VENEZUELA: Hortimio Ochoa es la cara visible de la defensa de la cuenca hidrográfica del río Cataniapo.

El señor de la tierra protege la Amazonía de Venezuela

El señor de la tierra protege la Amazonía de Venezuela

VENEZUELA: Hortimio Ochoa es la cara visible de la defensa de la cuenca hidrográfica del río Cataniapo.

Fotomontaje: Paola Nirta - Agenda Propia.

Inspirado por Wänä'cä, líder mencionado en los cantos ancestrales de la etnia Huöttöja, Hortimio Ochoa es la cara visible de la defensa de la cuenca hidrográfica del río Cataniapo en el estado Amazonas en Venezuela. Esta zona presenta presiones cada vez más evidentes como la minería, la deforestación y la incursión de grupos armados. Esta historia hace parte de la serie periodística #DefenderSinMiedo coordinada por Agenda Propia en alianza con Correo del Caroní.

16 Septiembre, 2020

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El nombre de Wänä'cä resuena en los cantos que los chamanes de la etnia Huöttöja, en la Amazonía venezolana, pronuncian en su lengua en ceremonias antes de iniciar venganzas espirituales contra quienes han violado la tranquilidad de su pueblo. Wänä'cä fue un líder indígena prominente durante la conquista, a comienzos del siglo XVII, cuando foráneos entraron al territorio para conquistar sus tierras. 

Entonces, Wänä'cä armó un equipo con miembros de la comunidad para defenderse y expulsar a los conquistadores que sometían a los nativos por la fuerza de las armas y retomar la paz. Así narra esta historia Hortimio Ochoa, el líder más joven del estado Amazonas. “Fue como un Simón Bolívar para nosotros y me ha inspirado en mis luchas”, dice Hortimio, un hombre de 33 años que coordina la Organización del Pueblo Unido Huöttöja - Piaroa del Cataniapo. El Cataniapo es una importante cuenca hídrica y natural de 153.401,92 hectáreas, donde habita una población multiétnica de 22 comunidades con unos 3.170 habitantes, a pocos kilómetros de la capital Puerto Ayacucho en el suroeste de Venezuela. 

Esta cuenca, que se despliega sobre el estado de Amazonas fronterizo con Colombia al oeste y Brasil al sur, es uno de los rincones más biodiversos de la nación y las áreas protegidas declaradas oficialmente lo confirman: una reserva de biósfera, cuatro parques nacionales, quince monumentos naturales y una reserva forestal. Este además es el segundo estado del país con mayor población indígena: 76.314 personas de 33 etnias diversas, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). La población Piaroa, a la que pertenece Hortimio, es la segunda más numerosa.

El nombre tradicional de Hortimio es Reje'cha, en español es “señor de la tierra”, una definición que se ajusta a las labores que ejerce: la defensa de su territorio de actividades extractivistas, invasores, deforestación e incursión de grupos armados, y el impulso del desarrollo de su pueblo con especial acento en el rescate de la cultura ancestral y sus saberes. El significado de su nombre lo conecta también con el de su principal referente Wänä'cä.

El “señor de la tierra” cuenta que la amenaza sobre la biodiversidad de la cuenca hidrográfica del río Cataniapo es evidente. Así como Wänä'cä tuvo que enfrentar a los colonizadores, Hortimio –trigueño, de estatura mediana, extrovertido y de buen humor en su rol como líder– ha tenido que trabajar arduamente para evitar la incursión de los grupos armados y mineros que extraen oro de las entrañas de los bosques con complicidad estatal. En esta zona, varias investigaciones periodísticas y de organismos internacionales como Crisis Group e Insight Crime han revelado la presencia de grupos armados del vecino país, como disidentes de la antigua guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y miembros del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Casa Hortimio

LUCHA. Hortimio vive en Sardi, la última comunidad terrestre del Cataniapo. Queda al margen del río homónimo, un reservorio natural que provee agua a la capital del estado Amazonas y comunidades cercanas.
Foto: Luis Betancourt

 

Su lucha, insiste Hortimio con verbo vigoroso, no la hace solo. Lo acompañan el consejo de los ancianos de su comunidad y su equipo, un grupo de ocho hombres y mujeres proactivos e indetenibles en la gestión de su territorio.

