Juego de tronos: la síntesis de las fantasías contemporáneas

Juego de tronos: la síntesis de las fantasías contemporáneas
Bruno Rivas

Periodista

Los guionistas de Game of Thrones (GOT) han reforzado sentidos comunes que sostienen a la sociedad contemporánea. En esta columna el autor ensaya los aspectos que vinculan a la serie con los discursos actuales.

FINAL. Luego de nueve años al aire, Juego de Tronos llegó a su fin el último domingo con el sexto capítulo de su octava temporada.

FINAL. Luego de nueve años al aire, Juego de Tronos llegó a su fin el último domingo con el sexto capítulo de su octava temporada.

HBO

El final de la serie Game of Thrones (GOT), uno de los fenómenos mediáticos más importantes de los últimos tiempos, ha generado reacciones radicales. El desenlace poco esperado de personajes que se convirtieron en referentes mundiales ha provocado respuestas de una virulencia desenfrenada. Por ejemplo, miles de fanáticos de la serie han firmado una petición para que se vuelva a filmar la octava temporada del programa. Sin embargo, si prestamos atención nos daremos cuenta que los guionistas solo han seguido la tendencia de las últimas producciones dedicadas al mundo de la fantasía y han reforzado sentidos comunes que sostienen a la sociedad contemporánea. A continuación, expondré cuatro puntos que conectan a GOT con los discursos actuales.

El fantasma de la revolución radical

Una de las decisiones más polémicas tomada por los guionistas durante el tramo final de la serie ha sido la transformación y posterior muerte de Daenerys Targaryen. Durante siete temporadas, la khaleesi fue representada como una revolucionaria adepta a las causas justas, preocupada por la gente de a pie y dispuesta a romper la rueda instaurada por los poderosos de Westeros. Sin embargo, en los últimos capítulos, la causa de Daenerys la empujó al radicalismo. Su apetito por el poder se incrementó a tal punto que terminó asesinando al pueblo que juró proteger. La rompedora de cadenas terminó siendo una genocida totalitaria obsesionada con la corona. Dicha transformación marcó su destino llevándola a morir a manos de Jon Snow, el héroe de la serie.

Ese giro ha causado todo tipo de reacciones a favor y en contra. Desde aquellas que indicaban que sus acciones tiránicas ya habían sido anunciadas con las ejecuciones de los jerarcas de Essos hasta las que sostienen que puso de manifiesto el machismo de unos guionistas que no podían dejar que una mujer empoderada quedara al mando de los siete reinos. Sin embargo, más allá de temas de coherencia narrativa, el final nos ayuda a reconocer la tendencia de las producciones audiovisuales estadounidenses. Incluso a la progresista HBO, el fantasma de la revolución radical le causa espanto.

LIBROS. Juego de Tronos es una de las series más vistas de los últimos años basada en la saga literaria de George R.R. Martin "Canción de hielo y fuego".
Foto: HBO

La promesa de Daenerys era la de romper con el estatus quo e imponer un nuevo régimen en el que los poderosos no pudieran abusar del pueblo. Podemos reconocer en dicha campaña, un discurso populista empujado por una lideresa carismática. Lo que se venía con la khaleesi era un cambio en los estamentos del tejido social, uno que siempre ha espantado a las corporaciones estadounidenses. Por ello, no es extraño que a puertas del triunfo, la revolución deviniera en lo que las producciones estadounidenses sugieren que conduce todo cambio radical: a un régimen totalitario. Daenerys siguió el camino de Anakin Skywalker, otro anunciado por una profecía, y fue absorbida por el lado oscuro. También terminó emulando el radicalismo de Bane, el villano populista que en la tercera entrega del Batman de Nolan prometía destruir a las élites económicas de Gotham City. La reconstrucción del mundo tenía que sostenerse en el terror y a costa de inocentes.  

Con dichos giros quedó en evidencia lo reacias que son las producciones de las industrias culturales estadounidenses a los cambios radicales. Y más aún cuando en el desenlace de la serie quebrar la rueda termina siendo equivalente a aceptar una democracia de ágora griega en la que solo votan los nobles. La transformación de Daenerys termina manteniendo el discurso de los peligros que genera el querer cambiar el estatus quo.

