La otra guerra: desaparecidos, asesinatos y fosas comunes en Siria

Después del levantamiento de 2011 que originó la guerra en Siria, el Gobierno activó su red de agencias de seguridad para erradicar la disidencia con la encarcelación de manifestantes, activistas y demás personas. Al menos 14.000 de los detenidos fueron torturados hasta morir; pero es probable que la cifra sea mucho más elevada. A través de entrevistas a testigos y el análisis de imágenes satelitales, se han localizado dos sitios, que se cree que contienen miles de cuerpos de sirios asesinados por el régimen del presidente Bashar al-Assad.

CONTROL. Un retrato de Bashar al-Assad, el presidente autoritario de Siria. Contar e identificar los cuerpos en las fosas comunes solo sería posible desenterrarlos, pero es difícil que eso suceda mientras al-Assad permanezca en el poder.

CONTROL. Un retrato de Bashar al-Assad, el presidente autoritario de Siria. Contar e identificar los cuerpos en las fosas comunes solo sería posible desenterrarlos, pero es difícil que eso suceda mientras al-Assad permanezca en el poder.

Foto: Tomas Munita / The New York Times

Por Ben Hubbard y Marlise Simons

Durante el día, los trabajadores usaban maquinaria pesada para cavar fosas y zanjas. Después del anochecer, los cadáveres llegaban, algunas veces, en centenares al mismo tiempo, sobre las plataformas de camiones del ejército o en camiones frigoríficos destinados al transporte de alimentos.

Según algunos hombres que trabajaron en dos emplazamientos de fosas comunes en Siria, cerca de Damasco, la capital, dichos cadáveres eran descargados en el suelo para luego ser sepultados, mientras los agentes de inteligencia del gobierno observaban la operación. En ocasiones, los trabajadores apisonaban la tierra para que los perros no desenterraran los cuerpos.

A lo largo de los 11 años de guerra civil en Siria, grupos de derechos humanos y desertores del gobierno han documentado el asesinato masivo de civiles cometido por las fuerzas de seguridad al procurar la erradicación de cualquier oposición al dictador Bashar al Asad.

Ahora, The New York Times cuenta con algunos datos que esclarecen un misterio de la guerra que aún persiste: ¿qué ocurrió con los cuerpos de los miles de personas que murieron o fueron asesinadas en los centros de detención del gobierno?

Las entrevistas de los últimos meses realizadas a cuatro sirios que trabajaron en las fosas secretas o cerca de ellas nos llevaron a analizar algunas imágenes de satélite. Las pistas en su conjunto revelaron la ubicación de dos sitios, cada uno de los cuales, según los hombres que trabajaron ahí, contienen miles de cuerpos. De acuerdo con grupos de derechos humanos, es posible que también contengan pruebas sólidas de crímenes de guerra cometidos por las fuerzas de Al Asad, incluyendo la tortura sistemática y el asesinato de los detenidos.

“Si no resolvemos el asunto de los desaparecidos, nunca alcanzaremos la paz en Siria”, señaló Diab Serrih, cofundador de una asociación de personas que fueron detenidas en la famosa prisión de Saydnaya, en Siria, y quien ha trabajado para encontrar fosas comunes. “Todos los días recibimos llamadas de personas que desean saber dónde están sus hijos”, añadió. “Muchas de ellas me dicen: ‘solo quiero ver una tumba para poder poner una flor en ella’”.

Después del levantamiento en 2011 que originó la guerra, Al Asad activó su red de agencias de seguridad para erradicar la disidencia con la encarcelación de manifestantes, activistas y demás personas.

El año pasado, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos aseveró que al menos 14.000 de esos detenidos fueron torturados hasta morir, pero es casi seguro que la verdadera cifra sea mucho más elevada. Más de otros 130.000 han desaparecido en los centros de detención del gobierno y se cree que muchos de ellos están muertos.

En repetidas ocasiones, el gobierno sirio ha negado haber asesinado a personas detenidas, pero los grupos de derechos humanos han documentado con detalle esa práctica. Un conjunto importante de pruebas fue proporcionado por un fotógrafo de la policía siria, el cual se hace llamar “César”, quien huyó del país en 2013 con imágenes de más de 6000 cadáveres, algunos de los cuales presentaban señales de tortura.

