Cultura: la gran ausente en la campaña

Cultura: la gran ausente en la campaña

Esta puede ser una de las campañas electorales por la alcaldía de Lima más pobre en calidad de propuestas. El sociólogo Santiago Alfaro Rotondo analiza en esta columna los planes en cultura de los 20 candidatos. La ausencia de compromisos concretos es una constante e impera una visión mercantil que liga la cultura básicamente a las actividades turísticas. Solo tres candidatos hacen promesas alineadas con la Agenda 21 para la cultura.

6 Octubre, 2018

En ciudades como Barcelona o Medellín, las políticas culturales son un factor clave para su desarrollo. En Lima, en cambio, solo el 6.4% de los ciudadanos considera que la falta de apoyo a la cultura afecta su calidad de vida, según el observatorio Lima Cómo Vamos. La mayoría de limeños, posiblemente, le resta importancia porque la inseguridad, el caos del transporte y la corrupción son problemas que agobian y parecen más urgentes.

La percepción ciudadana, en todo caso,  se repite entre los políticos. De los 20 candidatos en carrera a la alcaldía de Lima, diez le dedican un espacio especial a la política cultural en sus planes, pero solo cinco desarrollan propuestas consistentes: Gustavo Guerra García, Alberto Beingolea, Enrique Cornejo, Jorge Muñoz y Manuel Velarde. La cultura y el arte no tienen espacio alguno en los planes de Renzo Reggiardo, Luis Castañeda Pardo, Julio Gagó, Pablo Silva y Jorge Villacorta. Hay quienes la mencionan con ideas vagas como Ricardo Belmont, Humberto Lay, Daniel Urresti y Juan Carlos Zurek, pero reducen las políticas culturales al “fomento de talleres de manualidades, liderazgo y juegos florales”.

Entre los tres que muestran mayor interés en la cultura, Guerra García privilegia un modelo de política cultural para Lima que busca “construir ciudadanía” y una ciudad que rompa con “diversas formas de exclusión y discriminación social” como los sexismos o racismos. La inclusión social y redistribución son sus puntales programáticos.

DEBATE. En los dos debates municipales muy pocos candidatos hicieron énfasis en sus propuestas de cultura. 

Jorge Muñoz también rechaza “todo tipo discriminación” con énfasis en lo institucional y en el acceso a servicios. Propone la creación de un “Sistema Metropolitano de Información Cultural (Quipu)” para el diseño de indicadores y “políticas culturales eficientes, sostenibles y de alto impacto”. Se compromete además  a formular un “Sistema de Incentivos Culturales (ProCultura)”, que provea recursos para proyectos de todas las artes; y un “sistema de centros culturales”, donde se acceda a “actividades culturales diversas, especialmente en parques zonales”.

En el caso de Manuel Velarde, el énfasis de su propuesta cultural está en el desarrollo urbano. Plantea la recuperación de las casonas del Centro Histórico mediante el programa “Quinta Sana” y el financiamiento del patrimonio edificado. Además, el exalcalde de San Isidro menciona la necesidad de promover el uso de espacios públicos a través de iniciativas como las de “Activa tu huaca”, “Barrio Activo” y “Lima Activa”. Al igual que Muñoz, busca la reducción de las brechas en infraestructura cultural a través de la construcción de centros multiusos y un “Sistema Metropolitano de Bibliotecas Municipales” en Lima Norte, Sur y Este.  

Estos tres modelos de política pública se alinean a los principios, compromisos y recomendaciones de la Agenda 21 para la Cultura, documento de referencia mundial para el diseño de políticas en cultura a nivel local, al que se han adherido más de 300 ciudades. Según este, la cultura es el cuarto pilar del desarrollo porque contribuye a fomentar la creatividad, el espíritu crítico y la construcción de identidades, pero también el crecimiento económico, la inclusión social, el uso de espacios públicos y la gobernanza, entendida como la cooperación entre gobierno y la sociedad civil para la formulación de políticas públicas.

  La cultura como “folklódromo”  

Más allá de la extensión de sus propuestas, los demás candidatos a la alcaldía de Lima no tienen una visión cultural acorde a la Agenda 21.  La mayoría posee una concepción economicista de la cultura, muy ligada al turismo. Lo que más abunda en los planes de gobierno son objetivos que buscan convertir a Lima en una “capital turística” (Salinas), en un “hub cultural”(Beingolea) y en una “emotional city” (Ocrospoma) conectada con el exterior.  Se repiten también estrategias como la creación de “circuitos turísticos” o la organización de grandes eventos como el desfile de danzas típicas en un “Folklódromo” (Cornejo).

A nivel internacional, la inclinación hacia el economicismo en la política cultural no es marginal ni reciente. Desde la década de los noventa en muchas ciudades se ha dado el llamado “giro emprendedor” (Harvey, 1989) que “apuesta por la revitalización urbana sobre la base de grandes proyectos arquitectónicos, eventos espectaculares, el desarrollo de servicios y de nuevas industrias” (Rius-Ulldemolins y Hernández i Marti 2016:47). En algunas ciudades, este giro ha incorporado enfoques de inclusión y transformación social (Liverpool, Medellín), programas de desarrollo de capacidades empresariales (Caliu, Mendoza), promoción de las industrias creativas (Buenos Aires, Guadalajara) o construcción de grandes obras de infraestructura cultural para la regeneración urbana (Museo Guggenheim de Bilbao, Puerto Maravilla de Río de Janeiro). Los resultados en muchos casos son polémicos, pero en todos el desarrollo local está en el centro.  

 

PATRIMONIO. La recuperación del patrimonio cultural de Lima tampoco está resaltado en los planes de gobierno de los candidatos a la alcaldía metropolitana.