El líder cuenta que en junio de 2020, los indígenas de su pueblo cerraron un largo camino clandestino abierto por mineros que conectaba su zona con la frontera norte de Brasil. Meses atrás, en febrero de 2020, cuando aún no iniciaba la cuarentena por la emergencia de la pandemia global de la covid-19, disidentes de las FARC se instalaron en sus tierras. Hortimio narra que 700 indígenas del Cataniapo marcharon hasta un punto boscoso de la selva para defender su territorio y expulsar al grupo armado. “Se volvieron a ir (…) Ya han invadido varios territorios. Buscan recursos naturales”, agrega.

Hortimio también recuerda que a cuatro días de terminar el 2019, acompañado con un grupo de indígenas, cruzó palabras con el comandante de la disidencia y le dijo “este es nuestro territorio”, además de exigirle que se retiraran del lugar. “Estaban armados y sabían que este era el único territorio libre. Marchamos y dialogamos con ellos, porque no somos gente de guerra. Informaron que venían del gobierno, que eran aliados estratégicos del país y respondimos que no. ‘No hemos aprobado ese convenio y todo lo que no se aprueba en la Asamblea Nacional es nulo’, dije. Y se fueron”.

 

Hábitat ancestral y zona protectora

 

La Amazonía venezolana está compuesta por los estados Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro. El Cataniapo, ubicado en el estado Amazonas, es un grueso canal de agua bordeado de densos árboles, es un área frágil y prístina con uno de los bosques más conservados del país. Este río es la principal fuente de recursos hídricos de la ciudad capital de esa región, Puerto Ayacucho.

Por su carácter estratégico en el abastecimiento hídrico, la cuenca está catalogada en la Ley de Aguas como una zona protectora, una de las denominaciones legales de las áreas bajo régimen de administración especial. A pesar de ser hábitat ancestral del pueblo Huöttöja del Cataniapo, allí también viven personas de las etnias Curripaco, Guajibo, Baniva y Jivi.

Hortimio vive en Sardi, la última comunidad terrestre del Cataniapo, una explanada al margen del río homónimo de aguas esmeraldas y vía fluvial hacia el resto de los asentamientos de las riberas. Sus viviendas son de adobe. Su principal actividad productiva se centra en los conucos (cultivos) familiares de yuca, tupiro, piña, manaca, seje, copoazú, plátano, entre otros rubros. Lo que necesitan para su consumo, lo producen. 

En las tardes, el fútbol reúne a los más jóvenes y Sardi atesora una gran cancha de grama natural y muy bien cuidada para practicar este deporte. Sin embargo, en tiempos de escuela o si se presenta cualquier emergencia médica, los habitantes de esta comunidad deben caminar una hora y media, ida y vuelta, hasta la escuela y el dispensario médico que están en la vecina comunidad de Gavilán. Aunque al llegar allí se encuentren con la infraestructura, pero reciben la ausencia de medicinas y personal, carencia que se repite en las comunidades indígenas de la Amazonía.

Hortimio Ochoa

RESISTENCIA. Hortimio estudió Educación Física y Deportes en la Universidad de Los Andes (ULA). En 2012, constituyó la Organización del Pueblo Unido Huöttöja - Piaroa del Cataniapo.
Foto: Facebook

 

Hortimio estudió Educación Física y Deportes en el estado andino de Mérida en la Universidad de Los Andes en el occidente del país. Aunque el líder reconoce que los jóvenes al ir a la ciudad se ven tentados a abandonar su cultura, en su caso no sucumbió al encanto urbano. Corría 2009. En la Universidad fue invitado a un encuentro con indígenas de otras etnias en el que analizaron las amenazas y presiones que sufren en Venezuela y reflexionaron sobre la labor del líder yukpa Sabino Romero, asesinado cuatro años después, en marzo de 2013.

– “Me di cuenta de que mi pueblo tenía que prepararse y debía llevar ese mensaje para la defensa del medio ambiente (…) Me hicieron entender que todo lo que eres depende de los antecesores. Mis ancestros me han dejado una historia para el mundo”.

Un año después de graduarse, comenzó a recorrer comunidades en las entrañas del Amazonas. En 2012 registró legalmente la organización, con el acompañamiento jurídico de su casa de estudios. Fue la primera estructura de este tipo en su territorio, en el que solo existían asociaciones promovidas por el gobierno. Desde la constitución, ya son ocho años de trabajo con especial apoyo de la Oficina de Derechos Humanos del Vicariato de la Iglesia Católica. “Nuestra lucha se enmarca en la defensa de la vida y el derecho de un espacio libre y de paz, porque la salvación del planeta está en la sabiduría ancestral y el conocimiento tradicional y mi deber es transmitirlo de generación en generación”, expresa. 