Solo sacando los cadáveres de las fosas comunes sería posible contarlos e identificarlos, pero es poco probable que eso suceda mientras Al Asad siga en el poder. Rusia, su patrocinador más fuerte, sigue apoyándolo y ni a él ni a sus altos funcionarios se les ha acusado nunca de tales atrocidades; por ejemplo, el uso de armas químicas en contra de sus propios ciudadanos.

Con el propósito de atraer la atención hacia esas atrocidades, esta semana, el Grupo de Trabajos de Emergencia de Siria, un grupo de defensa, llevó a Washington a uno de los hombres entrevistados por el Times para que hablara acerca de las fosas comunes con los congresistas y otras personas.

mapa satelital del lugar donde se sospechan se encuentran las tumbas sirias.

INDICIOS. Imagen satelital que muestra un grupo de trincheras en un sitio sospechoso de fosa común, que cubre un área de aproximadamente 10 acres, en Qutayfa, una ciudad al norte de Damasco.
Foto: Maxar Technologies / Google Earth

Según informes de Human Rights Watch y otros organismos, muchos de los cuerpos de quienes murieron detenidos eran enviados a los hospitales del gobierno, donde se registraba su muerte. Los cuatro hombres entrevistados nos contaron lo que ocurrió después.

Los cuatro trabajaban en las fosas comunes o cerca de ellas en las cercanías de Damasco, y cada uno de ellos era testigo de una parte de lo que hacía el gobierno para deshacerse de los cuerpos. Ahora dos de los trabajadores están refugiados en Alemania, uno en Líbano y otro sigue en Siria. Tres de ellos hablaron con la condición de mantener su anonimato por temor a sufrir alguna represalia del gobierno sirio.

El Times no logró, de manera independiente, corroborar todos los detalles de sus relatos, como la cifra total de cuerpos que recordaban haber visto. Y cada uno de ellos fue testigo de solo una parte de los trabajos de sepultura que realizaba el gobierno, los cuales, según grupos de derechos humanos, es probable que hayan sido reproducidos en otros emplazamientos de fosas comunes.

Pero, en su mayoría, los relatos concordaban unos con otros y con los informes de los grupos de derechos humanos que han documentado los asesinatos en masa de los detenidos y el traslado de los cadáveres a los hospitales.

Uno de los entrevistados nos habló sobre lo que atestiguó en un juicio emblemático que se llevó a cabo en Alemania relacionado con los crímenes de guerra cometidos en Siria y que concluyó este año con una sentencia a cadena perpetua para un antiguo funcionario de inteligencia acusado de crímenes de lesa humanidad.

Este hombre mencionó que, antes de la guerra, había trabajado para el gobierno regional de Damasco supervisando sepulturas de civiles. Nos dijo que los funcionarios de inteligencia lo reclutaron a mediados de 2011 para deshacerse de los cadáveres de los centros de detención que pasaban por los hospitales. Este trabajo lo realizó durante seis años en los dos emplazamientos de las fosas comunes.

El hombre explicó que el primero de estos lugares en el que trabajó su equipo, de mediados de 2011 hasta principios de 2013, fue en un cementerio civil en Najha, un pueblo al sur de Damasco. En un principio, era supervisor de unos cuantos trabajadores que enterraban algunos pocos cuerpos, pero a medida que fue creciendo la violencia del conflicto, la cantidad de cadáveres aumentó y él se convirtió en lo que describió como un engranaje de una extensa burocracia de la muerte.

Nos contó que le proporcionaron un autobús Nissan de color blanco decorado con fotografías de Al Asad, un uniforme de militar y un permiso para cruzar los puestos de control. Antes del amanecer, trasladaba a más de una docena de trabajadores a las fosas comunes.

Por su parte, grandes camiones frigoríficos destinados al transporte de alimentos llevaban los cadáveres de los hospitales a las fosas. Cuando llegaban, su equipo descargaba los cuerpos en el suelo, muchos de los cuales tenían moretones y heridas, les faltaban uñas en los dedos y algunos estaban en descomposición, cosa que indicaba que ya llevaban algún tiempo muertos.

