Once upon a time in Hollywood: el giro conservador de Tarantino

Once upon a time in Hollywood: el giro conservador de Tarantino
Bruno Rivas

Periodista

CRÍTICA DE CINE. Si las cintas anteriores de Tarantino apostaban por plantear cambios en el status quo, Once upon a time in Hollywood defiende el regreso a un estado en el que las figuras patriarcales tenían el poder. [Alerta de spoilers]

AUTOR. Tanto el ritmo como el sentido de las películas de Tarantino tienen un correlato biográfico que se analiza en esta columna.

AUTOR. Tanto el ritmo como el sentido de las películas de Tarantino tienen un correlato biográfico que se analiza en esta columna.

Difusión.

Cada cierto tiempo el director estadounidense Quentin Tarantino nos conduce a una agradable polémica: la de decidir si la cinta que acaba de estrenar es su obra maestra. Pasó con Pulp Fiction en 1994, con Kill Bill Vol. 2 en el 2004 y con Inglorius Basterds en el 2009.  Ahora con el lanzamiento de Once upon a time in Hollywood se ha repetido la tendencia. Nuevamente, los críticos y fans discuten sobre si la película protagonizada por Leonardo Di Caprio y Brad Pitt merece ubicarse en el altar del afamado realizador. Sin embargo, este análisis no buscará participar de esa polémica, más bien tiene como objetivo poner en evidencia el giro conservador que el director ha realizado en sus últimas entregas y que ha alcanzado su punto cumbre con Once upon a time in Hollywood. Uno en el que el padre aparece como el salvador capaz de devolverle la ilusión a la meca del cine.

AFICHE. El nuevo estreno de Tarantino.
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El chico malo de California

Para nadie es un secreto que Tarantino alcanzó la fama mundial al posicionarse como el rebelde dispuesto a alborotar el ambiente de Hollywood. Con guiones como True Romance (1993) o Natural born killers (1994) –que se tradujo en una cinta de la que reniega– y películas como Reservoir Dogs (1992) y Pulp Fiction, el director dejaba en claro que buscaba poner su marca apelando a los discursos posmodernos en los que los villanos pueden ser vistos como héroes y en los que la violencia le da sentido a la sociedad.

Asimismo, en dichas obras mostraba un dominio profundo del lenguaje cinematográfico producto de horas de visionado. Lo que dejaba en claro con cada plano es que era un rebelde con causa, uno que se había nutrido del cine de diferentes regiones del mundo solo para darle la vuelta. Que era un creador que buscaba reescribir las historias que lo habían nutrido durante su adolescencia y juventud para otorgarles un nuevo sentido.

Es así que, bajo la influencia de géneros tan distintos entre sí como el blaxpoitation, el cine de arte marciales y el slasher, siguió nutriendo su obra con cintas como Jackie Brown (1997), Kill Bill Vol I (2003) y Death Proof (2007). En dichas cintas, Tarantino no solo le hacía un tributo al cine. También eran un claro homenaje a su madre, la mujer que lo llevó de la mano al influjo de la cultura pop.

ACCIÓN. Escena del rodaje de Once upon a time in Hollywood.
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El hijo de Connie

Los biógrafos de Tarantino han contado a detalle la influencia que tuvo Connie McHugh en su hijo Quentin. Para empezar, Connie sufrió el abandono de su esposo Tony Tarantino cuando estaba embarazada de su primogénito. Ello la llevó a tener que fungir de padre y madre durante los primeros años de vida del director. Producto de esa cercanía, el pequeño Quentin se vio expuesto a los productos de la cultura popular que consumía constantemente su madre. Fue Connie la que lo introdujo en obras literarias, discos y series de televisión que terminarían siendo referidas en sus películas. Asimismo, el director veía en ella a una mujer independiente y fuerte, rasgos que pueden detectarse en las protagonistas femeninas de la que puede calificarse como su primera trilogía.

Tarantino no solo le hacía un tributo al cine. También eran un claro homenaje a su madre, la mujer que lo llevó de la mano al influjo de la cultura pop.

Si bien Jackie Brown, Kill Bill Vol I y Vol II y Death Proof son cintas que reconstruyen diferentes géneros; las tres tratan sobre la reivindicación femenina. Jackie Brown, Beatrix Kiddo y el grupo de chicas de Death Proof se vengan de hombres que les hicieron daño de algún tipo. Todas ellas son presentadas como mujeres fuertes e independientes que logran sobreponerse por sí solas de intentos de asesinatos. Y en cada cinta, la intensidad de la venganza aumenta, siendo la mayor catarsis la que tiene lugar en Death Proof. Dicha cinta concluye con la paliza que recibe el pervertido asesino en serie ‘Stuntman’ Mike. Si tomamos en cuenta que Tony Tarantino fracasó toda su vida en el intento de insertarse en el mundo de la actuación, no parece casualidad que el villano de Death Proof sea un doble de acción. La victoria de las protagonistas femeninas frente al abuso de los hombres puede leerse como la reivindicación que el director buscaba otorgarle a su madre por el abandono del actor fracasado.  