 

Presiones socioambientales

 

En la Amazonía venezolana predomina el bosque tropical húmedo. Sus suelos son de montaña, peniplanicie y valle. El libro “Flora of the Venezuelan Guayana” de los botánicos Julian Steyermark, Paul Berry, Kay Yatskievych y Bruce Holst precisa –en sus nueve volúmenes publicados entre 1995 y 2005– que en la zona crecen aproximadamente cuatro mil especies de plantas. De estas, no menos de 1.500 son endémicas de la región. 

Otra publicación de consulta obligada para los ambientalistas con trabajo en la zona, el “Libro Rojo de la Fauna venezolana” de 2015, documenta que en el estado Amazonas habitan al menos diez especies en riesgo: el manatí, en peligro crítico; el cachicamo, el murciélago narigudo menor y el perro de agua, en peligro; y el oso hormiguero, el mono araña del sur, el mono barbudo, el perro de monte, el cunaguaro y la águila arpía, en condición vulnerable.

Hace dos años, la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (Raisg) mapeó 2.312 puntos de minería en la Amazonía, región de América del Sur que se expande entre Brasil, Perú, Venezuela, Colombia, Bolivia, Guyana, Surinam, Ecuador y la Guayana Francesa. De este total, 1.899 estaban en Venezuela, más del 80 por ciento. La Asamblea Mundial por la Amazonía precisó que Raisg ha ubicado ocho puntos de minería ilegal en las cuencas de los ríos Sipapo y Cataniapo: seis en la Reserva Forestal Sipapo y dos en la zona protectora de la cuenca del río Cataniapo, en el territorio de Hortimio.

Horminio en su vivienda

HOGAR. El líder indígena piaroa descansa en un chinchorro en su vivienda en una noche de julio de 2020.
Foto: Luis Betancourt

 

La expansión de la minería fue una de las principales preocupaciones de las organizaciones indígenas cuando el gobierno de Nicolás Maduro aprobó en 2016 la creación del Arco Minero del Orinoco, que aunque no incluía a Amazonas, sí abría las puertas a una mayor explotación de recursos. En efecto, la minería creció en el estado de forma ilegal (un decreto de 1989 impide la extracción de minerales). Investigaciones de organizaciones ambientales y periodísticas han revelado que el gobierno se beneficia de la minería y, por lo tanto, no tiene intenciones de frenarla.

“Todavía no hay minería en Cataniapo, pero cerca del municipio Atures hay minería ilegal que quiere explotar gente que viene de otros países”, cuenta Hortimio y añade que como el río es una zona protegida es aún más válido defenderlo. “Es el único río de agua dulce que abastece a la ciudad. Nuestro deber es proteger ese río y la biodiversidad de esa cuenca”, resalta. Además de vía fluvial y fuente hídrica, los Piaroa tienen una fuerte conexión espiritual con el Cataniapo. “Agentes auxiliares” –un órgano similar a la guardia territorial– protegen la cuenca. Aunque los grupos armados han incursionado en el territorio, la comunidad no ha recibido amenazas directas.

La motivación de Hortimio se hizo más fuerte cuando la comunidad advirtió que el desarrollo minero que promueven las instituciones gubernamentales “se trata de destrucción, allí hay afectación socioambiental”. “Todo eso ha hecho que nosotros tengamos diferentes comités de trabajo para poder hacer una organización para estar al frente de la defensa ambiental y la territorialidad”, dice el líder indígena.

Hortimio en su comunidad

ORÍGENES. En lengua indígena, el nombre de Hortimio significa “el señor de la tierra”, una denominación que aplica en la conservación del territorio y los saberes ancestrales.
Foto: Luis Betancourt

 

La lucha por los recursos naturales genera muchos riesgos. Venezuela se ubica en el séptimo lugar como uno de los países más peligrosos en el mundo, según la ong Global Witness, que en su más reciente informe Defender el Mañana, dio a conocer que en territorio venezolano en 2019 asesinaron a ocho defensores ambientales, de las 212 muertes documentadas en 21 naciones. En el reporte, la minería fue el sector asociado a la mayoría de los crímenes a nivel internacional, con 50 personas defensoras asesinadas.