El camino del héroe contemporáneo

Otra tendencia de las últimas producciones estadounidenses que estuvo presente en el desenlace de GOT fue la narrativa sobre el héroe contemporáneo. Otro final que varios seguidores de la serie consideraron injusto fue el de Jon Snow. El legítimo heredero de los Siete Reinos termina siendo exiliado al Muro como castigo por haber asesinado a la tirana Daenerys. Su identidad como Aegon Targaryen, el hijo de Rhaegar Targaryen y Lyanna Stark, se mantiene en secreto y no se le permite reclamar el trono. La última imagen que tenemos del héroe, que se dedicó a defender causas nobles durante ocho temporadas, es la de estar dirigiéndose al Norte ‘real’ con los salvajes. Su vida ya no transcurrirá en el Westeros por el que dio, literalmente, la vida.  

"En los tiempos actuales, el héroe tiene la potestad de retirarse al cumplir su misión. Ahora lo que le toca es vivir de las rentas y sin aplausos del público."

Sin embargo, dicho final evoca al de otros héroes contemporáneos que se retiraron sin aplausos. Snow sigue la senda de Bruce Wayne en la trilogía de Nolan o a la de Steve Rogers en la conclusión de la tercera fase del Universo de Marvel (MCU, según sus  siglas en inglés). Recordemos que el primero, después de salvar Gotham City, finge su muerte e inicia una nueva vida en Europa con Selina Kyle. Por su parte, en Avengers Endgame, Rogers, tras destruir las gemas del infinito, da por concluida su misión y decide reencontrarse con su gran amor. Tanto Batman como el Capitán América le ceden su lugar a otros héroes debido a que consideran que no son indispensables, entienden que otros pueden seguir su legado.

Podemos encontrar en el final de Jon Snow una narrativa similar. El héroe de GOT siempre fue un personaje reacio a formar parte de las cortes de Westeros y dejó en claro que cumplía misiones solo por su estricto sentido del deber. Por el contrario, sus momentos más felices las vivió más allá del Muro cuando estaba desconectado de las obligaciones asignadas por el reino. Por lo tanto, que en sus últimas imágenes aparezca liderando a los salvajes en el camino hacía el Norte ‘real’ nos indica que su etapa de aventuras ha concluido. Ya no tendrá que preocuparse por enfrentarse con white walkers, lores sádicos o reinas enloquecidas. Otros lo harán en su lugar. En los tiempos actuales, el héroe tiene la potestad de retirarse al cumplir su misión. Ahora lo que le toca es vivir de las rentas y sin aplausos del público. Para su beneplácito, regresa a ser un personaje común y corriente. El destino al que siempre aspiró.

El gobierno de los tecnócratas

Otro tema que ha generado polémica ha sido el destino del trono de los ahora seis reinos. Para muchos que la administración quedara en manos de Bran, el roto, no era justo. Más bien, los más críticos consideran el reino debió recaer en uno de los héroes que se fajó para darle paz a Westeros. Sin embargo, si nos guiamos por los discursos de la actualidad nos daremos cuenta que el sentido común actual no recomienda que el gobierno quede en manos de guerreros. Tras el fin de la historia, es fundamental que los héroes descansen y le cedan su lugar a los especialistas, a aquellos capaces de administrar los recursos de la forma más adecuada.

Las escenas de la primera sesión de gobierno nos indican claramente que Bran no será un rey que gobernará. Su cabeza está más preocupada por dragones que por temas terrenales. Su figura será la del monarca que reina pero no gobierna. Como en toda la serie, Bran se limitará a sugerir, su intervención será mínima y solo cuando sea absolutamente necesaria. En otras palabras, Bran representa al estado preferido por el neoliberalismo. El que deja hacer. Más bien su gabinete, formado por Tyrion Lannister, Davos Seaworth, Samwell Tarly y ser Bronn de Aguas Negras, será el encargado de tomar las decisiones. Estos personajes son sin duda los personajes más capaces, cada uno experto en un área de conocimiento. Podemos reconocer en ellos a los tecnócratas que suelen ocupar en la actualidad los puestos claves de los gobiernos.

