¿Cuál es la posición de China frente a la invasión rusa a Ucrania?

Hasta ahora, el gobierno de Xi Jinping ha atribuido la responsabilidad de la peor guerra de Europa en décadas a Estados Unidos. China también se ha distanciado de la condena a Rusia en las Naciones Unidas. Con las severas sanciones impuestas a Rusia por las potencias occidentales, puede que Putin necesite más que nunca a China como inversionista y comprador de petróleo, trigo y otros productos rusos.

PATRULLAJE. Soldados ucranianos en una posición de primera línea en Zaitseve, en la región de Luhansk, en el este de Ucrania.

PATRULLAJE. Soldados ucranianos en una posición de primera línea en Zaitseve, en la región de Luhansk, en el este de Ucrania.

Foto: Tyler Hicks / The New York Times

Por Chris Buckley

A medida que las tropas rusas han ido entrando en Ucrania, los funcionarios de Pekín se han enfurecido ante cualquier insinuación de que, por proteger a Moscú, traicionan un principio básico de la política exterior china: que la soberanía es sacrosanta. Ni siquiera lo llaman invasión. Lo describen como “la operación de Rusia”. O la “situación actual”. Y el líder chino, Xi Jinping, dice que su posición respecto a la crisis es perfectamente coherente.

“Los cambios bruscos en las regiones orientales de Ucrania han estado llamando la atención de la comunidad internacional”, dijo Xi Jinping a su homólogo ruso, Vladimir Putin, en una llamada el viernes, según un resumen oficial chino.

“La postura fundamental de China ha sido congruente con el respeto a la soberanía y la integridad territorial de todos los países, y respetuosa de la misión y los principios de la Carta de las Naciones Unidas”, dijo Xi.

Sin embargo, fuera de la cámara de eco de los medios de comunicación oficiales chinos, parece haber pocas dudas de que la guerra de Rusia ha puesto a su socio en Pekín en un grave aprieto, también en lo que respecta a su posición sobre los derechos soberanos de los países.

China puede haber jugado un papel el viernes 25 de febrero al inducir a Rusia a parecer más adaptable, incluso cuando las fuerzas rusas avanzaban hacia Kiev.

Luego de la llamada telefónica de Putin con Xi, en la que el líder chino pidió que se lleven a cabo conversaciones, el presidente ruso insinuó que estaba abierto a la idea, contradiciendo a una declaración que su propio ministro de Exteriores había emitido apenas unas horas antes. El Kremlin presentó la posición de Putin como una respuesta al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, quien había dicho estar dispuesto a discutir un “estatus neutral” para Ukrania.

Las conversaciones para resolver la crisis, por tardías que sean, beneficiarían claramente a China, al aliviar lo que los críticos perciben como un doble rasero en el asunto de la soberanía.

Por un lado, China lleva mucho tiempo diciendo que Estados Unidos y otras potencias occidentales pisotean sistemáticamente a otros países, de forma más flagrante en los últimos tiempos con la invasión de Irak en 2003. China ha dado el mensaje de ser la verdadera guardiana de la independencia soberana, especialmente de los países más pobres.

La creciente relación económica entre China y Rusia le ha dado a Xi Jinping influencia potencial para presionar a Putin.

Por el otro lado, Putin espera que Xi acepte, o incluso apoye, la invasión. Hasta ahora, el gobierno de Xi le ha seguido el juego, al atribuir la responsabilidad de la peor guerra de Europa en décadas a la arrogancia de Estados Unidos. China también se ha distanciado de la condena a Rusia en las Naciones Unidas.

El “ataque central” de China “contra Estados Unidos como potencia mundial desde que Xi Jinping llegó al poder ha sido acusarlo de violar continuamente los principios de la Carta de la ONU sobre la soberanía nacional”, dijo en una entrevista telefónica Kevin Rudd, ex primer ministro de Australia que fue diplomático en China. “Esto lanza un torpedo a la crujía de ese argumento”.

La creciente relación económica entre China y Rusia también le ha dado a Xi cierta influencia potencial para presionar a Putin para que resuelva con celeridad la crisis de Ucrania. Con las severas sanciones impuestas a Rusia por las potencias occidentales, ahora puede que Putin necesite más que nunca a China como inversionista y comprador de petróleo, trigo y otros productos rusos.

A menos que la crisis se resuelva, China seguirá haciendo contorsiones verbales para tratar de equilibrar su solidaridad con Rusia con su devoción declarada a la santidad del Estado-nación, dijeron expertos y exdiplomáticos. Si la guerra crece y persiste, los costos para China de los titubeos ante una crisis mortal pueden aumentar.

La postura de Pekín ya ha enfadado a los líderes europeos occidentales y ha empeorado la frustración estadounidense con China. Los países asiáticos y africanos tradicionalmente cercanos a Pekín han condenado las acciones de Rusia. Una de las principales divisas de la diplomacia china —su declarada dedicación a los derechos soberanos de todos los países— podría devaluarse.

“La incoherencia es perjudicial para China a largo plazo”, dijo Adam Ni, un analista que publica un boletín sobre la actualidad china.