Tras la trilogía mencionada, Inglorius Basterds sería la cinta con la que subiría un escalón más en la reivindicación femenina. En la película que el mismo Tarantino calificó como su obra maestra, una mujer sería la encargada de ejecutar una de las fantasías más recurrentes del cine bélico: la venganza contra el nazismo. A pesar de que un grupo de soldados estadounidenses parecía ser el designado para eliminar a los jerarcas nazis; Shoshana Dreyfus (Melanie Laurent), una fugitiva judía, termina siendo la verduga de la camarilla de Hitler al hacer explotar una bomba en un cine de París. Esta cinta sería celebrada por la crítica mundial por haber mostrado el poder del séptimo arte al darle la oportunidad a los judíos de cumplir su fantasía de venganza. De esa manera, Tarantino había dado el último paso en su apuesta por mostrarse como un cineasta progresista. A lo largo de su obra había logrado experimentar con varios géneros y representar en ellos a las subalternas como heroínas. Hasta el 2009, su cine era uno en el que el papel de la mujer había ocupado un papel central. Sin embargo, la situación ha dado un viraje importante.

HISTORIA. La película está basada en hechos reales de un trágico episodio en Hollywood.
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La reconciliación con el padre

Tras Inglorius Basterds, Tarantino sufrió la pérdida de una de las mujeres más influyentes de su entorno. Sally Menke, la hasta entonces editora de todas sus películas, falleció en el 2010 como consecuencia de un golpe de calor. Si Connie era la referencia materna, Sally, diez años mayor que Quentin, era la hermana a la que solía escuchar. Como indica la crítica especializada, su trabajo de edición había permitido que se le califique como la creadora del ritmo Tarantino, de aquel que fue pieza clave en la consagración del realizador. Su desaparición marcaría un cambio importante en las producciones del director estadounidense. Tanto en ritmo como en temática.

La desaparición de Menke coincidió con el distanciamiento de Tarantino de la temática femenina. En Django Unchained (2012), The Hateful Eight (2015) y Once upon a time in Hollywood los protagonistas han sido masculinos y el género ha estado vinculado con el western –las dos primeras son películas ambientadas en el Oeste y la última tiene como protagonistas a actores que filman ese tipo de películas. Asimismo, dichas cintas han sido acusadas de contar con un metraje excesivo que ha hecho extrañar a Menke. Sin embargo, su ausencia también queda en evidencia por la temática de reconciliación con la figura paterna que se explora en las entregas recientes.

De acuerdo a las biografías de Tarantino, Connie reconocía en los protagonistas de las series de cowboys al esposo que montaba a caballo y quería ser actor. Madre e hijo veían dichos programas pensando en Tony Tarantino, el vaquero que los abandonó. Por ello, no parece casual que los personajes principales de Django Unchained, King Schultz (Christoph Waltz) y Django Freeman (Jamie Foxx) tengan una relación filial. El doctor Schultz es el que libera y le da un apellido a Django, el que lo entrena y lo convierte en un héroe. En lenguaje lacaniano, cumple el papel del padre que inserta a su hijo en la sociedad.

En The Hateful Eight, la conexión paterna no es tan evidente pero sí admite algunos indicios. Se mantiene el género del western y los protagonistas nuevamente son hombres duros que prefieren la aventura a la vida sedentaria. Además, la única mujer con protagonismo en la cinta es una villana traicionera que recibe golpes durante buena parte de la trama. Los personajes no tienen ningún problema en ser misóginos y la trama impide que se les culpe por ello.

Por lo tanto, la reconciliación que nunca se dio en la vida real –en los últimos años,Tarantino y su padre solo se han lanzado puyas en los medios–  sí se está haciendo efectiva en la pantalla. Y en Once upon a time in Hollywood terminará marcando la postura conservadora de la cinta.