“La labor de Hortimio es fundamental. Él ha sabido llevar el mensaje de la lucha a los jóvenes de su generación, que, a su vez, es un mandato de los ancianos y sabios de su pueblo Piaroa, tanto los que hoy están presentes y también de quienes están en el otro plano. Su liderazgo no solo reivindica la lucha territorial, sino sus derechos sociales y culturales que cada día están más acechados por grupos irregulares, particulares y también del propio Estado”, resalta Luis Betancourt Montenegro, miembro del Grupo de Investigaciones sobre la Amazonía (Griam).

 

Biocultura y agroforestería

 

La pandemia de la covid-19 ha significado una presión adicional sobre las comunidades indígenas y el territorio amazónico, y una paralización de algunos proyectos que la comunidad de Hortimio aspiraba impulsar este año, aunque sus procesos de defensa en el sector se mantienen intactos. A agosto de 2020, en la zona donde vive Hortimio aún no hay casos del nuevo coronavirus, pero en la Amazonía venezolana se contabilizaban 3.584 contagios al 10 de septiembre, la mayoría en el estado Bolívar.

“Desde que comenzó la enfermedad ha disminuido el contacto con los asesores. Teníamos un proyecto con cooperación internacional pero todo se cerró a causa de la pandemia. Todo el apoyo financiero ha sido limitado”, señala Hortimio. La venta de productos agrícolas como mañoco, manaca, cacao y copoazú también se detuvo, pues aunque es la principal fuente de ingresos, la comunidad no puede movilizarse al centro urbano por la cuarentena y las dificultades para comprar combustible.

Aún así, Hortimio no se detiene. En su comunidad hacen pequeñas asambleas “porque problemas sí hay” y mantienen actividades deportivas con los y las jóvenes y varios proyectos de agroforestería (sistema productivo que integra árboles, ganado y pastos en una misma unidad productiva) y rescate de la identidad. Uno de esos trabajos es de biocultura, “es vida culturalmente”, explica. Con el apoyo de los ancianos de la comunidad, la Organización del Pueblo Unido Huöttöja - Piaroa del Cataniapo levanta información de todos los saberes de curación natural para construir un catálogo medicinal. 

Hortimio en una asamblea

LÍDER. Hortimio participa en una asamblea –a mediados de julio de 2020– sobre la jurisdicción especial indígena e intercambio de saberes con chamanes, capitanes y autoridades indígenas del Cataniapo.
Foto: Luis Betancourt

 

“Esta generación desconoce el origen de nuestros pueblos, las cosmogonías y las prácticas de los chamanismos y la curación natural de las personas desde la etnomedicina”, dice Hortimio. De la sabiduría ancestral es posible sacar una receta para curar a una persona, y “eso no se puede perder así nada más, tiene que haber un equipo de trabajo para recopilar toda la información necesaria”, insiste el líder.

Luis Bello, fundador de la oficina de Derechos Humanos del Vicariato, y actual director operacional del Grupo de Trabajo Socioambiental de la Amazonía Wataniba, resalta la identidad y la vinculación con la sabiduría ancestral como las principales características que alimentan el compromiso de Hortimio en la defensa integral de su pueblo desde el punto de vista territorial y ambiental. “Él se mueve no solo en su territorio ancestral, que ya es un valor en sí mismo, sino en el mundo de su identidad. Tiene su identidad y su pertenencia étnica muy claras y eso es una fuente de inspiración”, dijo.

“El rol que cumple en la zona tiene un fundamento constitucional, pero también un derecho específico en la Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas”, subraya Bello. 

Frente a actividades destructivas como la minería, Hortimio promueve la siembra del cacao, el copoazú y la manaca. Lo hace junto a su familia, su equipo de trabajo, organizaciones de base y el paraguas siempre sabio de los ancianos de la comunidad. “Quiero que mi generación esté libre y en paz en su tierra, ese es nuestro proyecto, libre de invasores, tenemos nuestra tierra que han dejado los ancestros y allí es como nos vamos a desarrollar como pueblo”, insiste.

Aunque la deuda histórica con los pueblos indígenas crece, si el gobierno nacional no demarca sus territorios, ellos se organizan para defenderlos, dice. Es un derecho natural, resalta. Cada paso lo conecta con la lucha de sus ancestros y con su referente Wänä'cä, ese cuyo nombre despunta en cada ritual de los ancianos que acompañan su trabajo. 

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Este artículo forma parte de #DefenderSinMiedo: historias de defensores ambientales en tiempos de pandemia, una serie periodística coordinada por Agenda Propia, y en la que participa OjoPublico junto a otros veinte periodistas, editores y medios de América Latina. Con el apoyo de Environmental Investigation Agency (EIA).

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