PRESUPUESTO. La última temporada costó alrededor US$ 15 millones por episodio, según Imdb.
Foto: HBO

Tyrion, Davos y Sam mostraron a lo largo de la serie ser asesores capaces, leales e inteligentes, características poco comunes en los puestos de gobierno. Por esa razón, sus elecciones parecen ser correctas y acordes con la ruta establecida por la serie. No obstante, la que ha generado reparos ha sido la de Bronn como maestro de la moneda. Algunos se preguntan como un ex mercenario puede ser el encargado de administrar los tesoros de los seis reinos. Es allí donde nuevamente el espíritu de la época queda en evidencia. Los guionistas reconocen que los administradores de las fortunas globales no necesariamente han accedido a ellas de las formas más pulcras. Hay que recordar que Bronn se ha convertido en el hombre más rico de Westeros gracias a los trabajos sucios que ha realizado para monarcas y nobles. Ahora es el mercenario el que tiene la sartén por el mango. Con él deberán negociar el gabinete real y las conversaciones no se vislumbran sencillas. En este nuevo escenario, las pugnas tendrán que ver con la forma en que se gastará el dinero. Si Bran representa al estado, Bronn será el personaje que encarne al mercado. El poder con el que deben tranzar los tecnócratas.

La revolución femenina

Si hay una revolución que sí han aceptado de buena gana las industrias de contenido estadounidenses es la femenina. HBO no podía ser la excepción. Pese a la muerte de Daenerys, las mujeres terminan teniendo un rol central en la conclusión de la serie. Todo esto se condice con las heroínas presentadas por compañías como Disney y Warner Bros. en los últimos años. Desde la princesa Elsa de Frozen, pasando por Wonder Woman y Rey de Star Wars, hasta Capitana Marvel; los personajes femeninos de la pantalla grande han adquirido el papel de heroínas que no necesitan de ayuda masculina para poder cumplir con sus metas. GOT ha sabido seguir esa senda.

"Lo interesante de todas estas historias femeninas es que ninguna concluye con un interés romántico."

Durante mucho tiempo, la serie fue acusada de ser misógina y de objetivar a las mujeres; sin embargo, la trama siempre buscó desarrollar a los personajes femeninos y encaminarlos hacia un desenlace en el que ocupen posiciones de poder. Dentro de ellas, el recorrido más celebrado ha sido el realizado por Sansa. La hija mayor de los Stark empezó siendo una niña tonta cuyo único anhelo era ser la esposa del rey y terminó transformándose en una mujer empoderada y astuta que logra la ansiada independencia de Winterfell. Su camino no fue fácil, le costó ser humillada, violada y vendida por los personajes más ruines de Westeros. Sin embargo, tal como ella misma lo indica en el cuarto capítulo de la serie, fue el precio a pagar para transformarse en un personaje con voz propia. Pero Sansa no fue la única que siguió ese camino. Yara Greyjoy también terminó ocupando un lugar de privilegio al final de la serie. Se convierte en la primera gobernante de unas Islas de Hierro acostumbradas a regímenes patriarcales y obtiene un asiento entre los lores que deciden el destino de Westeros. Brienne de Tarth, otra de las mujeres que sufrió más humillaciones durante la serie, también logra su máximo anhelo. En el desenlace, ocupa el puesto de comandante de la Guardia Real, siendo la primera mujer en acceder al máximo galardón que puede obtener un caballero.

Finalmente, tenemos el caso de Arya Stark. Al igual que su hermana, siguió un camino de aprendizaje que le permitió tener un papel trascendental en los últimos capítulos de la serie. Las habilidades adquiridas durante sus viajes y su ánimo intrépido le permitieron asesinar al Señor de la Noche y salvar al mundo de la destrucción. Asimismo, tras rechazar a Gendry Baratheon, se guía por sus instintos aventureros y se convierte en una exploradora. Rechaza lo conocido y se aventura a seguir un destino antes reservado solo para los hombres.  

Lo interesante de todas estas historias femeninas es que ninguna concluye con un interés romántico. Las heroínas no necesitan de una pareja para alcanzar sus metas, más bien han sido sus experiencias con hombres las que las han curtido para poder desempeñarse de forma adecuada en el rol que les ha tocado asumir. Tras las lecciones aprendidas, las mujeres son capaces de generar su propio destino y no necesitan de un hombre para conseguirlo. GOT se sumó a la revolución que suena con más fuerza en estos tiempos.

 

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