La versión peruana de la instrumentalización de la cultura con fines económicos, sin embargo, se enfoca superficialmente en los servicios a los visitantes o en el posicionamiento de Lima en el exterior. Si bien ello deriva en impactos internos como la creación de empleo, no hay pistas en las propuestas de los candidatos de una visión que genere encadenamientos productivos, aportes al PBI o regeneraciones en la ciudad. La dimensión económica de la cultura aparece muy empobrecida en la agenda de los políticos.

En los planes de la mayoría de candidatos, además del énfasis en el turismo, se menciona una oferta de servicios culturales vinculados a la formación artística (talleres) y la producción de eventos (concursos). Se olvida que acciones puntuales, por sí mismas, no generan impacto ni articulaciones de objetivos, actividades y resultados (reducción de brechas). Esta tendencia hacia la realización de actividades aisladas tiene luego implicancias perversas. Ya en el ejercicio del cargo, los funcionarios limitan sus aspiraciones sobre los efectos de las políticas, ya que la presencia de público en los eventos da por cumplidos los objetivos y el número de asistentes da por cerrado el ciclo de evaluación. Como consecuencia, el foco en el impacto sociocultural de las políticas, en su aporte al desarrollo de los ciudadanos,  termina siendo desplazado.

La inclinación a prometer nuevos eventos o actividades dificulta que los candidatos tomen en cuenta las políticas culturales que ya han venido haciéndose en la Municipalidad de Lima o que forman parte del ejercicio regular de sus funciones, como  la Noche de Lima (versión rebautizada de la Noche de los Museos), la gestión del Teatro Municipal de Lima y del Teatro Segura (que volverá a estar en funcionamiento), la puesta en valor de huacas como Garagay, la rehabilitación de fachadas de inmuebles del Centro Histórico por parte de ProLima o la política metropolitana alrededor de la cultura viva comunitaria.

La cultura como servicio público

No todo es ausencia o deficiencia en algunos planes. Una de las medidas positivas que cinco candidatos (Beingolea, Capuñay, Guerra García, Muñoz y Velarde) sugieren es la creación de fondos concursables para las industrias culturales y artes, política de financiamiento muy difundida en otras ciudades e incluida en la Agenda 21 para la Cultura. Actualmente, no existen iniciativas que vayan en esa línea ni un marco normativo que las regule, excepto en el caso de la Ordenanza Nº 1673 que  instituye la política pública metropolitana para la promoción de la cultura viva comunitaria. De ejecutarse, esos fondos contribuirían al desarrollo de proyectos culturales de la sociedad civil y harían más plurales las fuentes de dinero a las que se podría recurrir, teniendo en cuenta la existencia de los Estímulos Económicos del Ministerio de Cultura.

Otras ideas importantes son el rediseño de planes y sistemas de información. Sobre lo primero, el candidato Diethell Columbus ofrece “fortalecer el Plan de Gestión del Patrimonio Arqueológico de Lima y el Plan de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de Lima”. Mientras que Enrique Cornejo plantea hacer un Plan Maestro para el Centro Histórico. A pesar que en este último caso se obvien documentos antecedentes como el homónimo elaborado por Castañeda y el PLAM 2035 de Villarán, la alusión a la formulación de instrumentos de planificación constituye un avance para la profesionalización de las políticas culturales.

 

CENTRO HISTÓRICO. La recuperación del Centro Histórico de Lima solo aparece en los planes de tres candidatos.

En cuanto a los sistemas de información, Gustavo Guerra, Jorge Muñoz y Manuel Velarde coinciden en la necesidad de su formulación, aunque no en sus funciones; ligadas al registro de información, producción de conocimiento, generación de instrumentos de evaluación, fortalecimiento de capacidades y creación de redes. Cada uno enfatiza más en una que en la otra. En todo caso, fuera de las inclinaciones particulares, un sistema de ese tipo es estratégico para desarrollar políticas basadas en evidencia y facilitar la participación ciudadana.

Tanto los fondos concursables, como los planes sectoriales y los sistemas de información, deberían ser implementados por el próximo alcalde, junto con otras iniciativas significativas contenidas en los planes de gobierno (particularmente la recuperación de proyectos exitosos como la Bienal de Arte de Lima y el Festival De Artes Escénicas de Lima- FAEL).

Si bien, aparentemente la política cultural no está entre las prioridades ciudadanas, solo el 25% de los limeños se sienten satisfechos con la oferta de actividades culturales de la ciudad, según Lima Cómo Vamos. Hay, entonces, una demanda que requiere ser atendida a través de políticas públicas integrales, capaces de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos mediante la promoción de la diversidad cultural y de la contribución de la cultura al crecimiento económico, la inclusión social, el desarrollo urbano, el disfrute de los espacios públicos y la gobernanza en la ciudad.

 

Referencias

- Lima Cómo Vamos. Encuesta Lima Cómo Vamos. VII Informe de percepción sobre calidad de vida en Lima y Callao. Lima: Lima Cómo Vamos, 2017.

- Rius-Ulldemollins, Joaquim y Hernández, Gil-Manuel. “La política cultural en las grandes ciudades. Giro emprendedor, globalización y espectacularización en la modernidad avanzada”. En: Joaquim Rius-Ulldemollins y Juan Arturo Rubio Arostegui (Eds.) Treinta años de políticas culturales en España. Participación cultural, gobernanza territorial e industrias culturales. Valencia: Universitat de Valencia, 2016.

- Tasat, José (Compilador). Políticas culturales públicas. Culturas locales y diversidad cultural desde un enfoque geocultural. Sáenz Peña: Universidad Tres de Febrero, 2014.

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