REPARTO. Leonardo Di Caprio y Brad Pitt son los protagonistas de la nueva entrega de  Tarantino. 
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El giro conservador

Las referencias a Tony Tarantino también son evidentes en Once upon a time in Hollywood. Los personajes de Rick Dalton (Leonardo Di Caprio) y Cliff Booth (Brad Pitt) personifican las fantasías infantiles que el director tenía sobre su padre. Dalton es un actor que tuvo un relativo éxito en series de cowboys, la figura con la que Connie y el pequeño Quentin asociaban a Tony; mientras que Booth es un doble de acción que no logró triunfar en la meca del cine, una imagen más cercana a la que vivió el padre de Tarantino en la realidad.

Asimismo, ambos son personajes patéticos que no logran adaptarse a lo que espera Hollywood de ellos.  Dalton es un alcohólico al que le cuesta aceptar que su mejor momento ha pasado. Cada vez le es más difícil lograr buenos papeles y memorizarse los diálogos. Se ha tenido que acostumbrar a ocupar papeles secundarios y a que su rostro ya no sea asociado con el de un héroe. Por su parte, Booth es un apestado de la industria. Los encargados de asignar papeles lo desprecian por haber asesinado a su esposa y por querer competir con las nuevas estrellas. Sin lugar para él en los platós, se ha transformado en chófer y mayordomo de Dalton.  Ambos representan al viejo Hollywood, el previo a la posmodernidad. Aquel en el que los cowboys y los soldados estadounidenses representaban a los buenos sin matices, el que creía en el maniqueismo.

Sin embargo, aunque son personajes grises, cuentan con un carisma que los hace atractivos y funcionales para la historia que el autor quiere contar. A pesar de sus problemas de alcohol, Dalton sigue teniendo momentos brillantes de interpretación. Mientras que Booth es un héroe de acción capaz de darle una paliza a un Bruce Lee en su mejor momento. No obstante, a pesar de su carisma, no pueden adaptarse al nuevo Hollywood. Rechazan los cambios que han venido con la psicodelia y ven el hippismo como una amenaza a su forma de ver la vida. Su tiempo parece haber pasado; no obstante, Tarantino les ofrecerá una oportunidad de redención. 

Ambos representan al viejo Hollywood, el previo a la posmodernidad. Aquel en el que los cowboys y los soldados estadounidenses representaban a los buenos sin matices.

Tras una gira por Europa, los amigos deberán aceptar su decadencia y separarse. Sin embargo, un giro del destino provocará que frustren el asesinato de Sharon Tate. En el universo construido por Tarantino, los miembros de la secta de Charles Manson en vez de irrumpir en la residencia de Roman Polanski ingresan en la de Dalton. Esa acción les costará caro porque provocará un enfrentamiento con los actores que concluirá con los intrusos siendo liquidados de las formas más violentas. La cinta termina con Dalton encontrándose con Tate en lo que parece el inicio de una hermosa amistad.

En consecuencia, Dalton y Booth pasan de ser unos actores en decadencia a los héroes que evitaron el brutal asesinato de Tate. Al frustrar el que es considerado uno de los episodios más trágicos de la historia de Hollywood, le terminan devolviendo la inocencia a la meca del cine. Serán dos actores conservadores  los que eviten la debacle causada por la era de la psicodelia y el hippismo. En otras palabras, el padre tuvo que hacerse presente para poner orden en un ambiente que corría el peligro de verse corrompido.  

Se podría argumentar que no hay nada nuevo en el desenlace de la cinta porque repite la temática de la venganza vista en varias películas de Tarantino y de la reconstrucción de un hecho histórico ocurrida en Inglorius Basterds. Sin embargo, a diferencia de las cintas anteriores, los protagonistas de esta venganza no representan a figuras oprimidas como Jackie Brown, Shoshana Dreyfus o Django Freeman. Más bien son personajes que tuvieron en un momento el poder y que ahora sufren por la pérdida del mismo. Son personajes que ven con miedo el progresismo de las nuevas épocas y que desprecian a hippies que abogan por la paz, a mujeres que no aceptan ser dominadas  y a migrantes exitosos como Bruce Lee. Sin duda, la banda de Manson era repudiable, pero Dalton y Booth no parecen hacer distinciones entre ellos y otras manifestaciones del movimiento hippie.  Si las cintas anteriores de Tarantino apostaban por plantear cambios en el status quo, Once upon a time in Hollywood defiende el regreso a un estado en el que las figuras patriarcales tenían el poder.

En definitiva, la última cinta de Tarantino no solo mantiene el exceso de metraje que ha caracterizado a la filmografía de Tarantino posMenke. También continúa la senda de tributo al padre que se estableció con Django unchained. Solo que en este caso, aparece como una solución conservadora que rescata los valores tradicionales de Hollywood. De aquel Hollywood que en un tiempo era dominado por machos maniqueos.       

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