Nos comentó que él no enterraba los cuerpos, sino que supervisaba a los trabajadores y recibía los documentos de los hospitales que decían cuántos cuerpos habían llegado de cada centro de detención. Luego registraba esas cifras en una bitácora que tenía en su oficina, pero dejó ahí esos documentos cuando huyó de Siria en 2017.

En algunos momentos durante los seis años que trabajó en las fosas comunes, su equipo descargaba dos camiones casi dos veces por semana, cada uno de los cuales traía entre 150 y 600 cuerpos, comentó. Cada semana, el equipo también recibía algunas docenas de cuerpos de la prisión de Saydnaya, a la cual Amnistía Internacional la había etiquetado como “matadero de seres humanos”, donde imperaba la tortura y con frecuencia asesinaban a los prisioneros.

Persona inclinada en posición de rezo dentro de una habitación en la oscuridad.

SEGURIDAD. Uno de los hombres sirios que trabajaban en las fosas comunes o cerca de ellas ahora es un refugiado en Alemania.
Foto: Gordon Welters / The New York Times

Mencionó que, al parecer, los muertos que llegaban de Saydnaya casi siempre acababan de fallecer y añadió que algunos parecían tener marcas de soga alrededor del cuello o heridas de bala. En ocasiones, tiraban los cuerpos en zanjas y los cubrían con tierra. Otras veces, amontonaban ocho cuerpos en fosas que eran para un solo cadáver.

Las imágenes satelitales del cementerio de Najha durante ese periodo muestran fosas llenas y en una fotografía de 2012 se ve un camión con la parte posterior dirigida hacia las fosas y un vehículo blanco cerca de él, tal vez un autobús.

Durante el juicio del exfuncionario de inteligencia sirio acusado de crímenes de lesa humanidad que se llevó a cabo en Alemania, también testificaron otras dos personas acerca de las fosas comunes de Najha.

Una de ellas fue Eyad al-Gharib, un exfuncionario sirio acusado el año pasado de ser cómplice en crímenes de lesa humanidad por trasladar a los manifestantes arrestados a una oficina de seguridad donde se sabía que torturaban a las personas. Este hombre le dijo al tribunal que los detenidos que morían eran enterrados en Najha si su cuerpo presentaba señales de tortura.

Otro hombre entrevistado por el Times fue operario de una excavadora quien, durante siete meses, trabajó en el cementerio de Najha en 2012. Afirmó que los agentes de inteligencia que supervisaban las sepulturas le ordenaban que cavara fosas cuadradas grandes.

Este hombre también habló sobre los camiones frigoríficos que, durante el tiempo que trabajó ahí, llegaban algunas veces por semana con cientos de cuerpos, mismos que los trabajadores descargaban en el suelo cada una de estas veces. Nos contó que los cubría con tierra y, en ocasiones, para apisonarla bien y evitar que los perros desenterraran los cuerpos, pasaba su excavadora encima del sitio.

A principios de 2013, el hombre que conducía el autobús blanco señaló que el gobierno abrió una nueva fosa común cerca de la base militar de Al Qutayfah, un pueblo al norte de Damasco.

Según él, en ese lugar, una excavadora motorizada cavaba zanjas de hasta 90 metros de longitud y que cuando llegaban los camiones frigoríficos, ladeaban su plataforma para tirar los cuerpos en un extremo de la zanja. Si estos se atoraban, los trabajadores los jalaban hacia la zanja, donde la excavadora los sepultaba.

El siguiente grupo de cuerpos era tirado en la siguiente parte de la zanja, un proceso extenuante que se repetía hasta que se llenaba la zanja, comentó. Luego, la excavadora cavaba otra zanja.

Con base en su relato, The New York Times localizó el emplazamiento y analizó las imágenes de satélite de ese periodo, en las cuales se veían las largas zanjas que poco a poco eran llenadas con tierra. En algunas fotografías se ve una excavadora en ese sitio y, al menos, en una de ellas se aprecia un autobús blanco.

 

@2022 The New York Times Company

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