusó de ser integrante de Sendero Luminoso. En el intento de convencer a los jueces, incluso llegó a presentar un documento notarial fraguado, que días después fue calificado por el auténtico notario como “una burda falsificación".

A lo largo del juicio, el acusado lanzó amenazas contra testigos y fue expulsado más de una vez por el tribunal debido a su conducta. Pero la imagen que marcaría el proceso para siempre está en un video que muestra el cadáver de un chancho. El general (r) acusado la usó para recrear lo que debió ocurrir cuando el periodista fue abatido a balazos. “Las características de la carne de cerdo son la más cercanas a lo que es la carne humana”, se escucha decir a Urresti y minutos después dos hombres descargan sus armas en el animal. Veintiún disparos. El propio Urresti presentó el video en una audiencia, frente a la hija mayor de Bustíos, quien no estaba preparada para ese espectáculo.

“Estoy seguro de que voy a salir absuelto”, dijo Urresti a una consulta de OjoPúblico sobre sus expectativas para el veredicto, que podría salir esta semana.

El oficial en retiro y actual candidato a la alcaldía de Lima por el partido Podemos Perú adujo haber presentado todas las pruebas de su inocencia y que cada detalle dicho por la testigo principal en su contra es falso.

“Ellos no han podido demostrar de ninguna manera que yo haya abandonado el cuartel ese día. He demostrado con testigos, fotos y testimonios de gente que trabajó allí, que yo jamás abandoné el cuartel”.

El fiscal Luis Landa Burgos, a cargo de la acusación, señala que Daniel Urresti es coautor del asesinato de Hugo Bustíos y que este crimen es además un delito de lesa humanidad.

Por eso ha solicitado que se condene a Urresti a 25 años de cárcel y al pago de una reparación civil de 500 mil soles.

Álbum familiar con fotografías del entierro de Hugo Bustíos, realizado el 26 de noviembre de 1988, en el Cementerio General de Huanta.

Ese día la ciudad estaba expuesta a un paro armado anunciado por Sendero Luminoso. A pesar de la amenaza de represalias, familiares, amigos y personas de distinta condición acudieron al sepelio.

En el lugar donde fue abatido se colocó una capilla de cemento, que hasta ahora existe. Allí se enterró una clavícula del periodista recogida en la zona.

El examen de la necropsia de Bustíos indica que el cuerpo presentaba una herida de bala en la región lumbar, otra en la axila y en el brazo izquierdo y una más en la pierna derecha, a la altura del coxis. Pero esas heridas no acabaron con su vida.

La causa de muerte fue: “un shock debido a una herida grave producida por un detonante de alta potencia en la región del hemitórax y cráneo izquierdo”.

La muerte de Bustíos se produjo aproximadamente a las 11 de la mañana de un jueves. Fue enterrado el sábado siguiente.

Por coincidencia, 28 años después su viuda, Margarita Patiño, murió en un accidente de tránsito en 2016. También ocurrió un jueves y ella fue enterrada el sábado siguiente.

Los dos militares sentenciados por el crimen de Hugo Bustíos salieron libres pocos años después por buena conducta.

Urresti figura en el tercer lugar de las intención de voto para las elecciones del próximo domingo 7 de octubre.

Recordatorio dedicado a Margarita Patiño, viuda de Hugo Bustíos, quien murió hace dos años, en medio del juicio a Urresti.

El nombre de Hugo Bustíos figura entre las víctimas de la violencia política en el memorial El ojo que llora, de Lima.

CRÉDITOS:

Entrevistas: David Hidalgo, Gianella Tapullima, Hernán Goicochea / Fotos Omar Lucas, Archivo Caretas / Diseño y desarrollo: Jason Martínez Vera

Este especial contó con el apoyo de la Comisión de Derechos Humanos (Comisedh).
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