“Socava los principios de política exterior que China mantiene desde hace tiempo y hace más difícil proyectarse como una gran potencia responsable”, dijo. Ni señaló que dicha incoherencia también “sería percibida por Estados Unidos y los Estados miembros de la Unión Europea como duplicidad y complicidad con la agresión rusa, lo que probablemente tendrá costos para Pekín”.

Los periódicos chinos se han mantenido uniformemente en la posición del gobierno sobre la guerra, al acusar a Estados Unidos de provocar a Rusia al mantener abierta la posibilidad de que Ucrania entre en la OTAN.

“China cree que la causa principal de esta guerra ha sido la incapacidad a largo plazo de Estados Unidos de respetar la seguridad rusa”, dijo Xuewu Gu, director del Centro de Estudios Globales de la Universidad de Bonn, Alemania. “En ese sentido, China ve esta guerra como una autodefensa de Rusia, por lo que naturalmente no la describiría como una invasión”.

En privado, algunos académicos chinos han compartido sus recelos ante el acogimiento de Xi a Putin. Y en la internet china, algunos usuarios han cuestionado enérgicamente cómo encaja la posición de China respecto a la guerra de Ucrania con su precepto de larga data de que los países deben dirigir sus propios destinos.

“Ucrania es un país soberano e independiente, y si quiere entrar a la OTAN o a la UE, es su libertad y nadie más tiene derecho a intervenir”, decía un comentario el viernes en Weibo, un popular servicio de redes sociales chino.

Los periódicos chinos se han mantenido uniformemente en la posición del gobierno al acusar a Estados Unidos de provocar a Rusia.

Más que la mayoría de los países, China ha defendido la idea de que la soberanía nacional está por encima de otras preocupaciones, incluidas las normas sobre derechos humanos. El concepto moderno de soberanía en China —“zhǔquán” en chino— se desarrolló a partir del siglo XIX, cuando las potencias occidentales subyugaron a los gobernantes Qing.

“Hay una gran insistencia en un concepto completo de soberanía, y es típico de los entornos coloniales o semicoloniales del tercer mundo”, dijo Ryan Mitchell, profesor de Derecho de la Universidad China de Hong Kong, sobre cómo evolucionaron estos conceptos en China. “Eso sigue siendo cierto hoy en día”.

La robusta noción de Pekín de la extensión de su soberanía se ha convertido en uno de los principales motores —y puntos conflictivos— de la política china.

Pekín ha mantenido que Taiwán, la isla autogobernada que nunca ha sido regida por el Partido Comunista Chino, debe acabar por unirse a China, incluso si es necesaria la fuerza armada. Pekín ha reclamado ampliamente islas y aguas en el Mar de China Meridional. También se ha enzarzado en enfrentamientos con India por unas tierras fronterizas en disputa.

También en la política interna, el gobierno chino ha hecho de la soberanía un objetivo. Cuando las autoridades juzgan a los disidentes en secreto, rechazan los pedidos de acceso o información alegando “soberanía judicial”. Cuando se critica la censura china en internet, los funcionarios citan el derecho de China a preservar su “cibersoberanía”.

En las reuniones con los diplomáticos chinos, la palabra surgía a menudo, dijo Rudd, el ex primer ministro de Australia, que ahora es presidente de Asia Society. “Todo el concepto de no interferencia mutua y de respeto a la soberanía nacional ha sido no solo un principio cosmético, sino un principio operativo para el sistema chino a nivel interno”, dijo. Los diplomáticos chinos estarán ocupados explicando cómo se compagina esto con su posición sobre Ucrania.

Puede ser difícil, pero tienen algo de práctica. Cuando las fuerzas rusas arrebataron Crimea a Ucrania en 2014, China intentó encontrar un equilibrio. Se abstuvo en una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la que se instaba a los Estados a no reconocer el reclamo ruso de la zona, pero tampoco reconoció formalmente la reivindicación rusa.

Los dirigentes chinos también trataron de mantener posiciones encontradas después de que las fuerzas rusas se apoderaran de territorio de Georgia en 2008.

Esta vez, sin embargo, Xi ya ha inclinado a China mucho más hacia Rusia. Él y Putin se reunieron al comienzo de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín a principios de febrero, y emitieron una declaración conjunta en la que afirmaban que la amistad de sus países “no tiene límites”.

“Después de esa declaración que vincula a Xi tan estrechamente con Putin, Estados Unidos y otros están obligados a castigar a China por permitir la agresión de Rusia”, dijo Susan Shirk, exsubsecretaria de Estado adjunta que ahora dirige el Centro China Siglo XXI en la Universidad de California en San Diego. “Pero también es más difícil para China comunicar al mundo que no apoya la acción de Rusia”, dijo. “Parece que Putin engañó a Xi”.

 

@2022 The New York Times Company

 

*Keith Bradsher y Ana Swanson colaboraron con reportería. Liu Yi colaboró con investigación.

**Chris Buckley es el corresponsal jefe para China, un país en el que ha vivido durante gran parte de los últimos 30 años. Creció en Sídney, Australia. Antes de integrarse al Times en 2012, fue corresponsal de Reuters en Pekín.

 

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